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Perspectiva

Comprendiendo la geopolítica del terrorismo

El más reciente de una serie de sangrientos atentados terroristas atribuidos a Estado Islámico de Irak y Siria (EI) tuvo lugar el miércoles por la mañana en Irán con ataques armados coordinados contra el Parlamento iraní (Majlis) y el mausoleo del último líder supremo de la República Islámica, Imán Jomeini. Al menos 12 personas murieron y 43 resultaron heridos.

Las reacciones del gobierno estadounidense y de los medios de comunicación occidentales a los ataques en Teherán fueron marcadamente diferentes a sus respuestas ante el bombardeo del 22 de mayo en el Manchester Arena que mató a 22 personas y los ataques del puente de Londres que cobraron nueve vidas el 3 de junio.

La Casa Blanca de Trump emitió una declaración perversa que efectivamente justifica los asesinatos en Irán, declarando: “Subrayamos que los Estados que patrocinan el terrorismo corren el riesgo de caer víctimas del mal que promueven”, una actitud que encontró su reflejo en la relativa indiferencia de la prensa hacia la pérdida de vidas iraníes. Se entiende claramente que el terrorismo contra Irán sirve objetivos políticos definidos que están en sintonía con los del imperialismo estadounidense y de sus aliados regionales.

Por su parte, la reacción de Teherán a los ataques fue inequívoca. Colocó la responsabilidad en las puertas de EE.UU. y su principal aliado regional, Arabia Saudita. “Este ataque terrorista ocurrió sólo una semana después de la reunión entre el presidente estadounidense (Donald Trump) y los líderes atrasados (saudíes) que apoyan a los terroristas”, dijo el Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán (CGRI) en un comunicado publicado por medios iraníes. El ataque fue entendido en Teherán como un acto político llevado a cabo conjuntamente con actores estatales identificables y destinados a promover objetivos geoestratégicos definidos.

Lo mismo puede decirse de los atentados anteriores en Manchester y Londres, así como los de París, Bruselas y otros lugares antes de ellos.

Los medios occidentales retratan cada una de estas atrocidades como manifestaciones aisladas de “mal” u odio religioso, actos irracionales realizados por dementes. En realidad, son parte de una campaña coordinada a nivel internacional en la búsqueda de objetivos políticos definidos.

La causa principal detrás de la violencia en las calles de Europa es la violencia mucho mayor infligida sobre Oriente Medio por parte del imperialismo estadounidense, británico y francés, trabajando conjuntamente con regímenes burgueses de derecha y con las fuerzas islamistas que promueven, financian y arman.

Estado Islámico es en sí el producto directo de una serie de guerras imperialistas. Se originó como una separación de Al Qaeda, el cual comenzó a su vez su andadura en la guerra orquestada por la CIA y librada por fundamentalistas islámicos contra el gobierno afgano respaldado por la Unión Soviética. Al Qaeda fue forjado en la guerra de agresión estadounidense contra Irak, que mató a cerca de un millón de iraquíes, y luego fue utilizado en la guerra del 2011 para derrocar al líder de Libia, Muamar Gadafi. Los combatientes y las armas fueron entonces canalizados con la ayuda de la CIA hacia la guerra por el cambio de régimen en Siria.

La última ronda de atentados terroristas tiene su origen en la creciente insatisfacción entre los aliados de Washington en Oriente Medio y sus fuerzas indirectas islamistas por el lento ritmo de la intervención estadounidense en Siria y el fracaso de Washington de concluir victoriosamente esta guerra por cambio de régimen que se ha prolongado por seis años.

La gente que da las órdenes para estos atentados vive en barrios de clase alta en Londres, París y otros lugares, disfrutando de conexiones cercanas con las agencias de inteligencia y funcionarios gubernamentales. Lejos de ser desconocidos, se encontrarán entre los principales ministros y funcionarios gubernamentales de Damasco si la guerra en Siria respaldada por EE.UU. logra sus objetivos.

Aquellos que llevan a cabo las atrocidades terroristas son activos desechables, soldados de infantería que son fácilmente sustituidos entre las amplias capas enfurecidas por las matanzas llevadas a cabo por el imperialismo en Oriente Medio.

Los medios de comunicación siempre presentan el fracaso para evitar estos ataques como una cuestión de que las fuerzas de seguridad simplemente no pudieron “conectar los puntos”, una frase que a este punto debería estar prohibida. En prácticamente todos los casos, los implicados eran bien conocidos por las autoridades.

En los últimos ataques en Reino Unido, las conexiones son asombrosas, incluso en comparación con hechos similares que han surgido sobre los atentados terroristas anteriores. Uno de los atacantes de los asesinatos en el puente de Londres, Youssef Zaghba, fue detenido en un aeropuerto italiano mientras intentaba viajar a Siria, admitiendo libremente que “quería ser un terrorista” y llevando literatura de EI. Otro de los atacantes fue presentado en un documental de televisión británica que describía su confrontación con la policía y su detención después por desplegar una bandera de EI en Regent's Park.

El atacante suicida de Manchester, Salman Abedi, era igualmente conocido por las autoridades británicas. Sus padres eran miembros del Grupo de Lucha Islámica Libio (GLIL), y se les permitió regresar a Libia en el 2011 para participar en la operación de cambio de régimen entre EE.UU. y la OTAN contra Muamar Gadafi. Él mismo se reunió con agentes de Estado Islámico en Libia, con veteranos de la guerra civil en Siria, y mantuvo relaciones cercanas con ellos mientras estaba en Manchester.

Lo que quedó claro después de 16 años de la llamada “guerra contra el terrorismo”, remontándose a los secuestradores de los aviones del 11 de septiembre, es que estos elementos entran y salen de Oriente Medio, Europa y EE.UU. no sólo sin obstáculos, sino que efectivamente bajo protección estatal.

Cuando llegan al control de pasaportes, sus nombres aparecen con instrucciones claras de que no deben detenerlos. “Bienvenido a casa, señor, disfrute de sus vacaciones en Libia”. “¿Un poco de turismo en Siria?”.

¿Por qué han podido contar con esta carta blanca? Debido a que son auxiliares de las agencias de inteligencia estadounidenses y europeas, estas fuerzas indirectas han sido indispensables en las guerras para cambios de régimen en Libia, Siria y más allá que están siendo libradas para avanzar los intereses imperialistas.

Si de vez en cuando estos elementos atacan de vuelta a sus patrocinadores, con civiles inocentes pagando con sus vidas, es parte del precio de hacer negocios.

Después de los atentados terroristas, los gobiernos responden con medidas intensificadas de represión y vigilancia. Las tropas se despliegan en las calles, los derechos democráticos son suspendidos y, como en Francia, el estado de emergencia se convierte en la ley que prevalece sobre el territorio. Todas estas medidas son inútiles en términos de prevenir futuros ataques, pero sirven muy bien para controlar a la población doméstica y reprimir el malestar social.

Si los medios de comunicación se niegan a declarar lo que se ha vuelto evidente después de más de una década y media de estos incidentes, este silencio es en sí una medida de cuan institucionalizado está el vínculo entre el terrorismo, las agencias de inteligencia occidentales y las interminables guerras en Oriente Medio.

Hombres, mujeres y niños inocentes, ya sea en Londres, Manchester, París, Teherán, Bagdad o Kabul, están pagando el terrible precio de estas operaciones imperialistas, dejando un rastro de sangre y destrucción por todas partes.

Poner fin a los ataques terroristas comienza con una lucha para poner fin a la llamada “guerra contra el terrorismo”, el pretexto fraudulento de las guerras depredadoras en las que Al Qaeda y sus ramas son empleadas como fuerzas terrestres indirectas, operando en colaboración cercana con los servicios de inteligencia imperialistas y mandos militares.

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