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Perspectiva

El significado político del tiroteo contra congresistas estadounidenses

El miércoles por la mañana, James Hodgkinson abrió fuego contra un grupo de congresistas republicanos, cabilderos, personal legislativo y policías en el campo de béisbol de un suburbio de Washington, DC, hiriendo al jefe de disciplina de la mayoría republicana, Steve Scalise, y a otras cuatro personas. Hodgkinson, seguidor de Bernie Sanders, recibió varios disparos de la policía y murió en la escena del ataque.

Scalise sigue en estado crítico y ha sido sometido a tres cirugías. Esta es la segunda vez en menos de una década que le disparan a un congresista. En el 2011, la diputada de Arizona Gabrielle Giffords recibió un disparo en la cabeza por un atacante derechista, Jared Loughner.

Como ocurre en un evento de este tipo, los medios de comunicación se llenan de moralizaciones hipócritas sin ningún análisis político. El New York Times pausó momentáneamente su histérica campaña contra Rusia para solidarizarse con Trump. “El presidente Trump dijo exactamente lo correcto después del ataque del miércoles: ‘Podemos tener nuestras diferencias, pero hacemos bien, en momentos como estos, al recordar que todos los que sirven en la capital de nuestro país están aquí porque, ante todo, aman a nuestro país. Todos coincidimos en que estamos bendecidos por ser estadounidenses, que nuestros hijos merecen crecer en un país de paz y seguridad’”.

Esta muestra de hipocresía pura fue publicada el mismo día en que el Times reportó que Trump es ahora un blanco de la investigación del fiscal especial, Robert Mueller, sobre supuestos vínculos con Rusia.

El Washington Post denunció a Hodgkinson como un “loco”. La senadora demócrata de Missouri, Claire McCaskill, lo calificó como un “mal incalificable”, mientras que el senador demócrata de Ohio, Sherrod Brown, declaró que fue un acto de “violencia insensata”. El miércoles por la tarde, Bernie Sanders afirmó que le “indignó este acto despreciable” llevado a cabo por un exvoluntario de su campaña presidencial.

Descartar a Hodgkinson así nomás, como alguien demente y malo, es una explicación simplista y falsa de lo que aconteció el miércoles. Este es un evento que requiere una explicación política. Mientras que es legítimo que Sanders rechace de forma clara el acto, ni siquiera intentó explicar por qué pudo haber sucedido. Al contrario, se dedicó a injuriar contra el cadáver de este hombre infortunado.

El World Socialist Web Site se opone a los actos de violencia dirigidos contra personajes políticas y representantes del Estado, no por razones morales superficiales, sino por principios políticos firmes. Una gran experiencia histórica ha demostrado que tales actos no hacen nada para defender ni promover los intereses de la clase obrera. En realidad, son contraproducentes. Crean confusión y le dan una excusa a la clase gobernante para expandir las fuerzas represivas del Estado.

La lucha contra el sistema capitalista no se avanza asesinando a representantes políticos individuales, sino elevando la conciencia política de la clase obrera y movilizando su energía política hacia el establecimiento del socialismo.

En dar una explicación política sobre este acto político, es importante examinar la historia del hombre que lo realizó.

La vida de James Thomas Hodgkinson tiene elementos de tragedia social y da una idea de lo que es vivir en EE.UU. y cómo entender que un hombre que parecía decente llegó a cometer un acto tan violento. Nacido en 1950 y conocido por sus amigos como “Tom”, fue criado en la ciudad pequeña de Belleville, Illinois, frente a la división estatal con St. Louis, Missouri.

Los amigos de Hodgkinson estuvieron sorprendidos ante lo acontecido. Su amigo de la infancia, Dale Walsh, le dijo el Belleville News-Democrat que Hodkinson era un “hombre divertido y afectuoso” que “nunca dio marcha atrás” con sus convicciones políticas, que se habían vuelto más marcadas en la última década. “Quiero que se sepa que él no era malo”, dijo Walsh. “Creo que estaba harto de la política”.

Se graduó de la secundaria West Belleville en 1968, siendo elegible ese mismo año para unirse al servicio militar obligatorio y posiblemente ser enviado a la Guerra de Vietnam. A mediados de los años setenta, abrió un negocio de construcción pequeño, cambiándose a inspección de hogares en los noventa. Como decenas de millones de hombres estadounidenses, Hodgkinson tuvo sus roces de menor importancia con la ley.

Sus amigos de la infancia señalan su decisión de adoptar a niños como un ejemplo de su carácter generoso. Sus hijas adoptivas llevaban las marcas indelebles de la crisis social de las décadas de 1990 y 2000.

Una se suicidó por autoinmolación a la edad de 17 en 1996. Otra tuvo una sobredosis de heroína a los 25 años en el 2015. La empobrecida zona del sur de Illinois, antes el hogar de decenas de miles de mineros militantes y un movimiento socialista activo, es uno de los epicentros de la crisis de la heroína y los opiáceos. Belleville tiene actualmente un ingreso per cápita de sólo $18 990.

En los últimos años, Hodgkinson vivió con su esposa en una casa pequeña sobre un camino de tierra fuera de la ciudad. Tenía pocos vecinos, pero le gustaba atender el jardín y otros pequeños trabajos alrededor de la casa. Su patio trasero tenía una vista ininterrumpida de casi un kilómetro de maíz al noroeste. A veces, iba al bosque y le disparaba a blancos o árboles, como es común en las zonas rurales en el Medio Oeste de EE.UU.

Desarrolló un interés en la historia y la política. Se oponía profundamente y por encima de todo a la guerra y la desigualdad social. Comenzó a escribirle cartas al periódico local, Belleville News-Democrat, alrededor del final del segundo mandato de Bush. Éstas permiten ver su perspectiva política.

El 12 de julio del 2008, Hodgkinson escribió: “Creo que cualquier persona que aumente su riqueza en tiempos de guerra es un especulador de guerra y, como tal, debería enfrentar esos cargos. Creo que esto incluye al presidente Bush, al vicepresidente Cheney, la mayor parte de su gabinete, a toda la gente de Halliburton y a todos en el negocio petrolero”.

Como millones de estadounidenses, inicialmente le generó esperanzas la llegada al poder de Barack Obama, pero se desilusionó cuando su administración no les aumentó los impuestos a los ricos. “No sé por qué es que los demócratas no proponen un cambio específico en las leyes sobre impuestos para que las cosas fluyan de ahí. Tal vez, tampoco se preocupan por los que trabajan”, escribió en el 2011. “Parece que los súper ricos también compraron sus votos”.

Alrededor de este tiempo, Hodgkinson comenzó a emplear más regularmente el término “clase obrera” en sus cartas. “No envidio a los ricos”, escribió. “Desprecio que hayan comprado a nuestros políticos y torcido nuestras leyes para su propio beneficio”.

Agregó, “Esta gente nos está defraudando a todos en este país, mientras que nos dicen siempre que están en quiebra, cuando son los súper ricos los que tienen todo el dinero”.

Cuando apareció el movimiento de Occupy Wall Street (Toma Wall Street), Hodgkinson volvió a entusiasmarse. Le escribió a Belleville News-Democrat, “Me encanta ver a los manifestantes en Nueva York, Boston y todas las otras grandes ciudades haciendo escucharse. Esto debió haber sucedido más temprano”.

Contrario a lo que indica la prensa de que él era demócrata, comenzó a identificarse como independiente y, en el 2012, escribió, “¡Viva Bernie Sanders!”.

Su apoyo para la candidatura de Sanders en el 2016 quedó bien documentado. “Nunca voy a votar por Hillary”, Hodgkinson escribió en Facebook, añadiendo que “la nominación de Hillary equivale a un triunfo de Trump”.

La elección de Trump lo dejó enojado y frustrado y eso se convirtió en un factor desestabilizador. Su hermano Michael le comentó al New York Times que Hodgkinson se fue a Washington, DC, aproximadamente en marzo. Permaneció ahí más de lo esperado. Su hermano indica que Hodgkinson llamó recientemente y “le dijo a su esposa que volvería pronto a casa porque la extrañaba a ella y a sus perros”.

Él era un hombre con muchos problemas, y se vio incitado por la mezcla de inmensas dificultades personales y su desorientada ira política. NBC News reporta que Hodgkinson dormía en un colchón en la parte trasera de su camioneta, donde guardaba el rifle semiautomático que utilizó en el ataque. Evidentemente había estado yendo a ver las prácticas del equipo de béisbol de los congresistas republicanos por semanas en DC. Más allá, los acontecimientos políticos previos al ataque no calmaron su ira.

Muchos en la élite política han expresado shock e incredulidad ante lo ocurrido el miércoles. No tienen el derecho a estar sorprendidos. Tales eventos son ahora una característica más de la vida en EE.UU., con 372 tiroteos masivos sólo en el 2016.

Estados Unidos está dominado por la violencia y la desigualdad; sin embargo, la gran mayoría de la población no tiene cómo expresar su enojo social —ni a través de las instituciones del gobierno, las cortes, los sindicatos, la prensa corporativa ni los partidos políticos—.

Las batallas políticas en Washington están completamente distanciadas de las preocupaciones reales de las masas. Mientras que el Partido Demócrata utiliza toda su energía política para propiciar un cambio en la política exterior de Trump a través de una campaña de histeria antirrusa, lo que genera toda la ira de la clase obrera no son las estridentes acusaciones sobre una conspiración rusa, sino la desigualdad social y la guerra.

Hay lecciones para tomar. El enojo social es real y se está acumulando. Son millones los trabajadores que están buscando el desarrollo de una lucha social —no el terrorismo individual— para encarar los numerosos problemas en sus vidas personales y sociales. La tarea del Comité Internacional de la Cuarta Internacional es aunar todas las diferentes luchas sociales de los trabajadores y jóvenes en una lucha política de masas para la reorganización socialista de la economía mundial.

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