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Sobre la muerte del excanciller alemán Helmut Kohl

Pocas veces se ha visto que los elogios hacia un político hayan sido tan desproporcionados y generalizados como los dirigidos a Helmut Kohl (Unión Demócrata Cristiana, CDU), quien fue canciller de Alemania entre 1982 y1998 y falleció el viernes, 15 de junio, a los 87 años.

La canciller alemana y presidenta de la CDU, Angela Merkel, describió a Kohl como “un gran alemán”, “un gran europeo” y “un canciller de la unidad”. El candidato a canciller del Partido Socialdemócrata (SPD), Martin Schulz, lo alabó exactamente con las mismas palabras.

Los líderes del Partido Verde y los de sus grupos parlamentarios escribieron: “Helmut Kohl era un gran europeo, que sabía que la paz sólo podía existir en una Europa unida”. Incluso la dirección de Die Linke (La Izquierda) declaró: “Helmut Kohl influyó a la República Federal antes del giro del milenio más que la mayoría de las otras personalidades políticas. Más allá de todas las diferencias políticas, hoy sentimos tristeza ante la pérdida de un gran europeo”.

El presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, ordenó que se desplegaran las banderas a media asta en Bruselas y anunció una ceremonia estatal europea —la primera en la historia— para Kohl. El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, describió a Kohl como la “encarnación de una Alemania unida dentro de una Europa unida”. Y el presidente francés, Emmanuel Macron, se entusiasmó hablando sobre el “impulsor de la Alemania unida y de la amistad franco-alemana.

El presidente ruso, Vladimir Putin, y el último presidente de la Unión Soviética, Mijaíl Gorbachov, lo elogiaron desde Moscú. Putin alabó la “sabiduría” de Kohl y su papel clave en dar fin a la Guerra Fría y reunificar Alemania. Gorbachov lo honró como el “canciller de la unidad alemana” que dejó su marca distintiva en la historia mundial.

Estos himnos de alabanza tienen menos que ver con el verdadero Kohl que con la actual agenda de la clase gobernante y sus representantes políticos. Celebran a Kohl como un símbolo del regreso de Alemania y Europa a la política de los grandes poderes.

Las experiencias políticas de los obreros con Kohl fueron muy diferentes. Lo vieron como un reaccionario político y social, que puso en marcha la redistribución de los ingresos y la riqueza a favor de los ricos que continúa hasta el día de hoy, y que le prometió al pueblo alemán “paisajes florecientes” antes de organizar un programa de destrucción industrial y social sin precedentes.

El ascenso de Kohl al poder

Kohl fue el primer canciller alemán que no vivió el final del régimen nazi como un adulto, sino como un joven. Nacido en Ludwigshafen en 1930, se unió a la CDU como un estudiante de 16 años y rápidamente logró abrirse una carrera política en el partido estatal de Renania-Palatinado. Sus promotores financieros y políticos más significativos incluyeron al industrialista, Fritz Ries (Pegulan), quien hizo su fortuna durante el Tercer Reich gracias a la arianización de negocios judíos y la explotación de la mano de obra forzada judía.

Kohl trataría más tarde de confiar en su nacimiento tardío para trazar una línea divisoria con el pasado nazi, pero esto fracasó. Estallaron protestas a nivel nacional en 1985 cuando colocó, junto al presidente estadounidense, Ronald Reagan, una corona de flores en un cementerio militar en Bitburg, donde están enterrados miembros de las Waffen-SS del Partido Nazi.

En 1969, Kohl fue elegido ministro presidente de Renania Palatinado a la edad de 39 años. El mismo año, la CDU perdió el poder federal por primera vez. La amplia coalición bajo el exnazi Kurt Georg Kiesinger fue reemplazada por una coalición del Partido Socialdemócrata (SPD) y el proempresarial Demócratas Liberales (FDP) bajo Willy Brandt. Este cambio fue precedido por revueltas estudiantiles y una ola de huelgas militantes, la cual Brandt trató de controlar a través de concesiones democráticas y sociales.

En los conflictos internos del partido después de la pérdida del poder de la CDU, Kohl terminó prevaleciendo ante varios rivales. Muchos lo veían como un político provincial anticuado. Sin embargo, se fortaleció a raíz de su habilidad para aprovechar sus conexiones políticas. Durante su vida, Kohl fue percibido como un político que recompensaba la lealtad y que nunca perdonó a sus opositores.

En 1974, Helmut Schmidt reemplazó a Brandt como canciller, de nuevo en coalición con el FDP. A pesar de que se disparó el desempleo debido a la crisis económica mundial, el gobierno de Schmidt comenzó el proceso de revocar las reformas sociales de los años anteriores. Esto dio lugar a una profunda crisis dentro del SPD, que se intensificó cuando cientos de miles salieron a las calles para protestar por el destacamento de misiles nucleares estadounidenses Pershing II en el país, con el respaldo de Schmidt, por lo que los Verdes surgieron como competidores del SPD.

En 1982, Kohl logró persuadir a los Demócratas Libres a romper su alianza con el SDP y formar una nueva coalición con la CDU, la cual eligió a Kohl como canciller tras un voto de no confianza, sin siquiera una elección parlamentaria. Posteriormente, ganó las elecciones federales de 1983 contra un SPD debilitado.

El ascenso político de Kohl fue pregonado por una ofensiva internacional de la burguesía. Thatcher en Reino Unido y Reagan en Estados Unidos lanzaron ataques brutales contra la clase obrera. Kohl siguió el mismo camino. Pero debido a la estrecha cooperación de los sindicatos con su gobierno, esto no condujo a grandes luchas obreras.

A pesar de esto, el tiempo de Kohl en el gobierno parecía haber llegado a su límite a finales de los años ochenta cuando la militancia aumentó entre los obreros. El colapso de la República Democrática Alemana (RDA) lo salvó.

La reunificación alemana

Es un mito describir a Kohl como el arquitecto de la unidad alemana. No estuvo menos sorprendido que los otros políticos por los acontecimientos en la Unión Soviética y la República Democrática Alemana (RDA). Si le hubieran dicho en otoño de 1988 que sería canciller de una Alemania unida dentro de dos años, lo habría descartado como una locura.

La fuerza impulsora detrás de la reintroducción del capitalismo no fue Kohl, sino el régimen de Gorbachov en Moscú y la burocracia del Partido Socialista Unificado (SED) en Berlín del Este. Gorbachov encarnaba el flanco de la burocracia estalinista que respondió a la creciente oposición de la clase obrera, sobre todo ante el levantamiento de Solidarnosc en Polonia, acercándose a restaurar las relaciones de propiedad capitalistas.

El SED estableció un rumbo hacia la unificación alemana cuando quedó claro que había perdido el apoyo de Gorbachov. Erich Honecker, líder de antaño del partido, fue rápidamente destituido. Hans Modrow, el nuevo primer ministro, sugirió un tratado entre Alemania Oriental y Alemania Occidental el 17 de noviembre de 1989, ocho días después de la caída del Muro de Berlín.

Modrow escribió en sus memorias de este período: “Según mi punto de vista, el camino hacia la unificación era inevitablemente necesario y tenía que ser persuadido decisivamente”. Sólo hasta después de esto, y tras la aprobación de la unificación por parte de Gorbachov, fue que Kohl presentó su famoso plan de diez puntos.

El gobierno de Bonn presionó enérgicamente a favor de la unión alemana. Miles de agitadores nacionalistas inundaron el este. Kohl apareció en los mítines electorales de la RDA, que seguía siendo un Estado soberano, y creo ilusiones con promesas exuberantes. Con su introducción excesivamente precipitada del marco alemán, aclaró cuáles eran los hechos. Dejó de lado las advertencias de cómo es que tal medida tendría consecuencias devastadoras para la industria en la RDA.

La reunificación resultó en una catástrofe social. Los estados del este de Alemania son hoy áreas de mano de obra barata. Regiones enteras han quedado desérticas, con cientos de miles que se vieron obligados a emigrar en busca de trabajo.

Kohl también desempeñó un papel importante en la privatización y destrucción de la economía soviética. Su estrecha relación con Gorbachov fue seguida por una amistad con Boris Yeltsin, con quien elaboró planes políticos durante sus viajes juntos al sauna. Yeltsin representó a los oligarcas que saquearon la Unión Soviética recurriendo a métodos criminales y destrozando décadas de los logros sociales.

Maastricht y la Unión Europea

¿Qué tal con la caracterización de Kohl como un “gran europeo”?

Con la aprobación del Tratado de Maastricht en febrero de 1992, el cual él forzó ante la resistencia en sus propias filas, sin duda, desempeñó un papel importante. El Tratado sentó las bases para la transformación de la Comunidad Económica Europea en la Unión Europea, la expansión hacia Europa del Este y la introducción de una moneda común, el euro.

Sin embargo, esto no tuvo nada que ver con su amor por la paz o nada por el estilo. Más bien, estaba convencido de que Alemania no podía, como antes de ambas guerras mundiales, aislarse de Europa y enfrentarse a un conflicto en dos frentes. Por lo tanto, trató de establecer estrechas relaciones con el presidente francés, François Mitterrand.

Mitterrand se convenció a sí mismo de que una moneda común frenaría la abrumadora superioridad económica de Alemania, que resultaría ser una esperanza equivocada. En realidad, Alemania se ha beneficiado del euro más que cualquier otro país y ha ampliado su hegemonía económica en Europa.

Esta es la razón por la que todos los partidos políticos de la burguesía alemana alaban a Kohl de tal manera. Todos ellos apoyan la voluntad de garantizarle a Alemania la hegemonía de Europa y su lugar como una potencia mundial con la ayuda de la UE, una política cuyos cimientos fueron puestos por Kohl. Con la salida de Reino Unido de la UE, las tensiones cada vez más profundas con EE.UU. y la elección del presidente francés, Emmanuel Macron, las posibilidades de alcanzar esto parecen haber aumentado.

Sin embargo, los planes alemanes de ser una gran potencia y el militarismo vinculad a ellos se enfrentan a una oposición férrea por parte del pueblo alemán. Europa está siendo sacudida por crisis políticas y tensiones sociales. Esta es una razón adicional detrás del entusiasmo de la burguesía hacia tal figura reaccionaria como Helmut Kohl.

La muerte de Kohl

La era de Kohl llegó a su fin al concluir la década de los noventa. Alemania fue vista como el “hombre enfermo de Europa”. La economía estaba estancada y Kohl parecía haber perdido la capacidad de adoptar nuevas iniciativas. La oposición contra él creció y hubo incluso llamados en los círculos gobernantes a cambiar de gobierno para salirse del estancamiento.

Esta tarea fue asumida por el SPD y los Verdes después de su victoria en las elecciones federales de 1998. Prepararon el camino para las intervenciones militares extranjeras del ejército alemán e introdujeron la mayor contrarrevolución social de la posguerra con las reformas de la Agenda 2010. No sólo el canciller socialdemócrata, Gerhard Schröder, sino también y sobre todo su adjunto Joschka Fischer, acogieron plenamente el legado de la política exterior de Kohl.

Kohl tuvo que ceder dentro de la CDU, la cual se había vuelto completamente dependiente de él como individuo, para permitirle al partido adoptar una nueva orientación. La tarea de reemplazarlo fue asumida por su más talentosa alumna, Angela Merkel, a quien descubrió en la RDA en 1989 y promocionó políticamente. Merkel hizo uso de un escándalo de recaudación de fondos de segunda clase para aislar a Kohl en el partido, por lo que nunca la perdonó. Mucho antes de que casi perdiera la capacidad de hablar debido a una caída en el 2008, estaba políticamente aislado.

Pasó sus últimos años en su bungaló familiar, bajo el cuido de su segunda esposa, Meike Kohler-Richter, en el distrito de Oggersheim de Ludwigshafen. El último político internacional que tuvo como huésped allí hace un año fue el primer ministro húngaro de extrema derecha, Viktor Orban —una clara confrontación con Merkel, ya que tenía una riña con Orban sobre la política de refugiados.

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