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Perspectiva

Los cambios de cartera de la Casa Blanca: pasos hacia el autoritarianismo

El reemplazo por parte del presidente estadounidense, Donald Trump, del jefe de personal de la Casa Blanca, Reince Priebus, por el general retirado John F. Kelly marca una escalada en la ocupación militar de poderes políticos decisivos en el gobierno de Trump.

Con el general Kelly como jefe de personal, el teniente general activo H.R. McMaster como asesor de seguridad nacional y el general retirado James Mattis como secretario de Defensa, los militares ahora controlan tres de los cuatro cargos designados más altos del Ejecutivo.

La cobertura de la prensa se ha enfocado casi completamente en los excéntricos tuits de Trump y las vulgares quejas de su nuevo director de comunicaciones, el exadministrador de fondos de inversión Anthony Scaramucci. No obstante, una evaluación sobria de las implicaciones políticas de estos cambios de cartera muestra que constituyen un punto de quiebre para el gobierno de Trump y un sistema político asolado por crisis.

Trump despidió a Priebus, el expresidente del Comité Nacional Republicano, a quien había nombrado como jefe de personal como un enlace directo con la cúpula republicana en el Congreso y el partido. Ahora, lo ha reemplazado con un general marine retirado sin historial político y un rechazo explícito y bien documentado hacia la supervisión civil de las fuerzas armadas. Más allá, como secretario de Seguridad Nacional ha presidido la implementación del programa actual de arrestos y deportaciones en masa de inmigrantes indocumentados.

El presidente emparejó este relevo con un ataque público contra los senadores republicanos, incluyendo el líder de la mayoría, Mitch McConnell, por haber fallado la semana pasada en promulgar una u otra versión del proyecto de ley para revocar la Ley de Cuidado de Salud Asequible del gobierno de Obama.

A través de sus estrepitosos tuits, Trump reprochó que los senadores republicanos se “vieron ridículos” y le exigió a McConnell atacar los derechos de minorías e impulsar las propuestas del gobierno de recortar los impuestos de los ricos y eviscerar los programas sociales como el seguro médico para los más pobres de Medicaid.

Trump se presentó a sí mismo como un déspota que rige sobre los dos partidos capitalistas en el poder y se encasilla cada vez más con la presencia militar-policial. Después de presentarse ante un mitin de 40 000 boy scouts en West Virginia, dio un discurso el viernes a la policía de Long Island, Nueva York, en el que dio su aprobación a tratar “bruscamente” a los inmigrantes y otras personas que sean objeto de arresto, provocando cánticos de “USA, USA” en las tribunas.

Además de incitar la violencia policial, Trump apeló directamente a la intolerancia ultraderechista a través de tuits que piden la expulsión de las personas transgénero del ejército y le exigen al Departamento de Justicia arremeter contra los derechos democráticos de la población gay.

A esto, podemos agregar las nauseabundas dinámicas palaciegas en la Casa Blanca, como los amplios reportes de que la familia del presidente estuvo detrás del despido de Priebus, incluyendo el yerno de Trump, Jared Kushner, su hija Ivanka Trump y la primera dama Melania Trump.

Se asienta un tramado dictatorial como parte de una estrategia definida. Trump está buscando perfilarse como el representante de la oligarquía financiera y ejercer una posición de poder independiente del aparato político establecido y las instituciones tradicionales de dominio burgués, como el Congreso, las cortes y los medios de comunicaciones convencionales.

Como todo autócrata bonapartista en ciernes, su objetivo es establecer un régimen personalista basado en el ejército y la policía. Su empleo de tuits se ha convertido en un componente esencial de estos esfuerzos, logrando evitar la prensa para dirigirse directamente a las fuerzas militares y policiales mientras promueve un chauvinismo nacionalista y todas las formas imaginables de retraso político y social. De esta manera, pretende construir una base de apoyo que él mismo pueda movilizar independientemente de los partidos políticos establecidos.

Sin embargo, Trump no es ninguna aberración ni anomalía dentro una prístina democracia estadounidense; en cambio, es el producto de décadas de guerras ininterrumpidas, reacción social y una decadente cultura política en la clase gobernante y todas las instituciones oficiales, incluyendo la academia. Esta degeneración, presidida por los dos partidos de las grandes empresas, ha coincido con el auge de una criminal oligarquía financiera y un aumento dramático de la desigualdad social a niveles incompatibles con las normas democráticas.

El Partido Demócrata acogió el nombramiento de Kelly y continúa centrando su oposición al gobierno de Trump en la exigencia de que profundice la confrontación de EE. UU. con Rusia. Los dirigentes demócratas le han dado la bienvenida a cualquier señal de que la Casa Blanca esté tomando medidas en esta dirección, como el anuncio de que Trump promulgará el proyecto de ley que fue aprobado la semana pasada de forma prácticamente unánime por ambos partidos con nuevas sanciones contra Rusia, Irán y Corea del Norte.

Temen en igual medida que los republicanos el aumento en la oposición social y los sentimientos anticapitalistas en la clase obrera y apoyan el dominio militar del sistema político como protección ante una eventual revolución social.

La líder de la minoría demócrata de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, dio su visto bueno del general Kelly en Fox News el domingo, indicando que espera que el cambio mejore el funcionamiento de la Casa Blanca. “Estaré hablando con él hoy y anhelo poder trabajar con él”, dijo.

En otra entrevista el mismo día, en el programa de CNN “State of the Union”, la diputada demócrata Barbara Lee fue fuertemente criticada por sugerir que, con el nombramiento de Kelly, “el presidente Trump está militarizando la Casa Blanca y poniendo el poder ejecutivo en manos de un extremista”. Inmediatamente, retractó su noción antimilitarista, declarando, “Primero debo decir que vengo de una familia militar… Y por eso respeto y rindo honor al ejército y reconozco los sacrificios que todos los hombres y mujeres del ejército hacen, incluyendo al general Kelly, su historia y sus sacrificios”.

El senador Bernie Sanders apareció en el mismo programa, pero ni siquiera mencionó los cambios en la Casa Blanca.

La acumulación de ingresos en manos de una diminuta oligarquía financiera, personificada en criminales sociales como Trump y Scaramucci, no es nada compatible con los derechos democráticos. La defensa de los derechos democráticos sólo puede ser llevada a cabo por la clase obrera, como un elemento central en su lucha por abolir el sistema de lucro y reorganizar la sociedad sobre bases socialistas.

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