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El gobierno indonesio prohibe el grupo Hizbut Tahrir

El presidente indonesio Joko Widodo ha prohibido la organización islamista Hizbut Tahrir Indonesia (HTI), haciendo uso de su poder presidencial para promulgar un decreto-ley, conocido como Perppu.

El edicto presidencial emitido el 19 de julio permite la evasión arbitraria de la ley de organizaciones de 2013, la cual dicta la prohibición de organizaciones, pero establece los procedimientos para hacerla y deja en manos de los juzgados la decisión final. Dicho cambio otorga a los oficiales estatales el poder de eliminar sumariamente el estatus legal de las organizaciones. El reglamento será presentado ante el parlamento nacional en un período de seis meses, pero su efecto es inmediato.

El ministro encargado de coordinar los asuntos políticos, legales y de seguridad, Wiranto, un antiguo general del Ejército de la era Suharto y aliado político cercano a Widodo, anunció dicho reglamento el pasado 12 de julio. Asimismo, indicó que permitiría al gobierno prohibir cualquier organización contraria a la ideología estatal de Pancasila y a la constitución nacional de 1945.

Presagiando amplias medidas enérgicas contra la disidencia política, Wiranto anunció que existían un número de organizaciones que eran una amenaza para Indonesia. El Frente para la Defensa Islámica (FPI, en sus siglas en indonesio) se encuentra directamente en el punto de mira del gobierno. Wiranto añadió hipócritamente que el nuevo procedimiento “tiene simplemente como objetivo el mantener la unidad nacional y salvaguardar la existencia de la nación. No es un acto arbitrario por parte del gobierno.”

Hizbut Tahrir es un movimiento islamista fundado en 1953 en Jerusalén. Su presencia en Indonesia se remonta al menos a la década de los ochenta.

El grupo jugó un papel fundamental en la campaña islamista en contra del gobierno de Widodo durante la reciente campaña de elección para gobernador en Jakarta. Basking Tjahaja Purnama, protegido y partidario de Widodo, fue destituido de su puesto como gobernador y fue encarcelado el pasado mayo acusado de “blasfemia” en un montaje inventado originalmente por un número de grupos islamistas de derechas.

HTI se basa en una ideología panislamista y reaccionaria que aboga por un califato musulmán universal, un gobierno islámico y por la imposición de la ley saría.

Sin embargo, la organización no ha sido acusada formalmente o procesada por algún acto criminal. HTI es un blanco fácil ya que está ilegalizada en varios países europeos así como en la mayoría de regímenes de Oriente Medio. Además se opone a los partidos indonesios establecidos y su prohibición ha sido respaldada por el mayor partido del país, Nahdlatul Ulama.

Cualquier organización cuyas bases se consideren marxistas-leninistas ya está prohibida, lo cual refleja los miedos de la clase dirigente por el nacimiento de un movimiento de la clase trabajadora y de la población pobre de zonas rurales. Los trabajadores fueron el verdadero objetivo del golpe de estado de 1965 respaldado por los Estados Unidos, el cual derrocó al presidente Sukarno e instaló el régimen dictatorial de Suharto, dejando atrás al menos 500.000 muertos.

El pasado mes, Widodo ordenó a sus ministros que presionasen a la cámara baja parlamentaria, el DPR (en sus siglas en indonesio), a restaurar el papel de las fuerzas armadas del país (TNI, por sus siglas en indonesio) en cuanto a seguridad interna y medidas antiterroristas. El DPR se encuentra actualmente revisando la Ley de Erradicación del Terrorismo.

Tras la caída de la dictadura de Suharto, se retiró a la policía nacional del control del ejército y se le dio responsabilidad exclusiva para la seguridad doméstica. El TNI, famoso por su represión asesina durante el régimen de Suharto, se vio forzado a echarse atrás, al menos de manera formal durante las operaciones de seguridad interna.

Las medidas antidemocráticas que se han implementado bajo la administración de Widodo, reflejan un profundo distanciamiento, además de luchas internas, entre la élite gobernante en la víspera de las elecciones presidenciales y parlamentarias de 2019.

Dichas divisiones se dejaron entrever durante el amargo conflicto que tuvo lugar en las elecciones de Jakarta. Los opositores al gobierno fueron capaces de movilizar a cientos de miles de personas hacia dos mítines anti Basuki en Jakarta durante los meses de noviembre y diciembre. Acabaron con arrestos y por segunda vez este año, Widodo ha declarado ante la prensa que “machacará” a todos aquellos que amenacen la estabilidad política nacional, un término utilizado por Suharto.

Los grupos islamistas se aliaron con los enemigos políticos de Widodo y explotaron cínicamente el rencor hacia la patente desigualdad social y la asociación de Basuki y Widodo con el desarrollo económico que durante décadas sólo ha beneficiado a los más ricos.

Los últimos datos del Banco Mundial, actualizados en abril, muestran que el 40 por ciento de la población se encuentra en riesgo de caer en la pobreza, mientras que algo más del 10 por ciento vive por debajo del umbral oficial de pobreza del gobierno indonesio, con un sueldo de 27 dólares americanos al mes o 82 céntimos de dólar al día. Cerca del uno por ciento de los 250 millones de indonesios poseen la mitad de todos los bienes financieros nacionales.

Entre los opositores a Widodo se incluyen sectores de la élite política y financiera del país, asociados particularmente con el régimen de Suharto y su corrupto sistema de patrocinio y proteccionismo económico. Estos estratos sienten un profundo rencor por las “reformas” pro mercado que amenazan a sus intereses.

La coalición de Widodo representa ciertas secciones de la clase gobernante, las cuales aparecieron durante el período de Suharto. Sin embargo, están más orientadas a los inversores extranjeros y buscan ampliar la economía indonesa, mostrándose muy críticos con las medidas de proteccionismo.

El general de la era Suharto, Prabowo Subianto, y opositor en la elección presidencial de 2014, se ha posicionado como líder de los opositores al gobierno. Su candidato, Anies Baswedan, ganó el puesto de gobernador en Jakarta.

Prabowo y Anies aceptaron de buen gusto la campaña conservadora y chovinista de los grupos islamistas, los cuales incluían al FPI y al GNPF-MUI así como al HTI. Arremetieron contra Basuki, de origen chino y creencia cristiana, alegando que no era apto para gobernar a los musulmanes en un país de mayoría musulmana.

Los motivos por los que los grupos islamistas explotan los sentimientos religiosos de las capas sociales más oprimidas tienen un contenido clasista. El líder de GNPF-MUI, Bachtiar Nasir, le dio a Reuters una rueda de prensa el pasado mayo en la cual dejó claro que el próximo objetivo de su organización sería la etnia china y la detención de afluencia de capital chino hacia Indonesia. Exigió un programa de acción positiva para los indonesios que no tengan ascendencia china.

Los grupos islamistas representan un estrato de la élite gobernante que quedó excluida de la generosidad del régimen de Suharto y ahora quieren mejorar su posición a expensas de la minoría étnica china en Indonesia. Dicha situación concuerda con los intereses de los partidarios de Prabowo, el cual siente rencor por la etnia china, que representa el cinco por ciento de la población pero tiene una fuerte presencia entre los intereses de índole financiera o de negocios.

Los grupos islamistas representan una capa de la élite gobernante que fue excluida de la generosidad del régimen de Suharto y ahora quieren mejorar su posición a expensas de la minoría étnica China de Indonesia.

El temor dentro de los círculos de poder es que esta lucha interna abrirá el camino hacia un movimiento obrero y rural más amplio que supondrá una amenaza para los intereses de la clase capitalista en conjunto. Esta es la causa por la que se está perdiendo el barniz democrático del período posterior a Suharto y la adopción de medidas antidemocráticas.

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