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Cincuenta años desde la rebelión de Detroit:

Tercera Parte: Promesas liberales y realidades capitalistas

Primera Parte: Levantamiento de los oprimidos | Segunda Parte: La explosión

Esta es la parte tercera y final de “A veinte años de la rebelión de Detroit”, publicado en 1987.

El jueves 27 de julio de 1967 terminan apagándose los motines de Detroit. La fuerza de ocupación —guardia nacional, policía municipal y estatal, y ejército— había sofocado la insurrección del sector más pobre y más oprimido del proletariado.

Sectores de los guetos negros de Detroit aun humeaban. Manzanas enteras no eran más que escombros. Mil familias dormían en la calle, sus moradas destruidas por el fuego. Miles de ciudadanos llenaban los calabozos y centros temporales de detención. Sufrían condiciones infrahumanas. El saldo final fue de cuarenta y tres muertos y mil ciento ochenta y nueve heridos, casi todos afroamericanos.

Policía de Detroit junto a un “amotinado” muerto

El toque de queda (entre las nueve de la noche a las seis de la mañana) duraría hasta al jueves siguiente; un día después el ejército federal se iría de las calles de la ciudad. Aún antes de irse las tropas, la clase de poder, sacudida y atemorizada, inicia un intento deliberado de reformar su andamiaje político, su máquina sembradora de ilusiones democráticas (y de reprimir a balazos si es conveniente), con el fin de embaucar a las masas y aplastar su resistencia.

El 27 de julio en Washington, el presidente Johnson anuncia la creación de la Comisión nacional de consulta sobre los desórdenes civiles”. Ese mismo día, en reunión extraordinaria, se juntan George Romney, gobernador de Michigan, Jerome Cavanagh, alcalde de Detroit, y treinta y nueve otras personas, entre las que están casi todos los grandes ejecutivos de la ciudad.

También en esa reunión están Walter Reuther, presidente del sindicato de obreros de automóvil (UAW), Jack Wood, secretario tesorero del consejo de sindicatos de construcción, oficiales locales y estatales de los partidos Demócrata y Republicano, y oficiales municipales, líderes religiosos y administradores afroamericanos. Estos últimos incluyen a Arthur Johnson, superintendente de escuelas de Detroit, y Damon Keith, coadministrador de la organización Michigan Civil Rights (Derechos Civiles de Michigan).

Hasta se había invitado a Norvel Harrington un joven radical del movimiento nacionalista negro.

La lista de ejecutivos que atienden esa reunión formaba la cúpula de los grupos de poder de Detroit: James M. Roche, presidente de General Motors, Henry Ford II, Lynn Townsend, gerente de Chrysler, Joseph Hudson, dueño de grandes tiendas minoristas, Walker Cisler, gerente de Detroit Edison, Max Fisher, financista e industrialista, Ralph McElvenny, presidente de Michigan Consolidated Gas, William Day, presidente de la telefónica Michigan Bell, y Stanley Winkelman, dueño de una importante tienda.

New Detroit Committee

La nueva organización adopta el nombre New Detroit Committee (Comité por un nuevo Detroit, NDC). Más adelante se llamaría New Detroit Committee Incorporated, esta supuesta “nueva coalición urbana”, comunión de ideas de los ricos y poderosos, con representantes de la burocracia sindical, y de la comunidad afroamericana. Para la patronal del capitalismo se trataba de una maniobra de envergadura y desesperada a la vez.

La rebelión había demostrado que los jefes ya no podrían seguir defendiendo su propiedad y lucro sin cambiar la maquinaria política. Había que transformar a los ignorantes jefes de policía y a casi todos los grupos blancos de poder. Les era necesario encontrar individuos de confianza de la clase media afroamericana para defender sus intereses. Parte de las ganancias tenía que ser compartido con negros “responsables” que ayudasen a pisotear a las masas obreras.

La policía ya no podría establecer el orden en los guetos con fuerzas de ocupación casi enteramente blancas. Sería necesario integrar a más negros en la policía, entrenarlos y convertirlos en matones uniformados de la clase de poder.

Al mismo tiempo los empresarios tendrían que aceptar la existencia del racismo; demostrar su “preocupación” e implementar alivios reales de las condiciones de vida dentro de los guetos.

Para empezar, Henry Ford II subsidia al New Detroit Committee con dos millones de dólares, proveniente de la Fundación Ford. Desde el principio le es importante a la élite empresarial obtener los servicios de partidarios de poder negro y del control comunitario, radicales en apariencia, a los usuales agentes de la burocracia sindical y a tradicionales líderes negros de clase media.

Henry Ford II

Henry Ford II y otros como él, por ejemplo, muy pronto se convencerían que la mayoría de los supuestos radicales negros podrían ser los amortiguadores políticos de los guetos, a cambio de prestigio y buena plata del New Detroit Committee. Poco caso le hace Ford la retórica radical impotente. Stanley Winkelman, en un artículo que apareció hace poco en el periódico Detroit News, recuerda los primeros días del New Detroit Committee:

“Fascinaba la dinámica; en una de las primeras reuniones se levanta Harrison, un joven radical. Apunta con el dedo a Henry Ford II y pregunta: “¿Cómo es que necesitamos a gatos gordos como ustedes, si son ustedes la causa del problema?” En ese momento interrumpe Walter Reuther, el entonces presidente del UAW: “Mire jovencito, el señor Ford está aquí para ayudar; le conviene a usted escuchar”.

Otra memoria de Winckelmann confirma que los grupos de poder de Detroit proyectaban la inauguración de nuevas estructuras políticas; en el otoño de 1967, el NDC decide ofrecer cien mil dólares a la Federación de Autodeterminación (Federación for Self.-Determination), organización dirigida por Albert Cleage, pastor protestante y pregón de ese nacionalismo negro ligado al “control negro sobre las comunidades negras”. Grupos integrantes del NDC como el NAACP (Asociación nacional para el progreso de la gente de color; [conservadora, tradicional]), resienten la decisión; ocurre una disputa dentro del comité.

Recuerda Winkelman: “Desafortunadamente, los líderes blancos de las empresas habían decido en 1967 que era necesaria una nueva dirección en la comunidad negra. Para mí, en contraste, el principal problema era no apoyar a los líderes existentes”.

Donaciones de cien mil dólares

Al final, el NDC acepta una propuesta de Winkelman de ofrecer paquetes de cien mil dólares al grupo de Cleage y al Consejo de organizaciones de Detroit, dirigido por el pastor protestante Roy Allen Sr.

New Detroit proponía “enormes gastos de dinero” para que “todo hombre tenga la oportunidad de vivir la vida que todos deseamos para nosotros mismos; que sus hijos crezcan en el mundo que nosotros deseamos para nuestros hijos; que la educación, las viviendas, las oportunidades de empleo y el respeto a la dignidad humana sean de la más alta calidad posible en una sociedad llena de abundancia”.

Los millonarios y megamillonarios que controlaban Detroit declararon que la causa de la sublevación fue en racismo institucional. Nueve meses después del motín de 1967, en un informe preliminar, New Detroit declara: “Para envolver a todos los individuos se necesita con urgencia redefinir lo que es el racismo y lo que éste implica para los Estados Unidos blanco. … la inhabilidad de imaginarse con piel negra, aunque durante unos pocos momentos y ver al mundo con nuevos ojos, la inhabilidad de comprender, que cada uno de nosotros, un formas pequeñas y grandes, se ha beneficiado del sufrimiento del negro”.

Lo que en verdad sacude a la clase de poder es entender que las rebeliones urbanas no era motines raciales. Eran sublevaciones de los sectores obreros más oprimidos por el sistema capitalista. El recuerdo escrito de Winkelman pone el dedo en algo fundamental:

“En ese momento llegué a la conclusión que éste no había sido un motín racial común y corriente. Blancos y negros juntos participaron en los saqueos. Los inconformes no eran antiblancos, eran antisociedad …”.

Todo esto para hacer hincapié en el racismo como la causa de la explosión social; como taparrabo a las causas subyacentes, pobreza, desempleo, crimen, racismo —la máquina de las ganancias.

New Detroit, en su informe de progreso de 1968 con su plenitud de alardes liberales sobre la nocividad del racismo y la necesidad de reformas sociales indirectamente presenta su defensa acérrima del sistema capitalista. Hace referencias positivas a la propuesta del informe de marzo 1968 de la Comisión Kerner a favor de un compromiso nacional “compatible con los ideales históricos de la sociedad estadounidense”.

Acompañando sus mea culpas públicas y sus jugosos subsidios a “líderes” comunitarios, los conductores de New Detroit laboraban sin descanso para preparar, para el próximo motín, a la policía y a la Guardia Nacional. ¡Esta vez sería diferente!

No estaban errados. En abril 1968, pocas horas después del asesinato de Martin Luther King Jr., el departamento de policía se moviliza. Pronto llegarían policías estatales y la Guardia Nacional. Se impone un toque de queda que duraría seis días.

En la elección para la intendencia de Detroit, de 1973, Coleman Young derrota por un estrecho margen a John Nichols, jefe de policía del condado de Oakland, superintendente de la policía de Detroit en 1967, y comisionado de policía entre 1970 y 1973.

Hace poco le comentaba Nichols al Detroit News: “elaboramos una respuesta contra los motines que sirvió de modelo a gran parte del país. Con el asesinato de Martin Luther King, pusimos en marcha este nuevo plan por primera vez… rápidamente nos pusimos en acción con tácticas que habíamos ensayado de antemano”.

Añadió que, después de la sublevación, la policía se armó más. Antes sólo un automóvil en cada división llevaba escopetas y gas lacrimógeno; después de la rebelión, todos los automóviles portaban escopetas y los de los sargentos portaban gas lacrimógeno.

Red policial de espionaje

La policía al mismo tiempo agrandaba sus redes de espías y soplones en los barrios negros. Declara Nichols: “Aumenta la vigilancia, y la cantidad de policías negros envueltos en la vigilancia. Creo que el departamento [de policía] se esmeró en involucrar a las organizaciones comunitarias”.

Curiosamente, Arthur Johnson, miembro fundador de New Detroit, y a la misma vez un superintendente de educación pública (actualmente jefe de la NAACP de Detroit) es presentado en el informe de New Detroit de 1973 con el título de jefe del comité de “seguridad pública”.

En 1969 un negro, Richard Austin, en las elecciones de alcalde de Detroit, pierde por pocos votos contra Roman Gribbs. Más tarde sería nombrado secretario de estado de Michigan. Mientras tanto Coleman Young, senador estatal desde 1964 y delegado por Michigan al Comité Nacional del Partido Demócrata en 1968, se une a la dirección de New Detroit .

El ascenso de Young al promontorio político es uno de los ejemplos más notables de metamorfosis política creada por la élite empresaria de Detroit después de las sublevaciones. Entre los fines de la década de 1930 y mediados de la década de 1950, Young se había asociado estrecha y públicamente con el Partido Comunista (estalinista). Como oficial del UAW en los años 1930, representante del sindicato de trabajadores del estado (United Public Workers) y director organizativo de la federación de trabajadores industriales de Detroit (CIO), Young cae víctima de represión anticomunista de posguerra, conducida dentro del movimiento laboral de Detroit por el presidente Reuther del UAW.

En 1951, Young se transforma en el secretario ejecutivo del Consejo Laboral Negro Nacional (National Negro Labor Council), organización proscripta por las federaciones obreras AFL y CIO, y por la dirección del UAW, acusada de ser una organización controlada por el Partido Comunista. El 22 de octubre de 1951, el UAW lanza una declaración para la prensa condenando la fundación del Consejo Laboral Negro Nacional; lo describe como “un carril para la propaganda comunista y un instrumento para la implementación de estrategia y medidas comunistas”.

En febrero 1952, Young y William Hood, secretario del local 600 del UAW son obligados a presentarse ante una audiencia en Detroit del Comité de Actividades Antiestadounidenses de la cámara federal de diputados. Queda vedado Young durante la década de los 1950. En 1964 es elegido al Senado estatal, opuesto por el UAW y la conducción del Partido Demócrata.

Años después, en 1971, la Administración federal de pequeñas empresas le negaría a Young un préstamo para abrir un pequeño bar y restaurante de carne asada por “contrariar a los intereses del gobierno federal”. No obstante, Henry Ford II y sus compinches necesitaban un negro del Partido Demócrata que se encargara del gobierno municipal, particularmente luego de varios años de abierta y constante brutalidad y provocaciones policiales a manos del comisionado Nichols y de su infame grupo STRESS.

Muchos obreros negros apoyaban y respetaban a Young, a raíz de sus antiguos vínculos con el movimiento obrero y su fama de ser un “rojo”. Esa actitud bien les serviría a los grupos de poder empresariales de Detroit y de Michigan.

Academia estalinista de oportunismo

Young, entrenado en la academia estalinista de cinismo y oportunismo, estaba dispuesto a cumplir. Con el apoyo, político y financiero, de Ford y casi todos los empresarios adinerados de Detroit, y también del UAW y de la AFL-CIO, Young derrota a Nichols en la elección de alcalde de 1973. No sería el único miembro negro del Partido Demócrata con antecedentes estalinistas que conquistaría el puesto principal en el escalafón político de Detroit. Erma Henderson, líder del consejo municipal de Detroit, había sido presidente en 1947 de la sección de Michigan de la Juventud Estadounidense por la Democracia, ligada a los estalinistas, según la edición del 9 marzo 1947 del Michigan Herald, periódico estatal asociado con el Partido Comunista.

Coleman Young, alcalde de Detroit, le presenta al presidente Gerald Ford las llaves de la ciudad en 1974

Además, existen otros ex alumnos y estrechos socios de New Detroit que ocuparían puestos importantes en la municipalidad de Detroit durante la década de 1970. Clyde Cleveland, por ejemplo, llego a ser director de proyectos de la división de progreso comunitario de New Detroit; en enero 1974 ascendería al consejo municipal de Detroit. La consejera municipal Maryann Mahaffey está casada con Herman Dooha, asesor de New Detroit.

Poco después de la sublevación de Detroit, Ford, General Motors y Chrysler se proponen dar trabajo en sus fábricas a desempleados negros. En ese entonces Detroit era el principal centro mundial de la industria automotriz y todavía le era posible a un obrero con poco entrenamiento obtener un empleo decente esa industria.

La caída en pique de la industria automotriz, producida por la crisis petrolera de 1974, acaba con esa época. Los planes del Departamento de Desarrollo Urbano (HUD) de construir una enorme cantidad de viviendas para los pobres pronto se degeneran en un escándalo que enriquece muchísimo a banqueros y especuladores de bienes raíces. Las familias pobres, en cambio, sin seguridad laboral y empleos decentes, se ven obligadas a abandonar sus viviendas HUD.

Desde el comienzo del gobierno de Young, el supuesto renacimiento de Detroit se fundamenta en darle las espaldas a la clase obrera industrial de la ciudad para mejor atender nuevas fuentes de lucro en beneficio de los capitalistas de New Detroit.

Renaissance Center (Centro de Renacimiento)

Young le obsequia a Henry Ford, generosas reducciones en impuestos, préstamos a bajas tasas de interés, y bienes raíces para la construcción del Renaissance Center en las márgenes del río de la ciudad en 1977, a un costo de quinientos millones de dólares. Este “centro de renacimiento” es una colección de oficinas, hotel, y centro comercial. Marca el primer periodo de auge de precios de bienes raíces del centro de Detroit; agota casi todo el dinero prometido por New Detroitpara reformas que nunca ocurrirían. El auge de bienes raíces sí enriqueció todos los grupos banqueros e industriales, y también a una minoría de negros de clase media.

Los edificios del Renaissance Center bajo construcción en el centro de Detroit en 1976

Desde la construcción del Centro de Renacimiento, en el centro de Detroit se ha construido la arena deportiva Joe Louis y expandido a Cobo Hall (doscientos millones de dólares); también han aparecido la Plaza Trolley, el Centro Millender (nombrado en honor a el director de la campaña de 1973 de Young), los lujosos departamentos de Riverfront West, el Hotel Omni, el Stroh River Place, y el tren People Mover.

Este noviembre, con enorme participación de New Detroit, Young anunciará su “Plan Estratégico” para el futuro de Detroit. Por ahora sus principales propuestas son la construcción de otra cárcel en un barrio obrero de la ciudad y la construcción de casinos para juegos del azar.

Al trajín de los años, se ha desarmado la base industrial de Detroit, creando una catástrofe social para la clase obrera y la juventud de la ciudad, blancos y negros. Son los mismos visionarios que crearon New Detroit, y que lo siguen dirigiendo, los que han decidido cerrar plantas industriales y acabar con miles de empleos en Detroit y en Michigan.

Chrysler comienza a cerrar la mayoría de sus plantas de Detroit en 1979 y 1980. En 1980, año en que se reduce a escombros la planta Dodge Main en Hamtramck, John Riccardo, el antiguo gerente general de Chrysler, encabezaba a New Detroit. En la actualidad Chrysler comenzará a demoler un sector del barrio del lado este para construir una nueva fábrica, que reemplazará a la planta de la Avenida Jefferson, pero con muchísimo menos empleos.

Dodge Main, reducida a escombros en 1981

En 1981, General Motors, con la colaboración del gobierno de Young, destruyó la colonia obrera de Poletown para construir una planta automatizada para reemplazar tres fábricas en el suroeste de Detroit, cosa que resultó en la pérdida de cinco mil puestos de trabajo.

Peter Stroh, difunto jefe de New Detroit, cerró su fábrica de cerveza, acabando con cientos de empleos, para crear espacio para sus oficinas y edificio de departamentos de lujo cerca del río. Joseph Hudson Jr., el primer gerente general de Nueva Detroit, hace varios años cerró la única gran tienda del centro de Detroit.

Rodeado por creciente desempleo, viviendas en deterioro, un sistema escolar sin dinero y de bajo rendimiento, cada vez más hambre, una epidemia de viviendas abandonadas, un aumento de gente sin techo, Young y todos los grupos de poder de Detroit ahora hacen prioritaria la “guerra al crimen”.

Que hayan impuesto contra los jóvenes brutales condiciones de ley y orden, y también un toque de queda, oficiales de la policía en las escuelas, y cacheos en masa de estudiantes de escuelas secundarias y escuelas medias, buscando armas, es una declaración de temor y odio, de parte de este sector de la clase medio, hacia la clase obrera.

Veinte años después: un balance

A veinte años de la rebelión de Detroit, las condiciones de vida para la clase obrera, blanca y negra, son mucho peor que cuando los guetos explotaron en aquella sublevación social. La combinación de podredumbre económica y de tremendos saqueos de la ciudad por Young y sus compinches empresariales afecta más que nada a los obreros y jóvenes negros.

Estos son algunos datos:

  • Entre 1967 y 1987, la ciudad pierde un tercio de su población, más si se consideran sus empleos. Más de la mitad de las empresas industriales y de comercio mayoritario y minoritario desaparecen entre 1967 y 1982. Entre 1969 y 1986, la cantidad de habitantes de Detroit con empleos se desmorona, de 650 mil a 326 mil.
  • En 1960 el 45,6 por ciento de la base impositiva de los tres condados que rodean a Detroit, estaban dentro de esa ciudad. Para 1985, esa medida de la tasa de riqueza social de la ciudad había disminuido al 12,6 por ciento.
  • El ingreso medio familiar dentro de Detroit en 1967 era veintiún por ciento menos que los de la zona metropolitana, incluyendo los suburbios. Para 1985 el ingreso medio familiar era cuarenta y cuatro por ciento menos.
  • El porcentaje de personas recibiendo beneficios sociales del gobierno ha subido del 8,5 por ciento en 1965 al actual 34 por ciento.
  • En 1967, la tasa de desocupación de Detroit era 6,2 por ciento, 9,8 para los negros. Hoy día esa tasa es del 11,4 por ciento, veintidós para los negros.

Hace poco tiempo el programa de Asuntos Urbanos de la Universidad estatal de Michigan publicó un estudio sobre las condiciones sociales para los afroamericanos a veinte años de la rebelión de Detroit. El documento intitulado “The State of Black Michigan: 1987”, alumbra el drástico deterioro de las condiciones para la mayoría de los negros del Estado desde 1967 y la quebrada, que se ensancha, entre los blancos y los negros.

El informe documenta, sin embargo, la evolución de una clase media adinerada negra durante el mismo intervalo: “A pesar de la tendencia negativa, ha crecido bastante la cantidad de profesionales negros de Michigan que ascienden la escala económica… Ascendiendo la escala de ingresos, la proporción de negros con ingresos familiares de más de 9.999 dólares, aumentó con más rapidez que la de los blancos entre 1959 y 1979. Esa aceleración para los negros refleja la muy pequeña cantidad de familias negras por encima de ese escalón de ingresos en 1959, y también el fenómeno de una clase media ascendente junto una subclase negra que cada vez es más grande”.

Para los negros y blancos la desocupación ha crecido en Detroit desde 1976. Esa tasa de crecimiento ha sido el doble para los negros que para los blancos. La desocupación juvenil en Detroit es del cincuenta y cinco por ciento.

Los datos de salud indican que la diferencia de expectativa de vida entre blancos y negros se ha ensanchado desde 1960. La tasa de mortalidad infantil para los negros desde 1974, que era el doble en 1974, es ahora de 2,5 veces más. Detroit tiene la segunda tasa más grande de mortalidad infantil de todas las ciudades del país. En el estado de Michigan, la tasa negra de 20 por mil, es el doble de la tasa blanca.

Tanto el hospital Detroit General como el hospital general del Condado de Wayne, han cerrado bajo el mando de Coleman Young.

En término de educación superior, el porcentaje de negros en las universidades públicas de Michigan ascendió del 5,3 en 1970 al once por ciento en 1976, sólo para disminuir al siente por ciento en 1986. Los números de negros en programas graduados y obteniendo títulos universitarios también ha caído desde mediados de los 1970.

En lo que toca a la educación pública de Detroit, las escuelas están más segregadas que antes. La calidad de la educación se ha desmoronado. Entre 1967 y 1986, el porcentaje de estudiantes blancos en las escuelas públicas de Detroit pasa del cuarenta y un por ciento al 9,2 por ciento. Un estudio reciente de la Universidad de Chicago, revela que, exceptuando a Illinois, Michigan tiene el sistema escolar más segregado del país.

En 1965 el gobierno federal destinó dinero para la formación profesional de maestros en zonas de pobreza. La comisión Kerner criticó ese programa por ser insuficiente. En 1980 ese programa es totalmente cancelado.

Las escuelas de Detroit actualmente gastan por estudiante 2.939 dólares. En comparación, el distrito suburbano de Birmingham gasta 5.259 dólares. El cuarenta por ciento de los estudiantes de noveno grado no se ha graduado cuatro años después. Arthur Jefferson, el superintendente de escuelas de Detroit, ha propuesto destripar el presupuesto anual y eliminar a 600 empleados de educación.

Esos datos apenas iluminan la podredumbre social y la miseria humana de Detroit, veinte años después de la rebelión de sus guetos. Son cifras que representan una acusación de repudio contra los políticos capitalistas, blancos y negros, de los partidos Demócrata y Republicano, y del sistema capitalista que defienden.

El resultado de las promesas liberales de la “guerra a la pobreza” de los años 1960 es enorme desocupación, deterioro urbano, mayores ataques racistas, represión sindical y una tormenta de ataques contra los derechos democráticos. Esas son las consecuencias del colapso objetivo del sistema capitalista mundial, especialmente en Estados Unidos. Este mismo colapso ahora da luz a un movimiento de la clase obrera que dejará muy atrás a las explosiones de los 1960. Más que en 1967 será un gran movimiento de la clase obrera como clase, blancos y negros, inmigrantes y nativos, contra el capitalismo.

La consciente preparación de esa lucha, basada en la independencia política de la clase obrera y con un programa socialista, es cuestión de vida o muerte para los obreros y jóvenes con conciencia de clase. Para cumplir con esa misión, a todos ellos les pedimos que se unan a la Liga Obrera y construyan una dirección marxista.

Fin

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