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Perspectiva

El capitalismo y la catástrofe de la inundación en Houston

Casi doce años exactos después de que el huracán Katrina destruyera la ciudad de Nueva Orleans, el huracán Harvey está causando enormes daños sobre la costa del Golfo de México en Texas. La cuarta ciudad más grande de Estados Unidos, Houston, cuya población es de 2,3 millones y 6,5 millones en el área metropolitana, ha sufrido inundaciones devastadoras.

Nuevamente, una gran tormenta se ha llevado consigo toda pretensión y dejado al descubierto la brutal realidad de la sociedad estadounidense, exponiendo una pobreza generalizada, niveles de desigualdad social abrumadores, negligencia y corrupción endémicas.

Las imágenes son de familias enteras atravesando calles con agua hasta la cintura, mezclada con gasolina, residuos y químicos; personas jóvenes y de mayor edad buscando desesperadamente subirse a techos para ser rescatados ante la subida del agua; secciones enteras de la ciudad sin un techo, comida ni agua potable. La situación sólo se ha empeorado por el diluvio sin precedentes que la tormenta sigue descargando sobre la ciudad y sus alrededores.

En el país más rico del mundo, donde los bancos recibieron billones de dólares después del desplome financiero del 2008, se ha vuelto común que los tornados, las inundaciones, los huracanes y otros eventos climatológicos severos, cuya frecuencia ha aumentado, dejen a su paso gran destrucción y pérdidas de vida. Esto se debe principalmente al deterioro generalizado de la infraestructura y a una aguda crisis social en la que millones no tienen los medios para afrontar un desastre natural.

Las víctimas, como es la norma, son predominantemente de la clase obrera. Las escenas de sufrimiento humano y disfunción institucional, otra vez, resquebrajan las pretensiones oficiales de Estados Unidos como una tierra de prosperidad y progreso.

Siempre en este tipo de crisis, la respuesta espontánea de la población es de gran solidaridad. Las propias víctimas de la tormenta han socorrido inmediatamente a sus vecinos, mientras que miles de personas han viajado a las zonas impactadas para ofrecer su asistencia, salvar vidas y hacer disponibles alimentos, refugio y ayuda médica. Las autoridades han demostrado todo lo contrario, sin haber hecho nada para prevenir el impacto de la inundación ni hacer preparaciones para sus consecuencias.

Houston y el sureste de Texas han sufrido un desastre de inundación tras otro. La existencia misma de Houston como una importante ciudad portuaria se debió a un Huracán en 1900 que destruyó la ciudad cercana de Galveston. Desde el comienzo de este siglo, Houston se ha visto afectado por la tormenta tropical Allison en el 2001, el huracán Rita en el 2005 y el huracán Ike en el 2008. Harvey es ya la tercera gran inundación de Houston en los últimos tres años.

Más allá, en las últimas cuatro décadas, Houston ha sufrido más inundaciones que cualquier otra gran urbe en el país, siendo la mayor causa de muertes por desastres naturales en la ciudad, apodada la ciudad “bayou” (un término galicismo en inglés para arroyo).

Siendo el epicentro de la industria petrolera en el país y el hogar de la familia Bush, Houston y el estado de Texas son vistos como modelos del capitalismo del libre mercado en su estado salvaje. Esta y otras ciudades en Texas han crecido substancialmente gracias a la llegada de importantes corporaciones que buscan aprovechar las bajas tasas de impuestos, las regulaciones mínimas y una mano de obra barata con millones de inmigrantes indocumentados.

Por décadas, la ciudad le ha permitido a los desarrolladores y especuladores inmobiliarios expandir sus construcciones de forma irrestricta, pavimentando sobre humedales y praderas que absorbían el agua, aumentando el riesgo de inundaciones para la ciudad. Los políticos federales, estatales y locales han ignorado las advertencias frecuentes de científicos y expertos de que lo que están haciendo es invitando otro desastre.

Además, han pasado por alto la construcción de infraestructura contra huracanes. Después del huracán Ike, los expertos propusieron poner diques a lo largo de la costa y cámaras de compuertas para inundaciones alrededor del canal de Houston. Su costo estimado es de seis a ocho mil millones de dólares, una pequeña fracción de lo que recibe la industria petrolera estadounidense cada año.

Pese a que el huracán y la inundación son actos de la naturaleza, su impacto ha sido magnificado por factores humanos. De hecho, incluso los eventos climatológicos en sí son alterados profundamente por las condiciones económicas y sociales. No cabe duda que el cambio climático, el resultado de la naturaleza arcaica e irracional del afán de lucro capitalista, es el responsable de la mayor frecuencia y severidad de las tormentas e inundaciones en EE. UU. y alrededor del mundo.

En cuanto concierne a la burguesía estadounidense, lo que más importa proteger son las refinerías petroleras en el área, no los trabajadores. En el programa “Fox News Sunday”, el multimillonario secretario de Estado y ex-CEO de ExxonMobil, Rex Tillerson, le aseguró a la élite financiera que no había de qué preocuparse, declarando que la industria del petróleo y el gas es “probablemente la mejor preparada para este tipo de eventos”.

El Wall Street Journal publicó un artículo el domingo, en medio de continuas crecidas en los barrios de Houston, bajo el título “Poco probable que el huracán Harvey afecte las cuentas de balance de las aseguradoras”.

Houston ejemplifica los colosales niveles de desigualdad social que caracterizan a Estados Unidos. Trece de las casi 1600 personas en EE. UU. con patrimonios mayores a los mil millones de dólares viven en la ciudad, cuya tasa de pobreza oficial es de 25 por ciento y 38 por ciento de pobreza infantil. Un estudio reciente del Pew Research Center descubrió que es la ciudad más segregada económicamente del país, es decir, donde los ricos viven más geográficamente apartados de los pobres.

Un gran número de aquellos atrapados en las inundaciones de Harvey les han dicho a los reporteros que simplemente no tenían el dinero para evacuar.

Como sucedió después del huracán Katrina, el derrame de petróleo de BP en el 2010 y las decenas de inundaciones en Houston y el resto del país, no se hará nada para levantar y restaurar las vidas de las víctimas. Más de una década después del huracán Katrina, decenas de miles de antiguos residentes no han podido regresar a sus hogares, con vecindarios enteros de Nueva Orleans aún desiertos. Este desastre en Houston está sucediendo mientras el Gobierno de Trump propone recortar cientos de millones de dólares de la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias para el presupuesto del año fiscal 2018, incluyendo un enorme desfinanciamiento del programa federal de seguros para inundaciones.

Las muestras espontáneas de solidaridad, compasión y energía de parte de la clase obrera en respuesta a las inundaciones en Houston evidencian de forma incipiente el inmenso potencial para el desarrollo de una sociedad verdaderamente humana y racional que atienda las necesidades de las personas. El obstáculo para llegar a esto son las relaciones sociales obsoletas del capitalismo, las cuales le permiten a una diminuta élite monopolizar la riqueza y los recursos para seguir saqueando a la sociedad y acumular mayores fortunas personales.

Lo que se requiere es la movilización de la clase obrera para poner fin al sistema capitalista y construir el socialismo, con base en la propiedad y gestión comunes de las fuerzas productivas y el principio de la igualdad social.

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