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Perspectiva

La ONU encuentra que 27 mueren cada día en asedio de Raqqa dirigido por EUA

El secretario general adjunto para Asuntos Humanitarios de la Organización de Naciones Unidas (ONU), Stephen O’Brien, le señaló al Consejo de Seguridad de la ONU el miércoles que 27 personas están muriendo cada día en el asedio de Raqqa encabezado por Estados Unidos. La ciudad siria, controlada por Estado Islámico de Irak y Siria (EI), ha sido objeto de incesantes bombardeos aéreos y de artillería estadounidenses por casi tres meses, dejando gran parte en escombros.

Alrededor de 270 000 personas han sido desplazadas, convertidas en refugiadas, mientras que 25 000 civiles permanecen atrapados bajo fuego estadounidense. No tienen comida, acceso a agua potable, electricidad ni cuidado médico. Han salido reportes de Raqqa que sus residentes están recurriendo a comer pasto y hojas para no morir por inanición.

El asesor en jefe en la prevención de genocidios de la ONU, Adama Dieng, condenó en una declaración separada la “horrenda situación de los civiles atrapados en la ofensiva para retomar la ciudad de EI”. Por su parte, el Alto Comisionado para los Derechos Humanos del mismo organismo, Zeid Ra’ad al-Hussein, indicó: “Los civiles—quienes deben ser protegidos en todo momento—están pagando un precio inaceptable”.

En otras palabras, a plena vista, se perpetra un crimen de guerra de dimensiones monstruosas, y el perpetrador, el imperialismo estadounidense, goza de plena impunidad.

En su cuenta de Twitter, el grupo local de monitoreo, Raqqa is Being Slaughtered Silently, publica retratos de víctimas—bebés, niños, niñas, hombres, mujeres, personas de mayor edad, familias enteras—que han fallecido por bombas, misiles y proyectiles estadounidenses, y fotografías de la devastación en los vecindarios residenciales de la ciudad.

El sitio de Raqqa le sigue los talones a un crimen de guerra incluso mayor consumado este verano en la ciudad al norte de Irak de Mosul, la que era la segunda más grande del país, donde se ha estimado que 40 000 personas murieron en los nueve meses de bombardeos de las fuerzas estadounidenses e iraquíes.

La prensa estadounidense ha prácticamente ignorado estas masacres, a pesar de que el año pasado realizó una campaña, en colaboración con el gobierno estadounidense, para aparentar un gran desconcierto moral por la ofensiva del gobierno sirio, con el respaldo de Rusia, para retomar el este de Alepo de las milicias islamistas “rebeldes” asociadas con Al Qaeda y armadas por EUA.

En esa ocasión, hicieron constantes acusaciones de “crímenes de guerra”; ahora sólo silencio. No hay evidencia más devastadora de la hipocresía del imperialismo de los “derechos humanos”—la especialidad del Partido Demócrata y las organizaciones mediáticas liberales y de pseudoizquierda que lo orbitan—que sus reproches hacia Washington, supuestamente en nombre del pueblo sirio, por no intervenir con mayor fuerza.

Detrás de las mentiras e hipocresía sobre derechos humanos y terrorismo para justificar las intervenciones en marcha de EUA en Irak y Siria, al igual que con las guerras imperialistas estadounidenses en la región del último cuarto de siglo, Washington busca reafirmar su hegemonía sobre un Oriente Medio rico en petróleo ante rivales globales y regionales, a fin de revertir el declive del capitalismo estadounidense mediante el uso de su poderío militar.

Los asesinatos en masa en Raqqa son parte de una silueta marcada de sangre por EUA, desde el Cuerno de África, a lo largo de Oriente Medio y hasta el sur de Asia, de Somalia a Afganistán. Cada día, Estados Unidos realiza bombardeos, ataques con drones, operaciones especiales y asesinatos selectivos que cobran las vidas de civiles inocentes y empobrecidos.

Las fuerzas armadas estadounidenses están intensificando sus operaciones en todas partes y aflojando sus reglas de combate para perseguir lo que su secretario de Defensa, James “Perro Rabioso” Mattis describió a principios del año como “tácticas de aniquilación”.

El jueves, Mattis anunció que el Pentágono ya comenzó una importante escalada militar en Afganistán, enviando presuntamente 4000 tropas más a una guerra estadounidense que no se ha detenido en 16 años.

El anuncio se hizo inmediatamente después de que el Pentágono admitiera que había subestimado el número de tropas que ya había en Afganistán. En otras palabras, le estaban escondiendo al pueblo estadounidense la verdadera magnitud de sus operaciones. En vez de la cuenta oficial de 8448 tropas estadounidenses, ya habían 11 000, y ni siquiera queda claro si esta cifra incluye los despliegues “temporales” de tropas que entran y salen. Ahora, con la nueva escalada, habrá por lo menos 15 000 efectivos en terreno afgano.

El Pentágono había mencionado que el nivel de tropas estadounidenses ascendía a 5000 en Irak y 500 en Siria, ahora reconoce que esas fueron subestimaciones deliberadas y que, en realidad, hay miles más en dichos países también. Esto también significa que la prensa estadounidense reprodujo servilmente las cifras del Pentágono que sabían que eran falsas.

La escalada en Afganistán condenará a aún más civiles a morir o salir heridos, a pesar de que la misión de la ONU ya había registrado un aumento del 43 por ciento en las bajas civiles en Afganistán durante los primeros seis meses del 2017, comparado con el mismo periodo el año anterior.

En tres ataques distintos esta semana, murieron al menos 40 civiles, principalmente mujeres y niños, a causa de bombas estadounidenses lanzadas en las provincias de Herat y Logar.

Al mismo tiempo, el Pentágono ha intensificado su intervención en la estratégicamente situada pero empobrecida nación de Somalia, en el Cuerno de África, realizando una campaña de ataques con drones y misiones especiales para asesinatos. El viernes pasado, las fuerzas especiales estadounidenses, junto con efectivos del régimen, invadieron el pueblo de Barire a tempranas horas de la mañana, capturando a diez civiles y ejecutándolos uno por uno. Los enfurecidos vecinos llevaron los cuerpos, que incluían mujeres y niños, a la ciudad capital de Mogadiscio en protesta por la masacre.

Finalmente, en Yemen, el gobierno de Trump ha incrementado la asistencia de armas y logística que Washington ya proveía bajo Obama a la guerra dirigida por Arabia Saudita y que ha alcanzado proporciones casi genocidas. Los bombardeos saudíes han matado a más de 12 000 civiles desde que comenzó la guerra en el 2015, con EUA supliendo las bombas y misiles, los cuales han incluido bombas en racimo, prohibidas por el derecho internacional.

La última atrocidad de EUA y Arabia Saudita ocurrió el miércoles, cuando varias bombas golpearon un tanque de petróleo y una gasolinera, provocando un incendio que mató a trece personas que murieron quemadas. La semana pasada, un ataque aéreo asesinó a más de sesenta personas que estaban dentro de un hotel y un edificio de apartamentos de tres pisos.

La enorme destrucción de infraestructura y el bloqueo de los puertos y espacio aéreo yemeníes han llevado a los 22 millones de habitantes del país al borde de la inanición, además de crear las condiciones para la peor epidemia de cólera de la historia mundial. Medio millón de yemeníes están infectados, la mitad de ellos niños. El total de muertos por la enfermedad ya sobrepasó los dos mil y continúa creciendo rápidamente.

Estos crímenes de guerra están siendo llevados a cabo detrás de las espaldas del pueblo estadounidense. Las múltiples y cada vez más intensas intervenciones—virtualmente ignoradas por la prensa—están siendo libradas sin el atisbo de aprobación del Congreso ni debate—. Tanto los demócratas como republicanos apoyan el militarismo estadounidense, el cual representa un instrumento esencial para avanzar las operaciones de saqueo globales de la oligarquía financiera gobernante.

Los desmesurados recursos que son derrochados en la máquina de guerra de EUA, mientras que la infraestructura social y los servicios públicos esenciales son desmantelados, dejando a millones sin protección alguna y condenados a la devastación ante catástrofes frecuentes como el huracán Harvey.

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