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Perspectiva

¿Por qué fue incapaz el capitalismo estadounidense para prepararse para el huracán Irma?

Después de devastar varias islas en el Caribe, Irma llegó a Estados Unidos el domingo como un huracán de categoría cuatro, golpeando los cayos de Florida con vientos de más de 200 km por hora e inundando islas bajas con marejadas ciclónicas de tres metros.

La tormenta de 650 km de ancho ha cubierto el estado completo, mientras sube por la costa oeste de Florida hasta llegar a la medianoche del lunes a la región de Tampa como un huracán de categoría dos. Miami, en el sudeste, vio inundaciones sin precedentes, con mareas altas en ambos lados de la península.

Hasta el lunes por la mañana, veintiséis personas han muerto, con cuatro registradas en Florida. La estimación de los daños se coloca inicialmente en $200 000 millones, un costo mayor al de Harvey, y se espera que aumente conforme se revisen las áreas más afectadas.

El huracán Irma es un evento masivo que eventualmente impactará la vida de decenas de millones de personas, incluyendo a los amigos y familias de aquellos directamente afectados por la tormenta. Más de 6,5 millones de personas estuvieron bajo orden de evacuación en Florida y 570 000 más en el estado al norte de Georgia. Aproximadamente 116 000 personas encontraron refugio en alojamientos de emergencia. Miles de cuartos de hotel fueron reservados en el interior de Florida y a lo largo de cientos de kilómetros al norte de las zonas de evacuación.

Desastres como este exponen los cimientos de las estructuras políticas y sociales de forma particularmente clara. Tanto Irma como Harvey pusieron al descubierto un país sumido en condiciones devastadoras de desigualdad social, infraestructura decaída y el dominio de una élite gobernante que actúa con indiferencia criminal hacia las necesidades básicas de la sociedad.

Aún mientras los trabajadores de Houston y las zonas aledañas buscan reconstruir sus vidas con una ayuda mínima y sin seguro, muchos en Florida no podían escapar antes de que los azotara la tormenta. Al emitir las órdenes de evacuación, los oficiales gubernamentales no ofrecieron virtualmente ninguna asistencia. ¿Cuántos se tuvieron que quedar porque no podían costear la gasolina ni el tiquete aéreo o porque no pudieron reservar uno de los muy limitados cupos en buses y trenes?

Para aquellos con automóviles, el éxodo de la tormenta se vio obstaculizado por la falta de un plan de evacuación, ya que no hubo ningún esfuerzo para movilizar los recursos más cruciales, como gasolina, ni para organizar alojamientos. Muchos se han visto obligados a buscar refugio donde sea que se quedaron sin combustible en una de las dos autopistas hacia el norte.

El estado abismal de la infraestructura y el desorganizado desarrollo urbanístico han planteado serias dudas sobre el potencial para inundaciones históricas y sobre la integridad del sistema público de abastecimiento de agua. Además, al menos dos millones de personas se quedaron sin electricidad, una consecuencia del hecho de que EUA todavía utiliza cables eléctricos sobre la tierra. Se espera que cientos de miles no tengan energía eléctrica por varias semanas.

Se puede percibir un giro en la consciencia de amplias capas de la población hacia cuestiones que van más allá de lo inmediato. Es significativo que el artículo del World Socialist Web Site publicado el sábado en inglés, “¿Por qué es que los trenes no están evacuando a las personas lejos de la trayectoria del huracán Irma?” haya sido compartido decenas de miles de veces en las redes sociales. Su circulación es debido a que hace una pregunta básica que no está siendo abordada por ningún político ni medio de comunicación corporativo.

¿Por qué no están siendo movilizados los recursos de la sociedad de una manera racional y organizada para encarar una amenaza como Irma? Además del uso del ferrocarril, se le podría añadir un despliegue masivo de buses y transbordadores, además de la requisición de hoteles y otros hospedajes para aquellos que lo requieran. No es una cuestión de falta de recursos ni del grado de escasez de esos recursos, es su empleo para otros objetivos.

Por décadas, la élite gobernante ha avanzado una política de contrarrevolución en procura de saquear los bienes públicos y recuperar todas las conquistas sociales de los trabajadores del último siglo. El dinero que pudo haberse dedicado a desarrollar la infraestructura necesaria para contrarrestar el impacto de tormentas cada vez más poderosas y predecibles ha sido derrochado para llenar los bolsillos de los ricos a expensas de la clase obrera y los pobres.

La clase gobernante estadounidense es incapaz de planificar nada, excepto dicha transferencia de riqueza y la expansión de fuerzas armadas que ha desplegado para destruir un país tras otro.

La respuesta de la élite política a Irma y Harvey ha sido para justificar la transferencia de aún más riqueza a sus cuentas. El presidente Donald Trump utilizó su discurso semanal el sábado para conectar la recuperación de la tormenta con su campaña para reducir los impuestos corporativos. Mientras tanto, los demócratas han pasado a formar una alianza con Trump —el mandatario menos popular en la historia del país— y así apuntalar a un Gobierno que no deja de tropezarse de crisis en crisis.

Independientemente de sus diferencias, todos los grupos de poder están unidos en las cuestiones estratégicas más fundamentales. A la burguesía le aterra que la instabilidad política abra paso a una crisis económica. Ante todo, teme que se desarrolle un movimiento independiente de la clase trabajadora y hará todo lo que pueda para prevenirlo.

Sin embargo, el enojo y la oposición se han venido acumulando desde hace tiempo y precisa darles una forma política. El impacto de estos huracanes demuestra que el socialismo no emerge como una idea utópica, sino como la única manera de encarar las necesidades concretas de la clase obrera y del desarrollo de la sociedad como un todo.

Se deben tomar varias acciones específicas. Aquellos que han sufrido el impacto de Harvey e Irma tienen que ser puestos de vuelta en sus pies mediante un enorme esfuerzo social para proveerles viviendas seguras y de calidad. Todas las personas tienen el derecho a un hogar seguro que no esté expuesto a los elementos, como aquellos que fueron golpeados en Florida en sus estructuras móviles.

Es necesario un programa de obras públicas multibillonario para modernizar y desarrollar la infraestructura social, los sistemas de aguas, las redes eléctricas, los puentes, caminos y circuitos de transporte. El acceso a un sistema de transporte pública de alta calidad es necesario no sólo para los requisitos cotidianos en la actualidad, sino para situaciones críticas de emergencia. Se tienen que desarrollar planes en todas las áreas propensas a desastres para tener un transporte gratuito y hospedajes de emergencia para todos los que lo necesiten.

A nivel global, se tienen que tomar medidas inmediatas para detener y revertir el impacto del calentamiento global, el cual contribuye al alcance e intensidad de los huracanes. Esto requiere un programa coordinado internacionalmente para desarrollar fuentes de energía alternativas.

Estas tareas tan fundamentales son incompatibles con el sistema social capitalista, en el que una diminuta capa de especuladores financieros y ejecutivos corporativos ejerce control sobre las instituciones políticas y les dicta las medidas a tomar. Para romper el dominio de esta aristocracia y liberar los recursos para satisfacer las necesidades sociales, las cuales se encuentran en un estado crítico, se tienen que colocar los principales bancos y corporaciones bajo propiedad pública y un control democrático en EUA e internacionalmente. La riqueza de la élite gobernante tiene que ser tomada por aquellos que producen toda la riqueza de la sociedad, la clase obrera.

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