Español
Perspectiva

Los demócratas buscan apuntalar al Gobierno en crisis de Trump

Los líderes demócratas del Congreso estaodunidense declararon el miércoles por la noche que alcanzaron un acuerdo con el Gobierno de Trump sobre inmigración. El líder de la minoría demócrata en el Senado, Charles Schumer y la líder de la minoría demócrata de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, celebraron el acuerdo después de una cena con Donald Trump, quien ha presidido una escalada brutal de los ataques contra los trabajadores y jóvenes inmigrantes.

Evidentemente sin saber que estaba hablando frente a un micrófono prendido el jueves, Schumer develó el ánimo adulador de los demócratas hacia el presidente multimillonario, presumiendo: “Le caemos bien. Yo le caigo bien, en todo caso”.

Hasta ahora, ningún acuerdo concreto ha sido anunciado, pero los informes de la prensa indican que, sea cual fuere el trato, preservaría de alguna manera la ya dilapidada protección que reciben ochocientos mil jóvenes inmigrantes a través del programa de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia o DACA (por sus siglas en inglés), después de que la Casa Blanca anunciara este mes su eliminación.

Los comentarios de Trump sobre un acuerdo variaron a lo largo del jueves, pero señaló que apoyaría una medida para proteger a los jóvenes, denominados “soñadores”, de ser deportados, pero sin permitirles la ciudadanía, a cambio de una “masiva” expansión de la vigilancia y militarización de la frontera sur del país.

Tal medida ampliaría las políticas antiinmigrantes del mandato de Obama, acompañadas de la militarización fronteriza que ha propuesto Trump. El diario New York Times citó a un “alto oficial demócrata”, quien “dijo que el acuerdo era específico, tomando los términos del presupuesto que propuso el Sr. Trump”. El diario continúa, “La propuesta incluía sensores para reforzar la vigilancia fronteriza, reconstruir caminos a lo largo de la frontera, drones y apoyo aéreo para un mejor cumplimiento”.

El programa DACA, promulgado por Obama en junio del 2012, fue en gran parte una maniobra electoral para los comicios presidenciales de ese año, diseñada para encubrir políticamente la deportación entonces en marcha de casi tres millones de inmigrantes durante sus ocho años en el poder —un ritmo más rápido que el del Gobierno de Trump hasta la fecha—.

En el 2013, ambos partidos respaldaron una medida que les ordenaba a los agentes federales asegurarse que el noventa por ciento de los cruces no autorizados de la frontera terminaran en arrestos y deportaciones. Según informes, este es el molde del acuerdo entre Trump, Schumer y Pelosi. La militarización de la frontera entre México y EUA, una alternativa del “muro” de Trump, ha obligado a que los inmigrantes tomen rutas cada vez más peligrosas para ingresar al país, algo que ha conllevado a una dramática alza en las muertes de aquellos que lo intentan.

Más allá de la política migratoria, hay cuestiones políticas más amplias detrás del respaldo demócrata a Trump. Los esfuerzos para solidarizarse con Trump tienen como fin estabilizar el Gobierno y el sistema político bipartidista en general, de manera que les permita intensificar la ofensiva contra la clase obrera y hacer preparativos para una guerra de mayores proporciones.

El Gobierno de Trump se encuentra en una profunda crisis política, estando dividido internamente y contando con una tasa de aprobación de sólo un 35 por ciento. Las catástrofes ocasionadas por los huracanes Harvey e Irma, incluyendo las horribles muertes de ocho residentes de un hogar de ancianos en Florida, están alimentando un amplio odio social y exponiendo la criminalidad de la negligencia e indiferencia del Gobierno hacia la crítica situación que vive la población.

Desde la inauguración de Trump hace ocho meses, la principal preocupación de los demócratas ha sido contener y desorientar la oposición popular al mandatario, mientras que los grupos de poder se disputan cuestiones principalmente de política exterior centradas en la demanda del aparato militar y de inteligencia de que Trump continúe las amenazas y provocaciones bélicas contra Rusia.

Los demócratas siempre han estado dispuestos a llegar a un acuerdo sobre cómo escalar los ataques contra la clase obrera, asegurar que Wall Street continúe siendo abonado y acelerar el desmantelamiento de la educación pública y el cuidado de salud. Todos estos fueron hitos de la Administración Obama. Al igual que el acuerdo de la semana pasada para levantar el techo de la deuda y refinanciar el Gobierno federal, un objetivo central del eventual trato sobre inmigración será abrir campo para el plato principal de la burguesía estadounidense: las reducciones de impuestos para los ricos.

El día en que Trump compartió su mesa con Pelosi y Schumer, también recibió a congresistas demócratas y republicanas para discutir la “reforma fiscal”, es decir el recorte de la tasa impositiva para las corporaciones. Mientras los huracanes Harvey e Irma ocasionaban una tremenda devastación, cuyos daños estimados son casi de $300 000 millones, Trump se apresuraba para encontrar una vía rápida para sus propuestas fiscales, generando una respuesta entusiástica por parte de los demócratas.

Existen otras áreas de acuerdo, como una guerra comercial con China. El menú para la cena entre Schumer, Pelosi y Trump era comida china (y pie de chocolate), supuestamente en referencia a las medidas económicas contra China que tanto Trump como Schumer apoyan. En cuanto a política sanitaria, el proyecto de ley de “Medicare para todos” presentado esta semana por el senador de Vermont, Bernie Sanders, tiene la intención de ser una mera pantalla para las discusiones entre los dos partidos sobre nuevas concesiones para las aseguradoras y recortes importantes en Medicare y Medicaid.

A pesar de que la política exterior no forma parte explícitamente del acuerdo entre Trump y el Partido Demócrata, sin duda es un factor significativo, si no subyacente de éste. Tras los elogios de Trump hacia los neonazis que participaron en los disturbios de Charlottesville, los demócratas presionaron para que la Casa Blanca fuese puesta más firmemente en manos de Wall Street y los generales y exgenerales que ya dominan el Gobierno —el jefe de personal, John Kelly, el secretario de Defensa, James Mattis, y el asesor en seguridad nacional, H. R. McMaster— .

Incluso mientras Pelosi y Schumer gozan de su nueva amistad, Estados Unidos está realizando enormes ensayos militares en Europa del Este, con Rusia en la mira. Mattis señaló el mes pasado que el Gobierno de Trump estaba planeando entregarle armas letales a Ucrania, uno de los puntos centrales de la plataforma electoral militarista de Clinton. Los demócratas del Congreso están trabajando estrechamente con los republicanos, encabezados por el senador John McCain, para impulsar un proyecto de ley que autorice un aumento masivo en el gasto militar estadounidense.

En junio, el World Socialist Web Site escribió que el encarnizado conflicto político en Washington reflejaba una marcada división dentro de la clase gobernante, sin un lado progresista ni democrático. “Si Trump fuese destituido por sus opositores en el ‘Estado profundo’ y el Partido Demócrata”, escribimos, “tal acto no representaría una victoria para la democracia ni mejoraría las condiciones de la clase obrera”.

Lo mismo resulta con una alianza entre los demócratas y Trump, sólo que de una forma diferente. Si se sienten seguros de que el aparato militar y de inteligencia se está encargando de los asuntos exteriores, considerarán que lo más importante es entonces contener y suprimir toda oposición social.

Todavía queda por ver si tal realineamiento sucede; sin embargo, lo que es claro es que el blanco principal del acuerdo al que lleguen los demócratas y el Gobierno de Trump será la clase obrera.

Loading