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La sesión de fotos de Trump en Puerto Rico

Dos semanas después de que el huracán María golpeara a Puerto Rico, dejando a millones sin energía eléctrica, agua ni otras utilidades básicas, el presidente estadounidense, Donald Trump, realizó una rápida ida y salida el martes para pronunciar que su Gobierno ha realizado un trabajo espectacular en atender la crisis.

La comitiva de Trump incluía a su esposa Melania, varios miembros de su gabinete, Chris Christie, gobernador de Nueva Jersey, y Jennifer González, presidenta del Partido Republicano en Puerto Rico y delegada de la isla sin derecho a voto de la Cámara de Representantes de EUA.

Los organizadores se aseguraron de que Trump, quien claramente no quería estar ahí, apareciera en pública tan poco como fuese posible para prevenir siquiera la posibilidad de protestas. Después de un poco más de cuatro horas, una hora antes de lo programado, el mandatario partió.

Las personas con las que conversó el presidente habían sido preseleccionadas. Visitó un barrio pudiente en Guaynabo, al oeste de la ciudad capitalina de San Juan, que fue una de las primeras en volver a tener acceso a la electricidad, comunicaciones y otros servicios. En una iglesia local, les lanzó rollos de papel a una multitud de la forma más degradante que pudo, comentando luego, “Hay mucho amor en este salón, mucho amor. Personas geniales”.

Durante su conferencia de prensa, apenas pudo contener su menosprecio hacia la población del territorio estadounidense. Las actividades de recuperación y la situación actual en la isla, según Trump, “realmente no es nada lejos de un milagro”. Luego, añadió que no fue nada como la “verdadera catástrofe” del huracán Katrina en el 2005.

Después de esta rueda de prensa, visitó la urbanización Muñoz Rivera en Guaynabo. Uno de los residentes, Raúl Cardona le dijo a Trump “que debía visitar las áreas del centro de la isla que había gente sin comida, sin agua, que había muerto mucha gente, que esto no era nada comparado con lo que había en el resto de la isla”, como se lo describió al diario El Nuevo Día.

Sólo cuatro por ciento de los 3,4 millones de habitantes tenían electricidad; más de la mitad están sin agua potables y muchos han recurrido a bañarse en ríos. Con temperaturas de 32 grados, la falta de aire acondicionado y de atención médica podría causar más fallecidos, particularmente entre los enfermos y adultos mayores. Muchas calles siguen bloqueadas, mientras que el agua empozada está permitiendo que se multipliquen las poblaciones de mosquitos que pueden propagar enfermedades.

Las escuelas públicas, las cuales sufrieron gran destrucción, podrían permanecer cerradas por seis o más meses, según las estimaciones de funcionarios.

Trump repitió la cifra oficial de 16 muertos relacionados con el huracán. Después de que el presidente se fue, el gobernador Ricardo Rosselló subió el saldo a 34, y se espera que siga aumentando a medida que los rescatistas llegan a zonas rurales y montañosas más aisladas.

Más temprano en la mañana, el secretario puertorriqueño de Seguridad Pública, Héctor Pesquera, anunció que hay más de cien cadáveres en hospitales alrededor de Puerto Rico que están siendo examinados para determinar si murieron como resultado del huracán, la mayor tormenta en la isla por más de un siglo.

El gobernador Rosselló, un político egresado de MIT que sirvió como delegado de Clinton durante la convención del Partido Demócrata el año pasado, suprimió obedientemente esta información durante la visita de Trump, quien luego elogió a Rosselló por “no jugar a la política”.

Previamente, Trump denunció a los residentes puertorriqueños por la enorme deuda a los bancos de Wall Street, la cual es el resultado del legado colonial de la isla, las décadas de recesión económica y el saqueo sistemático de los especuladores financieros que manejan la deuda puertorriqueña. Rosselló y sus predecesores han impuesto medidas de austeridad brutales, y ahora la isla está bajo la dictadura de una junta de supervisión financiera que el Gobierno de Obama impuso.

Durante la rueda de prensa, Trump—quien está proponiendo el mayor recorte fiscal para las corporaciones y los ricos en la historia, se quejó de que los esfuerzos de auxilio le están costando demasiado dinero al Gobierno estadounidense. “Ahora, detesto decírselos, Puerto Rico, pero ustedes han desbalanceado nuestro presupuesto porque hemos gastado mucho dinero acá en Puerto Rico. Y está bien, hemos salvado muchas vidas”.

Rosselló, quien aumentó el estimado oficial de lo que costará reconstruir la infraestructura de la isla a $90 000 millones, está solicitando un crédito de emergencia con bajos intereses para lo antes posible, declarando que su Gobierno se quedará sin fondos públicos la semana siguiente si no lo consigue.

Trump ha reclamado que los puertorriqueños no se están ayudando a ellos mismos lo suficiente y están esencialmente esperando regalos del Gobierno. La semana pasada, arremetió contra funcionarios locales vía mensajes de texto, desde su lujoso campo de golf, incluyendo contra la alcaldesa de San Juan por denunciar la lentitud de la respuesta del Gobierno.

Poco después de que Trump dejara la isla, las autoridades federales estadounidenses le denegaron a Puerto Rico la petición de que los beneficiarios de cupones para alimentos (utilizados por 46 por ciento de la población) puedan utilizarlos en restaurantes de comida rápida, debido a la escasez de comida en los supermercados de la isla.

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