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Mientras continúa la huelga de automotrices en Canadá, sindicato Unifor derrama lágrimas de cocodrilo por los trabajadores mexicanos

En la protesta contra el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN o NAFTA en inglés) en Ottawa el mes pasado y una vez más durante el mitin del pasado domingo que convocó a 2800 trabajadores automotrices en huelga en la planta de ensamblaje CAMI de General Motors (GM) en Ingersoll, Ontario, funcionarios del sindicato de trabajadores automotrices de Canadá, Unifor, tomaron la pose de ser amigos de los trabajadores automotrices mexicanos, no sus enemigos.

El presidente del Local 88 de Unifor, Dan Borthwick, presentando un cheque de $150.000 a la Cruz Roja mexicana para los esfuerzos de rescate en Ciudad de México después del mortífero terremoto del 19 de setiembre, declaró: “Nuestra lucha no es con los trabajadores en cualquier país, incluido Estados Unidos o México. Nuestra lucha es con las corporaciones y los gobiernos que usan a TLCAN, un acuerdo de comercio corporativo y una herramienta para la explotación y avaricia corporativa”.

En el mitin de la planta el domingo pasado, el presidente nacional de Unifor Jerry Dias declaró que TLCAN “fue malo para los trabajadores canadienses. Fue malo para los trabajadores en Estados Unidos. Y los trabajadores que obtuvieron nuestros trabajos allá en México, fue malo para ellos también porque no hacen suficiente dinero para comprar los carros que están manufacturando. Así que todos hemos sido arruinados y todos estamos en esto juntos”.

A Dias no le importó explicar cómo su supuesta preocupación por el destino de los trabajadores mexicanos encaja con la demanda del sindicato de que ante el evento de que caiga la demanda del modelo Equinox, GM debería despedir a sus trabajadores en plantas mexicanas antes que cualquier trabajador en CAMI.

Los trabajadores canadienses deben luchar para defender sus trabajos. Pero un trabajo no es menos importante a un trabajador y a su familia en México. La demanda de Unifor para defender “trabajos canadienses” termina beneficiando a GM, que quiere que los trabajadores compitan uno contra otros por un número cada vez más pequeño de trabajos y bloquear cualquier lucha unificada para defender los trabajos y estándares de vida de todos los trabajadores.

No hay duda que TLCAN fue elaborado para defender los intereses corporativos más poderosos en EE.UU. y Canadá y fortalecerlos contra sus rivales en la Unión Europea y Asia. Ciertamente aceleró la destrucción de cientos de miles de buenos puestos que pagaban bien en el norte y expandió empleos mal pagados en el sur. También permitió a los agronegocios estadounidenses y canadienses eliminar a dos millones de pequeños granjeros en México, creando una migración masiva de campesinos empobrecidos dentro y fuera del país y hacia las ciudades, en dónde GM, Magna International y otras corporaciones podrían explotar un amplio suministro de trabajadores empobrecidos.

Dias se queja que TLCAN solamente ha beneficiado a las corporaciones y al “uno por ciento” pero ahora les dice a los trabajadores de que confíen en Justin Trudeau, quién representa al uno por ciento, y en Donald Trump y a su multimillonario secretario de comercio Wilbur Ross, quienes son el uno por ciento, para que renegocien un tratado de comercial “justo” para levantar los salarios de los trabajadores en México y proteger los empleos en Canadá y en EE.UU.

¿A quién cree que engaña? Cualquier cambio que estas personas hagan al TLCAN será sólo para fortalecer los intereses comerciales de las gigantescas corporaciones que representan. Al mismo tiempo, la política del “EE.UU. ante todo” de Trump también tiene en la mira a Canadá, lo que se vio cuando Ross estampó una tarifa porcentual de 219 por ciento a jets importados de la serie Bombardier C para proteger a la corporación estadounidense Boeing.

Por casi cuatro décadas, los sindicatos automotrices han insistido que los trabajadores sacrifiquen todo para hacer que “sus” corporaciones sean más competitivas. Sobre esta base, los sindicatos han dejado atrás el pago igualitario, las ocho horas diarias, la representación en la zona de producción, ajustes al costo de vida y las completas pensiones pagados por el empleador. Como resultado, no es sólo los trabajadores mexicanos quiénes no pueden comprar los carros que construyen, sino que decenas de miles de trabajadores automotrices canadienses y estadounidenses se han quedado atascados por 10 años en períodos de “crecimiento” y división entre los que tienen beneficios o no.

El nacionalismo económico siempre ha sido usado para dividir a la clase trabajadora internacional y subordinar a los trabajadores a la despiadada lucha por el lucro de su clase gobernante. Al mismo tiempo, los políticos del gran capital y los sindicatos promueven el nacionalismo para desviar el enojo de los trabajadores hacia afuera y lejos del sistema capitalista, el cual solamente beneficia a una minoría súper adinerada a expensas de la clase trabajadora por todo el mundo.

En los ochenta, los sindicatos en ambos lados de la frontera organizaron eventos de “Smash the Jap”, en los que demolían autos importados japoneses mientras que los sindicatos de trabajadores automotrices en EE.UU. y Canadá solidificaban sus “asociaciones” con la administración corporativa e imponían concesión tras concesión. Esta campaña racista culminó en el asesinato de 1982 del inmigrante chino Vincent Chin quién fue golpeado hasta morir en Detroit por un capataz de Chrysler y su despedido hijastro automotriz que creyeron que él era de origen japonés.

Como muchos trabajadores veteranos recordarán, el sindicato antes llamado Trabajadores Automotrices de Canadá (CAW, siglas en inglés) fue formado sobre la base de una campaña nacionalista para escindirse del sindicato Trabajadores Automotrices Unidos (UAW, siglas en inglés) y establecerse sola sobre el dólar canadiense y el sistema estatal del cuidado a la salud que atrajo de manera temporal las inversiones de las compañías automotrices de Detroit. El director del UAW canadiense Bob White, en vez de querer movilizar el furioso resentimiento de cientos de miles de trabajadores automotrices estadounidenses contra las políticas de concesión del sindicato y la campaña de recortes de las compañías, repudiaron los vínculos internacionales de larga data entre los trabajadores en ambos lados de la frontera y abrieron la puerta para los terribles recortes que se volvieron la estrategia primaria de los jefes automotrices.

Los sindicatos han modificado su retórica anti-extranjera porque los trabajadores cada vez más ven a sus compañeros en China, México, India y otros países empobrecidos no como esclavos subordinados que buscan robar a los trabajadores canadienses y estadounidenses sus sustentos de vida, sino como sus hermanos y hermanas de clase que luchan contra la misma multinacional automotriz.

Ha habido grandes luchas automotrices durante las dos últimas décadas en México. En la planta de Nissan en Aguascalientes 1700 trabajadores entraron en una huelga de un día en el 2004. En la planta de Honda en El Salto, cerca de Guadalajara en el estado de Jalisco, 2000 trabajadores entraron en huelga en el 2013. Casi 13.000 trabajadores en la planta de Volkswagen en Puebla, cerca de Ciudad de México, entraron en huelga en el 2001, 2006 y 2009. Durante la última década una ola de huelgas por los trabajadores automotrices en China condujo a un incremento de 160 por ciento en salarios, mientras que los salarios reales en EE.UU. y Canadá han permanecido congelados.

Sin embargo, como sus contrapartes en EE.UU. y Canadá, los trabajadores mexicanos se encuentran atados a sindicatos controlados por las corporaciones y los partidos políticos del gran capital. Muchos trabajadores automotrices son “organizados” por la Confederación de Trabajadores Mexicanos (CTM), el cual ha sido dominado desde su creación por el Partido Revolucionario Institucional (PRI) del actual presidente Enrique Peña Nieto. El sindicato controlado por el gobierno negocia los contratos a espaldas de los trabajadores y trabaja de manera cercana con las compañías para aplicar las concesiones.

Unifor y el UAW no son menos herramientas de las corporaciones y gobiernos capitalistas. Las revelaciones de que los ejecutivos de Fiat Chrysler pagaron sobornos multimillonarios a altos funcionarios del UAW para que firmen “contratos amigables a la compañía” remarca este punto.

La integración global de la producción es un fenómeno que los trabajadores automotrices ven ante sus ojos todos los días. GM hoy en día tiene operaciones en 31 países como otras multinacionales. Alrededor del 25 por ciento de todas las partes en un vehículo “hecho en Canadá” viene de otro país. En EE.UU. y México ese número sube a 40 por ciento. GM puede cambiar la producción de modelos enteros de una planta o de un país a otro, como lo hizo con los modelos de Spring Hill, Tennessee al estado de San Luis Potosí, México, o con la transferencia de este verano de la producción en CAMI a la cuidad Ramos Arizpe en el estado de Coahuila, México, la cual tenía como objetivo servir como amenaza a los trabajadores de CAMI antes de las negociaciones contractuales.

Si las corporaciones tienen una estrategia internacional, ¿por qué no los trabajadores deberían tener una estrategia internacional? Las depredaciones del capitalismo global deben ser opuestas desde el punto de vista de los intereses de la clase trabajadora internacional, no alinearlos con este u otra sección del gran capital. Ello implica rechazar el nacionalismo económico promovido por Unifor, el UAW y otros sindicatos, y forjar los lazos más fuertes con los trabajadores con EE.UU. y México.

El Autoworker Newsletter del WSWS urge a los trabajadores de CAMI de que formen comités huelguistas de base para delinear sus demandas por mejoras sustanciales y condiciones laborales y oponerse a cualquier acuerdo presentado por Unifor.

Estos comités deben usar las redes sociales para establecer líneas directas de comunicación con trabajadores en las plantas de GM de San Luis Potosí y Ramos Arizpe, junto con trabajadores automotrices en EE.UU. De esta forma, la base puede ser creada para una lucha común por la clase trabajadora internacional, la cual toma su punto de partido el derecho social de todos los trabajadores a empleos bien pagados y seguros, no lo que las corporaciones y gobiernos manifiesten que pueden adquirir.

La movilización industrial de la clase trabajadora debe estar combinada con una nueva estrategia política basada en la lucha por el socialismo internacional. Las corporaciones gigantes como GM deben ser transformadas en empresas públicas, democráticamente controladas y adueñada colectivamente por los propios trabajadores como parte de la reorganización socialista de la economía norteamericana para satisfacer las necesidades humanas no el lucro corporativo.

El World Socialist Web Site y su Autoworker Newsletter lideran esta lucha y otorgarán asistencia a los trabajadores que buscan un camino hacia adelante.

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