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Las élites “ya no tienen credibilidad”: una entrevista con el periodista Chris Hedges

El tres de octubre David North, presidente del Consejo Editorial Internacional del WSWS, entrevistó a Chris Hedges, periodista ganador del premio Pulitzer, autor, profesor universitario y ex corresponsal del New York Times. Entre los libros más conocidos de Hedges están La guerra es la fuerza que nos da sentido, La muerte de la clase liberal, Empire of Illusion: the End of Literacy and the Triumph of Spectacle, Días de destrucción, días de revuelta, que co-escribió con el dibujante Joe Sacco, y Wages of Rebellion: the Moral Imperative of Revolt.

En un artículo publicado en Truthdig el 17 de septiembre, titulado “The Silencing of Dissent” (El silenciamiento de la disidencia), Hedges hizo referencia a la cobertura del WSWS de la censura de Google de páginas web de izquierda y advirtió sobre el crecimiento de “la lista negra, la censura y la difamación de disidentes como agentes extranjeros de Rusia y proveedores de ‘noticias falsas’”.

Chris Hedges

Hedges escribió que “el Departamento de Justicia instó a RT América y sus ‘asociados’ —que puede significar gente como yo— a registrarse bajo la Ley de Registro de Agentes Extranjeros. Sin duda, el estado corporativo sabe que la mayoría de nosotros no se registrará como agentes extranjeros, lo que significa que seremos desterrados de las emisoras. Esta, creo, es la intención”.

La entrevista de North con Hedges comenzó con una discusión sobre la importancia de la campaña antirrusa en los medios de comunicación.

David North: ¿Cómo interpreta la obsesión con Rusia y toda la interpretación de la elección dentro del marco de la manipulación de Putin?

Chris Hedges: Es tan ridículo como las armas de destrucción masiva de Saddam Hussein. Es una denuncia no probada en absoluto, que se utiliza para perpetuar una acusación aterradora —los críticos del capitalismo corporativo y el imperialismo son agentes extranjeros de Rusia—.

No tengo dudas de que los rusos invirtieron tiempo, energía y dinero para tratar de influir en los acontecimientos en Estados Unidos de formas que servirían a sus intereses, de la misma manera que lo hemos hecho y lo hacemos en Rusia y otros países en el mundo. Así que no digo que no hubo influencia, o un intento de influir en los acontecimientos.

Pero la idea de que los rusos dieron vuelta la elección para Trump es absurda. Realmente se basa en la afirmación no probada de que Rusia le dio los correos electrónicos de Podesta a WikiLeaks, y que la publicación de estos correos hizo que decenas o cientos de miles de partidarios de Clinton apoyaran a Trump. Esto no tiene ningún sentido. Eso o, según el Director de Inteligencia Nacional, que RT América, donde tengo un show, consiguió que todos votaran por el Partido Verde.

Esta obsesión con Rusia es una táctica usada por la élite dominante, y en particular el Partido Demócrata, para evitar enfrentar una realidad muy desagradable: que su impopularidad es el producto de sus políticas de desindustrialización y el asalto contra hombres y mujeres trabajadores y los pobres de color. Es el resultado de acuerdos comerciales desastrosos como TLCAN, que eliminó empleos bien pagos y sindicados y los envió a lugares como México, donde les pagan 3 dólares la hora a trabajadores sin beneficios. Es el resultado de la explosión de un sistema de encarcelamiento masivo, iniciado por Bill Clinton con la ley ómnibus del crimen de 1994, y de triplicar y cuadruplicar las penas de prisión. Es el resultado de la reducción de servicios gubernamentales básicos, incluyendo, por supuesto, la ayuda social, que Clinton destripó; desregulación, una infraestructura en decadencia, incluyendo escuelas públicas, y el boicot fiscal de facto de parte de las corporaciones. Es el resultado de la trasformación del país en una oligarquía. La revuelta nativista en la derecha, y la abortada rebelión dentro del Partido Demócrata, tiene sentido cuando se ve lo que le han hecho al país.

Se ha convertido a las fuerzas policiales en entidades casi militares que aterrorizan a comunidades marginales, donde se ha despojado a la gente de todos sus derechos y se les puede disparar con impunidad; de hecho más de tres son asesinados por día. El estado dispara y encierra a gente pobre de color como forma de control social. Están bastante dispuestos a emplear la misma forma de control social sobre cualquier otro segmento de la población que se ponga inquieto.

El Partido Demócrata, en particular, está conduciendo esta caza de brujas contra Rusia. No puede afrontar su complicidad en la destrucción de nuestras libertades civiles —y recuerde, el asalto de Barack Obama a las libertades civiles fue peor que el llevado a cabo por George W. Bush— y la destrucción de nuestra economía y nuestras instituciones democráticas.

Políticos como los Clinton, Pelosi y Schumer son creaciones de Wall Street. Por eso son tan virulentos respecto a contrarrestar el ala de Sanders en el Partido Demócrata. Sin dinero de Wall Street, no tendrían poder político. El Partido Demócrata no funciona realmente como un partido político. Se trata de la movilización masiva perpetua y un brazo de relaciones públicas hiperventilado, todo pagado por contribuyentes corporativos. La base del partido no tiene voz en el liderazgo o las políticas del partido, como descubrieron Bernie Sanders y sus partidarios. Son accesorios en el teatro político estéril.

Estas élites de partido, consumidas por la codicia, miopía y un cinismo profundo, tienen un control mortal del proceso político. No lo van a soltar, incluso si todo implota.

DN: Chris, usted trabajó para el New York Times. ¿Cuándo fue eso, exactamente?

CH: De 1990 a 2005.

DN: Ya que usted tiene cierta experiencia con esa institución, ¿qué cambios observa? Hemos subrayado que ha cultivado un electorado entre la clase media alta opulenta.

CH: El New York Times apunta deliberadamente a 30 millones de estadounidenses de clase media alta y acomodados. Es un diario nacional; sólo alrededor del 11 por ciento de sus lectores está en Nueva York. Es muy fácil ver a quién busca llegar el Times mirando sus secciones especiales sobre Casas, Estilo, Negocios o Viajes. Aquí, los artículos explican la dificultad de mantener, por ejemplo, una segunda casa en los Hamptons. Puede hacer un buen trabajo de investigación, aunque no a menudo. Cubre los asuntos exteriores. Pero refleja el pensamiento de las élites. Leo el Times todos los días, quizás para equilibrarlo con su página web.

DN: Bueno, espero que más que equilibrarlo.

CH: Sí, más que equilibrarlo. El Times siempre fue una publicación elitista, pero adoptó completamente la ideología del neo-conservadurismo y neo-liberalismo en un tiempo de dificultades financieras, cuando Abe Rosenthal era editor. Fue él quien instituyó las secciones especiales que atendían a la élite. E impuso una censura de facto para excluir a los críticos del capitalismo desenfrenado y el imperialismo, como Noam Chomsky o Howard Zinn. Él apartó a reporteros como Sydney Schanberg, que desafió a los promotores inmobiliarios en Nueva York, o Raymond Bonner, que informó sobre la masacre de El Mozote en El Salvador.

Almorzaba todas las semanas, junto con su editor, con William F. Buckley. Este giro hacia los brazos de las fuerzas más retrógradas del capitalismo corporativo y defensores del imperialismo estadounidense, por un tiempo, hizo que el diario fuera muy lucrativo. Eventualmente, por supuesto, el auge de Internet, la pérdida de avisos clasificados, que representaban alrededor del 40 por ciento de los ingresos del diario, paralizó al Times como ha paralizado a todos los periódicos. La prensa impresa ha perdido el monopolio que una vez conectaba a los vendedores con los compradores. Los periódicos están atrapados en un viejo sistema de información que ellos llaman “objetividad” y “equilibrio”, fórmulas diseñadas para atraer a los poderosos y ricos y oscurecer la verdad. Pero como todas las cortes bizantinas, el Times caerá aferrándose a su santo grial.

La seriedad intelectual del diario —en particular las secciones Book Review y Week in Review— fue arrasada por Bill Keller, un neo-conservador, quien, como columnista, fue un agitador de la guerra en Irak. Trajo a figuras como Sam Tanenhaus. En ese punto el diario adoptó, sin ningún disenso, la ideología utópica del neo-liberalismo y la primacía del poder corporativo como una forma inevitable de progreso humano. El Times, junto con escuelas de negocios, departamentos de economía en las universidades y los expertos promovidos por el estado corporativo, propagó la idea absurda de que todos estaríamos mejor si postrábamos a cada sector de la sociedad ante los dictados del mercado. Se necesita una forma única de estupidez para creer esto. Había estudiantes en la Escuela de Negocios de Harvard haciendo estudios prácticos de Enron y su brillante modelo de negocios, es decir, hasta que Enron colapsó y fue expuesto como una gigantesca estafa. Esto nunca fue, realmente, al final, sobre ideas. Se trató de avaricia pura. Fue promovido por los supuestamente mejor educados entre nosotros, como Larry Summers, lo que expone la mentira de que nuestro declive se debe a niveles deficientes de educación. Se debió a una élite en bancarrota y amoral, y a las instituciones financieras criminales que los hicieron ricos.

El pensamiento crítico en la página opuesta al editorial, las secciones Week in Review o Book Review, nunca muy buenas para empezar, se evaporaron con Keller. La globalización estaba más allá de todo cuestionamiento. Como el Times, al igual que todas las instituciones de élite, es una cámara de eco sellada herméticamente, no se dan cuenta de lo irrelevantes que se están volviendo, o cuán ridículos parecen. Thomas Friedman y David Brooks podrían escribir para el Onion .

Yo trabajé en el extranjero. No estaba mucho en la redacción, pero el diario es un lugar lleno de ansiedad. Las reglas no están escritas en las paredes, pero todo el mundo conoce, aún si no lo articulan, el lema no oficial del diario: ¡ No alienar significativamente a aquellos de quienes dependemos por dinero y acceso! Uno puede presionarlos algunas veces. Pero si usted es un reportero serio, como Charlie Leduff o Sydney Schanberg, que quiere dar voz a gente que no tiene voz, abordar cuestiones de raza, clase, explotación capitalista o los crímenes del imperio, rápidamente se convierte en un problema para la gerencia y es desplazado. Aquellos que ascienden en la organización y tienen poder son arribistas consumados. Su lealtad es hacia su avance y la estatura y rentabilidad de la institución, y por eso la jerarquía del diario está llena de tales mediocridades. El arribismo es el mayor talón de Aquiles del diario. No carece de talento. Pero sí carece de independencia intelectual y coraje moral. Me recuerda a Harvard.

DN: Volvamos a la cuestión de la noticia del pirateo ruso. Usted planteó la capacidad para generar una historia, que no tiene ninguna base fáctica, nada más que afirmaciones de varias agencias de inteligencia, presentadas como una evaluación que está fuera de toda duda. ¿Cuál es su evaluación de esto?

CH: Las redes de difusión comerciales, y eso incluye a CNN y MSNBC, no están en el negocio del periodismo. Apenas lo hacen. Sus corresponsales famosos son cortesanos de la élite. Especulan sobre y amplifican los chismes de la corte, como todas las acusaciones sobre Rusia, y repiten lo que se les dice que repitan. Sacrifican el periodismo y la verdad por el índice de audiencia y el lucro. Estos programas de noticias por cable son una de las muchas fuentes de ingresos en una estructura corporativa. Compiten contra otras fuentes de ingresos. El presidente de CNN, Jeff Zucker, que ayudó a crear el personaje ficticio de Donald Trump en “Celebrity Apprentice”, ha convertido a la política en CNN en un reality show de 24 horas. Se sacrifica cualquier matiz, ambigüedad, significado y profundidad, junto con hechos verificables, por el entretenimiento salaz. Se dan plataformas y se considera de interés informativo a la mentira, el racismo, el fanatismo y las teorías conspirativas, a menudo defendidas por personas cuya única cualidad es que están desquiciadas. Son las noticias como obra burlesca.

Yo estaba en el equipo de investigación en el New York Times durante la preparación de la guerra de Irak. Estaba en París y cubrí a Al Qaeda en Europa y el Medio Oriente. Lewis Scooter Libby, Dick Cheney, Richard Perle y quizás alguien en una agencia de inteligencia confirmaría cualquier historia que el gobierno intentaba lanzar. Las reglas periodísticas en el Times dicen que no puedes sacar una historia con una fuente. Pero si tienes tres o cuatro fuentes supuestamente independientes que confirman la misma narrativa, entonces puedes sacarla, como hicieron. El diario no rompió ninguna regla enseñada en la escuela de periodismo de Columbia, pero todo lo que escribieron era una mentira.

Todo el ejercicio fue ridículo. La Casa Blanca filtraría alguna historia falsa a Judy Miller o Michael Gordon, y entonces iba a los programas de entrevistas para decir, ‘como informó el Times….’ Le dio a estas mentiras la chapa de independencia y periodismo de renombre. Fue un fallo institucional masivo, y uno que el diario nunca ha enfrentado.

DN: La CIA lanza la historia, y entonces el Times obtiene la verificación de aquellos que se la dan.

CH: No siempre se lanza. Y mucho de esto no vino de la CIA. La CIA no estaba comprando la histeria de las “armas de destrucción masiva”.

DN: ¿Ocurre en el otro sentido también?

CH: Seguro. Porque si usted está tratando de lograr acceso a un alto funcionario, usted hará peticiones constantemente, y esos funcionarios decidirán cuándo quieren verlo. Y cuando quieren verlo, por lo general es porque tienen algo para venderle.

DN: La narrativa antirrusa de los medios de comunicación ha sido abrazada por grandes porciones de lo que se presenta a sí mismo como la “izquierda”.

CH: Bueno, no me haga hablar de la izquierda estadounidense. Primero que nada, no hay una izquierda estadounidense —no una izquierda que tenga algo de seriedad, que entienda las teorías políticas o revolucionarias, que esté empapada de estudios económicos, que entienda cómo funcionan los sistemas de poder, especialmente el poder corporativo e imperial. La izquierda está atrapada en el mismo tipo de cultos de personalidad que infestan al resto de la sociedad. Se enfoca en Trump, como si Trump fuera el problema central. Trump es un producto, un síntoma de un sistema fallido y una democracia disfuncional, no la enfermedad.

Si usted intenta debatir con la mayoría de los que están en la supuesta izquierda, reducen la discusión a esta visión de historieta de la política.

La izquierda seria en este país fue diezmada. Empezó con la supresión de movimientos radicales bajo Woodrow Wilson, luego la “Amenaza Roja” en la década de 1920, cuando virtualmente destruyeron a nuestro movimiento obrero y nuestra prensa radical, y luego todas las purgas en los años cincuenta. Como si no fuera suficiente, purgaron a la clase liberal —vea lo que le hicieron a Henry Wallace— así que “liberales” de la Guerra Fría equipararon al capitalismo con la democracia, y al imperialismo con la libertad. Yo viví en Suiza y Francia. Todavía hay restos de una izquierda militante en Europa, que les da a los europeos algo sobre lo cual construir. Pero aquí casi tenemos que empezar desde cero.

He luchado continuamente con Antifa y el Bloque Negro. Creo que son una especie de retrato perfecto de lo que considero inmadurez política fenomenal. La resistencia no es una forma de catarsis personal. No estamos luchando contra el surgimiento del fascismo en los años treinta. Las élites corporativas que tenemos que derrocar ya tienen el poder. Y a menos que construyamos un movimiento de resistencia amplio y popular, que requiere una paciente organización entre hombres y mujeres trabajadores, vamos a ser demolidos.

Así que Trump no es el problema. Pero esa sola frase va a matar la mayoría de las discusiones con personas que se consideran parte de la izquierda.

El estado corporativo ha hecho que sea muy difícil ganarse la vida si uno se aferra a esta crítica radical. Nunca tendrá puesto permanente como profesor. Probablemente no tendrá citas académicas. No ganará premios. No conseguirá subsidios. El New York Times, si reseñan su libro, se lo dará a un mandarín obediente como George Packer para destrozarlo —como él hizo con mi último libro—. Las escuelas élite, y he enseñado como profesor visitante en algunas de ellas, como Princeton y Columbia, replican la estructura y las metas de las corporaciones. Si usted quiere aprobar ante un comité de doctorado, mucho menos un comité de tenencia, debe apostar a lo muy seguro. No debe desafiar la postura corporativa que impregna a la institución y que es impuesta mediante donaciones corporativas y los dictados de los ex alumnos ricos. ¡La mitad de los miembros de la mayoría de estas juntas fiduciarias deberían estar en prisión!

La especulación en el siglo XVII en Gran Bretaña era un crimen. Los especuladores eran colgados. Y hoy manejan la economía y el país. Han usado la riqueza capturada para destruir la vida intelectual, cultural y artística en el país y extinguir nuestra democracia. Hay una palabra para estas personas: traidores.

DN: ¿Qué pasa con el impacto que usted ha visto de la política de identidad en EE.UU.?

CH: Bueno, la política de la identidad define la inmadurez de la izquierda. El estado corporativo adoptó la política de identidad. Vimos adónde nos llevó la política de identidad con Barack Obama, que es peor que ninguna parte. Fue, como dijo Cornel West, una mascota negra para Wall Street, y ahora va a recoger sus honorarios por vendernos.

Mi anécdota favorita sobre la política de identidad: Cornel West y yo, junto con otros, lideramos una marcha de personas sin hogar hacia la sesión de la Convención Nacional Demócrata en Filadelfia. Había un evento esa noche. Estaba lleno con cientos de personas, sobre todo partidarios enojados de Bernie Sanders. Me pidieron que fuera a hablar. Y en la habitación de atrás había un grupo de activistas más jóvenes, y uno dijo, “No vamos a dejar que el blanco vaya primero”. Entonces se levantó e hizo un discurso sobre cómo todos ahora teníamos que votar a Hillary Clinton. A eso lleva la política de identidad. Hay una gran diferencia entre los cómplices del capitalismo corporativo y el imperialismo, como Cory Booker y Van Jones, y verdaderos radicales como Glen Ford y Ajamu Baraka. El estado corporativo selecciona y promueve cuidadosamente a mujeres y personas de color para ser máscaras de su crueldad y explotación.

Es extremadamente importante, obviamente, que esas voces sean oídas, pero no esas voces que se han vendido a la élite del poder. El movimiento feminista es un ejemplo perfecto de esto. El viejo feminismo, al que admiro, el feminismo de Andrea Dworkin, era sobre el empoderamiento de las mujeres oprimidas. Esta forma de feminismo no trató de justificar la prostitución como trabajo sexual. Sabía que es tan malo abusar de una mujer en una tienda como en el comercio sexual. La nueva forma de feminismo es un ejemplo del veneno del neo-liberalismo. Es sobre tener una mujer como directora de una corporación o una mujer presidente, quien, como Hillary Clinton, servirá a los sistemas de opresión. Postula que la prostitución es una elección. ¿Qué mujer con un ingreso estable y seguridad elegiría ser violada para vivir? La política de identidad es la anti-política.

DN: Entiendo que usted habló en una conferencia de Convergencia Socialista donde criticó a Obama y Sanders, y lo acallaron a gritos.

CH: Sí, ni siquiera lo recuerdo. Me han gritado criticando a Obama en muchos lugares, incluyendo Berkeley. He tenido que soportar esto durante mucho tiempo como partidario y escritor de discursos de Ralph Nader. La gente no quiere que la ilusión de sus personalidades fabricadas, sus salvadores políticos, sea destrozada; personalidades creadas por industrias de relaciones públicas. No quieren hacer el trabajo duro de entender verdaderamente cómo funciona el poder y organizar para derrocarlo.

DN: Usted mencionó que ha estado leyendo el World Socialist Web Site desde hace algún tiempo. Usted sabe que estamos bastante fuera de ese marco.

CH: No soy marxista. No soy trotskista. Pero me gusta el sitio. Ustedes informan sobre temas importantes seriamente y de una manera que otros sitios no lo hacen. Ustedes se preocupan por cosas que son importantes para mí —encarcelamiento masivo, los derechos y luchas de la clase obrera y los crímenes del imperio—. He leído el sitio durante mucho tiempo.

DN: Mucho de lo que pretende ser la izquierda —es decir, la pseudo-izquierda— refleja los intereses de la clase media acomodada.

CH: Precisamente. Cuando todo el mundo estaba, ya sabe, presionando por el multiculturalismo en las instituciones líderes, realmente significaba filtrar a unas cuantas personas de color o mujeres en departamentos universitarios o redacciones, mientras llevaban a cabo este salvaje asalto económico contra los trabajadores pobres y, en particular, gente pobre de color en bolsillos desindustrializados de Estados Unidos. Muy pocos de estos defensores del multiculturalismo siquiera lo notaron. Estoy totalmente a favor de la diversidad, pero no cuando carece de justicia económica. Cornel West ha sido uno de los grandes defensores, no sólo de la tradición profética negra, la tradición intelectual más importante en nuestra historia, sino el toque de trompeta por la justicia en todas sus formas. No hay justicia racial sin justicia económica. Y si bien están instituciones élite esparcieron algunas caras simbólicas en su jerarquías, asaltaron a la clase trabajadora y los pobres, especialmente a los pobres de color.

Gran parte de la izquierda fue engañada por el truco de la política de identidad. Fue un activismo de boutique. Mantuvo al sistema corporativo, al que debemos destruir, intacto. Le dio un rostro amistoso.

DN: El World Socialist Web Site ha hecho del tema de la desigualdad un foco central de su cobertura.

CH: Por eso lo leo y me gusta.

DN: Volviendo al tema de Rusia, ¿adónde cree que va esto ? ¿Qué tan seriamente ve este ataque a los derechos democráticos? Nosotros llamamos a esto el nuevo macartismo. ¿Es esa, en su opinión, una analogía legítima?

CH: Sí, por supuesto que es el nuevo macartismo. Pero reconozcamos cuán irrelevantes son nuestras voces.

DN: No estoy de acuerdo con usted en eso.

CH: Bueno, irrelevante en el sentido de que no somos escuchados en los grandes medios. Cuando voy a Canadá, estoy en CBC en el horario estelar. Lo mismo ocurre en Francia. Eso nunca pasa aquí. PBS y NPR nunca van a hacer eso. Y tampoco lo van a hacer con cualquier otro crítico serio del capitalismo o el imperialismo.

Si hay un debate sobre atacar a Siria, por ejemplo, se reduce a bombardear a Siria o bombardear a Siria y enviar tropas, como si estas fueran las únicas dos opciones. Lo mismo con la atención médica. ¿Tenemos Obamacare, una creación de la Fundación Heritage y la industria farmacéutica y de seguros, o ninguna atención? No se discute la atención médica universal para todos. Así que estamos en los márgenes. Pero eso no significa que no somos peligrosos. El neo-liberalismo y la globalización son ideologías zombi. No les queda credibilidad. Se ha descubierto la estafa. Los oligarcas globales son odiados e injuriados. La élite no tiene un contra-argumento para nuestra crítica. Así que no se pueden dar el lujo de tenernos a su alrededor. A medida que la élite del poder se asuste, van a usar formas más duras de control, incluyendo al instrumento contundente de la censura y la violencia.

DN: Creo que puede ser un gran error centrarse en la idea de aislamiento o marginación. Haré una predicción. Usted tendrá, probablemente más pronto de lo que piensa, más solicitudes de entrevistas y tiempo de televisión. Estamos en un período de ruptura política colosal. Vamos a ver, cada vez más, el surgimiento de la clase obrera como una fuerza política poderosa.

CH: Por eso estamos en la mira. Con la bancarrota de la ideología dominante, y la bancarrota de la clase liberal estadounidense y la izquierda estadounidense, aquellos que se aferran a la profundidad intelectual y a un análisis de los sistemas de poder, incluyendo la economía, la cultura y la política, tienen que ser silenciados.

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