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Estados Unidos amenaza a Irán después de la caída de Raqqa, la “capital” del ISIS

Las fuerzas respaldadas por Estados Unidos anunciaron el 16 de octubre que habían capturado completamente Raqqa, la ciudad siria en el río Eufrates que el Estado Islámico fundamentalista de Irak y Siria (ISIS) había llamado la “capital” de su “califato”.

Las Fuerzas Democráticas Sirias (SDF), en su mayoría integradas por milicias nacionalistas kurdas, sitiaron Raqqa en junio. Durante cuatro meses y medio, los combatientes del ISIS y decenas de miles de civiles en la ciudad fueron sometidos a implacables ataques aéreos diarios de bombarderos estadounidenses, franceses y británicos. Cientos de miembros de las fuerzas especiales estadounidenses sirvieron como “asesores” y observadores. Una unidad marina de los EUA proporcionó apoyo de artillería terrestre.

Según todos los informes, Raqqa ha sido destruida, con al menos el 80 por ciento de todos los edificios inhabitables y el resto severamente dañado. El mayor general Igor Konashenkov, el principal portavoz del Ministerio de Defensa ruso, dijo a los periodistas: “Raqqa ha heredado el destino de [la ciudad alemana de] Dresden en 1945, barrida de la faz de la Tierra por los bombardeos angloamericanos”.

De la población de la ciudad antes de que fuera tomara por el ISIS de más de 200.000, apenas quedan 45.000. El resto está muerto o disperso en los campos de refugiados.

Puede que nunca se sepan las víctimas exactas. La organización de monitoreo Airwars afirma tener informes verificables de que los ataques aéreos mataron al menos a 1.300 civiles. Toma nota de las alegaciones de que la cifra es tan alta como 3.200. Durante las etapas finales de la ofensiva y el intenso bombardeo, cientos más pudieron haber sido asesinados y quedar enterrados bajo toneladas de escombros.

La cantidad de combatientes del ISIS asesinados también es desconocida. Ciertamente se cuentan por millares. Como durante el asalto respaldado por Estados Unidos contra ISIS en la ciudad iraquí de Mosul, no se ha demostrado piedad, especialmente con los “combatientes extranjeros”.

El comandante de las fuerzas estadounidenses Brett McGuk dijo a la televisión de Dubai: “Nuestra misión es asegurarnos de que cualquier combatiente extranjero que esté aquí, que se unió [al ISIS] desde un país extranjero y vino a Siria, muera en Siria. Entonces, si están en Raqqa, van a morir en Raqqa”.

Se cree que vinieron solo de Europa hasta 6.000 personas para unirse al ISIS en Siria. En particular, llegaron entre 2011 y 2014, cuando el ISIS y otras organizaciones fundamentalistas fueron tratadas como aliados de facto de las potencias estadounidenses y europeas en sus esfuerzos por derrocar al gobierno sirio de Bashar al-Assad, respaldado por Rusia e Irán.

El final del control del ISIS sobre grandes franjas de Siria e Irak no ha terminado con la carnicería en ambos países, pero abrió una etapa potencialmente más sangrienta.

El enfoque en Washington está cambiando a una confrontación intensificada con Irán y Rusia, que han brindado una asistencia militar significativa al gobierno de Assad y sus fuerzas armadas tanto contra los “rebeldes” respaldados por el imperialismo como contra ISIS. Irán también ha dado un apoyo en gran escala a los partidos políticos basados en chiítas que dominan el gobierno iraquí.

El 21 de octubre, el editorial del Washington Post afirmó que la “derrota de los terroristas plantea complejos desafíos para Estados Unidos en Irak y Siria, donde Irán y Rusia están consolidando su influencia a expensas de los aliados de Estados Unidos”.

En Irak, se quejaba el editorial, Estados Unidos “permaneció pasivo mientras las fuerzas de la milicia iraníes ayudaban al ejército iraquí a expulsar a los kurdos iraquíes aliados de los EUA de la disputada ciudad de Kirkuk y los campos petrolíferos cercanos”.

La “coalición Rusia-Irán-Assad”, continuó el Post, usó la preocupación de las fuerzas respaldadas por Estados Unidos para volver a tomar Raqqa para lanzar sus propias operaciones y estaba “ganando lo que ha sido una carrera para tomar territorio en el este de Siria, incluyendo los principales yacimientos petrolíferos del país”.

El editorial concluyó: “Un fracaso de los Estados Unidos en defender a sus aliados o promover nuevos arreglos políticos para los dos estados árabes conducirá solo a más guerras, el surgimiento de nuevas amenazas terroristas y, en última instancia, la necesidad de una mayor intervención estadounidense”.

Frederick Kagan, un belicoso defensor de la invasión de Iraq en 2003 y del cambio de régimen en Siria, fue aún más explícito al pedir a los Estados Unidos que iniciaran un enfrentamiento militar con las fuerzas iraníes y rusas.

Escribiendo en el Hill Kagan acusó a las administraciones de Obama y Trump de “aquiescencia al dominio y expansión militar iraní en Siria”, que era “incompatible” con la estrategia de destruir la influencia de Irán en Medio Oriente.

Kagan llamó al ejército estadounidense a “contraatacar” y “tomar represalias” si las milicias aliadas de Estados Unidos fueran atacadas por “fuerzas sirias, iraníes o rusas”. Estados Unidos, declaró, debería estar preparado para arriesgar la guerra con Rusia, país que tiene armas nucleares, e Irán, ya que retrocederían ante la superioridad militar estadounidense.

En una medida de la discusión temeraria e incluso trastornada que está teniendo lugar en secciones del establishment estadounidense, Kagan sugirió que Moscú no escalaría un conflicto aunque el ejército de los EUA atacara y destruyera naves y aviones rusos.

Kagan opinó: “Este es el cálculo y el principio que subyace a la disuasión y que puede permitir que una estrategia estadounidense inteligente escale contra Irán en Siria con una expectativa razonable de evitar la guerra total”.

La administración Trump ya había señalado una fuerte intensificación de la hostilidad de Estados Unidos hacia Irán con su exigencia del 13 de octubre para la “renegociación” del acuerdo nuclear alcanzado con Teherán en 2015. Desafiando el apoyo al acuerdo por parte de los aliados europeos clave de Estados Unidos, la administración Trump se está moviendo hacia la reimposición unilateral de sanciones radicales contra Irán.

Durante el fin de semana, el Secretario de Estado Rex Tillerson intensificó las denuncias contra Irán durante su visita a Arabia Saudita, el principal opositor regional de Teherán, que Estados Unidos ha armado hasta los dientes.

Tillerson exigió que “cualquier combatiente extranjero en Iraq se fuera a casa y así permitir que el pueblo iraquí recupere el control de las áreas que el ISIS había conquistado y que ahora han sido liberadas”. El funcionario estadounidense solo se refería a las fuerzas iraníes, no a los miles de soldados estadounidenses y contratistas mercenarios en el país.

Tillerson declaró que tanto Estados Unidos como Arabia Saudita “creen” que las compañías, incluidas las europeas, deben dejar de hacer negocios con las corporaciones iraníes vinculadas a la Guardia Revolucionaria del país.

Incluso cuando la perspectiva de una guerra catastrófica lanzada por los EUA se cierne sobre la península de Corea, Washington está intensificando las tensiones y el peligro de guerra en Medio Oriente.

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