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Xi Jinping consolida su control sobre el aparato del Partido Comunista Chino

Ayer, en un paso extraordinario, el Congreso del Partido Comunista Chino (PCCh) no solo concluyó con un resonante respaldo al informe de apertura del presidente Xi Jinping. También incluyó su “pensamiento” en la constitución china. Apenas conocido hace cinco años cuando se convirtió en presidente, Xi ha consolidado su posición como el “núcleo” u hombre fuerte indispensable en el aparato del PCCh.

Lejos de ser un signo de fortaleza, la elevación de Xi a líder supremo es un signo de crisis en el régimen del PCCh. Está asolado por una creciente agitación económica y financiera, y por el peligro de una creciente agitación social en el país, así como por una agresiva administración estadounidense que amenaza con entrar en guerra con Corea del Norte y China.

Todas las resoluciones clave se aprobaron abrumadoramente, si no de manera unánime, por lo menos sin un debate significativo. Los 2.300 delegados elegidos a mano no rinden cuentas a los 89 millones de miembros del PCCh, y mucho menos a la población en general. Sin embargo, existen diferencias significativas sobre la política económica y exterior entre las facciones rivales del partido. En estas circunstancias, Xi se ha convertido en supremo político para garantizar e imponer la unidad del partido.

Al atrincherarse en la constitución, Xi sin dudas espera hacer su posición incontestable. La nueva constitución no contiene simplemente una referencia simbólica al “Pensamiento de Xi Jinping sobre el socialismo con características chinas para una nueva era”. Consagra políticas específicas: la modernización y el control absoluto del partido sobre el ejército; la iniciativa geoestratégica “One Belt, One Road” (un cinturón, un camino) de Xi; y fechas objetivo para mejorar la posición de China en el mundo.

En realidad, esto es un signo de debilidad política. Su objetivo es dar legitimidad constitucional a la purga continua de críticos y posibles rivales a través de la llamada campaña anticorrupción y supresión de disidentes de Xi que expresan puntos de vista “políticamente incorrectos”. El endurecimiento del control de Xi sobre el PCCh y su aparato de Estado policial es la preparación para las explosiones políticas y sociales que se avecinan.

Xi es consciente de que el régimen del PCCh está sentado sobre una bomba de tiempo social. Mantiene la ficción absurda de que China está avanzando hacia el socialismo en un intento desesperado por ocultar las grandes desigualdades de la sociedad china que las políticas de restauración capitalista del PCCh han creado. Le dijo al congreso que la desigualdad social es el desafío número uno, pero sus políticas para garantizar “el papel decisivo de las fuerzas del mercado” y avanzar en la “reforma estructural del lado de la oferta”, consagrada en la Constitución, solo ampliarán el abismo entre ricos y pobres.

El PCCh no representa a los cientos de millones de trabajadores chinos y pobres urbanos y rurales, sino a un pequeño estrato de multimillonarios ultra-ricos, algunos de los cuales eran delegados al congreso, así como capas de la clase media adinerada, dentro y fuera del partido.

El cemento ideológico para unir al partido y subordinar a las masas a los intereses de la clase capitalista es el nacionalismo chino y la xenofobia, ahora bajo el lema del “sueño chino de rejuvenecimiento nacional” de Xi, que también ha sido incluido en la constitución.

Con “rejuvenecimiento nacional”, Xi quiere decir el fin del sometimiento colonial de China en el siglo XIX y principios del XX, y su surgimiento como una “nación fuerte” que se está “moviendo al centro del escenario” en el mundo. “El pueblo y la nación chinos tienen un gran futuro brillante por delante”, dijo Xi al congreso al concluir.

Xi llegó al poder en 2012 cuando el presidente de los EUA, Barack Obama, estaba implementando su “pivote hacia Asia”, una estrategia diplomática, económica y militar integral destinada a socavar y preparar la guerra contra China. Trump persigue el mismo objetivo estadounidense de forma más abierta y agresiva, lo que refleja la opinión de los círculos gobernantes estadounidenses de que Beijing es el principal obstáculo para el dominio mundial de Washington.

Bajo Xi, China ha reaccionado acelerando su propia acumulación militar y sus esfuerzos por expandir su influencia diplomática y económica en Asia y en todo el mundo. La política del One Belt, One Road de Xi implica proyectos de infraestructura masiva, que incluyen ferrocarriles, carreteras y puertos, que unen la masa continental de Eurasia, con exclusión de los Estados Unidos. Está dirigido, en particular, a alentar a las principales potencias europeas a aflojar sus vínculos con Washington.

Xi también ha tratado de maniobrar con Washington. El PCCh se ha inclinado ante algunas demandas estadounidenses de mayor acceso para el comercio y la inversión en China y sanciones punitivas contra Corea del Norte, al tiempo que se niega a ceder en cuestiones clave como la recuperación de tierras chinas en el Mar del Sur de China. En su informe de apertura al congreso, Xi declaró: “Nadie debería esperar que China se tragara nada que socave sus intereses”.

Xi surgió del congreso como el hombre fuerte indiscutido del partido, al menos públicamente, pero indudablemente permanecen las diferencias agudas. En 2012, un rival potencial clave, Bo Xilai, jefe del partido en la importante ciudad de Chongqing, fue destituido por acusaciones falsas de corrupción, expulsado del partido, juzgado y encarcelado. Bo fue un defensor de medidas más fuertes para proteger a las empresas estatales y una respuesta más dura al pivote estadounidense. Mientras que los partidarios más cercanos de Bo también han sido purgados, las secciones del ejército chino sin duda continúan presionando para que se tomen medidas más fuertes contra las provocaciones estadounidenses, particularmente en el Mar del Sur de China.

Al mismo tiempo, los elementos dentro del aparato del CCPh están presionando para una aceleración de las medidas pro-mercado y la apertura de la economía china a los inversores extranjeros. El primer ministro Li Keqiang, que asumió en 2012 junto con Xi, defendió estas políticas y trabajó estrechamente con el Banco Mundial para elaborar el plan económico de China 2030. Li, sin embargo, en gran parte ha sido dejado de lado en los últimos cinco años. Xi ha establecido “grupos pequeños” clave bajo su control para gestionar muchas áreas de políticas, incluidas las finanzas y la economía.

El congreso concluyó ayer con la instalación de un nuevo comité central de 204 miembros y 172 miembros suplentes. Hoy un pleno del comité central elegirá al politburó y al máximo órgano de toma de decisiones, el comité permanente del politburó, actualmente con 25 y siete miembros, respectivamente.

Los comités se llenarán con los partidarios cercanos de Xi. Sin embargo, la nueva era proclamada por Xi no será de paz y estabilidad. El intento de mantener unido el aparato esclerótico del PCCh a través de medios burocráticos solo prepara el escenario para la agitación política futura a medida que el régimen intenta lidiar con crisis internas y externas agudas.

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