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Perspectiva

La oligarquía estadounidense: no hay dinero para la crisis de opiáceos, pero sí hay fondos ilimitados para los recortes fiscales empresariales

El jueves pasado, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, proclamó que la crisis de opiáceos que ha mató a alrededor de 64 000 personas el año pasado, es una “emergencia de salud pública”. Sin embargo, a pesar de las apelaciones de profesionales médicos y expertos en salud pública, no incluyó ni un centavo de financiamiento adicional.

Más personas murieron el año pasado de sobredosis que el total de soldados estadounidenses que murieron en la Guerra de Vietnam, con una impactante cifra de 175 personas por día. Son millones los que se han visto afectados, incluyendo tanto a amigos y familias de los adictos, cuyas vidas han sido trastocadas, como niños nacidos con una adicción a opiáceos.

La respuesta a la epidemia de opiáceos es consistente con la respuesta de la Administración Trump a toda crisis social y desastre, tal como ante los huracanes que azotaron Texas, Florida y Puerto Rico. El Gobierno no le ha ofrecido a Puerto Rico una ayuda federal significativa, pese a que sufre un apagón prácticamente generalizado, al mismo tiempo en que le insiste a la isla que acelere sus pagos a los acreedores en Wall Street.

Al contrario, cuando se trata de encauzar dinero a los bolsillos de la oligarquía estadounidense, la Casa Blanca y el Congreso están más que dispuestos a cooperar. Tan sólo horas después de que Trump hiciera su anuncio sobre la crisis de opiáceos, la Cámara de Representantes aprobó un proyecto de ley que facilita la aprobación por vía rápida en el Congreso de los recortes de Trump a los impuestos de las empresas y los ricos, posiblemente para una promulgación antes del Día de Acción de Gracias, el 23 de noviembre.

Este plan, el cual le costará a los contribuidores de impuestos alrededor de $5,8 billones durante los próximos diez años, disminuirá la tasa de impuestos empresariales del 35 por ciento actual a 20 por ciento, eliminará el impuesto sobre las herencias multimillonarias y recortará las tasas para los ingresos empresariales en el extranjero que sean “repatriados”.

Estas dos medidas reflejan la perspectiva para el futuro de la élite financiera que domina a la sociedad estadounidense y a los dos principales partidos políticos: cantidades ilimitadas de efectivo para el enriquecimiento de la oligarquía financiera y absolutamente nada para atender las urgentes necesidades sociales de la población trabajadora.

Esta política bipartidista, continuada por décadas bajo los mandatos de Carter, Reagan, Bush padre, Bush hijo, Clinton y Barack Obama, antes de su aceleración bajo Trump, ha producido una catástrofe social.

Su manifestación más directa ha sido la persistente alza en las tasas de mortalidad para la clase trabajadora, la cual resultó en una caída en la esperanza de vida de EUA el año pasado. En marzo, los economistas de la Universidad de Princeton Anne Case y Angus Deaton concluyeron que esta creciente mortandad, particularmente entre trabajadores blancos, está siendo impulsada por lo que llaman “muertes por desesperación”, aquellas relacionadas a sobredosis de drogas, complicaciones por el abuso del alcohol o suicidios.

En su estudio sobre el sistema capitalista, El capital, Karl Marx, el fundador del movimiento socialista moderno concluyó que “la acumulación de la riqueza en un polo… es, al mismo tiempo, la acumulación de la miseria, la agonía de la explotación, la esclavitud, la ignorancia, la brutalidad y la degradación mental en el otro polo”.

Esta prognosis no es sólo cierta, sino empíricamente cuantificable. Un estudio de los epidemiólogos, Richard Wilkinson y Kate Pickett encontró una correlación directa entre la desigualdad social y una serie de malestares sociales, como los homicidios, el crimen violento, la falta de escolaridad, el alto índice de deserción escolar, embarazos adolescentes, caídas en la esperanza de vida, alzas en la mortalidad infantil, obesidad, enfermedades mentales, entre otros.

En comparación con otros países desarrollados, Estados Unidos se encuentra fuera de todos los rangos. Simultáneamente, es el más desigual y el más afligido socialmente.

La incapacidad y falta de voluntad del sistema político para tratar cualquiera de las causas de la crisis social que afecta a EUA es el producto directo del dominio de la oligarquía financiera sobre la sociedad estadounidense bajo la prioridad de proteger y expandir sus riquezas.

Esta realidad fue confirmada por los comentarios del secretario del Tesoro estadounidense, Steven Mnuchin, quien enfatizó este mes que los recortes fiscales de la Casa Blanca tenían que ser aprobados porque Wall Street colapsaría si esto no sucediera. “No cabe duda de que el auge del mercado bursátil ha acumulado expectativas razonablemente altas de que llevaremos a cabo los recortes fiscales y la reforma fiscal”, le dijo a Politico. “No cabe duda en mi mente de que, sino no lo hacemos, verán un revés de una cantidad significativa de estas ganancias”.

Las consecuencias de las políticas socialmente regresivas del Gobierno de Obama pudieron verse con gran claridad en el reporte del banco suizo UBS del jueves, el cual muestra que el patrimonio total de los individuos con más de mil millones de dólares en todo el mundo aumentó 17 por ciento tan sólo en el 2016, consistiendo en $1 billón más para un total de $6 billones.

Estados Unidos es hogar de más de una tercera parte de estas personas y de casi una mitad de su riqueza total o $2,8 billones, según el reporte.

Uno de estos multimillonarios, Jeff Bezos, CEO de Amazon y propietario del diario Washington Post acumuló $7000 millones de dólares más de un día para otro, convirtiéndose este jueves en el individuo más rico del mundo con $90 trillones.

A pesar del enorme enriquecimiento de la oligarquía financiera que documenta el informe de UBS, los autores mostraron cierta preocupación.

“Estamos ahora a dos años de alcanzar la cima de la segunda edad dorada”, le indicó al diario Guardian Josef Stadler, el encargado de la sección de UBS para patrimonios netos globales ultraelevados. “Hemos llegado a un punto de inflexión”, dijo, “la concentración de la riqueza es tan alta como en 1905… la cuestión es, ¿qué tan sostenible es esta situación y hasta qué punto intervendrá la sociedad y atacará de vuelta?”.

Cabe notar que el periódico británico incluye en el artículo un retrato de Vladimir Lenin, el líder de la Revolución Rusa, pronunciándose hacia trabajadores en Petrogrado en 1917. La clara referencia es que, cien años exactos desde la Revolución Rusa, la cual llevó a una reducción de la desigualdad social en todo el mundo por medio de una oleada de luchas sociales que desencadenó e impulsó, levantamientos sociales como tales están de nuevo en la orden histórica del día.

En respuesta a la campaña para dominar con mayor dureza a toda la población bajo el yugo de la oligarquía estadounidense, la clase trabajadora tiene que luchar por sus intereses sociales con la misma determinación y de una manera igual de implacable. Tendrá que adoptar y luchar por un programa socialista, incluyendo la expropiación de la enorme riqueza apilada por la élite gobernante a fin de atender las urgentes necesidades sociales de la población: proveer el cuidado médico tan necesario para todos aquellos afectados por la epidemia de adicción, poner en pie las vidas de todos aquellos afectados por los huracanes María, Harvey e Irma y asegurar que todos tengan un empleo digno y un seguro médico, una educación y una vivienda de calidad y sin costo.

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