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Perspectiva

Trump en Asia: en las vísperas de la guerra

La conducta de Donald Trump en Japón, la primera parada en su gira asiática, sugiere fuertemente que está preparándose para lanzar una guerra contra Corea del Norte.

El presidente estadounidense viajó a la base aérea Yokata, cerca de Tokio. En vez de comenzar su visita reuniéndose con los líderes políticos del país, prefirió hablar primero ante una asamblea del personal militar estadounidense estacionado en Japón, el cual constituye una parte de las fuerzas siendo alistadas para cumplir con su amenaza de “destruir totalmente” a Corea del Norte con “fuego y furia”.

En medio de cánticos de “¡USA, USA!”, Trump se quitó su saco y se puso una chaqueta de piloto de una aeronave cazadora de la Fuerza Aérea. Luego, lanzó una diatriba nacionalista. Estados Unidos, ostentó, tiene desplegada a “la fuerza de combate más temible en la historia mundial”.

Continuó: “Los combatientes estadounidenses están preparados para defender a nuestra nación utilizando la amplia gama de capacidades incomparables. Nadie —ningún dictador, ningún régimen, ninguna nación— debería subestimar, nunca, la resolución estadounidense”.

En términos propios de un capo mafioso, Trump se deleitó: “De vez en cuando en el pasado, nos han subestimado. No lo disfrutaron mucho, ¿no lo creen?”. En Japón, este comentario fue interpretado ampliamente como una referencia al lanzamiento de las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki y la masacre de decenas de miles de civiles.

Las declaraciones y el comportamiento de Trump personifican tanto la decadencia del imperialismo estadounidense como los cálculos criminales de sus estrategas de que destruir a otro país empobrecido pausará el recrudecimiento de sus crisis internas y externas. En los círculos de estrategas norteamericanos, una guerra contra Corea del Norte es considerada como una forma de contrarrestar el aumento de la influencia de China en Asia y como una señal de que el capitalismo estadounidense no cederá su posición como la potencia hegemónica de la región y el mundo.

Por más de 25 años, desde la disolución de la Unión Soviética, la política exterior de Estados Unidos ha consistido en guerras continuas, intrigas y conspiraciones cuyo fin ha sido obligar al mundo a aceptar el dominio estadounidense. Países enteros han sido devastados y millones han fallecido. Este historial deja pocas dudas de que EUA, habiendo fracasando hasta la fecha en revertir el empeoramiento de sus vicisitudes, está listo nuevamente para utilizar armas nucleares.

Al mismo tiempo, una guerra también está siendo discutida dentro de la Casa Blanca como una manera para desviar y contener la guerra política dentro de la burguesía estadounidense, ya que ésta amenaza con hundir a la Presidencia y despedazar al Partido Republicano. La perciben como una forma de proyectar hacia afuera los inmensos antagonismos de clases dentro de EUA y de posponer el estallido de luchas contra la desigualdad social y las imposibles condiciones que encaran millones de trabajadores estadounidenses.

La criminalidad e imprudencia de lo que se está no sólo contemplando, sino planeando y preparando, quedaron demostradas en un reporte solicitado por dos congresistas estadounidenses y enviado el 27 de octubre por el secretario de Defensa, James “Perro Rabioso” Mattis. El documento, compuesto por el contralmirante Mike Dumont, indica sin matices: “La única forma de localizar y destruir —con certeza completa— todos los componentes del programa nuclear norcoreano, es a través de una invasión por tierra”.

Dumont asevera que cualquier estimado de bajas es “dificultoso” debido a que una guerra implicaría el empleo de una violencia masiva por parte de EUA y sus aliados, y potencialmente el uso de armas nucleares por ambos lados.

Varias organizaciones independientes al Pentágono han dado estimados. El Servicio de Investigación del Congreso establece una cifra de muertos de 300 000 para sólo los primeros días de una guerra contra Corea del Norte, asumiendo que no se utilicen armas nucleares. Al menos 25 millones de personas en ambos lados de la frontera, lo que equivale a toda la población del Norte o la mitad del Sur, se verían “afectados”.

Como lo comentó el World Socialist Web Site en setiembre, cualquier noción de que un crimen de guerra de tal magnitud vaya a mejorar el estatus de Estados Unidos es descabellada. “Convertirá a Estados Unidos en un Estado paria en todo el mundo, siendo odiado por crímenes sin precedentes desde la Alemania de Hitler… Las consecuencias políticas, económicas y morales de tal guerra desencadenarían una crisis interna de dimensiones nunca antes vistas, poniendo en cuestión la existencia misma de Estados Unidos”.

Sin embargo, un número de aliados estadounidenses están facilitando las preparaciones de guerra y alineándose detrás de Trump y de la camarilla de generales y multimillonarios en su gabinete. El domingo, Shinzo Abe, el primer ministro ultranacionalista de Japón, llamó al demagogo de tinte fascista que encabeza el Gobierno de EUA su “grandioso amigo” y calificó la alianza entre ambos países de “inquebrantable”. El imperialismo japonés está explotando la histeria sobre los programas nucleares y de misiles norcoreanos para reivindicarse como una potencia militar.

El imperialismo australiano ha dado igualmente su respaldo incondicional, con el primer ministro prometiendo participar en cualquier guerra y despachar tropas junto con la Armada estadounidense de tres portaaviones y sus agrupaciones de combate que se están congregando frente a las costas coreanas.

El martes, le tocará a la élite gobernante surcoreana demostrar su lealtad. Trump fue permitido dirigirse a una sesión del Parlamento y reiterará sus amenazas de convertir a la península en un infierno de muerte y destrucción. Si se detonan las hostilidades, el Gobierno surcoreano del presidente Moon Jae-in le concederá al Pentágono el control de su ejército de 625 000 soldados y 3,1 millones de reservas para una invasión y una ocupación del Norte planificadas por Washington.

En su discurso a las tropas estadounidenses en Tokio, Trump utilizó el término “región del Indo-Pacífico”, señalando que Washington, “colaborará con amigos y aliados para perseguir una región del Indo-Pacifico libre y abierta”. Esta nueva designación del este asiático busca subrayar el reclutamiento de India en la alianza liderada por EUA contra China, la cual ya incluye a Japón, Corea del Sur y Australia.

Mientras que los regímenes chinos y rusos se han doblegado en gran parte a las preparaciones bélicas de EUA para evitar intensificar las tensiones con Washington, tienen sus propios intereses estratégicos en la península coreana y en Asia en general. Un ataque encabezado por EUA contra Corea del Norte fácilmente podría llevar a una intervención por parte de China, Rusia o ambos, presentando así el peligro de una guerra mundial nuclear.

El capitalismo y el sistema de Estados nación atentan con sumir a toda la humanidad a una catástrofe. El Comité Internacional de la Cuarta Internacional y todas sus secciones nacionales están luchando por desarrollar un movimiento internacional de masas contra la guerra, basado en la clase obrera y en la lucha por el socialismo mundial.

Como ya lo hemos explicado, la misma crisis irresoluble del sistema capitalista que empuja a las élites gobernantes hacia una guerra mundial también encamina a la clase obrera internacional hacia la revolución socialista. Lo que se requiere es la construcción de una dirección revolucionaria imprescindible para impartirle a este movimiento un programa y una estrategia conscientes. Es hora de que los lectores y simpatizantes del WSWS tomen la decisión de unirse al CICI y construir su dirección.

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