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Perspectiva

El colosal costo de las interminables guerras de Washington

Dieciséis años de guerras en Irak, Afganistán, Pakistán y Siria han drenado $5,6 billones de la economía estadounidense, según el más reciente estudio “Costos de la guerra” del Instituto Watson de Relaciones Internacionales y Públicas de la Universidad Brown.

Esta impactante cifra, tres veces mayor al estimado que ofrece el mismo Pentágono, incluye los enormes costos que el ejército norteamericano no contabiliza en sus registros para estas guerras, como los gastos médicos para los veteranos heridos o discapacitados, los gastos relacionados con dichas guerras del Departamento de Seguridad Nacional y la cuenta cada vez más extensa de préstamos para pagar las operaciones militares.

El documento “Costos de la guerra” no incorpora los gastos de las operaciones militares estadounidenses en otras partes del mundo, como sus intervenciones en Chad, Níger y alrededor del continente africano, las cuales han sido objeto de escaladas recientemente, su participación en la guerra genocida contra Yemen que encabeza Arabia Saudita ni sus operaciones especiales en prácticamente todos los continentes.

Los total de costos de las guerras consideradas por el reporte supera el presupuesto anual del Pentágono de casi $700 millones, el cual es mayor que la suma de los siguientes diez mayores gastos militares en el mundo.

Los autores reconocen inmediatamente que la espectacular cantidad de $5,6 billones ni siquiera comienza a cubrir las inmensas matanzas, la destrucción ni la miseria humana que han engendrado las guerras de Washington. Escriben:

Más allá, no se puede hacer una lista que registre completamente el peso de la guerra en la columna de un libro de contabilidad. De los civiles heridos y desplazados por la violencia, hasta los soldados asesinados y mutilados y los niños que jugarán por años en caminos y campos sembrados con aparatos explosivos improvisados y bombas de racimo, ningún conjunto de números puede expresar el costo humano de las guerras en Irak y Afganistán, ni cómo éstos se han derramado a los Estados colindantes de Siria y Pakistán y vienen de vuelta a casa en EUA y en los países aliados en la forma de veteranos heridos…

Estas son cifras que, por supuesto, no son archivadas en columnas por aquellos responsables por estas guerras. “No hacemos conteos de cuerpos”, es como lo puso el general estadounidense Tommy Franks, quien comandó las invasiones de Afganistán e Irak.

Sin embargo, existen estimados creíbles y ponen el número de vidas destruidas por la guerra estadounidense en Irak en más de un millón, además de 175 000 en Afganistán. Millones más han quedado heridos o han sido convertidos en refugiados sin techo.

Los billones de dólares de destrucción ocasionados por estas guerras, que han asolado sociedades enteras en Irak, Afganistán, Libia y Siria, se salen del enfoque del estudio de la Universidad Brown; sin embargo, el reporte si permite echar un vistazo sobrio a la vasta riqueza social en Estados Unidos que ha sido incinerada debido como resultado del militarismo estadounidense —recursos que pudieron haber sido invertidos en educación, salud y en la mejora de los niveles de vida en general de la clase trabajadora—.

Entre los mayores costos de largo plazo que el Pentágono no incluye en sus gastos de guerra se encuentran aquellos asociados con el daño a las personas que envía a luchar estas guerras y que regresan con una amplia gama de problemas físicos y mentales, deplorablemente subestimados y subatendidos.

El estudio cita un informe de mayo de la Administración para Veteranos que indica que la demanda de servicios para veteranos de las guerras estadounidenses en Oriente Medio y Afganistán ha aumentado un 215 por ciento durante los últimos siete años. Al mismo tiempo, el número de tropas heridas en combate en Irak y Afganistán ha subido a 52 000 —más de 1700 de los cuales sufrieron amputaciones y 6500 “lesiones cerebrales penetrantes agudas”—. Sin embargo, incluso esta cifra subestima por un amplio margen el saldo real. Más de un millón de veteranos de estas guerras está recibiendo pagos por discapacidad, con alrededor de 875 000 de ellos clasificados de discapacitados a un grado de 30 por ciento o más.

De estos veteranos, 327 000 han sido evaluados por una Lesión Cerebral Traumática, según estimados de hasta agosto de este año. Además, una tercera parte de los que regresan han sido diagnosticados con un trastorno por estrés postraumático u otra enfermedad mental.

Algo reflejado por estas guerras, por la criminalidad con la cual fueron iniciadas, libradas y financiadas, es el parasitismo financiero y las formas socialmente destructivas de especulación que dominan el funcionamiento del capitalismo estadounidense.

La cifra de $5,6 billones que da el estudio de Brown como el costo de las guerras estadounidenses es casi el equivalente a la deuda nacional del país en el 2001, en vísperas de “la guerra total contra el terrorismo” de Washington. En los 16 años de por medio, la deuda se ha cuadruplicado, algo atribuible en gran parte a la cascada cada vez más profusa de gastos militares.

En un intento para sofocar la oposición popular al militarismo estadounidense, sucesivas Administraciones y el Congreso han evitado cualquier impuesto dirigido a pagar estas guerras, combatidas con fuerzas armadas “voluntarias”, en gran parte a través conscripciones de carácter económico y con dinero prestado. En vez de incluir estos gastos en el presupuesto del Pentágono, las guerras son catalogadas como Operaciones Extranjeras de Contingencia (OCO; Overseas Contingency Operations ), como si fuesen emergencias imprevisibles después de más de una década y media de combate continuo.

El precio para mantener estas operaciones militares “no registradas en los libros” ha sido un aumento consistente en la deuda nacional, cuyo peso completo va a ser descargado sobre la clase trabajadora mediante un ataque multiplicado contra sus niveles de vida y derechos sociales.

Según el estudio, “Se proyecta que los costos de intereses futuros a raíz de los gastos de las operaciones extranjeras de contingencia le añadan más de un billón de dólares a la deuda nacional para el 2023. Para el 2056, un estimado conservador pone los costos de intereses alrededor de 8 billones de dólares”.

La oligarquía estadounidense acumula miles de millones en ganancias de los negocios de la guerra. El reporte de la Universidad Brown fue publicado al mismo tiempo que el viaje de Donald Trump a Asia, donde ha combinado sus amenazas de guerra contra Corea del Norte con presión para que se compren más armas de los contratistas militares estadounidenses. Dentro de la comitiva de jefes corporativos que acompaña al presidente, se encuentran CEOs de gigantes de la industria de defensa como Boeing, Bell Helicopter y Textron.

Las guerras han sido iniciadas y continuadas tanto por Gobiernos demócratas como republicanos. Ambos partidos en el Congreso han mantenido este método para financiarlas, mientras que aprueban obedientemente los gigantescos presupuestos que demanda el Pentágono.

Al mismo tiempo, se repite una y otra vez que no hay dinero para los servicios de salud, la educación pública, la infraestructura ni el seguro social de jubilaciones. Las víctimas de los llamados desastres naturales como los huracanes Harvey, Irma y María —cuyos enormes saldos en términos de sufrimiento humano son el resultado de las condiciones preexistentes establecidas por recortes sociales y une negligencia hacia la infraestructura social y la pobreza masiva— son abandonadas y dejadas para que se valgan sí mismas.

Casi el 60 por ciento de los 3,5 millones de habitantes en Puerto Rico siguen sin corriente eléctrica, seis semanas después de que el huracán María atravesara la isla, mientras que el 20 por ciento sigue sin acceso a agua potable.

Los casi $6 billones despilfarrados por Washington en sus guerras de agresión durante los últimos dieciséis años prácticamente equivalen a la riqueza combinada de las personas a nivel global con patrimonios mayores a mil millones de dólares, con casi la mitad de ellas en EUA.

La amenaza de que las múltiples intervenciones militares estadounidenses se fusionen en una tercera guerra mundial nuclear es impulsada por esta inmensa concentración de riqueza en las manos de una oligarquía parásita, la cual depende del militarismo en el extranjero y de la represión en casa para defender su poder y sus privilegios.

Sólo la clase obrera puede responder a estas amenazas, a través de la movilización de su fuerza independiente —independiente de los republicanos, de los demócratas, y en oposición al sistema capitalista y a su Estado—.

Se tiene que avanzar la demanda de desmantelar todo el vasto aparato militar y de inteligencia de EUA y redirigir los billones de dólares desperdiciados en masacres y destrucción para atender las necesidades sociales del pueblo trabajador en EUA e internacionalmente. Esto tiene que ser acoplado con la redistribución de la riqueza de los superricos para resolver las apremiantes problemáticas sociales en vivienda, educación, salud e infraestructura, y el traspaso de los bancos y las corporaciones a la propiedad pública para que sirvan las necesidades humanas en vez del afán de lucro.

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