Español
Perspectiva

Cómo no luchar contra el juez Roy Moore

El juez Roy Moore, el candidato republicano al Senado estadounidense para las elecciones especiales del 12 de diciembre en el estado de Alabama, es un fanático reaccionario y enemigo de la clase obrera. Su historial incluye toda una serie de políticas ultraderechistas que promulgó como fiscal y juez, incluso afirmando que la Biblia, no la Constitución, era la ley suprema. Es un reaccionario político que regresaría en el tiempo un siglo, sino más, en relación con los derechos de las mujeres, los negros, los gays y otras minorías.

Su campaña electoral para senador de Alabama, el escaño que dejó libre Jeff Sessions después de ser nombrado fiscal general por el presidente Trump, contaba con el respaldo de elementos abiertamente fascistoides como los exasesores de la Casa Blanca, Sebastian Gorka y Stephen Bannon, quien es el director ejecutivo de Breitbart News. Su contendiente para esta segunda vuelta es el demócrata derechista y ex procurador general, Doug Jones, quien defiende aumentar el gasto militar del país por encima de los niveles ya estratosféricos que piden Trump y los legisladores republicanos. Esto lo hace en parte en beneficio del gran número de bases militares en Alabama.

Para combatir la elección en sí entre estos dos reaccionarios es necesario exponer la política de ambos partidos capitalistas: sea el populismo ultraderechista de Moore, quien se presenta como el defensor de la población predominantemente rural de Alabama contra “la élite política del este”, o la agenda proempresarial convencional de Jones, quien cuenta con un apoyo abrumador en las zonas más adineradas de Birmingham, Mobile y Montgomery, donde lo ven como alguien más respetable y fiable en avanzar los intereses de los propietarios

No obstante, está ocurriendo algo muy diferente en la prensa. El viernes pasado, un artículo extenso en el Washington Post presenta a Moore como un depredador sexual que atacó al menos a una víctima de 14 años cuando él ya era un fiscal de condado de 32 años. Después de una frenética campaña mediática provocada por el reporte inicial durante el fin de semana, otra mujer lo acusó de abusarla sexualmente hace varias décadas, cuando ella tenía 16 años.

A su vez, la campaña en la prensa ha desencadenado declaraciones de líderes republicanos en el Congreso, quienes lo instan a retirarse y piden que se posponga la carrera electoral para poderlo sustituir. El líder de la mayoría en el Senado, Mitch McConnell manifestó el lunes que Moore había quedado descalificado por las acusaciones en su contra.

La conducta de la cual se le acusa es repugnante. Pero no ha habido ninguna imputación, juicio, ni proceso judicial de ningún tipo que ponga a prueba, según las normas de prueba y procedimiento, tanto las versiones de las acusadoras como la negación de Moore. Debido a los 40 años que han transcurrido desde las presuntas ofensas, no se llevará a cabo tal proceso jurídico ya que el plazo de prescripción expiró hace mucho tiempo.

Incluso si las acusaciones contra Moore conllevaran a un juicio, uno de los requisitos de un proceso legal debido es que se presuma la inocencia del acusado hasta el que jurado entregue su veredicto. Este es un principio democrático axiomático que ha sido completamente obviado en la atmósfera actual. Ante una avalancha de acusaciones por conductas sexuales inapropiadas contra numerosas figuras de Hollywood, los cargos de abuso sexual e incluso de violación han sido tratados como acontecimientos indisputables desde el momento en el que se vuelven públicos.

Aquellos en la “izquierda” estadounidense que han acogido tanto las acusaciones contra Moore como la campaña de “a mí también” en relación con cargos de abuso sexual más ampliamente tienen que confrontar las serias implicaciones de abandonar el principio de “inocencia mientras no se demuestre lo contrario”.

No han pasado ni siquiera dos décadas desde que acusaron a un presidente en funciones con cargos similares a los que sacuden actualmente a Hollywood y a las elecciones legislativas en Alabama. El World Socialist Web Site se opuso implacablemente a la política y políticas de Bill Clinton, quien, como presidente, ejerció el cargo de líder del imperialismo estadounidense, libró una guerra criminal contra Serbia, bombardeó Irak, atacó Somalia y Sudán y amenazó a Corea del Norte y China con una guerra.

Sin embargo, nos opusimos también a la caza de brujas organizada por la derecha republicana, que utilizó la investigación del fiscal independiente, Kenneth Starr, sobre la relación sexual de Clinton con Monica Lewinsky. Denunciamos la destitución de Clinton como un intento de golpe de Estado y como un esfuerzo de la derecha republicana para explotar cuestiones del comportamiento sexual de individuos para darle vuelta al resultado de dos elecciones presidenciales. (Esa vez, los republicanos no pudieron conseguir los suficientes votos en el Senado para imputar al presidente, por lo que Clinton permaneció en su cargo.)

Si volviéramos a ese momento hace veinte años con el conocimiento que tenemos sobre la evolución subsecuente de los Clinton y del Partido Demócrata, nuestra postura sería la misma que la de 1998. Sin embargo, con la atmósfera de la caza de brujas actual, Clinton probablemente no habría sido elegido en 1992 (ante el escándalo con Gennifer Flowers) y definitivamente habría sido destituido en su primer término (cuando Paula Jones presentó su denuncia), en vez de haber sido reelegido.

Aquellos que quieran aplicar el principio de “culpable mientras acusado” en el caso del juez Roy Moore tienen que considerar el precedente que se establece. ¿Qué ocurriría si un candidato nominalmente de izquierda, digamos, Bernie Sanders en el 2020, se enfrentare a acusaciones similares y reportes salaces? No es difícil imaginarse que Breitbart, Fox News y el Wall Street Journal encabezarían la ofensiva, haciendo que mujeres lo acusen por haberse comportado inapropiadamente cuando estaban en la universidad o durante su vida de bohemio como carpintero en Vermont, antes de dedicarse a la política. En el ambiente que predomina, de histéricamente seguir un caso tras otro, Sanders podría esperar deserciones masivas de su campaña y un colapso político de un día para otro.

La presunción de inocencia es un principio democrático con implicaciones de gran alcance. Si Roy Moore fuere quitado de la papeleta republicana por tales acusaciones, después de haber ganado una clara victoria en las primarias, ¿cómo desarrollaría esto la consciencia política de la clase trabajadora en Alabama o en EUA?

Aquellos trabajadores que apoyan equivocadamente a Moore o al Partido Republicano, en contra de sus intereses reales de clase, verían una gran hipocresía en cómo sacan a un candidato de la carrera electoral por ofensas que no han sido comprobadas y que no se diferencian significativamente de las que se han hecho contra varios presidentes, incluyendo a Clinton, Trump y, más recientemente, al expresidente de 93 años, George H. W. Bush.

El empleo exitoso de estas acusaciones para fines políticos desataría una proliferación de tales acometidas. La vida política estadounidense ya se encuentra en un avanzado estado de degradación. Después de todo, Donald Trump fue elegido presidente. Pero, convertir a las elecciones en un referéndum sobre las presuntas prácticas sexuales de los candidatos sólo la degradaría más. Y lo que deteriora la conciencia política y el debate público sólo ayuda a la derecha política, la cual siempre sobresale en un ambiente de ignorancia, prejuicios e insultos.

Cabe notar que, en este contexto, los dirigentes republicanos que denunciaron a Moore lo hicieron de una manera explícitamente antidemocrática. El candidato presidencial de dicho partido en el 2012, Mitt Romney, declaró: “La inocencia mientras no se demuestre lo contrario es para condenas penales, no para elecciones”.

Roy Moore es un repudiable derechista intolerante que apoya la criminalización de la homosexualidad y que fue separado de su cargo como juez jefe de la Corte Suprema de Alabama por rehusarse a acatar normas constitucionales como la separación entre la Iglesia y el Estado (como cuando se rehusó a cambiar de lugar un monumento de tres toneladas de los Diez Mandamientos del máximo tribunal del estado) o cuando le dio órdenes a los jueces provisionales de la corte para que continuaran aplicando una ley estatal prohibiendo el matrimonio homosexual que los tribunales federales habían vetado.

Pero la lucha contra una figura política así requiere la educación política y movilización de la clase obrera, incluyendo a los trabajadores empobrecidos blancos de Alabama a quien Moore dirige sus apelaciones basadas en el fundamentalismo religioso y en el atraso social. Una campaña contra Moore supeditada a acusaciones no comprobadas y abiertamente incomprobables de actos sexuales inapropiados no le contribuye nada y, de hecho, mina la educación política de la clase obrera.

Loading