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El “Cuadrilátero” de EUA, Japón, Australia e India toma forma contra China

Este lunes, Estados Unidos y sus principales “socios” regionales –Japón, Australia e India— utilizaron la cumbre de Asia Oriental (EAS, por sus siglas en inglés) en Manila para consolidar un bloque militar y estratégico “Indo-Pacífico” contra la creciente influencia de China en Asia e internacionalmente.

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, inicialmente tenía la intención de tener una reunión con el presidente de Filipinas, Rodrigo Duterte, el domingo, y abandonar el país antes de que el EAS se reuniera el siguiente día. Frente a las críticas domésticas y en la región, la Casa Blanca cambio su rumbo antes de que Trump saliera de los EUA y extendió su gira por Asia.

Ahora parece que la decisión de Trump de quedarse para el primer día de la EAS siguió a las garantías de Japón, Australia y la India de que se comprometerían con lo que se ha denominado el “Cuadrilátero”. En el 2007, los pasos tentativos hacia una alianza de facto entre los cuatro Estados colapsaron cuando Australia se retiró frente a la oposición de China. Diez años más tarde, Canberra está promoviendo la formación del llamado “Quad”.

El domingo, mientras los líderes políticos volaban a Filipinas antes de una “cena de gala” con Duterte, altos funcionarios de los cuatro países sostuvieron conversaciones sustantivas. Cada uno emitió declaraciones separadas”.

El Ministerio de Asuntos Exteriores indio dijo que había “acordado a que una región libre, abierta, próspera e inclusiva del Indo-Pacífico sirve a los intereses a largo plazo de todos los países de la región y del mundo en general”.

El Departamento de Estado de EUA afirmó suavemente que la cooperación de los cuatro países “descansa sobre una base de valores y principios democráticos compartidos”.

El Ministerio de Asuntos Exteriores de Australia, por el contrario, explicó sin rodeos la agenda contra China. Declaró que los temas consultados incluían “mantener el orden basado en normas en el Indo-Pacífico y respetar el derecho internacional, la libertad de navegación y de sobrevuelo”. También se refirió a la coordinación de “esfuerzos para enfrentar los desafíos de la lucha contra el terrorismo” y sobre “defender la seguridad marítima en el Indo-Pacífico”. Los cuatro países “acordaron trabajar juntos para abordar las amenazas a la paz internacional ... incluyendo los programas nucleares y de misiles de la RPDC [Corea del Norte]”.

Respondiendo a preguntas sobre dichas conversaciones, el portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de China comentó con cautela: “China está contenta de ver a países relevantes desarrollando relaciones amistosas y cooperativas, pero esperamos que esas relaciones no se dirijan en contra de un tercero”.

Sin embargo, la realidad de que el Cuadrilátero va dirigido contra China se puede corroborar en numerosos documentos estratégicos publicados por los Gobiernos y grupos de expertos de los cuatro países que conforman la alianza.

La declaración australiana invocó toda la jerga diplomática empleada para justificar una postura de confrontación para socavar y debilitar a China. El “orden basado en normas” se refiere a las alianzas e instituciones dominadas por Estados Unidos y desarrolladas después de la Segunda Guerra Mundial. “La libertad de navegación y de sobrevuelo” y “la seguridad marítima” significan refutar los reclamos territoriales chinos en el mar de China Meridional y reivindicar el “derecho” de los ejércitos de EUA y sus aliados de ingresar a dicho territorio a su voluntad.

“Contrarrestar el terrorismo” constituye una justificación para que Estados Unidos y sus socios intervengan en países como Indonesia y Filipinas. Al mismo tiempo, la supuesta amenaza planteada por los programas de armas de Corea del Norte es el pretexto para iniciar una guerra y un cambio de régimen en la frontera norte de China.

Mientras se realizaban las reuniones en Filipinas, una flotilla de tres portaaviones estadounidenses y sus escoltas, junto con buques de guerra japoneses y surcoreanos, llevaban a cabo ejercicios militares masivos frente a las costas coreanas. En las cercanías, Australia también ha desplegado buques de guerra.

Después de las conversaciones y declaraciones cuadrilaterales del domingo, Trump transformó una reunión bilateral programada con el primer ministro australiano, Malcolm Turnbull, el lunes en una sesión conjunta con el primer ministro japonés, Shinzo Abe. Antes de sus conversaciones, el trío se presentó ante los medios en una muestra coreografiada de unidad.

Trump luego se reunió con el presidente indio, Narendra Modi, y sostuvo otra conversación privada con Turnbull en la noche.

Turnbull declaró que los tres países trabajarían juntos para garantizar que “el régimen de Corea del Norte recobre sus sentidos y detenga sus provocaciones imprudentes y amenazas de un conflicto”. Por su parte, Abe afirmó que “el desafío inmediato es el problema de Corea del Norte”. Trump anunció que dará un discurso sobre política exterior a su regreso a Estados Unidos, posiblemente el miércoles, enfocándose en Corea del Norte y en cuestiones comerciales.

Haciendo más amenazas de poner a “Estados Unidos ante todo” –después de su vociferación proteccionista en la cumbre del APEC en Vietnam—, el presidente de Estados Unidos alzó su voz: “Tenemos un déficit con casi todos. Esos déficits van a reducirse muy pronto y de manera muy sustancial”.

Las continuas referencias de Trump a los enormes déficits comerciales, a los déficits presupuestarios inabordables y a los niveles asombrosos de deuda pública y corporativa en EUA. Van al corazón de las verdaderas motivaciones detrás de los esfuerzos para forjar una coalición anti-China en Asia.

Hace mucho tiempo, los estrategas estadounidenses llegaron a la conclusión de que el imperialismo estadounidense sólo iba a poder preservar su decadente posición regional y global, ante el surgimiento de China como un rival y núcleo de producción y finanzas mundiales, mediante la intimidación militar y, cuando sea necesario, la guerra.

La Administración Obama acuñó el término “Indo-Pacífico” en el 2011 y lanzó el “pivote hacia Asia”, el cual implicó una acumulación de poder militar en la región, acompañada de intrigas para garantizar que Japón, Australia y otros países colaboraren con su proyección de fuerza contra China.

El frente económico del pivote era la propuesta del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Internacional (TPP, por sus siglas en inglés). Este fue diseñado para excluir a Beijing hasta que desmantele sus regulaciones financieras, privatice las empresas estatales y fortalezca la protección de los derechos de propiedad intelectual, lo que facilitaría una mayor penetración de sus mercados por parte de los bancos y corporaciones transnacionales.

Trump repudió el TPP al asumir su cargo, denunciándolo por hacer concesiones a favor de países de Asia y América del Sur que EUA no necesitaba hacer. El impulso de su política sigue siendo esencialmente el mismo que el de Obama, pero se persigue a través de la amenaza de una guerra comercial abierta y una presión militar aún mayor.

Japón, Australia e India, que están decididos a bloquear el ascenso de China por sus propios motivos, respaldan a Washington. Los funcionarios japoneses y australianos retrasaron cualquier avance hacia el “Partenariado Económico Comprehensivo Regional” (RCEP, por sus siglas en inglés) que China ha propuesto como un bloque comercial asiático para excluir a Estados Unidos.

Japón y Australia insistieron en que el acuerdo abarque no solo la reducción de los aranceles, sino un mayor acceso al sector de servicios de las economías de sus miembros y la protección de la propiedad intelectual. Como resultado, cualquier acuerdo fue postergado hasta 2018.

Al mismo tiempo, Japón, con el apoyo de Australia, encabeza los esfuerzos para volver a forjar el TPP, con tantos participantes originales como sea posible, pero sin EUA ni China. Tokio ha rechazado en gran parte los llamados de Trump a la reducción del déficit comercial entre Estados Unidos y Japón.

Detrás de todas las muestras de lealtad y deferencia hacia Washington, los grupos de poder de Japón y Australia actúan en interés de sus propias élites capitalistas. No menos que las potencias europeas, están tratando de obtener el máximo impulso a raíz del declive de la hegemonía estadounidense y de la redistribución global en marcha de influencias económicas y políticas.

Incluso cuando colaboran en contra de China, la realidad que predomina es que la competencia entre los Estados nación garantiza la aparición de tensiones agudas dentro del “Quad”, especialmente entre el imperialismo estadounidense y el japonés, los rivales históricos por el dominio hegemónico de Asia.

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