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Perspectiva

Berlín entra en crisis política al fracasar las negociaciones para formar Gobierno de coalición

Ocho semanas después de las elecciones federales alemanas, el fracaso de las negociaciones para formar la llamada coalición “Jamaica” entre la Unión Demócrata Cristiana/Unión Social Cristiana de Baviera (CDU/CSU; por sus siglas en alemán), el Partido Verde y el Partido Demócrata Libre (FDP) no sólo ha desencadenado una profunda crisis en Berlín, sino que ha marcado un punto de inflexión en la política alemana y europea.

No ha quedado del todo claro qué acontecerá más adelante, si el Partido Socialdemócrata de Alemania (SDP) declarará estar listo para continuar su Gran Coalición con la CDU, si se formará un Gobierno minoritario, o si se llamarán a nuevas elecciones. Esta última opción extendería la crisis. Pero, una cosa es clara. Los tiempos cuando las diferencias dentro de la clase gobernante podían resolverse sobre la mesa de negociación se han acabado. La era de la canciller Angela Merkel ha llegado a su fin. El clima político es cada vez más crudo, los conflictos sociales más intensos y la política oficial más derechista.

Alemania ha sido una fuerza estabilizadora dentro de una Unión Europea dominada por crisis económicas, conflictos políticos internos y el crecimiento de las tendencias nacionalistas. Ahora, atraviesa lo que Spiegel Online llama sus propios “momento brexit”, refiriéndose al voto por la salida británica de la UE, y “momento Trump”.

La causa de esta crisis no son divergencias en cuanto a los niveles de las emisiones de carbono, de refugiados, de las tasas impositivas —temas que han predominado por cuatro semanas en las negociaciones de la coalición “Jamaica” (llamada así por los colores de los partidos constituyentes)—, sino el ensanchamiento de la brecha entre el programa derechista del partido y las necesidades de amplias capas de la población.

Durante los últimos cuatro años, la Gran Coalición ha iniciado una enorme acumulación militar, impuesto programas horrendos de austeridad a países más débiles de la UE y aumentado los niveles de pobreza y las condiciones laborales precarias dentro de Alemania. Esta fue la respuesta oficial a la crisis financiera global y a las mayores tensiones entre las principales potencias después de la elección de Donald Trump.

Estas políticas son profundamente impopulares. La CDU, la CSU y el SPD perdieron una gran cantidad de votos en las últimas elecciones, siendo su peor resultado en 70 años. Sin embargo, todos los partidos están decididos a continuar estas políticas. Estos factores son los que están determinando su comportamiento en la actual crisis.

No es un accidente que el FDP se haya rehusado a continuar el diálogo y, como muchos lo creen, lo haya estado planeando hacer desde hace mucho antes. Este partido, el cual nunca ha contado con una influencia de masas y ha dependido de donantes pudientes asociados con las mayores empresas, siempre ha desempeñado un papel pionero en las principales transformaciones a lo largo de la historia del país.

Después de la Segunda Guerra Mundial, el FDP se colocó en el extremo derecho del espectro político, atrayendo a muchos ex nacionalistas liberales y nazis a sus rangos, y formó una coalición con Konrad Adenauer de la CDU. En 1969, cruzó el pasillo y colaboró con el socialdemócrata Willy Brandt a convertirse en canciller. En 1982, volvió a girar su curso, trayéndose abajo al Gobierno de Helmut Schmidt y tomando el poder por los siguientes 16 años junto con Helmut Kohl de la CDU.

El FDP está ahora volviendo a sus raíces y orientándose al partido neofascista Alternativa para Alemania (AfD), que se vio beneficiado en las elecciones del colapso de los principales partidos. El líder del FDP de 38 años de edad, Christian Lindner, quien ha encabezado el partido por cuatro años, está llevándolo otra vez al extremo derecho. El diario Tagesspiegel escribe que, de haber una nueva elección, él “buscaría la periferia derechista para convertirse en un nuevo tipo de partido popular por medio de los nacionalistas liberales”. El Süddeutsche Zeitung acusó a Lindner de explotar las negociaciones para “haiderizarse”, en imagen del exlíder del Partido de la Libertad de Austria (FPÖ), Jörg Haider.

Lindner también calcula que su programa de derecha obtendrá un gran apoyo dentro de la CDU/CSU. En la CSU, Markus Söder y Alexander Dobrindt están preparando la deposición del dirigente Horst Seehofer. Ambos representan una agenda conservadora extrema. Angela Merkel también se encuentra bajo presión de la sección derechista dentro de su partido, quedando poco claro que sobrevivirá la crisis políticamente.

El dirigente del AfD, André Poggenburg ya dictaminó que tolerará un Gobierno de minoría CDU-FDP desde el Parlamento, bajo la condición de que Merkel no sea canciller y que el nuevo Gobierno intensifique la represión doméstica y prevenga que los refugiados puedan reencontrarse con sus familias en Alemania.

El SPD también se está trasladando a la derecha rápidamente. El partido ha protagonizado los esfuerzos para revitalizar el militarismo alemán y, especialmente después de la cumbre del G-20 en Hamburgo, ha abogado por fortalecer la policía y los servicios de inteligencia en nombre de una campaña contra “el extremismo izquierdista”. El SPD considera que su objetivo tradicional es ser un bastión de defensa contra la oposición de izquierda.

Es por esto que los partidos ya no quieren continuar la Gran Coalición. A pesar de que la canciller Merkel y el presidente Frank-Walter Steinmeier (SPD) presionaron fuertemente al SPD, su dirigencia decidió de forma unánime el lunes que permanecerá en la oposición en vez de buscar ingresar en el Gobierno. El SPD teme que una perspectiva socialista pueda encontrar una audiencia si continúa trabajando estrechamente con la CDU/CSU, dejando que la AfD sea la mayor oposición en el Parlamento.

El partido La Izquierda (Die Linke) apoya este curso, respondiendo al fracaso de las negociaciones exigiendo elecciones nuevas y ofreciendo formar un Gobierno con el SPD y el Partido Verde, el cual estaba desesperado por consolidar la coalición con la CDU/CSU y el FDP.

Independientemente de cómo se desenlace esta crisis en los próximos días y semanas, los trabajadores y la juventud tienen que prepararse para ataques masivos y la intensificación de la lucha de clases. El Sozialistische Gleichheitspartei (SGP), la sección alemana del Comité Internacional de la Cuarta Internacional (CICI), indicó (disponible en inglés) durante su campaña electoral que las elecciones habían alcanzado un punto de inflexión y que todos los partidos procuraban impulsar “una intensificación sin precedentes del militarismo, un reforzamiento del aparato estatal represivo y recortes sociales”.

El SGP, asevera la declaración, es el único partido “que se opone tanto a los defensores ‘izquierdistas’ como los derechistas del capitalismo y lucha por la construcción de un movimiento internacional socialista”. La lucha por construir el SGP y un movimiento socialista, en Estados Unidos e internacionalmente, es la tarea política más urgente.

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