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Perspectiva

El Partido por la Igualdad Socialista de Alemania exige nuevas elecciones

Después del colapso de las negociaciones sobre una coalición Jamaica (llamada así por sus colores), la formación de un nuevo Gobierno se discute tras bastidores en lo que constituye cada vez más una conspiración política. El palacio de Bellevue, la residencia oficial del presidente alemán, se ha convertido en el cuartel central de una conspiración política. Bajo una cubierta de secrecía, el presidente Frank-Walter Steinmeier se ha estado reuniendo con líderes de todos los partidos representados en el Parlamento, incluyendo a la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD; Alternative für Deutschland ). Lo que procura es evitar nuevas elecciones.

El Partido Socialista por la Igualdad (SGP; Sozialistische Gleichheitspartei ) se opone a estas maniobras. No se les puede permitir a los grupos de poder resolver la crisis la crisis política y establecer un nuevo Gobierno entre ellos. El resultado sería un régimen derechista y autoritario, arraigado en los intereses del Estado capitalista y situado más allá de cualquier control democrático.

Exigimos elecciones nuevas. Bajo las condiciones actuales, esta es la única manera en la que la clase obrera podrá intervenir en los eventos políticos, avanzar sus intereses y combatir la ofensiva política de la extrema derecha. El SGP utilizaría la campaña electoral para luchar por un programa que expresa los intereses de los trabajadores en Alemania y alrededor del mundo, conectando así las luchas contra la guerra y el capitalismo, y para ofrecer una salida socialista al callejón sin salida en el que se encuentra el orden social.

La crisis política en Berlín ha dejado en claro que Alemania no es una isla de estabilidad en un mundo cada vez más caracterizado por la guerra, la polarización social y el nacionalismo. La causa de la crisis no son las míseras riñas entre los tentativos miembros de una coalición, sino la profunda brecha entre los intereses económicos y geopolíticos de la clase gobernante, defendidos por todos los partidos representados en el Parlamento y las necesidades de las masas.

Durante los últimos cuatro años, la gran coalición oficialista entre la Unión Demócrata Cristiana/Unión Social Cristiana de Baviera (CDU/CSU; Christlich Demokratische Union / Christlich-Soziale Union ) y el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD; Sozialdemokratische Partei Deutschlands ) ha iniciado una enorme acumulación militar, desplegado al ejército a nuevas intervenciones en el extranjero, impuesto medidas de austeridad brutales en toda Europa y expandido dramáticamente las tasas de pobreza y precariedad laboral en Alemania. Estas políticas fueron enormemente impopulares. La CDU, CSU y el SPD se vieron castigados en la última jornada electoral, perdiendo en combinación 14 puntos porcentuales y viviendo su peor resultado electoral en 70 años.

Sin embargo, el intento de extender el término de la canciller Angela Merkel con el apoyo del Partido Democrático Libre (FDP; Freie Demokratische Partei ) y el Partido Verde sólo ha recrudecido la crisis.

El FDP representa aquellas secciones de la burguesía que perciben la entrada del AfD en el Parlamento como una oportunidad para romper con sus políticas de compromiso táctico y mediación que han predominado en la Republica Federal y que personifica Merkel. Esta es la razón por la cual el FDP abandonó e hizo colapsar las negociaciones sobre una coalición Jamaica.

El modelo que sigue el dirigente FDP, Lindner, no es el de los socioliberales en los años setenta, sino la Austria de hoy día, donde el fuerte derechista Sebastian Kurz está en el proceso de formar un Gobierno con el Partido de la Libertad de extrema derecha, el antiguo partido hermano del FDP.

Lindner ha recibido una lluvia de aclamaciones en blogs y periódicos derechistas por haber socavado las negociaciones. El Frankfurter Allgemeine Zeitung le dio “las gracias al FDP por no ayudarle al experimento CDU/CSU/FDP/Verde a llegar al poder”. El publicista de derecha, Wolfram Weiner, alabó a Lindner por acabar con “la república de palabrerías junto con la historia del FDP como un partido manipulable” y por basarse en la opinión del mercado bursátil. Este es “un mejor indicador de una crisis política que las estancias de Berlín, donde todavía se lamen sus heridas, mientras que el mercado bursátil ya tomó nota del final de Jamaica con alivio”, indicó.

El presidente Steinmeier ha asumido la tarea de volver a pegar los pedazos y desarrollar un mecanismo político para continuar e intensificar las políticas de recortes sociales, militarismo y reforzamiento del aparato estatal. El socialdemócrata tiene las cualificaciones necesarias para cumplir este papel. Como ministro de Política Exterior, protagonizó el resurgimiento del militarismo alemán. En el 2014, proclamó el “fin de las ataduras militares”. Luego, tomó un rol central en el golpe de Estado derechista en Ucrania y en las intervenciones militares en el Este de Europa, Oriente Medio y África.

Steinmeier procura no tener que convocar elecciones nuevas porque teme que Alemania vaya a perder su influencia geopolítica en el evento de una crisis prolongada de gobierno. Además, quiere prevenir que el aumento de la desafección se salga de control y vire hacia la izquierda. Debajo de la superficie, bullen las tensiones. Solo esta semana, hubo manifestaciones en varias ciudades contra los despidos en masa de Siemens y Air Berlin.

El SPD ha resistido hasta ahora las presiones de Steinmeier para continuar la Gran Coalición. Esto es porque considera que su principal tarea es la de bloquear la de bloquear la influencia de ideas izquierdistas y socialistas en la clase obrera. El SPD teme que tal orientación llegue a predominar si continúa formando parte de la desacreditada Gran Coalición y le permite a la ultraderechista AfD consolidarse como el mayor partido de oposición en el Parlamento.

Sin embargo, la resistencia del SPD a una Gran Coalición está comenzando a ceder. Un número cada vez mayor de voces está urgiendo al SPD a que asuma “la responsabilidad de las políticas de Estado” para poner fin a la crisis lo antes posible. Una alternativa que se discute es la de un SPD que se ponga a un lado y tolere un Gobierno minoritario de la CDU/CSU o CDU/CSU/Verde.

Esto resultaría en un fortalecimiento de la AfD. Debido a que un Gobierno de minoría dependería de mayorías transitorias, colaboraría con los extremistas de derecha cuánto antes lo vean factible. Andre Poggenburg, dirigente de la AfD, declaró su disposición a tolerar un Gobierno minoritario CDU/CSU/FDP con tal de que Merkel no sea canciller y que el Gobierno detenga su política de permitirle a los refugiados reunificarse con sus familias en Alemania.

Más allá, todos los partidos parlamentarios demostraron el martes de que están dispuestos, en principio, a cooperar con la AfD. Crearon una “gran comisión” con representación de todos los partidos, de la AfD hasta el partido La Izquierda ( Die Linke ). Este órgano estará encargado de asegurarle al Gobierno federal la capacidad para actuar hasta que se forme un nuevo Gobierno. Su primer punto en la agenda es ampliar los despliegues militares en Mali, Afganistán, Siria e Irak con el objetivo de, en las palabras de la ministra de Defensa, Ursula Von der Leyen, “marcar un fuerte precedente”. El Taggespiegel comentó efusivamente al respecto: “El efecto que esto tiene es el de formar un Gobierno… Una coalición de la razón”.

El partido La Izquierda ha respondido a la crisis de gobierno aproximándose más al SPD, también percibiendo como su principal tarea bloquear la influencia de una perspectiva socialista en la clase obrera. Su fundador, Oskar Lafontaine, quien dejó su cargo como secretario general del SPD y el partido hace 18 años, ha declarado por primera vez que se arrepiente de haberlo hecho. El líder del grupo parlamentario de La Izquierda, Dietmar Bartsch, y el ministro presidente de Thuringia, Bodo Ramelow, han incluso declarado que están dispuestos a tolerar un Gobierno minoritario encabezado por Merkel.

La crisis en Berlín evoca los últimos años de la República de Weimar. En ese entonces, una crisis prolongada social y política culminó en una catástrofe porque la clase trabajadora fue paralizada con las políticas falsas del SPD y el Partido Comunista (KPD; Kommunistische Partei Deutschlands ) y no pudo intervenir independientemente en los eventos políticos. La llegada al poder de los nazis en enero de 1933 fue precedida por cuatro años de crisis, maniobras e intrigas en los que un régimen derechista y sin apoyo popular era reemplazado por otro.

Hitler no llegó al poder porque contaba con un apoyo de masas—los nazis perdieron dos millones de votos en las elecciones del Reichstag y con un 33 por ciento del voto se encontraban muy por debajo del resultado combinado del SPD y el KPD—. Hitler le debió su nombramiento a una conspiración en la oficina del presidente del Reich, Paul von Hindenburg, cuya elección había sido apoyada por el SPD.

El prerrequisito más importante para prevenir una repetición de tal catástrofe y frenar el continuo traslado político hacia la derecha es la construcción de un partido socialista en la clase obrera. El SGP, en plantear la demanda de que se convoquen nuevas elecciones, buscará exponer los objetivos verdaderos de los partidos burgueses, que incluyen al SPD, a los verdes y a La Izquierda, y construir una alternativa socialista auténtica al capitalismo, las guerras imperialistas y el autoritarismo.

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