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Perspectiva

La humillación pública y ruina del conductor de la Metropolitan Opera, James Levine

La decisión de la Metropolitan Opera en la Ciudad de Nueva York de suspender a James Levin, su director de orquesta desde 1976, de cualquier conducción es la última victoria del New York Times y los promotores de la nueva represión

La campaña alrededor de acusaciones de conducta sexual inapropiada en Estados Unidos está experimentando una metástasis. Como parte de su embestida e imprudencia reaccionarias, ha incorporado elementos de las purgas mccarthistas de los años cincuenta, de los juicios de brujas en Nueva Inglaterra en la década de 1690 e incluso de la Inquisición en la baja Edad Media.

El Times está encabezando a la prensa sensacionalista en solicitar acusaciones, declaraciones o rumores sobre presuntos comportamientos sexuales indebidos o heréticos —tanto heterosexuales como homosexuales— cometidos por individuos prominentes. El diario ha dedicado recursos considerables a perseguir historias como estas a fin de difamar el nombre de ciertas personalidades y destruirlas. Es ahora obvio que las acusaciones contra el productor Harvey Weinstein constituyeron meramente un acceso y un pretexto.

Cuatro individuos han acusado a Levine de actuar indebidamente en incidentes que ocurrieron entre hace treinta y cincuenta años. El hecho de que se utilicen acusaciones sin pruebas sobre interacciones sexuales de hace décadas, e incluso medio siglo, para destruir a Levine no es nada menos que horripilante. La obra de toda la vida de un músico central en la historia de la ópera más importante de Estados Unidos está siendo sepultada bajo una avalancha de residuos dragados desde las profundidades y descritos en detalles morbosos por el Times. ¿Deberíamos ponernos de pie, aplaudir y clamar “¡Bravo!” ante esta clase de periodismo amarillista?

De acuerdo con lo descrito por el Times, no es nada evidente que ninguno de los tres presuntos incidentes en el estado de Michigan constituyera un acto criminal. Dos de los individuos tenían 17 años de edad y el tercero tenía 20. La edad de consentimiento en el estado es de 16 años. Por su parte, la presunta víctima en Illinois tenía 16 años, por debajo e la edad de consentimiento de ese estado de 17.

Sin embargo, incluso si se planteara el argumento de que este último episodio pudo involucrar un acto ilegal, no se ha imputado ningún cargo contra Levine. El plazo de prescripción, el cual tiene su razón de ser, caducó hace mucho tiempo. Si Levine fuese imputado, tendría el derecho de presunción de inocencia hasta que un tribunal lo condene.

De cualquier modo, ninguno de lo incidentes pareciera tener nada que ver con su cargo en la Metropolitan Opera, por lo cual no está nada claro por qué la junta directiva estaría investigando estos eventos y suspendería a Levine.

El New York Times reportó que Peter Gelb, el director general de la ópera, “descartó los rumores que circulaban en línea de que la ‘Met’ había acordado pagos con las familias de las víctimas abusadas como falsos”. Gelb declaró, “Desde que he estado en la ‘Met’, nunca nadie hizo un reclamo, nunca, sobre Levine en la historia reciente de la ‘Met’”.

La decisión de la Metropolitan Opera constituye una capitulación cobarde a la histeria incitada por el miserable New York Times, cuyos editores y productor dementes están oliendo las sábanas de la nación en busca de malhechores sexuales. Así como publica nuevas denuncias cada día, el periódico llama al público a suplirlo con reportes de herejías sexuales.

El Times está apelando a los elementos más retrógrados y antidemocrático, como lo revela el contenido y el tono de muchos de los comentarios publicados en respuesta a sus reportes.

En una manera no vista antes en la historia moderna del país, a las personas se les está obligando a responder por cada episodio de sus vidas sexuales. Desde los detalles de la presunta depredación de Weinstein, la operación ahora ha pasado a interrogar con quien pudo haberse masturbado a los 25 años de edad Levine, ahora de 74.

Los distintos medios de comunicación están seleccionando a figuras reconocidas que consideren vulnerables para atacar y pasar a blancos más difíciles, operando bajo la presunción de que alguien tiene que tener agravios verdaderos o falsos contra el individuo en cuestión.

Tomando en cuenta de que hasta hace poco se les forzaba a los homosexuales en muchos casos a esconder su orientación sexual y tener vidas dobles, y actualmente sigue siendo una realidad para gays prominentes en varias áreas de actividad, es obvia la mayor vulnerabilidad de los artistas y las celebridades gays. El ataque insidioso contra y “desaparición” de Kevin Spacey no fue accidental. El teatro, el cine, y las artes son un blanco especial y ya se puede percibir un hedor inconfundible de los ataques nazis contra el “arte degenerado”.

Previamente, el presentador de NBC, Matt Lauer, fue atacado por la prensa por ser un supuesto mujeriego. Los esfuerzos para prohibir el sexo extramarital y premarital podrían estar dentro de las posibilidades. ¡De vuelta a los viejos tiempos! Más allá, las mujeres sin duda sufrirían la peor parte de tal reversión social.

En la década de 1890, el escritor irlandés, Oscar Wilde, fue degradado por la exposición de sus encuentros homosexuales con jóvenes que se prostituían. A Wilde lo sentenciaron a dos años de trabajo forzado, mientras que las condiciones en la prisión contribuyeron a su muerte temprana. En su fallo, el juez sir Alfred Wills, aseveró: “Usted, Wilde, ha estado en el centro de un extenso círculo corrupto del tipo más repugnante entre hombres jóvenes”, describiendo la sentencia como “totalmente inadecuada para un caso como estos”. Según el transcripto del juicio, Wilde intentó hablar—“¿Y yo, su señoría, no puedo decir nada?”—, cuando fue acallado por gritos de “¡Vergüenza!”.

Un amigo de Wilde comentó que el estimable guionista solo fue culpable de un “error cronológico”. En otras palabras, fue condenado por lo que no habría sido siquiera visto como “inmoral” ni criminal en tiempos más ilustrados. Pasaron décadas antes de que la crucifixión de Wilde por los pilares oficiales de la moralidad fuese visto con desprecio y profundo remordimiento. Lo que ahora ocurre con Spacey, Levine, Geoffrey Rush y otros frente a nuestros propios ojos no es esencialmente diferente. Han caído en el momento equivocad en la mira de los guardianes en potencia de la moralidad pública.

Ya que están ocupados en esto, quizás el Times debería poner en tela de juicio al artista renacentista, Leonardo da Vinci, quien fue arrestado en 1476 por acciones “pecaminosas” con una aprendiz de 17 años y pudo haber sido quemado en la hoguera. No es difícil imaginar cómo habría tratado el Times aquellos rumores que circulaban Florencia sobre las relaciones de Michelangelo con el modelo para su obra David. El cineasta italiano Pier Paolo Pasolini tenía relaciones sexuales con hombres jóvenes de clase obrera. La Italia burguesa y la Iglesia Católica lo denunciaron violentamente. ¿Por qué no tachar a estos “degenerados” sexuales de los cánones artísticos? Esto es sumamente deplorable y pone en evidencia su bancarrota política que la pseudoizquierda internacional (la Organización Internacional Socialista, International Viewpoint, etc.) avanza y, de hecho, promueven esta siniestra cruzada moral.

Habrá muchas víctimas más conforme se intensifique esta campaña y la mayoría serán desconocidos y no podrán defenderse. El Times, el Washington Post y el resto de medios están legitimando el regreso de las brigadas antivicios en busca de violaciones a la “decencia”. Serán allanadas las casas y serán invadidos los dormitorios, serán convertidos los celulares y computadores en instrumentos para una vigilancia omnipresente, permitiéndoles a las autoridades saber quién está teniendo relaciones con quien, en tiempo real.

El temor a ser expuestos se torna en terror, a su vez el objetivo de esta operación: intimidar, ahogar la oposición y el disentimiento, acallar a las personas.

Todo esto abre nuevas puertas para la creación de listas negras morales y políticas. ¡Obedezcan a los inquisidores o verán!

El Times se está ofreciendo aquí a convertirse en la autoridad moral intrusiva de la sociedad estadounidense, en tiempos de preocupaciones por las “noticias falsas” y la “propaganda rusa”.

Tras repudiar las reformas sociales de los periodos del Nuevo Trato y de la Gran Sociedad, los grupos de poder parecen tener la intención de repudiar la “revolución sexual” también.

¿Quién puede estar seguro de poder escapar de los inquisidores? Se están ajustando cuentas, algunas personales y otras políticas. Los Dioses tienen sed. Sin duda, Levine ha hecho enemigos a lo largo de su carrera. Se ha aferrado a su puesto en la “Met” por más tiempo que algunos quisieran. No le hacen falta rivales que lo quieren fuera.

En el caso de Lauer, sus cuestionamientos “fuertes” a Hillary Clinton durante la campaña electoral del año pasado le han generado muchos enemigos en la jerarquía del Partido Demócrata. Ya vendrán más revelaciones “impactantes”. Incluso los columnistas del New York Times, incluyendo a sus fervientes promotores de la política de identidad, ahora aplaudiendo la caza de brujas podría ser llamado a cierto punto a rendir cuentas por sus transgresiones secretas y de hace muchos años.

Esta despreciable acometida está conectada con una agenda política y con represión real. Esta siendo perpetrada principalmente por el Partido Demócrata. Procurando distraer de la devastación social, del saqueo del tesoro estatal por medio de la llamada “reforma fiscal” y del peligro de una horrible guerra mundial, el Times, el Post y los otros medios buscan agitar un frenesí sobre “predadores sexuales”.

El World Socialist Web Site condena inequívocamente esta campaña reaccionaria.

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