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Perspectiva

Los conflictos dentro de la burguesía estadounidense se intensifican después de la admisión de culpa de Flynn

Durante la última semana, el feroz conflicto político dentro de la burguesía de Estados Unidos ha alcanzado una nueva etapa. Ante la admisión de culpa del exasesor de seguridad nacional de Donald Trump, Michael Flynn, el viernes, la prensa se ha vuelto a saturar de discusiones sobre posibles métodos para destituir al mandatario.

El New York Times dedicó su editorial del lunes, intitulado “Sí, el presidente puede obstruir la justicia”, a responderle al abogado de Trump, quien argumentó que “el presidente no puede obstruir la justicia porque es el principal oficial encargado de hacer cumplir la ley”. Citando artículos de destitución contra Richard Nixon y Bill Clinton, el Times argumentó que este precedente aplica igualmente, sino más, a Trump.

El marco entero del argumento del Times contra Trump se basa en la investigación encabezada por el fiscal especial del Departamento de Justicia, Robert Mueller, sobre la presunta injerencia rusa en las elecciones estadounidenses del 2016. Tras conseguir una declaratoria de culpa por parte de Flynn, dicha investigación arremeterá directamente contra el círculo íntimo de Trump, incluyendo a su cuñado, Jared Kushner, su hijo, Donald Trump Jr., y al mismo presidente.

Cuando le pidió al entonces director del FBI, James Comey, que abandonara las indagaciones sobre Flynn más temprano este año, Trump, según el Times, “intentó poner fin a una investigación sobre las conexiones de su propia campaña a los esfuerzos del Gobierno ruso para incidir en las elecciones del 2016 a su favor”.

El editorial hace eco del lenguaje utilizado por la senadora demócrata de California, Diane Feinstein, quien dijo el domingo en el programa “Meet the Press” de NBC, “Creo que estamos comenzando a ver la elaboración de un caso por obstrucción a la justicia”.

Otro indicio de que Mueller está tendiendo un caso contra Trump es que solicitó los registros financieros de Trump en Deutsche Bank esta misma semana, lo que ha generado especulaciones de que lo pueda obligar a renunciar amenazándolo con una imputación por negocios realizados antes de que llegara a la Cas Blanca.

Otra avenida posible es la Vigesimoquinta Enmienda de la Constitución de EUA, la cual permite la destitución del presidente por parte de su gabinete en caso de que esté “imposibilitado para desempeñar los poderes y obligaciones de su cargo”.

La semana pasada, la columnista conservadora del Washington Post, Jennifer Rubin, reiteró su propuesta previa para disponer de esta enmienda, citando reportes de que Trump continúa creyendo que Obama no nació en EUA e insistiendo en que la voz de la grabación de “Access Hollywood” hecha publica durante las elecciones del 2016 no fue él. Si creyera en tales declaraciones, indica Rubin, eso podría servir de prueba de que es “mental y emocionalmente incapaz de cumplir con sus deberes (que requieren la capacidad para captar y procesar la realidad) y que hace mucho debió haberse ido”.

Es evidente que una facción significativa de la burguesía ha concluido que de alguna forma u otra Trump tiene que irse.

Sin embargo, no hay una onza de contenido progresista ni democrático en esta campaña. Los conflictos en Washington son riñas entre el Gobierno de Trump, el cual está dependiendo cada vez más en fuerzas ultraderechistas y de tendencia fascista, con elementos del aparato militar y de inteligencia alineados con el Partido Demócrata.

El jueves, el congresista demócrata, Al Green, introdujo artículos para una votación en la Cámara de Representantes que buscan destituir a Trump, los cuales fueron rechazados abrumadoramente por los demócratas y de forma unánime por los republicanos. A diferencia de la investigación de Mueller, la propuesta de Green se basaba en la defensa del presidente de los supremacistas blancos en Charlottesville y en sus tuits de videos previamente publicados por fascistas británicos.

La líder demócrata, Nancy Pelosi, dejó en claro que los votos en contra de la iniciativa no reflejaban ningún apoyo a Trump, sino su intención de continuar la campaña de acusaciones contra Trump de “colusión” con Rusia, insistiendo en que “las indagaciones [de Mueller] puedan continuar”.

Incluso mientras intensifican sus esfuerzos para estigmatizar a Trump como un traidor y agente ruso, los demócratas han evitado oponerse a sus políticas derechistas a nivel nacional. Conforme el Congreso se acerca a la aprobación del proyecto de ley fiscal de Trump —un obsequio para a élite financiera que le dará paso a importantes recortes al seguro social, y los programas de seguros de salud Medicare y Medicaid— los demócratas no han hecho nada para oponerse a su promulgación. No han tenido audiencias sobre sus contenidos ni convocado demonstraciones.

En cambio, los demócratas disputan que su Gobierno está socavando los intereses fundamentales en el exterior del imperialismo estadounidense. La realidad de que la posición geopolítica de EUA está en declive bajo Trump quedó evidenciada por dos eventos recientes: el acuerdo entre Rusia y Egipto que le permite a Rusia estacionar sus aeronaves en bases egipcias y la proclamación del ministro exterior alemán, Sigmar Gabriel, de que el papel “protector” de EUA en Europa “está comenzando a desmenuzarse”.

La caza de brujas por acusaciones sexuales orquestada por los medios de comunicación asociados con el Partido Demócrata, particularmente el mismo New York Times, es parte de este proceso. El objetivo es movilizar a secciones de la clase media alta detrás de la agenda de la élite financiera y las agencias militares y de inteligencia mediante la promoción de una campaña sumamente antidemocrática y reaccionaria. Es parte de la campaña sobre “injerencia” rusa, la cual ha sido utilizada para atacar a Trump y establecer el marco de un régimen de cesura en línea y de supresión de todo el descontento en el país.

El estallido de conflictos enconados dentro de varios estados es una expresión de una enfermedad profundamente enraizada y para la cual la burguesía no tiene cura. Si los críticos dentro de los grupos de poder lograren quitarlo del poder, eso no resolvería la crisis de gobierno de clase que afecta a EUA. Colocaría en el poder a un Gobierno controlado más firmemente por el aparato militar y de inteligencia, comprometido a continuar la ofensiva contra la clase obrera y empuñado en confrontar militarmente a Rusia.

Al mismo tiempo, se está desarrollando un conflicto completamente diferente, aquel entre la clase gobernante y el proletariado. Actualmente, tres multimillonarios controlan más riqueza que la mitad más pobre de la población estadounidense. Las amplias masas están sufriendo del recrudecimiento continuo de la crisis, que incluye un endeudamiento masivo, empleos de salarios bajos, una epidemia de drogas cada vez más expandida y otras manifestaciones de las condiciones sociales críticas. Por su parte, el sistema financiero, inflado por medio de la inyección sin fin de dinero, se tambalea al borde de otro colapso de una magnitud como la de la crisis de Wall Street del 2008, con consecuencias incalculables.

Incluso mientras se denuncian los unos a los otros, todos los sectores de la burguesía temen más que nada que la crisis provoque una radicalización política de la clase obrera.

Los trabajadores y jóvenes que estén buscando cómo oponerse al Gobierno de Trump tienen que evitar al enfermo y reaccionario Partido Demócrata como si fuese una plaga.

Como escribió el World Socialist Web Site en su perspectiva del 13 de junio, “Un golpe palaciego o la lucha de clases: la crisis política en Washington y la estrategia de la clase obrera”: “La conclusión política que fluye de este análisis es que la lucha de la clase obrera contra Trump y todo lo que él representa volverá cada vez más urgente la construcción de un movimiento político de masas, independiente de y hostil hacia los republicanos y los demócratas, contra el sistema capitalista y su Estado. Esta tendencia objetiva debe ser transformada en una estrategia consciente de lucha de la clase obrera”.

El Partido Socialista por la Igualdad está luchando por construir precisamente un movimiento como este, basado en el programa socialista de expropiar la riqueza de la oligarquía financiera, la reorganización de la sociedad sobre cimientos socialistas e igualitarios. Llamamos a nuestros lectores a tomar la decisión de unirse y construir el PSI.

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