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En cumbre de Abiyán, Macron y la Unión Europea intensifican el nuevo reparto neocolonial de África

Entre los días 29 y 30 de noviembre, tuvo lugar en Abiyán (Costa de Marfil) una cumbre conjunta de la Unión Europea (UE) y de la Unión Africana (UA), bajo el signo del desastre causado por las continuas intervenciones militares imperialistas en Libia y en la región del Sahel, y la intensificación de la agenda neocolonial de las potencias de la UE, en particular de Francia. La cumbre, que reunió a los dirigentes de 50 países africanos y de la UE, se concentró en los planes de la UE para bloquear la inmigración desde África a Europa y contrarrestar la influencia cada vez mayor de China en África.

La cumbre se celebró en el contexto de las protestas internacionales por el brutal trato que dan las milicias islamistas que controlan Libia a los inmigrantes africanos, trato simbolizado por la reaparición de la esclavitud tras la guerra de la OTAN en el 2011, tal como reveló recientemente CNN. A consecuencia de estas protestas, varios Gobiernos africanos habían retirado a sus diplomáticos de Trípoli.

La reaparición de la esclavitud expresa la esencia política de la intervención imperialista europea en África.

Seis años después una intervención militar contra el Gobierno del coronel Muamar Gadafi en nombre de los “derechos humanos” y de la “protección” de la población libia no solo ha creado un inmenso desastre humanitario en el que los emigrantes africanos, internados por cientos de miles en campos de detención en unas condiciones espantosas, se venden como esclavos en los mercados libios, sino que los responsables de esta catástrofe proponen en estos momentos continuar con la misma política. Esta vez, bajo la cínica etiqueta de la “lucha contra la esclavitud”, robustecerán la militarización de toda la zona y crearán las condiciones para confrontaciones armadas entre las grandes potencias.

Con el conocido pretexto de la “lucha contra el terrorismo”, la cumbre declaró su intención de intensificar las operaciones militares que han emprendido Francia y Alemania en el Sahel, incluido el reforzar la nueva fuerza del G5 (Mali, Níger, Chad, Burkina Faso y Mauritania) que funciona paralelamente a los miles de soldados franceses que ya están en la zona.

“Apoyaremos los esfuerzos en curso para luchar contra el terrorismo, incluido el apoyo al G5 del Sahel”, afirma la declaración común. Hace algunos meses, el presidente francés, Emmanuel Macron, había pedido que estos países, que son de los más pobres del mundo, suministraran grandes cantidades de hombres para sus operaciones militares.

Una declaración específica sobre los emigrantes en Libia prevé unas “fuerzas especiales” que operen en Libia. Al final de la cumbre, el presidente de la Comisión de la UA, Mahamat Moussa Faki, declaró: “Hemos decidido establecer unas fuerzas especiales para repatriar ahora a los 3800 emigrantes de Libia”. Añadió que “en un primer momento hay que socorrer […] a las mujeres y niños que están en esta situación inhumana”.

Al día siguiente de la cumbre, Macron insistió en el envío de fuerzas de policía africanas a Libia y añadió que “en este momento no estaba previsto el envío de fuerzas militares o de policía por parte de Francia”. Dado que Francia ya opera oficiosamente en Libia, esta operación “de socorro” solo puede significar el establecimiento de operaciones militares con vistas a una nueva guerra en Libia.

Con el pretexto de luchar “contra traficantes de personas y contrabandistas”, la UE quiere controlar militarmente las vías que utilizan los emigrantes en dirección al Mediterráneo y Europa. La cumbre anunció la creación en cada país de fuerzas especiales a este efecto con el fin de acelerar la devolución de los emigrantes a sus países de origen.

Otra “prioridad” que ha destacado la cumbre es el aumento de las inversiones de Europa en África. Según el presidente de Costa de Marfil, Alassane Ouattara, se está planeando “la transformación estructural de África” y una “transformación sobre el terreno de los recursos de África”. Se trata de una política destinada, entre otras cosas, a aumentar la influencia del imperialismo europeo entre las burguesías africanas.

Y es que la cumbre también tenía por objetivo tratar de detener el desarrollo de la influencia china en África Central y del Oeste. Justo antes de la inauguración de la cumbre de Abiyán, terminaba en Rabat, Marruecos, el segundo “Foro de Inversión China-África”, donde cientos de funcionarios chinos y africanos discutieron acerca de la aceleración de las inversiones chinas en África.

Los países imperialistas europeos están alarmados por la influencia económica y política china en el continente africano. Recientemente, el diario francés Le Monde analizó un informe de la consultora estadounidense McKinsey según el cual “las empresas chinas generaban ya el 12 por ciento de la producción industrial africana, que se calcula en 500 000 millones de dólares (430 000 millones de euros). La cuota de mercado de las empresas chinas en el sector de infraestructura alcanzaría ya el 50 por ciento. Más de 10 000 empresas chinas operan en el continente y el 90 por ciento de ellas son privadas”. El diario añadía: “Hay motivos para romper con ciertos prejuicios”.

La Unión Europea y, en particular, el imperialismo francés, que después de la llamada “descolonización” mantuvo un control considerable sobre la política y la economía de sus antiguas colonias, procuran romper esta evolución. Durante todo el periodo posterior a la década de 1960, las economías y las sociedades francófonas de África del Oeste estuvieron subordinadas a las necesidades del imperialismo francés por medio de toda una serie de mecanismos, como el control de las reservas monetarias africanas por medio del franco CFA y de bases militares permanentes en África. París organizó decenas de golpes de Estado para mantener este control.

Además, con sus abundantes reservas de petróleo y gas natural, el Sahel constituye para los Gobiernos europeos una zona para que la exploten las multinacionales. Beijing, por su parte, ha establecido recientemente su propio fondo de ayuda a los países del Sahel.

El viaje del presidente francés a Burkina Faso antes de la cumbre de Abiyán ya había puesto en evidencia el carácter neocolonial de la intervención de la UE en África. A su llegada a la capital de Burkina Faso, Uagadugú, el 27 de noviembre Macron fue recibido por manifestaciones hostiles. El 28 de noviembre el convoy que le acompañaba fue apedreado. Cerca de la universidad de Uagadugu donde Macron iba a ofrecer un discurso varios coches fueron destruidos antes de su llegada. Por temor a las manifestaciones el gobierno burkinés había decretado el cierre de todos los colegios el lunes y el martes.

Una broma humillante de Macron dirigida al presidente burkinés, Roch Kaboré, a quien exigió ante su auditorio que reparara el aire acondicionado, no hizo más que volver a destacar que venía sin vergüenza en representación del neocolonialismo. Tanto en Burkina Faso como en la vecina Costa de Marfil, la broma de Macron se ha considerado mayoritariamente una humillación al Gobierno burkinés, quizás merecida, debido a la amplia oposición a la colaboración de las autoridades burkinesas con las guerras imperialistas francesas.

Macron trabaja ya con las fuerzas libias que persiguen a los emigrantes en Libia. Ya ha propuesto la construcción de centros de selección en los campos de detención libios en los que los responsables franceses deben seleccionar junto con sus homólogos libios a una minoría de refugiados para admitirles en Europa e impedir a los demás salir de África del Norte.

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