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Perspectiva

El saldo de muertes de las ganancias corporativas récord en Estados Unidos

El sábado, 9 de diciembre, Ivan Bridgewater III, un electricista de 41 años, murió en un accidente industrial en la fábrica de camiones Ford de Kentucky (KTP, por sus siglas en inglés) en la ciudad de Louisville. La compañía ha negado los informes policiales iniciales de que el trabajador cualificado fue electrocutado, mientras que el caso está ahora bajo investigación por las autoridades de Kentucky.

Bridgewater, quien vivía cerca de Seymour, Indiana, quien llevaba cinco años casado dejó a su esposa, Megan, un hijo de dos años y otros familiares. En una publicación en Facebook el lunes, el padre del trabajador, Ivan Bridgewater II, escribió: “Estoy preparándome para ir en unas pocas horas a ir del norte de Florida a enterrar a mi hijo en Seymour, Indiana… Él era un espíritu bondadoso y gentil y estaba muy orgulloso de él”.

En su primera publicación, escribió, “Los padres nunca deberían vivir más que sus hijos. El dolor es demasiado para soportar”.

La repentina muerte de un trabajador en Estados Unidos sucede con demasiada frecuencia. Una semana antes, el primero de diciembre, la trabajadora por contrato de 31 años, Yesenia Espinoza, fue golpeada por un tubo de 24 pulgadas que le cayó encima mientras trabajaba en una refinería de ExxonMobil en Beaumont, Texas, 135 km de Houston. Dos pequeños niños se quedaron sin su madre. En muchos casos, la familia y los amigos crean una cuenta en GoFundMe para poder pagar los gastos funerarios y dar un apoyo a los hijos.

Casi 5000 trabajadores mueren en sus lugares de trabajo cada año en EUA. Además, se estima que entre 50 000 y 60 000 trabajadores mueren anualmente por enfermedades ocupacionales. En suma, fallecen 150 obreros cada día por las condiciones en las que laboran.

Esta es la realidad detrás del despegue que han experimentado tanto el mercado bursátil como las fortunas de CEOs multimillonarios como Jeff Bezos de Amazon y esta es la realidad detrás de las celebraciones del Gobierno de Trump y la prensa sobre la supuesta racha alcista de la economía y el supuesto “pleno empleo”.

La Oficina de Estadística Laboral tiene programado publicar este mes su Censo de Lesiones Fatales Laborales con figuras del 2016. Su reporte más reciente encontró un total de 4836 lesiones fatales en el 2015, un aumento de 4821 en el 2014 y el número más alto desde el 2008.

Más allá, la agencia reporta que hubo casi 3,7 millones de lesiones y padecimientos no fatales relacionados con el trabajo en el 2016. Estos incidentes, sin embargo, se reportan notoriamente poco. La cifra verdadera, según la central sindical AFL-CIO, se encuentra entre 7,4 millones y 11,1 millones de lesiones y padecimientos cada año.

Los mayores saldos mortales en el 2015 fueron en los sectores de construcción (937), transporte y almacenamiento (765), y agricultura, pesca y silvicultura (570). Un total de 903 trabajadores inmigrantes murieron, su nivel más alto desde el 2007. Entre trabajadores autónomos, la cifra fue de 829 o 17 por ciento del total. Entre trabajadores mayores de 65 años, quienes se ven obligados cada vez más a laborar más allá de la edad tradicional de retiro, los fallecimientos fueron 650.

Estos indicadores de la carnicería industrial son apenas un reflejo pálido de las condiciones miserables que enfrentaban los trabajadores en los últimos años del Gobierno de Obama.

Estas cifras no incluyen las muertes por adicciones a medicamentos analgésicos que resultan en gran medida de lesiones laborales, falta de tratamiento, falta de seguro médico, ansiedad y depresión por los bajos salarios o la pérdida de empleos.

Un estudio reciente de la revista Akron Beacon Journal sobre las muertes por sobredosis de 12 723 residentes de Ohio entre el 2010 y el 2016 encontró: “Muchos estudios en los últimos 60 años han asociado a las ocupaciones que requieren poca educación y mucho esfuerzo físico con vidas más cortas. Sin embargo, en Ohio, durante los últimos siete años, es la búsqueda de alivio para su agonía —frecuentemente buscando o compartiendo pastillas analgésicas— lo que ha enviado probablemente a cientos de trabajadores a una muerte temprana”.

El trágico fallecimiento del joven de 21 años, Jacoby Hennings, el 20 de octubre en la fábrica de estampado de Ford en Woodhaven, situada en las afueras de Detroit, ha puesto de relieve el fenómeno cada vez más frecuente de suicidios ocupaciones, particularmente en la industria automotriz, donde son cada vez más los empleados temporales sin un puesto seguro y con la mitad de los salarios que reciben los trabajadores más antiguos y de tiempo completo.

Los sindicatos son cómplices de la expansión de tan barbáricas condiciones laborales. Cualquier trabajador en una planta del sindicato automotriz United Auto Workers (UAW) será de la opinión que los representantes sindicales funcionan, con látigo en mano, como brazos de la gerencia, imponiendo ritmos de trabajo acelerados y turnos de diez horas, y transformando la fuerza laboral en una masa de trabajadores superexplotados de tiempo parcial y temporales. Nada de esto habría sido posible sin la colaboración de sindicatos corporativistas.

Mientras que los republicanos promueven la autorregulación por parte de las corporaciones, los demócratas dependen de los sindicatos para suprimir toda oposición de la clase trabajadora a la patronal.

El UAW, el sindicato metalúrgico USW y otros han formado “alianzas” con los patrones y las agencias federales y estatales respecto a las condiciones de salud y protección ocupacional, lo que ha conllevado a menos inspecciones de las plantas y multas más bajas para las empresas. Con base en la mentira de que los sindicatos corporativistas representan los intereses de los trabajadores, estos esquemas han sido utilizados para despintar cuando las violaciones o encubrimientos de las medidas de salud y seguridad.

Incluso antes de que llegara Trump al poder, las agencias encargadas de velar por estas regulaciones no hacían más que darles palmaditas en las manos con multas mínimas a empresas responsables de negligencia criminal o peor. Por ejemplo, desde el 2004, en Michigan, de 332 casos de muertes en las que la agencia federal encontró alguna violación de seguridad, la multa promedio fue de solo $2800. Más allá, las leyes estatales hacen que sea prácticamente imposible que los supervivientes puedan denunciar a sus patrones y que los familiares puedan recolectar las compensaciones, mientras que las viudas o los viudos pierden los beneficios que logren conseguir al volverse a casar. Es, además, cuestión de suerte que les cubran los costos funerarios.

Mientras tanto, el Gobierno de Trump está preparando obsequiarle un recorte fiscal de $1,5 billones de dólares a los ricos, ha nombrado a representantes patronales para que encabecen las agencias ambientales y de seguridad laboral, ha rebatido las medidas que obligan a los patrones a mantener registros precisos de las lesiones en el trabajo y promulgó una orden ejecutiva que requiere que, por cada nueva regulación laboral, se eliminen dos protecciones.

En agosto, el sitio web de la Administración de Seguridad y Salud Ocupacional (OSHA, por sus siglas en inglés) eliminó la lista en tiempo real de trabajadores muertos en el trabajo que tenía cerca del principio de su página inicial. Ahora, esconde los reportes de las muertes en una página interna y, más aún, incluye solo muertes por las cuales ha recibido una citación, lo que significa que presenta cifras menores a las reales.

El enojo por las condiciones laborales llevó a una protesta que casi se convierte en un paro por parte de los trabajadores de Fiat Chrysler el 2 de diciembre en la planta de ensamblaje Jefferson North de Detroit. Los trabajadores se enfermaron por la exposición a humos cuyo origen no fue explicado.

Los funcionarios del UAW previnieron que se llevara a cabo el paro, respaldando las amenazas de la gerencia de imponer medidas disciplinarias contra los trabajadores si realizaban cualquier acción. La prensa local ni siquiera reportó el incidente, mientras que los gerentes del UAW y la corporación negaron lo sucedido.

El sacrificio diario de vidas y extremidades de los trabajadores en nombre del lucro corporativo prácticamente pasa por desapercibido por la prensa y los dos partidos de las grandes empresas. El Partido Demócrata se dedica a las preocupaciones de las mujeres de la clase media alta con el movimiento #MeToo (Yo también) y promueve la absurda y desagradable ficción del “privilegio blanco y masculino”.

La difícil realidad en las fábricas y los otros lugares de trabajo, ignorada por los formadores de opinión oficiales, está alimentando un inmenso descontento social, el cual no tardará en transformarse en luchas clasistas de masas, luchas que tienen que ser dotadas con el objetivo consciente de poner fin al origen de esta carnicería industrial, el capitalismo.

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