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Putin proclama “misión cumplida” en visita a Siria

El presidente ruso, Vladimir Putin, realizó una visita sorpresa el lunes a Siria, donde pronunció un discurso laudatorio a las tropas rusas en la base aérea de Hmeimim, en la provincia costera de Latakiay, y se reunió con su homólogo sirio, Bashar al Asad.

Hace dos años y medio, Rusia intervino en Siria a petición de Asad, proporcionando apoyo aéreo y otra ayuda que resultó crítica para revertir los avances logrados por los “rebeldes” vinculados a Al Qaeda, los cuales fueron armados y financiados por la CIA, Turquía, Arabia Saudita y las monarquías petroleras suníes del golfo Pérsico.

La visita de Putin se produjo pocos días después de que él y el Ministerio de Defensa ruso declararan una “victoria completa” sobre Estado Islámico de Irak y Siria (EI), el cual ha sido expulsado de todas las principales ciudades sirias y reducido a unas pocas posiciones a lo largo del río Éufrates, en la provincia al este de Deir Ezzor.

Putin dijo que había ordenado retirar “una parte significativa” del contingente militar ruso de Siria. Al mismo tiempo, Moscú dejó en claro que mantendrá la base aérea de Hmeimim, que ha sido el centro de comando y control de las operaciones militares de Rusia en el país desde el otoño del 2015, así como la base naval rusa en la ciudad portuaria mediterránea de Tartus.

Putin declaró en su discurso ante las tropas rusas: “Si los terroristas vuelven a levantar la cabeza, los golpearemos con golpes que nunca han visto”.

El plan de Putin de aterrizar en Siria se mantuvo en secreto hasta después de aterrizar su avión. Apenas tres meses antes de las elecciones presidenciales rusas, en las que Putin se postulará para otro mandato de seis años, el tema del discurso del mandatario fue de una “misión cumplida”, a fin de promover su imagen como defensor de los intereses nacionales de Rusia en el escenario mundial.

Sin embargo, sus afirmaciones de que la intervención rusa ya ha asegurado la soberanía de Siria y puesto fin a la sangrienta guerra iniciada en el 2011 son prematuras.

Además de las fuerzas rusas que permanecerán en Siria, Estados Unidos ha reconocido recientemente que tiene 2000 soldados en el país y que no tiene intención de retirarlos, pese a las denuncias del Gobierno sirio de que la intervención estadounidense constituye una agresión ilegal. Varios documentos publicados por el Gobierno turco indican que el Pentágono ha establecido al menos una docena de bases en territorio sirio.

El Pentágono respondió al anuncio de Putin con escepticismo, dejando claro que no seguirá a Moscú en retirar tropas.

“Los comentarios de Rusia sobre el retiro de sus fuerzas a menudo no corresponden a reducciones reales de tropas, y no afectan las prioridades de Estados Unidos en Siria”, indicó el portavoz del Pentágono, el mayor Adrian Rankine-Galloway.

El portavoz agregó que las tropas estadounidenses “continuarán operando en Siria en apoyo de las fuerzas locales sobre el terreno para completar la derrota militar de Estado Islámico y estabilizar el territorio liberado, lo que a su vez permitirá el regreso de sirios y refugiados desplazados”.

Esta es el segundo anuncio de Putin de un retiro de las fuerzas rusas. En marzo del 2016, el presidente ruso declaró que la misión de Moscú en Siria había sido “generalmente lograda”, haciendo posible retirar la “parte principal” del contingente militar ruso en el país. Sin embargo, la intervención de Rusia se intensificó en los meses posteriores, particularmente en la lucha para derrotar a las fuerzas islamistas “rebeldes” en el este de Alepo.

Los medios corporativos estadounidenses y occidentales emprendieron una campaña de propaganda denunciando a Rusia por las bajas civiles causadas por su campaña de bombardeos, mientras que Washington denunció a Moscú por atacar blancos que describió como la “oposición antigubernamental”, conformada en su mayor parte por rebeldes respaldados por la CIA y aliados con el afiliado sirio de Al Qaeda.

A medida que Estados Unidos intensificaba su propia guerra aérea en ambos lados de la frontera sirio-iraquí, ocasionando un número mucho mayor de muertes, la preocupación de los medios por las bajas civiles se disipó rápidamente.

Si bien Moscú y Washington afirman que sus respectivas intervenciones en Siria tienen como objetivo la lucha contra el terrorismo, en particular Estado Islámico, la realidad es que han perseguido objetivos diferentes y diametralmente opuestos. En el caso del imperialismo estadounidense, el objetivo desde el 2011 ha sido un cambio de régimen para instalar un Gobierno títere sometido a Estados Unidos en Damasco y debilitar estratégicamente la influencia regional de los dos principales aliados de Siria, Irán y Rusia.

Lo intentó promocionando, financiando y armando a “rebeldes” dominados por el Frente Al-Nusra, el afiliado sirio de Al Qaeda, y otras milicias islamistas relacionadas como EI y resultó en una debacle.

Posteriormente, Washington ha escalado constantemente su participación militar directa en el país bajo el pretexto de respaldar a las Fuerzas Democráticas Sirias (SDF, siglas en inglés), una fuerza representada casi en su totalidad por YPG, la milicia kurda siria, en una guerra contra EI. Sin embargo, como ha sido revelado recientemente por la BBC y el exvocero principal de las SDF, repetidamente, el Pentágono y sus representantes han organizado la evacuación de las fuerzas de EI de las ciudades sitiadas para que combatan el avance de las tropas del Gobierno sirio.

El objetivo de la intervención de Moscú ha sido apuntalar a su principal aliado árabe en Oriente Próximo. Una gran preocupación era la perspectiva del derrocamiento de Asad y la imposición de un Gobierno títere de Estados Unidos que proporcionara a Qatar acceso al territorio sirio para un gasoducto dirigido hacia Europa Occidental. Asad había rechazado las demandas de la monarquía qatarí, que socavarían los intereses de Gazprom, la corporación más grande de Rusia, y de los oligarcas capitalistas gobernantes que Putin representa.

Rusia también temía justificadamente que el derrocamiento del régimen de Asad diera lugar a que Siria se convirtiera en una base para los combatientes islámicos vinculados a Al Qaeda procedentes de la región rusa del Cáucaso para lanzar una campaña, respaldada por la CIA, para desestabilizar y finalmente desmembrar a la Federación Rusa.

A pesar de este elemento defensivo innegable de la intervención de Moscú en Siria, que se lanzó bajo condiciones de una campaña concertada de Estados Unidos y sus aliados de la OTAN para rodear y subyugar militarmente a Rusia, ésta no ha proporcionado una solución progresista a la crisis la clase obrera y sectores oprimidos en Siria.

El carácter de la intervención de Rusia en la región fue subrayado por las dos etapas posteriores del viaje de Putin a Oriente Próximo, yendo a El Cairo para hablar con el dictador egipcio, el general Abdel Fatah al Sisi, y luego a Ankara para un encuentro con el autocrático presidente turco, Recep Tayyip Erdogan. Según los informes, Moscú llegó a un acuerdo con el régimen de al Sisi que les permitirá a los aviones de guerra rusos utilizar bases egipcias, lo que enfureció aún más a Washington. Mientras estaba en El Cairo, Putin firmó un acuerdo para que Rusia construya la primera planta de energía nuclear de Egipto.

Mientras tanto, en Turquía, Erdogan anunció que la visita sería seguida por negociaciones finales para la compra de Ankara de un sistema de misiles tierra-aire S-400 rusos. El plan para desplegar este sistema, que no estaría integrado en la red de defensa aérea de la OTAN, ha aumentado aún más las tensiones entre Turquía y sus antiguos aliados occidentales.

A medida que el objetivo manifiesto de ambas partes –la derrota de ISIS— se está alcanzando, la amenaza de un enfrentamiento directo en Siria entre las dos principales potencias nucleares del mundo se hace cada vez más aguda. En las últimas semanas, los ejércitos de Estados Unidos y Rusia intercambiaron acusaciones de provocación por el sobrevuelo de sus aviones de guerra sobre el valle del río Éufrates. El Pentágono advirtió que podrían provocar el derribo de un avión ruso.

Esta amenaza se emitió en el contexto de una escalada cada vez más peligrosa de las tensiones nucleares entre Washington y Moscú. El viernes pasado, el Departamento de Estado de EUA emitió un comunicado conmemorativo del trigésimo aniversario de la firma del Tratado de Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio (INF, siglas en inglés) en el que decía que la Administración Trump “está buscando medidas económicas y militares destinadas a inducir” a Moscú a cumplir con los términos del acuerdo.

La declaración llegó a aclarar que Washington está preparado para invocar presuntas violaciones rusas como un pretexto para desechar el tratado por completo y emprender un camino que conduzca a una confrontación nuclear. El Pentágono, advirtió el Departamento de Estado, está llevando a cabo una “revisión de conceptos y opciones militares, incluidas opciones para sistemas de misiles convencionales de alcance intermedio lanzados desde tierra, que nos permitiría defender a EUA y a nuestros aliados”.

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