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Perspectiva

El fin la neutralidad de la red y la defensa de un Internet libre

La Comisión Federal de Comunicaciones de Estados Unidos (FCC, por sus siglas en inglés) votó a favor de revocar ciertas regulaciones, conocidas por el término de neutralidad de la red, que obligaban a los proveedores de servicios del internet (ISPs, por sus siglas en inglés) a tratar todos los datos en el Internet de la misma manera, prohibiéndoles cualquier límite del acceso o bloqueo a los sitios web y los servicios en línea.

El fallo de la FCC pregona el inicio de una nueva era de las comunicaciones en línea, en la que los gigantescos monopolios tecnológicos y del internet, como AT&T, Verizon y Comcast, podrán regular el acceso a la información.

Desde que apareció el internet de banda ancha, la FCC ha operado de facto bajo los principios de la neutralidad de la red. Por ejemplo, en el 2005 declaró que “los consumidores tienen el derecho a un acceso al contenido legal del internet de su preferencia” y que “los consumidores tienen el derecho a utilizar las aplicaciones y los servicios de su preferencia”.

En el 2015, la FCC formalizó estas reglas, calificando oficialmente el acceso de banda ancha como un “servicio de telecomunicaciones” y proclamando: “Cualquier persona que participe en la provisión de un servicio de acceso al internet de banda ancha… no podrá bloquea ningún contenido legal, aplicaciones, servicios, ni aparatos no dañinos”. Más allá, los ISPs, delcaró, “no podrán inhabilitar ni degradar el tráfico legal en el internet con base en el contenido”.

La sentencia del jueves elimina estas reglas, denominadas “líneas claras” y cuyo propósito era prevenir la censura, y les da a entender a los ISPs y a los proveedores de datos móviles que ahora pueden “bloquear” y “degradar” la distribución de los contenidos en línea a su voluntad.

Es difícil exagerar las implicaciones del fallo. De ahora en adelante, una pequeña camarilla de ISPs y proveedores de datos en línea podrá administrar una lista negra de sitios web y servicios en línea de oposición, efectivamente bloqueando el acceso a ellos para prácticamente todos los estadounidenses.

Durante la audiencia el jueves, los oficiales de la FCC minimizaron frívolamente tal desencadenamiento, declarando que las leyes del libre mercado no permitirían la aplicación de listas negras, ya que los consumidores simplemente se pasarían a otro servicio si su ISP participara en censura. Sus engaños, claramente inspirados por intereses propios, ignoran que, en lo que concierne a la mayoría de los estadounidenses, los servicios de internet no se comercian en un mercado libre. Alrededor de 50 millones de estadounidenses solo tiene la opción de un proveedor, mientras que la gran mayoría del resto tiene tan solo dos opciones.

Algo igual de siniestro es que la eliminación de la neutralidad de la red da inicio a una nueva era de discriminación de clase. A medida que dichos monopolios aumenten sus tasas de pago, incluirán distintos niveles de servicio. De esta manera, presionarán económicamente a la mayoría de sus clientes a pasarse a planes con una alta restricción de contenidos. El intercambio libre y abierto de ideas, en la medida en que existirá, será como un privilegio exclusivo para los ricos.

El fin de la neutralidad de la red forma parte de una política más general del Gobierno de Trump, fortalecer agresivamente el poder de la oligarquía corporativa y financiera por medio de la desregulación, los recortes de impuestos y otras medidas derechistas.

Mientras que algunos demócratas se presentan como defensores de la neutralidad de la red, el Partido Demócrata de hecho ha encabezado la ofensiva contra la libre expresión en el internet. El presidente de la FCC, Ajit Pai, quien se encuentra al frente de esta campaña, fue nombrado por primera vez a la junta directiva de dicho organismo por el presidente Barack Obama. La Agencia de Seguridad Nacional (NSA, por sus siglas en inglés) y la CIA, con el apoyo tanto de los republicanos como los demócratas, han colaborado con las gigantes ISPs para monitorear las comunicaciones y la actividad en línea de individuos por todo el mundo.

Más allá, los demócratas, junto con el New York Times y el Washington Post —propiedad de Jeff Bezos— y las principales cadenas televisivas, han sido la punta de lanza de una campaña contra la libertad de expresión en línea bajo el pretenso de estar luchando contra las “noticias falsas” y la “injerencia” extranjera.

Facebook, Google y Twitter han contratado a decenas de miles de censores para prohibir y bloquear contenidos “ofensivos” y falsos”, mientras que Google, el motor de búsqueda más grande del internet, ya incorporó cambios a su algoritmo de búsqueda para impedir que aparezcan ciertos sitios web izquierdistas, principalmente al World Socialist Web Site, en las búsquedas de decenas de miles de términos claves.

La presunta oposición de los demócratas a estos pasos para poner fin a la neutralidad de la red se debe en gran parte ligados a los intereses de las mismas monstruosas empresas del internet, como Google y Facebook, que temen que los ISPs les cobren recargos por las velocidades premium que utilizan. Al mismo tiempo, estas compañías han demostrado su voluntad a negociar con las ISPs.

En el 2010, Google colaboró con Verizon como parte de un trato para concederle privilegios a su propio contenido (incluyendo a YouTube, controlado por Google), algo que se verá facilitado con la abolición de la neutralidad de la red. Tales cambios le ayudarían a Google expandir su censura del Internet por medio de la manipulación de los resultados de búsqueda.

En la nueva era de la censura, los intereses económicos de las mayores corporaciones y los objetivos políticos de la reacción social están convergiendo en una sola línea. La primera línea de defensa de la censura la han ocupado los principales periódicos y las cadenas de televisión, las cuales han visto una caída espectacular en su audiencia, ya que sus usuarios han optado por alternativas a su propaganda estatal. Los conglomerados mediáticos ven en la censura del internet un medio para recuperar ambos, ese mercado y el control sobre la narrativa política en la que han llegado a predominar las publicaciones en línea.

Los trabajadores y jóvenes han manifestado una gran oposición a la eliminación de la neutralidad de la red. Tal oposición, enraizada en inquietud hacia lo que se avecina, se tornará en protestas sociales en el momento en que la realidad de las censuras se comience a sentir.

Conforme se acercan estas luchas, precisa dejar algo claro: la censura es un producto inevitable del sistema capitalista, el cual tiene como objeto el dominio, no la libertad. Constituye una consecuencia de los niveles sin precedentes de desigualdad y la marcha de la clase gobernante ha otra guerra mundial.

La lucha por defender un internet libre y abierto es la lucha por abolir el dominio que ejerce la oligarquía corporativa y financiera sobre la sociedad y la política. Los monopolios de las telecomunicaciones, junto con los enormes bancos y las otras corporaciones, tienen que ser convertidos en utilidades públicas, administradas para atender las necesidades sociales, no el lucro privado. El acceso al internet es un derecho socia básico, el cual tiene que ser accesible para todos, sin ninguna interferencia de las corporaciones ni el Estado.

La única fuerza capaz de defender el internet libre es la clase obrera. El objetivo central de su censura es prevenir el surgimiento de una oposición de la clase obrera a las políticas de la oligarquía. Dicha oposición tiene que ser conectada con la lucha contra la desigualdad social, la pobreza, el desempleo y la guerra.

El World Socialist Web Site ha sido el primero en sonar la alarma sobre la censura de Google del internet y seguirá encabezando la lucha por la libertad de expresión en el internet, la cual es inseparable con la lucha para derrocar al capitalismo y reemplazarlo con el socialismo.

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