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Perspectiva

El Economist: la humanidad se tambalea al borde de una guerra mundial

La influyente revista semanal londinense descrita por Marx hace más de 150 años como “el órgano europeo” de la “aristocracia de las finanzas”, el Economist, dedicó su último número a discutir “La próxima guerra” y “el aumento en el peligro de un conflicto entre grandes potencias”. Su editorial de fondo comienza con una advertencia espeluznante:

En los últimos 25 años, las guerras han cobrado demasiadas vidas. Pero, aun entre contiendas civiles y religiosas en Siria, África central, Afganistán e Irak, un enfrentamiento entre las principales potencias mundiales ha sido casi inimaginable.

Ese ya no es el caso… giros potentes y de largo plazo en la geopolítica y la proliferación de nuevas tecnologías están erosionando el extraordinario dominio militar de EUA y sus aliados. Un conflicto en una escala e intensidad no vistas desde la Segunda Guerra Mundial es ahora plausible. El mundo no se encuentra preparado.

El Economist pregona un futuro distópico y violento, en el que el ejército estadounidense siendo desplegado a todas partes para intimidar o destruir cualquier desafío que perciba a su dominio.

La revista prevé que, dentro de los próximos 20 años, “el cambio climático, el crecimiento demográfico y los conflictos sectarios o étnicos” sumirán al mundo en “guerras intraestatales o civiles”, tales que se combatirán “de cerca, cuadra por cuadra”, en ciudades rodeadas de “tugurios” y habitadas por millones de personas. El futuro para gran parte de la humanidad consiste en el tipo de carnicerías que fueron testigos la ciudad iraquí de Mosul el año pasado y la ciudad siria de Alepo.

Lo que estremece aún más es la serie de escenarios posibles que detalla la revista en caso de una escalada importante de tensiones entre Estados Unidos y las naciones que presenta como sus adversarios estratégicos, Rusia y China, lo que podría desencadenar un holocausto nuclear en cualquier momento.

En julio del 2016, Mehring Books publicó A Quarter Century of War (Un cuarto de siglo de guerra) de David North, donde señala:

Comenzando por el primer conflicto del golfo Pérsico en 1990-91, Estados Unidos ha estado en guerra continuamente por un cuarto de siglo. Mientras que utiliza eslóganes propagandísticos, como la defensa de los derechos humanos y la Guerra contra el Terrorismo para encubrir los verdaderos objetivos de sus intervenciones en Oriente Próximo, Asia central y África, al igual que en su confrontación con Rusia y China, Estados Unidos se ha embarcado en una lucha por hegemonía global. A medida que procura contrarrestar su debilidad económica y el recrudecimiento de las tensiones sociales internas, su intransigente escalada de operaciones militares amenaza con detonar una guerra mundial de escala completa y entre Estados con armas nucleares.

Menos de dos años después, gran parte de esta evaluación ha tenido eco en uno de los principales órganos políticos del capitalismo angloamericano. No obstante, las conclusiones extraídas por el Economist, en representación de los oligarcas financieros y corporativos cuyas riquezas se encuentran ligadas al dominio global del imperialismo estadounidense, son exactamente las opuestas al llamado de North de construir un “nuevo movimiento contra la guerra”.

Estados Unidos ha de desarrollar el “poder bruto” que necesita para defenderse contra “desafiantes determinados y capaces”, urge el Economist, exponiendo el argumento sociópata de que la mejor forma de salvaguardar la paz es por medio de la capacidad de EUA de obliterar a sus adversarios.

La premisa de este reporte especial es que apremia una acción que detenga el declive de la hegemonía estadounidense. Si se les permite a las clases gobernantes de China y Rusia alcanzar su deseada influencia en sus regiones respectivas, afirma la revista, la consecuencia “plausible” es una “colisión devastadora entre las mayores potencias mundiales” —es decir, una guerra mundial combatida con armas nucleares—.

Su editorial del 27 de enero declara que China y Rusia “son ahora Estados revisionistas que quieren poner en cuestión el statu quo y poner la mirada sobre sus regiones como esferas de influencia que han de dominar. Para China, eso significa el este asiático; para Rusia, Europa del este y Asia central”.

La conclusión presentada por el Economist es que EUA debe poner fin a “sus 20 años de ir a la deriva estratégicamente”, bajo varios Gobiernos consecutivos, algo que ha supuestamente “beneficiado a Rusia y China”. A través de varios artículos, su reporte especial aboga por que Estados Unidos gaste sumas exorbitantes en nuevos sistemas de armas nucleares y convencionales, incluyendo el aprovechamiento de la robótica y la inteligencia artificial para garantizar un grado de superioridad militar como el que ha, hasta ahora, inspirado “temor en sus enemigos”.

Advierte: “El peligro imperante es de una guerra en la península coreana, quizás este año… Decenas de miles de personas podrían perecer, muchas más si se utilizan armas nucleares”.

El ejército estadounidense está listo para iniciar tal guerra. Ha colocado bombarderos B-2 y B-52 con capacidad de arrojar bombas nucleares en Guam y desplegado cientos de aviones de caza y una armada de buques de guerra en otras bases en el Pacífico. Sobran las razones para creer que la confrontación que EUA ha provocado con Corea del Norte, exigiéndole que abandone su programa nuclear, constituye un enorme simulacro para un enfrentamiento nuclear con China.

El Economist opina que “una guerra para prevenir que Irán adquiera armas nucleares parece ser una perspectiva especulativa por ahora, pero podría ser más posible en unos años”.

Afirma que EUA se ve amenazado por una llamada “zona gris” en la que China, Rusia, Irán y otros países están buscando “explotar” las “vulnerabilidades” estadounidenses en ciertas partes del mundo sin provocar un conflicto abierto. Utiliza como ejemplo las reclamaciones territoriales de China en el mar de China Meridional, la anexión rusa de Crimea y la influencia de Irán en Irak, Siria y Líbano.

Sin embargo, el Economist considera la injerencia del imperialismo estadounidense como algo completamente legítimo. En Siria, EUA ha presidido una guerra civil de siete años para cambiar el régimen respaldado por Rusia e Irán. El anuncio de Washington este mes de que planea crear un ejército indirecto conformado por 30.000 efectivos de milicias kurdas e islamistas ha preparado el escenario para enfrentamientos directos tanto con Irán y Rusia como con su ostensible aliado de la OTAN, Turquía.

En medio de la frenética imposición de control estatal y censura del Internet en Estados Unidos e internacionalmente, la revista predeciblemente acusa a Rusia de buscar “menoscabar la fe en las instituciones occidentales y promover a los movimientos populistas interfiriendo en elecciones y utilizando robots y troles en las redes sociales para azuzar las quejas y los prejuicios”.

Las compañías tecnológicas, insiste, tienen que estar más integradas al aparato militar, mientras que las corporaciones de Internet deben trabajar con el Estado para suprimir el acceso a puntos de vista de oposición, todo bajo el fraudulento pretexto de combatir “las operaciones de influencia” y la “manipulación masiva de la opinión pública”.

Menciona brevemente que, para el Gobierno estadounidense, el cual ya tiene un déficit anual de $700.000 millones, “encontrar el dinero será otro problema”.

La realidad es que la subordinación de cada aspecto de la sociedad a los preparativos de guerra se costeará por medio de la continua destrucción de los niveles y las condiciones de vida de la clase obrera estadounidense, en combinación con la eliminación de sus derechos democráticos y la represión de toda oposición.

De forma involuntaria, el Economist hace eco de la “neolengua” orwelliana cuando concluye que “un Estados Unidos fuerte” —armado hasta los dientes y amenazando con obliterar a sus rivales— es “la mejor garantía de la paz mundial”.

Sin embargo, el aspecto más escalofriante del reporte es su pesimismo hacia su propia prognosis de que el imperialismo estadounidense pueda intimidar a sus rivales y mantenerlos en sumisión. La postura militar cada vez más agresiva hacia China y Rusia aumenta, no disminuye, la posibilidad de guerra.

“El mayor peligro”, escribe, “yace en cálculos equivocados al no entender las intenciones del adversario, ocasionando una escalada imprevista que se escape de todo control”.

A lo que se refiere es al desencadenamiento de un holocausto nuclear. El artículo cita a Tom Plan, analista del centro de pensamiento RUSI: “Para EUA y Rusia, las armas nucleares han conservado su primacía. Tan solo hay que ver cómo gastan su dinero”.

Estados Unidos está modernizando todo su arsenal con una inversión de $1,2 billones para las próximas décadas. Rusia está renovando sus misiles, bombarderos y submarinos con capacidad nuclear. China, Reino Unido y Francia están expandiendo el tamaño y la capacidad de sus fuerzas nucleares, que son mucho menores a las de EUA y Rusia. Por su parte, los círculos gobernantes de Alemania, Japón e incluso Australia están discutiendo la adquisición de armas nucleares para poder presentar resistencia a los Estados nucleares.

La locura de la carrera armamentista nuclear en el siglo XXI surge inexorablemente a raíz de las contradicciones del sistema capitalista. La lucha entre Estados nación antagonistas por un mayor control global geoestratégico y económico es el resultado inevitable de la irresoluble crisis del capitalismo y la feroz disputa de mercados y recursos.

La época de las guerras mundiales, escribió el revolucionario marxista, Vladimir Lenin, es la época de la revolución socialista mundial. El derrocamiento de un sistema capitalista que da origen a la amenaza de las guerras es una necesidad urgente para la supervivencia misma de la civilización humana.

El Comité Internacional de la Cuarta Internacional y sus secciones están trabajando para la construcción de un movimiento internacional de la clase obrera contra la guerra que luche por el socialismo. La explícita discusión sobre la posibilidad de una guerra nuclear en las páginas de revistas como el Economist debería motivar a todos los trabajadores y jóvenes serios a unirse a nuestra lucha.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 30 de enero de 2018)

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