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Perspectiva

Los maestros de West Virginia llevan su lucha al frente

Más de 20.000 maestros y empleados públicos de West Virginia están adoptando una postura firme y valiente en defensa de sus intereses y de los de la clase obrera en general. El viernes, los educadores de los 55 condados del estado completaron su segundo día de huelga, desafiando las amenazas de órdenes judiciales, penalizaciones e incluso encarcelamientos por parte de las autoridades estatales, quienes declararon cualquier paro ilegal.

La Federación Estadounidense de Maestros de West Virginia (AFT-WV, por sus siglas en inglés) y la Asociación de la Educación de West Virginia (WVEA, por sus siglas en inglés) anunciaron el viernes que la huelga de dos días se extenderá un día más, el lunes.

La decisión de los sindicatos de continuar el paro refleja su nerviosismo hacia la posibilidad de que el enojo de los maestros se salga de su control, se desborde hacia el resto del país y se convierta en un movimiento político contra el Partido Demócrata y el Partido Republicano. Las suspensiones de clases comenzaron en gran medida espontáneamente en los condados mineros del carbón al sur del estado y culminaron en una manifestación de masas en Charleston el fin de semana anterior. Fue entonces cuando los sindicatos anunciaron el paro de dos días con el propósito de soltar vapor mientras siguen negociando con los legisladores.

Tales negociaciones no atenderán las demandas de los trabajadores, quienes exigen un salario y beneficios médicos dignos. Las remuneraciones de los educadores de West Virginia califican como cuadragésimas octavas de los cincuenta estados del país. La legislatura estatal, contando con un apoyo amplio de los demócratas, aprobó un miserable aumento del cuatro por ciento a lo largo de tres años. Esto no compensa el aumento en los costos de salud propiciados por la falta de inversión en la Agencia de Seguros para Empleados Públicos, que a su vez se ha carcomido el ingreso real de los maestros y los otros trabajadores públicos.

La huelga de los maestros de West Virginia tiene un significado político inmenso. Socava la narrativa de la política de identidad del Partido Demócrata y sus facilitadores de la clase media-alta, quienes ven a la “clase obrera blanca” de los Apalaches como un grupo “privilegiado” y “reaccionario”. Expone la vacua categorización de la política estadounidense en “estados rojos” y “estados azules”, en la que los estados rojos (republicanos) son conservadores y los azules (demócratas) son “progresistas”. La división verdadera que existe en la sociedad estadounidense y que trasciende cualquier barrera geográfica es aquella entre clases.

La clase obrera de West Virginia tiene una historia larga y orgullosa de luchas de clases militantes, inmortalizada por términos como “El sangriento condado de Mingo”, “La batalla de Blair Mountain”, y la “Masacre de Matewan”. Dichas tradiciones, suprimidas y adormecidas por varias décadas, están reemergiendo bajo nuevas condiciones ligadas a un levantamiento social.

El significado de la huelga va mucho más allá de West Virginia, expresando el resurgimiento de la lucha de clases a nivel nacional e internacional. En su perspectiva del 13 de junio del año pasado, “Un golpe palaciego o la lucha de clases”, el WSWS escribió:

Las décadas en las que la lucha de clases ha sido reprimida por la burocracia sindical, el Partido Demócrata y los patrocinadores pudientes de diversas políticas de identidad están llegando a su fin. La contrarrevolución social de las élites gobernantes está a punto de tener que enfrentarse a un levantamiento de la clase obrera estadounidense. Las cuantiosas y distintas formas de protesta social —en los lugares de trabajo, las comunidades y de ciudades enteras— tomarán una identidad obrera, una orientación anticapitalista y un carácter socialista cada vez más distintos. Las luchas en fábricas, lugares de trabajo o comunidades individuales se podrán apoyar en luchas unificadas más amplias de la clase obrera.

Esta prognosis está siendo confirmada. Entre los maestros, la hostilidad producto de décadas de ataques contra la educación pública, tanto bajo demócratas como republicanos, está llegando a un punto de inflexión. Más temprano este mes, el 94 por ciento de los educadores en Pittsburgh, Pennsylvania, votaron a favor de autorizar el paro. Para el viernes, casi 7.000 maestros de Oklahoma habían firmado una petición llamando a irse a la huelga y demandando un aumento de $10.000 anual. Los maestros en New Jersey y Minnesota también están amenazando con un paro.

Las condiciones que enfrentan los maestros son compartidas por todas las secciones de la clase obrera: una disminución de sus ingresos, mayores costos de salud, niveles históricos de desigualdad y la destrucción de la infraestructura pública y social. Cabe agregar las consecuencias perniciosas de la crisis social en el país, como la epidemia de opiáceos que cobró más de 64.000 vidas en el 2016 en EUA o la interminable secuencia de tiroteos masivos en las escuelas. El último tiroteo escolar, en Parkland, Florida el 14 de febrero, ha producido manifestaciones y protestas de estudiantes por todo el país.

Los docentes en West Virginia están expresando sentimientos generalizados entre los trabajadores. Una profesora jubilada le comentó al WSWS: “Creo que es tiempo para una huelga o protesta general, a nivel nacional. Están haciendo todo lo posible para saquear todo lo que le pertenece al público”.

El resurgimiento de la lucha de clases se está desarrollando en forma de un movimiento internacional. Los primeros dos meses del 2018 han visto una ola de protestas por toda Europa y Oriente Próximo, incluyendo manifestaciones de masas en Irán, Túnez y huelgas en Alemania, Reino Unido y Grecia. Casi 40.000 profesores universitarios en Reino Unido están actualmente en huelga por ataques contra sus pensiones. En la provincia canadiense de Nueva Escocia, 10.000 maestros de escuelas públicas desafiaron las amenazas de sanciones votando 82,5 por ciento a favor de una huelga el martes.

Por décadas, los sindicatos le han dado rienda suelta a la clase gobernante para desmantelar industrias enteras, destruir la infraestructura pública, librar guerras y acumular niveles de riqueza antes inimaginables. La supresión artificial de la lucha de clase es el principal factor que define el carácter enfermo de la sociedad estadounidense.

Toda la mugre y la reacción de la política burguesa en Estados Unidos han procreado al Gobierno de Trump, el cual ha emprendido una guerra total contra la clase obrera. El Partido Demócrata expresa la misma enfermedad, pero en una forma diferente. Desde la inauguración de Trump ha invertido todas sus energías en una campaña neomccarthista con la que procura atribuir toda manifestación de desconformidad social a algún acto de un enemigo foráneo.

La entrada forzada de la clase obrera en la vida social y política pondrá de cabeza todos los cálculos de la élite dominante capitalista. Expondrá lo absurdas que son la teoría del “fin de la historia” y la afirmación, hecha particularmente por los antimarxistas de la pseudoizquierda, de que la clase obrera ha dejado de ser una fuerza revolucionaria. El surgimiento de la clase obrera creará una nueva dinámica social y política, una apertura fuera del callejón sin salida al que ha llevado el capitalismo a la humanidad.

La intensificación de la lucha de clases suscita inevitablemente preguntas políticas fundamentales sobre el ser social y objetivo de la clase obrera. La lucha de los trabajadores por defender sus derechos más básicos los enfrenta cara a cara con la clase capitalista en su conjunto y con su instrumento político, el Estado. Cada lucha por separado plantea la imperativa de formar organizaciones obreras independientes, fuera del control de los sindicatos pro-capitalistas, para aunar sus luchas con los diferentes sectores de la clase trabajadora y formar un movimiento poderoso, unido y global.

Para los socialistas, la cuestión crítica es orientarse con cada vez más determinación a la clase obrera, interviniendo agresivamente en toda manifestación de oposición de la clase obrera, expandiendo y desarrollando la conciencia de los trabajadores y explicando la lógica objetiva de sus luchas —contra lo que luchan y por lo que están luchando— y, a raíz de estos esfuerzos, desarrollando sistemáticamente líderes y una dirección socialista en cada sección del proletariado por medio de la expansión de la audiencia del World Socialist Web Site y la construcción del Partido Socialista por la Igualdad.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 24 de febrero de 2018)

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