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Perspectiva

Por qué ganó la ultraderecha en Italia

Los resultados de las elecciones parlamentarias en Italia del 6 de marzo tienen que ser tomadas como una advertencia por la clase obrera europea e internacional. El colapso de la “izquierda” oficial —el Partido Demócrata y sus satélites pseudoizquierdistas— han conllevado la victoria electoral de la ultraderecha, incluyendo al Movimiento Cinco Estrellas (M5S, por sus siglas en italiano), encabezado por el comediante Beppe Grillo, y la Lega de extrema derecha, anteriormente llamada Lega Nord.

Independientemente de sus promesas sociales demagógicas, estos partidos de la extrema derecha solo intensificarán las políticas antiobreras del PD que acaba de ser votado fuera del Gobierno. Esto incluye la ofensiva contra los refugiados e inmigrantes. El líder de la Lega, Matteo Salvini amenazó durante la campaña electoral deportar a medio millón de inmigrantes si el partido llegaba al poder.

Otros políticos de la Lega quieren segregar los vagones de tren con base en color de piel y religión. Salen además con bravuconerías sobre la supuesta exterminación de la raza blanca por lo que califican una invasión de refugiados. El M5S, el cual se enfocó inicialmente en la corrupción de los partidos tradicionales, ha estado agitando por mucho tiempo contra los refugiados.

El simple hecho de que la extrema derecha pueda erigirse tan agresivamente en Italia, un país cuya clase trabajadora entraña largas y militantes tradiciones antifascistas, es prueba de la quiebra total de la “izquierda” oficial. Las políticas racistas y fascistas que persiguen los partidos ultraderechistas no son apoyadas por el grueso de los trabajadores. Pocos días antes de la votación, unas cien mil personas se manifestaron en Roma contra el racismo y el fascismo. Los votos por la Lega y el M5S son una expresión primordialmente de odio hacia los partidos establecidos, los cuales han presidido una catástrofe social y han apoyado las políticas de guerra de la OTAN y la Unión Europea, las cuales son ampliamente odiadas.

En Estados Unidos, la estrecha relación entre los demócratas y su candidata presidencial, Hillary Clinton, a Wall Street y al aparato militar y de inteligencia abrió paso para que Trump llegara a la Casa Blanca. En Europa, los partidos socialdemócratas han perdido el apoyo de la clase obrera debido a sus políticas neoliberales.

En todos los casos, la que se ha visto beneficiada ha sido la ultraderecha. En Francia, el Frente Nacional quedó en segundo lugar en las elecciones del año pasado; en Alemania, la ultraderechista y ultranacionalista Alternativa para Alemania ingresó en el Parlamento por primera vez; en Austria, el Partido de la Libertad (FPÖ, por sus siglas en alemán) comparte el poder.

La expansión de la derecha como respuesta a las políticas antiobreras de los partidos “izquierdistas” es un fenómeno particularmente marcado en Italia. Desde los años noventa, los sucesores del Partido Comunista Italiano han defendido los intereses de los mercados financieros y hecho valer los dictados de austeridad de la UE frente a una profunda oposición de la clase obrera.

Durante los últimos seis años, cuatro primeros ministros sucesivos —el tecnócrata Mario Monti, respaldado por los demócratas, y Enrico Letta, Matteo Renzi y Paolo Gentiloni del PD— han eliminado las conquistas históricas del movimiento obrero y recortado sus beneficios sociales.

Las consecuencias de estas políticas se evidencian claramente en las desastrosas condiciones sociales de Italia, con 10 millones viviendo en la pobreza, 7,5 millones de desempleados o subempleados y 10 millones sin ningún seguro médico. La “izquierda” oficial ha presidido una dramática redistribución de los ingresos y la riqueza de los pobres a los ricos. Hoy día, el uno por ciento más rico de la población controla en promedio 240 veces más riqueza que el 20 por ciento más pobre.

El Movimiento Cinco Estrellas y la Lega, que juntos ganaron casi la mitad de todos los votos, apelaron al enojo popular contra el Gobierno y la élite dominante. Ambos partidos atacaron a la UE, promovieron el nacionalismo y utilizaron a los refugiados como chivo expiatorio. La Lega, cuyo bastión se encuentra en las áreas más pudientes al norte de Italia, combinó sus llamados demagógicos con demandas para recortar impuestos. Por su parte, el M5S, cuyo mayor éxito fue en el empobrecido sur, ha prometido luchar por la garantía de un ingreso básico y mejores pensiones —promesas que no tiene la intención de cumplir—.

Las organizaciones pseudoizquierdistas, que participaron en la carrera electoral dentro de la alianza Potere al Popolo (Poder al pueblo), también es responsable del auge de la extrema derecha. Estas tendencias se presentan como “izquierdistas” y “anticapitalistas”; sin embargo, han apoyado por años las políticas del PD y los sindicatos. La fuerza central de Potere al Popolo fue Rifondazione Comunista, un partido que utilizó su influencia en los noventa para apuntalar a distintos Gobiernos burgueses y finalmente entrar en el desdeñado Gobierno de centroizquierda de Romano Prodi.

Los modelos internacionales que sigue Potere al Popolo son partidos como Podemos en España, Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon en Francia y Syriza (“La Coalición de la Izquierda Radical”) en Grecia. Esta última llegó al poder prometiendo poner fin a las medidas de austeridad de la UE y, desde entonces, ha librado ataques sociales más brutales que sus predecesores. Estas traiciones han repelido a los trabajadores y jóvenes y—ante la ausencia de una alternativa verdaderamente marxista y socialista— han llevado a sectores desesperados de la población a votar por partidos como M5S y Lega. En estos comicios, Potere al Popolo apenas superó el uno por ciento.

El colapso de la “izquierda” oficial italiana y sus satélites pseudoizquierdistas subraya el hecho de que la lucha contra el crecimiento de la ultraderecha y contra el giro de las élites gobernantes hacia la guerra, el fascismo y la dictadura solo se puede llevar a cabo por parte de un movimiento socialista revolucionario de la clase obrera. El aumento en las huelgas y protestas de los trabajadores por toda Europa, Asia y EUA es testigo de la maduración de las condiciones propicias para el surgimiento de tal movimiento internacionalmente.

Las elecciones italianas marcan el comienzo de un nuevo periodo de crisis políticas y luchas de clases. Asimismo, han intensificado la crisis de la Unión Europea. La formación de un nuevo Gobierno podría prolongarse por meses, y es posible que resulte en nuevas elecciones. El sistema bancario italiano se enfrenta a la amenaza de un colapso completo. Al mismo tiempo que las élites gobernantes procuran remilitarizar a Europa y atacar los derechos sociales y democráticos, la oposición política y social crece por todo el continente.

En medio del surgimiento del fascismo alemán e italiano durante los años treinta, León Trotsky escribió que “la situación política en su conjunto se caracteriza primordialmente por la crisis histórica de la dirección del proletariado”. Hoy día, esa es aún la cuestión más urgente.

Todo depende ahora de la construcción de un partido marxista para movilizar el potencial revolucionario de la clase obrera en Italia, toda Europa y el mundo. Esto significa construir secciones del Comité Internacional de la Cuarta Internacional en Italia y por toda Europa.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 7 de marzo de 2018)

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