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Perspectiva

Siete días de marzo: el Gobierno de Trump y el colapso de la democracia estadounidense

La Administración de Trump ha tomado una serie de acciones esta semana que exponen su carácter autoritario y el colapso de las formas democráticas de gobierno.

El martes, Trump despidió sumariamente al secretario de Estado, Rex Tillerson, anunciando que iba a ser reemplazado por un simpatizante cercano suyo, Mike Pompeo, director de la CIA. Los reportes indican que Tillerson se dio cuenta de la decisión al mismo tiempo que la prensa, cuando el mandatario lo anunció por medio de un tuit de 140 caracteres.

La forma en que se llevó a cabo el cambio de personal al nivel más alto del Estado es significativa. Trump amenaza a su gabinete y espera que actúen, como si fuese una asamblea de cortesanos leales a Trump a nadie más. La Secretaría de Estado es un cargo superior del Gobierno que conlleva históricamente el mayor prestigio, siendo cuarto en la línea de sucesión legal a la Presidencia.

Trump selecciona a un don nadie tras otro, los humilla públicamente y luego se deshace de ellos como si fueran basura. De esta forma, no solo demuestra su desprecio hacia individuos, sino hacia el cargo que ocupan.

En el mismo tuit anunció la nominación de Pompeo para suplantar a Tillerson, siendo esta la primera vez que un oficial de inteligencia es promovido como principal representante del Gobierno estadounidense en el exterior. Trump también anunció la nominación de la directora adjunta de la CIA, Gina Haspel, para reemplazar a Pompeo. Haspel es notoria por su papel como directora del programa de rendición y tortura de la CIA, incluso presidiendo la práctica de waterboarding (“submarino” o ahogamiento simulado para torturar) a los prisioneros en una cárcel secreta de la CIA en Tailandia.

Estas ominosas decisiones de la Casa Blanca son solo las últimas esta semana:

* El Departamento de Justicia demandó al estado de California, utilizando así a las cortes para aplastar cualquier oposición a la intensificación de la represión masiva contra los inmigrantes. Durante una visita al sur de California para ver los arquetipos del muro que propone a lo largo de la frontera entre EUA y México, Trump declaró que los funcionarios estatales les estaban ayudando a criminales y poniendo a la policía en riesgo de ser asesinada por inmigrantes.

* Rechazando las advertencias de un gran número de asesores, uno de los cuales renunció en protesta, Trump promulgó nuevos aranceles sobre las importaciones de acero y aluminio, pronunciando un deseo de iniciar una guerra comercial con efectos incalculables contra la economía global.

* Trump acordó reunirse con el líder norcoreano Kim Jong-un sin informar de antemano a sus principales asesores militares y diplomáticos, algo que es visto ampliamente como la escenificación de una provocación internacional por medio de un eventual fracaso o colapso de la reunión, que a su vez servirá como pretexto para irse a la guerra.

* En un mitin electoral en Pennsylvania, Trump amenazó a la prensa, denunció a sus oponentes políticos en términos vulgares y racistas y llamó a ejecutar a los traficantes de drogas.

Todos estos eventos comparten el mismo carácter: Trump se comporta cada vez más como un Mussolini, poniendo en práctica lo que repitió durante la campaña presidencial del 2016: él es el único que puede corregir las fallas de la sociedad estadounidense. No se comporta como un representante elegido por el pueblo estadounidense, ni siquiera como el líder de uno de los dos principales partidos capitalistas, sino como un gobernante personalista, autoritario en el sentido latinoamericano o fascista, el árbitro último de toda cuestión social y política.

Trump ya ordenó un desfile militar en Washington, tentativamente para el Día de los Veteranos, cinco días después de las elecciones de medio término. Sin duda, percibe tal muestra de fuerza militar, con aviones de guerra sobrevolando la Casa Blanca y el Capitolio, como una manera de contrarrestar los resultados negativos que se prevén en los comicios. Todo esto suscita la pregunta: ¿Qué pretende Trump?

Vendrán nuevas “sorpresas” de su parte. Al mismo tiempo, la prensa exhibe una tendencia de retratarlo como un payaso que simplemente no sabe lo que hace, una actitud que lleva consigo subestimar el peligro político existente.

Trump es una figura criminal, acostumbrado al inframundo de Atlantic City, Las Vegas y el mercado de bienes raíces de Nueva York. Se inclina a jugar “ va banque ” o apostándolo todo. Más allá, existe una tradición en la política estadounidense de comenzar una guerra con el propósito de resolver crisis políticas internas. Una guerra como tal desataría una catástrofe.

Así de amenazante es la completa falta de respuesta o de una protesta significativa de parte de los círculos de poder. El gabinete mismo de Trump está compuesto en gran medida de personas sin ningún apoyo político propio: son millonarios y multimillonarios, en gran parte igual de retrógrados e ignorantes que Trump, y todos igual de indiferentes hacia los derechos democráticos y las normas constitucionales.

Los demócratas no son opositores de la conspiración en marcha contra las normas constitucionales; en cambio, son simplemente otro reflejo del colapso de dichas normas. Han presentado al trio de oficiales militares con altos cargos en el Gobierno —al jefe de personal de la Casa Blanca, John Kelly, al asesor de seguridad nacional, H. R. McMaster, y el secretario de Defensa, James Mattis— como los “adultos presentes” que mantendrán bajo control los excesos de Trump. No obstante, la predominancia de los militares en el círculo íntimo de Trump es solo una expresión más del giro hacia formas autoritarias de gobierno.

Como lo documentó el WSWS por medio de una revisión extensa de los candidatos demócratas a las elecciones legislativas este año, ese partido ha experimentado esencialmente una “ocupación amistosa” por parte de la CIA. La respuesta demócrata a la nominación de la torturadora Haspel para encabezar dicha agencia fue resumida por Dianne Feinstein, la demócrata de rango del comité de asignación de fondos del Senado: “Parece contar con la confianza de la agencia, lo cual es bueno”.

Al enfocar sus críticas contra Trump en acusaciones inventadas de una interferencia rusa en las elecciones del 2016, los demócratas están actuando como voceros de secciones del aparato militar y de inteligencia que se oponen a cualquier repliegue de la agresiva política antirrusa adoptada por el Gobierno de Obama.

Los trabajadores en EUA y el mundo no tienen ninguna alternativa dentro del marco de la política capitalista. Por un lado, Trump está gobernando como un radical ultraderechista, cultivando una base social de apoyo de tinte fascista y operando fuera de cualquier marco constitucional o legal. Por el otro, una oposición política tan ajena a cualquier concepción democrática que su “respuesta” es censurar el Internet y suprimir las divisiones sociales internas está abogando por ir a la guerra contra la segunda mayor potencia nuclear del mundo.

Las viejas formas de gobierno, la estructura constitucional entera en sus 230 años de existencia, se están desintegrando bajo el cada vez mayor peso de la desigualdad social, la enorme brecha de la sociedad estadounidense con una diminuta élite en la cima que controla ambos partidos en el poder.

Es imposible separar el carácter de la Administración Trump del sistema que la produjo: el capitalismo. La fuerza social que ha de ser movilizada es la clase obrera. El 2018 ya ha evidenciado un poderoso crecimiento de la lucha de clases tanto en EUA como internacionalmente. La tarea más urgente es introducir dentro de este movimiento objetivo en pleno desarrollo una conciencia socialista y una dirección política socialista.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 15 de marzo de 2018)

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