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Perspectiva

Demanda de Geoffrey Rush asesta golpe a campaña antidemocrática de #MeToo

El fallo de un juez australiano el martes a favor del actor Geoffrey Rush tras demandar por difamación a un periódico de Sídney que lo acusó de conductas sexuales inapropiadas es un acontecimiento completamente bienvenido. Constituye un golpe contra la cacería de brujas internacional de #MeToo o #YoTambién.

Desde que surgieron acusaciones en octubre del año pasado contra el productor de Hollywood, Harvey Weinstein, se ha producido una serie de acusaciones por medio de las redes sociales y la prensa contra figuras prominentes en las artes, la política y el mundo empresarial.

La campaña #MeToo se ha caracterizado por su desprecio hacia los principios democráticos de inocencia hasta que se pruebe lo contrario y el derecho a un proceso judicial debido. En copiosos casos, las acusaciones de indecencia sexual se refieren a presuntos incidentes hace muchos años, que no representan actos criminales, ni dependen solo de la palabra de la parte demandante. No obstante, las vidas de muchos de los acusados han sufrido perjuicios irreparables.

Los pocos individuos distinguidos que han presentado inquietudes por lo que está tomando lugar, como el actor Matt Damon, la actriz Catherine Deneuve y, más recientemente, el director Terry Gilliam, han sido objeto de denuncias por parte de la élite hollywoodense y los medios de comunicación.

El impacto más amplio de #MeToo ha sido pernicioso. Ha echado raíces una atmósfera de división y miedo en muchos lugares de trabajo, incluyendo las instituciones académicas.

Entre aquellos que han sido blanco de esta campaña se encuentra Geoffrey Rush. Este actor australiano de teatro y filme, a sus 66 años de edad, es reconocido por sus papeles en películas como Claroscuro (Shine en inglés), Elizabeth, Shakespeare enamorado (Shakespeare in Love), Piratas del Caribe (Pirates of the Caribbean) y El discurso del rey (The King’s Speech).

En noviembre del año pasado, el diario sidneyés, Daily Telegraph, propiedad del multimillonario Rupert Murdoch, publicó acusaciones anónimas de que Rush había “tocado inapropiadamente” a una coprotagonista mujer durante actuaciones de la obra de Shakespeare, El rey Lear, bajo la producción de la Sydney Theatre Company (STC) en enero del 2016.

El Telegraph publicó el título a todo lo ancho de la página, “El rey Lear”, sugiriendo que Rush era un depredador sexual. Luego, aseveró que las acciones de Rush fueron consideradas tan serias que el STC decidió “nunca trabajar” con él de nuevo. Dichas acusaciones fueron reproducidas y destacadas por los medios internacionales.

En pocos días, Rush fue presionado para renunciar a su posición como presidente de la Academia Australiana de Cinema y Artes de la Televisión (AACTA). Fue expulsado sin miramientos de la apertura de la ceremonia de premios AACTA.

Es mérito suyo haber decidido presentar una demanda por difamación contra la empresa dueña del Daily Telegraph, Nationwide News, y el autor de los artículos, Jonathon Moran.

La audiencia de la demanda está programada para agosto, pero el equipo legal de Rush ya presentó una solicitud para eliminar tres párrafos de la defensa de la prensa de Murdoch, la cual buscaba basar su defensa en una “justificación”, es decir que las acusaciones que hicieron eran en sustancia ciertas, y en “privilegio cualificado”, lo que significa que hacer públicas las acusaciones estaba en el interés del público.

El juez Michael Wigney se pronunció al respecto el martes en la Corte Federal Australiana. Su sentencia, según cualquier parámetro, representa una fulminante condena contra las acusaciones hechas contra Rush e, implícitamente, contra el modus operandi de la campaña #MeToo, basada en acusaciones sin pruebas legales seguidas por un juicio, una convicción y un castigo emitidos por los grupos mediáticos y por lo que estos denominan la “opinión pública”.

El juez Wigney encontró que había que eliminar en su entereza la defensa de la “verdad” de Nationwide News” al ser “deficiente, “vaga e imprecisa”, “ambigua” y carecer de detalles creíbles sobre el “presunto manoseo”.

En su sentencia de 201 párrafos, el juez Wigney evaluó en detalle la supuesta “conducta inapropiada”. Rush, en el papel de King Lear, presuntamente hizo algo mientras cargaba a lo largo del escenario a la actriz que desempañaba como su ya fallecida hija Cordelia.

Wigney planteó las preguntas que debieron haberse hecho y respondido antes de haber lanzado calumnias contra Rush:

“¿Cuál es exactamente la ‘conducta escandalosamente inapropiada’ o la ‘conducta inapropiada’ que se dice que el Sr. Rush cometió? ¿Qué había hecho exactamente que se alegara que cumpliera con esa descripción?... ¿En qué se diferenció exactamente el presunto manoseo del contacto que de lo contrario debía darse entre el Sr. Rush y la actriz durante la escena? ¿De qué forma y por qué hizo sentir incómoda a la actriz el presunto manoseo? ¿Fue una incomodidad física o emocional?”.

Esto fue lo que falló: “Asimismo, los problemas que surgen de la generalidad, la falta de detalle y la imprecisión de los datos impiden hallar que los datos, considerados en su máxima expresión, sean capaces de probar en sustancia la verdad de ninguna de las imputaciones declaradas que son la materia de la defensa de justificación por parte de Nationwide y el Sr. Moran” [énfasis añadido].

Wigney procedió a calificar la solicitud de la empresa de Murdoch de que la corte confisque documentos del STC —con la esperanza de que develen otras acusaciones contra Rush— como una “expedición de pesca” y un abuso del proceso judicial. Sentenció que, si el periódico no tenía ninguna evidencia de una “conducta inapropiada” en el momento, entonces “no debió haber publicado la difamación y no puede declarar ninguna justificación por haberlo hecho”.

El juez Wigney falló en contra de Geoffrey Rush en una cuestión: una solicitud hecha por su equipo legal que sea suprimido el reportaje de los detalles sobre la presunta “conducta inapropiada”. Sin embargo, el fallo de Wigney es que cualquier “reportaje justo” sobre el caso debería beneficiar a Rush, ya que en su juicio las acusaciones no tenían evidencia alguna que las respaldara.

Declaró: “[U]n reportaje justo seguramente tendría que referirse al hecho de que algunos de los párrafos de la defensa de justificación no fueron capaces de corroborar la verdad de las imputaciones que afirmaban estar justificadas. Eso es poco probable que avergüence al Sr. Rush” [énfasis añadido].

La confianza del juez de que el movimiento #MeToo y la prensa responderán al desmantelamiento legal de las acusaciones contra personas por medio de un “reportaje justo” es quizás optimista. El fallo seguramente será condenado en los desorientados círculos absorbidos en la cacería de brujas por comportamientos sexuales inapropiados.

El miércoles, un juez especializado en casos de difamación señaló en el Australian Financial Review: “Es bien posible que el caso Rush haga que las personas piensen dos veces antes de publicar acusaciones sobre comportamientos sexuales inapropiados por medio del movimiento #MeToo… es al menos una posibilidad que el caso Rush tenga un impacto desincentivador en el movimiento en Australia”.

En otras palabras, al insistir en la necesidad de evidencia de un presunto crimen o comportamiento inadecuado antes de que se pueda acusar a un individuo, más aún sentenciarlo, el fallo en el caso Rush amenaza a la campaña antidemocrática #MeToo.

La victoria legal inicial de Geoffrey Rush asesta un golpe de vuelta a toda esa empresa reaccionaria. Al mismo tiempo, vindica al mismo Rush, quien, de acuerdo con las descripciones de sus colegas, es una persona humana y culta.

La tendencia social de la clase media-alta que se ha afincado alrededor de la campaña #MeToo respaldada por la prensa y la élite política tiene un carácter reaccionario y autoritario. En Estados Unidos, está asociada con el Partido Demócrata y los medios corporativos como el New York Times. Está siendo utilizada para generar divisiones en la población y distraer de la enorme crisis social y del peligro de guerra que enfrentan a la clase obrera.

La caza de brujas por conducta sexual inapropiada no hace nada para atender la opresión y explotación de los trabajadores, sean mujeres u hombres. Por una parte, lo que hace es avanzar las aspiraciones egoístas de una capa privilegiada de mujeres en busca de posiciones y oportunidades más lucrativas en Hollywood, el sector empresarial y los grupos de poder. Por la otra parte, está siendo utilizada para legitimar el resquebrajamiento de derechos democráticos y legales fundamentales que fueron conquistados tras siglos de lucha contra la tiranía.

En oposición a la histeria mccarthista de #MeToo, estos derechos democráticos tienen que ser defendidos por medio de un movimiento unificado de la clase obrera internacional, como una parte esencial la lucha por la igualdad social y el socialismo.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 22 de marzo de 2018)

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