Español
Perspectiva

Cincuenta años desde el mayo-junio de 1968, estalla la lucha de clases en Francia

Un medio siglo después de la huelga general de mayo y junio de 1968, la lucha de clases en Francia está entrando en una nueva y explosiva etapa. Está emergiendo una confrontación con implicaciones revolucionarias entre la clase obrera y el Gobierno francés, con el respaldo de toda la Unión Europea (UE).

La huelga de la semana pasada contra el decreto del presidente Emmanuel Macron que busca privatizar la Sociedad Nacional de Ferrocarriles Franceses (SNCF, por sus siglas en francés) detuvo gran parte del tránsito público de Francia. Los trabajadores de Air France que demandan alzas salariales y los obreros de las compañías de luz y recolectores de basura que exigen ser reconocidos como servicios públicos se han unido a los trabajadores ferroviarios en huelga. Al mismo tiempo, los estudiantes están ocupando varias universidades en protesta por nuevas reglas de admisión que limitan el acceso a la educación universitaria.

Estos acontecimientos vienen en medio de un resurgimiento internacional de la lucha de clases. Este año ya ha presenciado huelgas grandes de trabajadores metalúrgicos y automotrices en Alemania, Turquía y el este europeo, de trabajadores ferroviarios en Reino Unido y de amplias capas de maestros en Reino Unido y Estados Unidos.

Estas luchas están tomando lugar bajo la sombra del quincuagésimo aniversario de la huelga general francesa de mayo y junio de 1968, la más grande en la historia europea. Esta movilización de las masas obreras estremeció tanto al capitalismo francés como al régimen del general Charles de Gaulle hasta sus cimientos. El enojo masivo desatado por la represión a protestas estudiantiles llevó a una huelga de más de 10 millones de trabajadores, con banderas rojas desplegadas sobre fábricas por todo el país.

Fueron dos los factores que salvaron a De Gaulle. En primer lugar, el estalinista Partido Comunista de Francia (PCF), entonces el más grande en la clase obrera, desempeño un papel contrarrevolucionario. Organizó un regreso al trabajo a cambio de aumentos salariales, una traición de la situación revolucionaria que desmoralizó a los trabajadores y permitió que los gaullistas ganaran las elecciones de 1969. El segundo factor fue que la huelga estalló en medio del “boom” de la posguerra que transcurrió de 1946 a 1975. La burguesía contaba con los recursos para hacer concesiones, comprar tiempo y preparar una respuesta. Luego, procedió a desmantelar las industrias manufactureras francesas e implementar políticas de desempleo masivo y austeridad.

Hoy día, al contrario, no habrá ningún resultado reformista en la lucha de clases. La crisis del capitalismo global es mucho más profunda que hace 50 años. Durante el cuarto de siglo desde la disolución de la Unión Soviética por parte de la burocracia estalinista en 1991 y la fundación de la UE en 1992, se ha ensanchado la brecha social y se ha intensificado el impulso de guerra imperialista en África, Oriente Próximo y Eurasia en general.

Macron no retrocederá. La burguesía francesa está reestructurando drásticamente las relaciones de clases internas para unirse al repartimiento imperialista del mundo. Así como se rearman las otras principales potencias europeas, Macron ha prometido gastar €300 mil millones en expandir el ejército hasta el 2024, reinstituir el servicio militar obligatorio y entregar miles de millones de euros en recortes fiscales para los ricos. Tiene en la agenda desentrañar el gasto estatal y los servicios sociales básicos, incluyendo pensiones, salud pública y seguros por desempleo, para financiar la máquina militar.

Los obreros solo pueden oponerse a estas movidas para convertir a Francia en un Estado policial militarizado por medio de una lucha revolucionaria para traerse abajo al Gobierno de Macron y movilizar a la clase obrera en Francia y el resto de Europa en una lucha por el poder estatal. Esta batalla plantea la necesidad de construir una nueva dirección revolucionaria en la clase obrera.

Desde 1968, la clase trabajadora ha acumulado vastas experiencias con las organizaciones que se reivindican falsamente socialistas. El PCF quedó destruido por su rol en 1968 y su apoyo a la disolución de la URSS en 1991. El Partido Socialista (PS), fundado en 1969, demostró ser un partido burgués reaccionario de la austeridad y la guerra, y del cual apareció el mismo Macron.

En cuanto a los distintos descendientes de los renegados del trotskismo, quienes desempeñaron un papel clave en la formación del PS —Lucha Obrera (LO), el Nuevo Partido Anticapitalista (NPA) de tendencia pablista, y el lambertista Partido Obrero Independiente (POI)—, estas formaciones representan a capas privilegiadas de la clase media-alta.

Los trabajadores están cada vez conscientes de su hostilidad hacia estos grupos. Los manifestantes echaron al exlambertista y exsenador del PS, Jean-Luc Mélenchon, de una protesta gritándole “Fuera Mélenchon”, “Fuera el PS”, “Oye, senador, usted hizo los acuerdos sucios” y “Ni Dios, ni amo, ni Mélenchon”.

Para contener la lucha de clases, el NPA está proponiendo una alianza que va desde el PS y los sindicatos a la pseudoizquierda: “El camino que sigue abierto puede expandirse para crear un frente unido que una a los sindicatos, a los partidos y asociaciones del movimiento social en torno a demandas comunes, un frente con una perspectiva de largo plazo para una convergencia amplia, por una huelga general para hacer retroceder a Macron”.

Estas son palabras huecas y cínicas. Los trabajadores no van en dirección de una huelga general para “hacer retroceder” a un político, sino para sacarlo del poder. El NPA, más allá, está promoviendo una alianza amplia con partidos y sindicatos que han ayudado a implementar las políticas de austeridad que Macron lanza contra los trabajadores. Si uno fuese a traducir la declaración del NPA en inglés simple, diría: “Los estamos traicionando”.

El NPA y sus aliados desempeñan un rol que han refinado. Procuran agotar y abrumar a la oposición al militarismo y a la austeridad y así lograr que las políticas de Macron pasen. Los sindicatos están convocando huelgas en el sector de transporte que rotan dos días a la semana, hasta junio. Esto causará inconvenientes e irritará al público, mientras que deja a Macron en el poder y lo deja esperar hasta que se acabe la huelga para anunciar la promulgación de su decreto que privatiza el SNCF, el cual estaba negociando con los mismos sindicatos tan solo hace un mes.

Los trabajadores no tienen nada que negociar con Macron. Su política es ilegítima y antidemocrática. En el 2016, los sindicatos negociaron la ley laboral del PS que proveyó el marco básico utilizado para el decreto de Macron y permite que los sindicatos junto con la patronal puedan suspender las protecciones del Código de Trabajo para atacar salarios y condiciones laborales. La ley fue aprobada, sin un voto en la Asamblea Legislativa, por medio de poderes de emergencia, a pesar de ser opuesta por el 70 por ciento de la población.

El Gobierno del PS bajo François Hollande reprimió violentamente las protestas de masas contra la legislación laboral durante un estado de emergencia. Dicho estado de emergencia fue en sí un fraude político, impuesto en respuesta a los atentados de redes islamistas que de hecho operaban bajo la égida de los servicios de inteligencia y ayudaban a la OTAN a librar su guerra indirecta en Siria.

Macron fue elegido por defecto el año pasado. Frente a la opción entre el exbanquero y la impopular candidata neofascista, Marine Le Pen, menos de la mitad de los votantes participaron en las elecciones legislativas que dieron al partido de Macron una mayoría. Sin embargo, la Asamblea Legislativa aprobó una ley habilitante que le sumó poderes vastos a la ley laboral del PS, permitiéndole a Macron arruinar las condiciones laborales por decreto. En conformidad con esta ley, los sindicatos ya han firmado convenios colectivos que facilitan recortar planillas en la industria automotriz y pagar por debajo del salario mínimo en la industria química.

Las batallas revolucionarias que se están desarrollando contra Macron inevitablemente harán entrar en conflicto a los trabajadores con los partidos que desde 1968 se han hecho pasar por la “izquierda”, lo que pone de relieve el significado de la fundación en el 2016 del Parti de l’egalité socialiste (PES; Partido Socialista por la Igualdad), la sección francesa del Comité Internacional de la Cuarta Internacional (CICI). El PES reestableció la presencia del trotskismo en Francia, luchando por la movilización revolucionaria de la clase obrera contra la pseudoizquierda y todos los partidos capitalistas.

Ante la participación abierta de las burocracias sindicales en la implementación de las medidas de austeridad, el PES llama a la formación de organizaciones de base en los lugares de trabajo, las escuelas y las comunidades de clase obrera en toda Francia. Estas son plataformas críticas para que los trabajadores y la juventud discutan y organicen una oposición a los ataques sociales y planes de guerra de todos los grupos de poder.

El PES luchará por conectar el crecimiento de las organizaciones de las bases obreras y de la lucha de clases a un movimiento internacionalista, socialista y contra la guerra dentro de la clase obrera europea e internacional para tomar el poder estatal y reorganizar la vida económica con base en las necesidades sociales, no en el lucro privado. Hace un llamado a los trabajadores y jóvenes que están entrando en lucha a apoyar al PES y el CICI, estudiar su programa y tomar la decisión de unirse y construir el movimiento trotskista.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 7 abril de 2018)

Loading