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Perspectiva

La masacre en Gaza y la crisis de Israel en su 70º aniversario

La continua masacre sobre la fuertemente militarizada frontera entre la Franja de Gaza e Israel representa un crimen de guerra calculado y premeditado del Gobierno israelí con el respaldo de Washington.

La cifra de palestinos desarmados que han muerto en la “Gran Marcha del Retorno”, la cual comenzó el 30 de marzo, alcanzó al menos 40, después de que el lunes sucumbieran dos manifestantes a heridas con arma de fuego.

Uno de ellos, Tahrir Mahmoud Wahba, tenía 18 años y era sordo. Se aferró a la vida por 10 días después de haber recibido un disparo en la cabeza a manos de un francotirador israelí durante las protestas en masa del 13 de abril. Otro joven, Abdullah Muhammad al-Shamali, de 20 años, falleció el domingo en la noche de heridas sufridas durante las manifestaciones del viernes pasado.

Ellos se suman a cuatro manifestantes de Gaza que murieron el viernes por disparos, incluyendo a un niño de 14 años, Mohammed Ibrahim Ayoub.

Además de los muertos, alrededor de 5.000 palestinos han quedado heridos por balas vivas, balas de goma y ataques con gas lacrimógeno. De estos, 1.600 recibieron disparos con municiones reales, muchos de los cuales sufrieron heridas que los dejarán inválidos por el resto de sus vidas.

Decenas de miles de manifestantes de Gaza han sido el blanco de una violencia vastamente desproporcional y sumamente letal a lo largo de la frontera con Israel. Esto no es porque representen una inminente amenaza de seguridad para Israel, sino porque las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) han recibido órdenes de disparar para matar con el propósito de suprimir el desafío existencial que representa para el Estado sionista la demanda de los manifestantes: el derecho —reconocido bajo el derecho internacional y reafirmado por resoluciones de las Naciones Unidas— de cada refugiado palestino y sus descendientes a regresar a los hogares y pueblos desde donde fueron expulsados hace siete décadas.

Lo más impactante sobre las manifestaciones en Gaza es la completa indiferencia de los Gobiernos occidentales y sus taquígrafos de los medios corporativos hacia las escenas de uno y otro manifestante desarmado siendo tiroteado por exigir sus derechos y protestar contra las atroces condiciones en la Franja de Gaza, descrito justificablemente como la mayor prisión al aire abierto del mundo.

Es posible imaginarse la respuesta a escenas similares si ocurrieran en Rusia, China, Siria, Irán, Corea del Norte o Venezuela. Nikki Haley estaría utilizando su asiento en el Consejo de Seguridad Nacional de la ONU para lanzar denuncias feroces por tales “atrocidades”, amenazando con responder militarmente e invocando los “derechos humanos”. La masacre cubriría las portadas de cada periódico y ocuparía a cada noticiero.

Sin embargo, con respecto a Gaza, la reacción ha sido una de complicidad, indiferencia y silencio. En una rueda de prensa del Departamento de Estado de EUA el viernes sobre la publicación de un nuevo reporte global sobre derechos humanos, los oficiales se rehusaron a tomar preguntas sobre la matanza en Gaza. El reporte sobre Israel no se refirió a los “territorios ocupados” —un término utilizado por los sucesivos Gobiernos estadounidenses desde 1967— demostrando la aprobación desde Washington de la opresión colonial israelí y su anexión de Cisjordania, Gaza y los Altos del Golán.

Mientras que la prensa estadounidense ha repetido incesantemente las mentiras desgastadas sobre un ataque químico en Siria, presentando una y otra vez el video —ya expuesto como una escenificación— de personas siendo regadas con agua en una clínica, ningún medio se ha molestado enviar un reportero a las clínicas en Gaza, las cuales están completamente abrumadas con los heridos y enfrentando una escasez de suministros, incluso los más básicos, debido al bloqueo de Israel —y Egipto— del territorio ocupado.

La mayor cobertura en la prensa estadounidense ha sido en torno a la actriz Natalie Portman, una ganadora declarándose en contra de atender una ceremonia de premios en Israel. Publicó una declaración el fin de semana indicando que “Israel fue creado exactamente hace 70 años como un puerto para los refugiados del Holocausto. Pero el maltrato de aquellos sufriendo las atrocidades de hoy simplemente no va en línea con mis valores judíos”.

Portman, quien tiene una doble ciudadanía estadounidense-israelí, no es una opositora del sionismo, lo que de cierto modo torna su reacción a la masacre en Gaza más significativa. La respuesta de los líderes políticos israelíes ha sido tan despiadada que ella se ha encargado de serle útil a Hamas y adoptar una conducta que se aproxima al antisemitismo.

Un miembro de la Knesset (Parlamento israelí) del partido Kunalu, el cual forma parte del Gobierno derechista de Bejamin Netanyahu, ofreció un análisis más sobrio: “La cancelación de Natalie Portman debería ser una señal de advertencia”, tuiteó la legisladora Rachel Azaria. “Ella es sin duda una de nosotros, se identifica por su judaísmo e israelismo. Ella expresa las voces de muchos judíos estadounidenses, particularmente la generación más joven. Esta es una comunidad que siempre representó un anclaje para el Estado de Israel y el precio de perderlo es probablemente demasiado alto”.

Sin duda es un signo de advertencia. A pesar del apagón mediático y el apoyo del Gobierno estadounidense, las masas de personas a nivel global, incluyendo a millones de judíos en EUA y otros países, están indignados y consternados por los sucesos en la frontera de Gaza.

Estos asesinatos no son ninguna aberración, sino que fluyen de las contradicciones malignas dentro del Estado israelí y la crisis que azota su sociedad y Gobierno. Un régimen que se ve obligado a llevar a cabo tales crímenes es inherentemente inestable.

Con el 70º aniversario de la fundación de Israel a pocas semanas, el mito sionista de que la formación de un Estado judío en Palestina a través de la expulsión de tres cuartos de un millón de palestinos de sus hogares garantizaría la paz y seguridad del pueblo judío después de los horrores del Holocausto se está desintegrando.

Los asesinatos en la frontera de Gaza son una expresión horrible de la imposibilidad de resolver la cuestión palestina dentro del sistema capitalista de Estados nación existente. Tanto el Gobierno derechista bajo Netanyahu como el imperialismo estadounidense han echado a la basura la llamada “solución de los dos Estados”, la cual siempre fue una ficción política y es actualmente una imposibilidad tomando en cuenta el crecimiento ininterrumpido de los asentamientos israelíes y zonas de seguridad en Cisjordania.

La “Marcha del Retorno” es en sí una manifestación de la desilusión del pueblo palestino con la concepción de que sus derechos y aspiraciones puedan realizarse por medio de la creación de un mini-Estado encabezado por una burguesía palestina corrupta. Cada facción política, desde la Autoridad Palestina colaboracionista de Abbas a la organización burgués islamista de Hamas, ha sido desacreditada.

El Estado israelí, por su parte, está sumido en contradicciones sociales profundas y está viéndose obligado a enfocarse en incrementar la represión y prepararse para guerras aún más peligrosas, ante todo contra Irán, lo que suscita la amenaza de un conflicto regional o incluso global.

La sociedad israelí es la segunda más desigual entre los países de la Organización por la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Su tasa de pobreza es casi el doble que el promedio de la OCDE, con una tercera parte de los niños viviendo bajo pobreza. Al extremo contrario del espectro social, una capa diminuta de magnates ha extraído fortunas inmensas de los mercados para exportación del país mientras controlan los principales partidos políticos.

Al igual que en Irán, Túnez y el resto de la región e internacionalmente, estas condiciones están creando las condiciones para un resurgimiento de la lucha de clases dentro de Israel. En diciembre del año pasado, hubo ocupaciones de fábricas y protestas contra despidos masivos de trabajadores en Teva, la mayor productora de medicamentos genéricos del mundo, acompañada por una huelga general de medio día por trabajadores públicos y privados.

En Israel, como en todo otro país, son las clases, no las razas, religiones ni etnicidades, que constituyen la fuerza motriz fundamental. La salida a tales masacres, represión, reacción y guerras que constituyen el reportorio político del Estado israelí en su 70º aniversario yace en la lucha unificada de los trabajadores árabes y judíos contra el capitalismo, por la construcción de una sociedad socialista y la erradicación de las fronteras nacionales irracionales que dividen la región.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 24 de abril de 2018)

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