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Perspectiva

La “vieja Europa” llega a Washington

Hace quince años, en el periodo previo a la invasión estadounidense-británica de Irak, la prensa norteamericana denunció ferozmente a Alemania y, en particular, a Francia por no encolumnarse detrás de la campaña militar estadounidense. El secretario de Defensa de EUA, Donald Rumsfeld, denunció a la “vieja Europa” y describió a los franceses como cobardes y traidores, mientras que los comentaristas de la prensa llamaron a cambiar el nombre de las papas francesas a “papas de la libertad”.

Bajo el título “¿Cómo relacionarse con Estados Unidos? El dilema europeo”, el World Socialist Web Site observó:

Los oficiales de la Administración de Bush han manifestado cada vez más contundentemente las consecuencias del rechazo europeo a alinearse detrás de EUA. Como se lo mencionó un oficial al New York Times el jueves, “Nuestro objetivo es restregarles la realidad en la cara y luego proceder a discutir qué hacemos al respecto”.

¿Cuál realidad? El Gobierno de Bush ha señalado explícitamente que las empresas francesas y alemanas serán excluidas del reparto de la industria petrolera iraquí después de la guerra. Aún más serio, se ha sugerido que, después de ocupar Irak, EUA presionará a Irán, un proveedor de petróleo crítico para Europa occidental.

De acuerdo con el parecer de Francia y Alemania, el comportamiento estadounidense es completamente descabellado y presenta el peligro de un colapso pleno de lo que queda del marco legal e institucional en su conjunto que ha regulado los asuntos del capitalismo mundial. Para los europeos occidentales, doblegarse ante los dictados de Estados Unidos significaría aceptar su subordinación en lo que el diario conservador francés Le Figaro describió como "un simple protectorado de Estados Unidos”.

Quince años después, el presidente francés, Emmanuel Macron, se presentó en Washington como un socio menor de la nueva campaña estadounidense en Oriente Próximo. Fue celebrado con la primera cena de Estado del Gobierno de Trump y fue aclamado en la prensa estadounidense como un paladín de la democracia.

La cena de Estado simbolizó una vuelta victoriosa tras el bombardeo conjunto de EUA, Francia y Reino Unido contra Siria del 14 de abril. Además, puso de manifiesto que las potencias de la “vieja Europa” han dejado atrás cualquier pretensión pacifista y están determinados a rearmarse y remilitarizarse. Están participando directamente o apoyando la intervención estadounidense en Siria para reclamar una parte del nuevo reparto imperialista de Oriente Próximo.

Parecería que ha cambiado mucho en los últimos tres lustros, pero más allá de las apariencias y los intentos de Macron para emplear lo que fue descrito como un encanto galo ante el huraño mandatario norteamericano, tras bastidores prevalecieron tensiones similares entre Paris y Washington. Esto se vio más claro en el intercambio mucho menos ameno entre Merkel y Trump un par de días después.

Mientras que Macron fue invitado a una resplandeciente cena de Estado, incluyendo un costillar de cordero lechal, un gateau de queso de cabra, y un cipollini soubise, Merkel recibió un breve almuerzo de trabajo. Si se pudieran juzgar los rostros cuando salieron, uno concluiría que comieron emparedados aguados de atún.

Hubo en definitiva una vasta diferencia en la recepción de Merkel y Macron, expresando tanto la rivalidad mucho más enconada entre EUA y Alemania, el centro de poder europeo, y los esfuerzos para separar a Francia de la influencia europea.

Pero, más allá de cualquier genuflexión por parte de Macron y deferencia callada de Merkel hacia el matonismo de Trump, existen las mismas diferencias hoy que hace 15 años. Existen divisiones importantes entre las potencias europeas y Estados Unidos en cuanto a todos los aspectos de las políticas comerciales y exteriores de Trump, incluyendo su plan inminente para imponer medidas arancelarias contra las exportaciones alemanas y francesas de acero y aluminio o sus amenazas de acabar con el acuerdo nuclear iraní, en detrimento de los intereses económicos de las potencias europeas.

La nueva ronda de aranceles sobre el acero y el aluminio entrará en vigencia el 1 de mayo. Trump dejó en claro en una conferencia de prensa conjunta después de reunirse con la canciller alemana que se prepara para postergar las medidas de guerra comercial, ni hablar de cancelarlas. Merkel gruñó cuando Trump declaró que el superávit comercial de la Unión Europea con EUA era una “gran injusticia” y, cuando un periodista le preguntó sobre el estatus de los aranceles, la canciller alemana declaró a regañadientes, “El presidente decidirá”.

Trump no cedió en la rueda de prensa sobre su posible decisión de poner fin al acuerdo nuclear con Irán. En cambio, lanzó una diatriba feroz contra Teherán y lo amenazó con una guerra.

No puede quedar ninguna duda de que las potencias europeas están inmensamente temerosas de la imprudencia de Estados Unidos y no están nada seguros de que pueden contenerla.

Durante la última semana, los oficiales europeos advirtieron una y otra vez que las políticas económicas nacionalistas del Gobierno de Trump amenazan con desencadenar un colapso en las relaciones internacionales, cuyas consecuencias serían incalculables. La posibilidad de una guerra comercial que congele las transacciones entre las economías más grandes del mundo y de un conflicto militar entre Estados con armas nucleares es real. El ministro de Hacienda francés, Bruno Le Mare advirtió que Europa sufriría “el daño colateral de una posible guerra comercial entre EUA y China”.

Un grupo de altos oficiales del partido oficialista alemán, Unión Cristiana Democrática (CDU, por sus siglas en inglés), y el Partido Verde emitieron una advertencia de una guerra con Rusia. “Muchos europeos occidentales se encuentran alarmados y temen una guerra”, escribieron en el Frankfurter Allgemeine Zeitung. “Estamos percibiendo con una preocupación enorme el creciente conflicto entre Rusia y Occidente”.

Sin embargo, pese a tales preocupaciones, un factor es dominante: el imperialismo francés y el alemán quieren su tajada del botín del nuevo reparto estadounidenses de Oriente Próximo y de la redivisión neocolonial del planeta.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 29 de abril de 2018)

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