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Perspectiva

Israel conmemora su 70º aniversario en medio de crímenes de guerra y una intensificación de la crisis social

Israel conmemora el 70º aniversario de la declaración que fundó un Estado judío en Palestina, la cual coincidió con el final del mandato británico establecido tras la derrota del Imperio Otomano en la Primera Guerra Mundial.

Este aniversario estará marcado por tiroteos de tropas israelíes contra manifestantes palestinos sobre la frontera con Gaza y el avivamiento de la fiebre militarista dirigida contra Irán.

Sin embargo, se verá eclipsado por el traslado formal de la nueva embajada estadounidense a Jerusalén. Tal violación al derecho internacional en instancias del Gobierno de Trump le ha martillado el último clavo al llamado “proceso de paz” entre Israel y los palestinos y a la ilusoria “solución de dos Estados”.

Además, será la ocasión para otra sangría a lo largo de la fuertemente militarizada valla fronteriza con Gaza, donde miles de palestinos han llevado a cabo manifestaciones por más de seis semanas como parte de la denominada “Gran Marcha de Retorno”. Durante este periodo, unos 50 protestantes han sido asesinados y muchos más han quedado heridos debido a que las Fuerzas de Defensa de Israel recibieron órdenes de disparar letalmente a los manifestantes desarmados. El lunes, las fuerzas israelíes asesinaron a 37 manifestantes más y dejaron a otros 500 heridos.

Las protestas están asociadas a los orígenes mismos del Estado de Israel y sus consecuencias históricas, demandando su derecho a regresar a los hogares y pueblos de los que fueron expulsados hace 70 años, un episodio llamado por los palestinos Naqba o catástrofe. Alrededor de un cuarto de millón de palestinos fueron desterrados a través de campañas sistemáticas de terrorismo e intimidación, en lo que constituyó un gigantesco acto de “limpieza étnica” para forjar un Estado judío basado en una raza y religión.

Las acciones de Washington respecto a su embajada y el acuerdo nuclear entre Irán y las principales potencias han sido aplaudidas por el Gobierno derechista del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, ya que equivalen a una luz verde para intensificar su violenta represión contra el pueblo palestino y emprender ataques militares en Siria dirigidos a provocar una confrontación con Irán que amenaza con desencadenar una catastrófica conflagración en toda la región.

Los gobernantes israelíes están promoviendo calculadamente una fiebre militarista que dirija hacia un enemigo exterior las inmensas y crecientes tensiones sociales dentro de la sociedad israelí y distraiga la atención de los escándalos de corrupción que han implicado a toda la élite política, comenzando por Netanyahu.

Debido a la criminal celebración por parte de oficiales estadounidenses e israelíes del traslado de la embajada y a la nueva masacre de manifestantes en la frontera entre Gaza e Israel, recibirán poca atención las cruciales cuestiones históricas y mundiales correspondientes a los orígenes y el desarrollo de Israel, las cuales están inseparablemente conectadas a la historia de la clase obrera en el siglo veinte y a su crisis histórica de dirección revolucionaria.

En 1998, para el 50º aniversario del establecimiento del Estado de Israel, el World Socialist Web Site apuntó precisamente a estos estos esenciales factores históricos.

“El nacimiento y la evolución de Israel reúnen en forma concentrada las grandes contradicciones sin resolver del siglo veinte. En esencia, su origen se remonta a uno de los mayores crímenes contra la humanidad en la historia, el Holocausto nazi. A su vez, la exterminación de seis millones de judíos europeos fue terrible precio a pagar por la crisis del movimiento obrero derivada de la degeneración estalinista de la Unión Soviética y la Internacional Comunista. Los crímenes del estalinismo y su dominio sobre el movimiento obrero previnieron que la clase trabajadora acabara con un sistema capitalista sumido en crisis y que recurrió al fascismo como última línea de defensa.

“Las derrotas de la clase trabajadora, los crímenes del estalinismo y los horrores del Holocausto dieron las condiciones históricas para la creación de Israel y la campaña altamente exitosa el movimiento sionista, con la ayuda tanto del imperialismo estadounidense como del estalinismo, para equiparar al sionismo con el mundo judío. En última instancia, este movimiento y su Estado se fundaron sobre el desaliento y la desesperación. Las traiciones del estalinismo dieron paso a la desilusión en la alternativa socialista que atrajo poderosamente a los trabajadores judíos en todo el mundo. Los crímenes del fascismo alemán fueron presentados como la prueba definitiva de que era imposible conquistar al antisemitismo en Europa y el resto del mundo. La respuesta del sionismo fue conseguir un Estado y un ejército y buscar ganarles a los opresores históricos del pueblo judío en su propio juego.

“La trágica ironía de esta supuesta solución ha sido la vinculación israelí del pueblo judío —tradicional e históricamente asociado a luchas por la toleración y la libertad— con la brutal represión de otra población oprimida”.

En los 20 años desde la publicación de esta declaración por parte del WSWS, las contradicciones malignas en la sociedad israelí tan solo se han profundizado. El número de habitantes de los ilegales asentamientos en territorios ocupados por Israel desde la guerra de 1967—Cisjordania, Jerusalén Este y los Altos de Golán sirios— ha aumentado de 160 mil a más de 600 mil.

Mientras que Israel retiró sus tropas y asentamientos de la Franja de Gaza, sigue siendo un territorio ocupado. Es efectivamente una prisión a cielo abierto sujeta al control directo fronterizo, aéreo y marítimo de Tel Aviv, el cual también dicta las condiciones masivas de desempleo y pobreza que predominan en este territorio cuyo ingreso promedio es equivalente al del Congo. Las Fuerzas de Defensa de Israel han librado una guerra tras otra contra la Franja, cobrando miles de vidas civiles y devastando la infraestructura vital. Esta campaña cuasigenocida continúa hoy día con la masacre de manifestantes en la frontera gazatí.

Los salarios reales han caído gradualmente desde el 2000 en Cisjordania bajo el gobierno nominal de la Autoridad Palestina, la cual ha asumido la función de policía auxiliar para la ocupación israelí. Al mismo tiempo, se ha enriquecido una capa delgada de funcionarios y empresarios corruptos de la Organización para la Liberación de Palestina.

Dentro de Israel, el segundo país miembro de la OCDE con la mayor desigualdad tras EUA, se están ahondando las tensiones sociales. La tasa de pobreza es del 22 por ciento, afligiendo a un 55 por ciento de los palestinos israelíes y a una tercera parte de los niños.

Los estibadores israelíes acabaron una huelga de tres días el domingo tras un fallo judicial que les ordenaba volver al trabajo, cuando ya habían clausurado los puertos de Eilat, Haifa y Asdod. En diciembre del año pasado, hubo una huelga nacional contra la decisión de la gigante farmacéutica de genéricos, Teva, de despedir a una cuarta parte de su fuerza laboral. En enero, los trabajadores municipales de Jerusalén realizaron un paro y bloquearon el acceso al Knesset (Parlamento) con camiones de basura, protestando amenazas de despidos masivos y el no pago de salarios.

Siete décadas después del establecimiento del Estado de Israel, nunca ha sido tan claro como ahora que no existe una solución nacional a los problemas que enfrenta ninguna sección de la clase obrera en Israel y los territorios palestinos ocupados. Solo la unificación de los trabajadores judíos y árabes en toda la región, con base en un programa socialista e internacionalista, puede ofrecer una salida al sangriento y cada vez más peligroso impasse que se vive en la actualidad.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 14 de mayo de 2018)

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