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Perspectiva

Comisión de Inteligencia del Senado aprueba nominación de torturadora de “cárceles clandestinas” como directora de la CIA

La inminente confirmación de Gina Haspel, una oficial veterana de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), como directora de la principal agencia de espionaje de Washington marca un nuevo hito en el colapso de la democracia estadounidense.

El miércoles, la comisión de inteligencia del Senado aprobó, con 10 votos contra 5, recomendar la confirmación de Haspel al Senado. Dos demócratas votaron junto a los 8 republicanos a favor de la nominación hecha por el presidente Trump para la sucesora de Mike Pompeo, quien hace tres semanas fue confirmado como nuevo secretario de Estado.

Mientras que Pompeo es un notorio defensor del empleo por parte del Gobierno de Bush de “técnicas de interrogación mejoradas” para terroristas, es decir torturarlos, Haspel administró una prisión clandestina de tortura de la CIA en Tailandia por dos años. Más allá, en el 2005, solicitó en un memorándum que fueran destruidas las grabaciones de las sesiones de tortura ante las demandas de que la evidencia fuera entregada a investigadores legislativos.

La votación a favor de la comisión a tan solo dos días de la defensa virtualmente unánime tanto de demócratas como republicanos del asesinato y mutilación a tiros de cientos de manifestantes palestinos desarmados a manos de Israel, expone la criminalidad que predomina en el Estado y la burguesía estadounidenses. La clase capitalista de EUA ha endosado el asesinato masivo de civiles y el uso de torturo, ambos, como herramientas para la política exterior e interna.

Haspel, una veterana con 33 años de experiencia en la CIA, presidió directamente los ahogamientos simulados repetidos de Abd al-Rahim al-Nashiri en el centro de tortura en Tailandia.

Según la versión desclasificada y fuertemente editada de la comisión de inteligencia del Senado sobre el programa de tortura de la CIA, publicada en diciembre del 2014, además de ahogamientos simulados, obligaron a los prisioneros quedarse encadenados de pie a una pared por semanas seguidas, previniéndoles dormir por más de una semana, encerrándolos en cajas del tamaño de ataúdes, obligándolos a entrar en baños de hielo hasta que sufrían hipotermia e incluso la muerte, además de golpearlos repetidamente contra muros.

Entre otros métodos perversos y sádicos, empleaban alimentación y rehidratación “rectales”, es decir la introducción forzada de líquidos y comida por el recto.

Todas estas son violaciones del derecho internacional y estadounidense. Los perpetradores como Haspel pertenecen a una cárcel no a un alto cargo gubernamental.

El ascenso de Haspel es un esfuerzo bipartidista. Desde un principio, los dirigentes demócratas no tenían ninguna intención de bloquear su nominación. La oposición nominal demócrata fue una charada en la que los líderes del partido ya habían decidido quien iba a poder votar a favor y en contra de su confirmación, con base en consideraciones electorales de mantener la imagen de oposición a la tortura de algunos.

En una farsa para encubrir su apoyo por Haspel, Mark Warner, el demócrata de rango de la comisión de Inteligencia, anunció el martes que había recibido una carta de la nominada que lo convenció de que la extorturadora no reanudaría el empleo de tales métodos. En realidad, la carta de Haspel no cambia su postura durante la audiencia de confirmación, cuando defendió al programa de tortura y su papel en él, escribiendo simplemente que, viéndolo en retrospectiva y dando cuenta de los resultados, fue contraproducente. “Mientras que no condenaré a aquellos que tomaron estas difíciles decisiones, y he aludido a la valiosa inteligencia recolectada, el programa causó daño a nuestros oficiales y a nuestra imagen ante el mundo”.

En su propia declaración después de la votación del miércoles, Warner elogió a Haspel como, “una voz independiente que puede mantener y mantendrá una postura firme a instancias de la comunidad de inteligencia de nuestra nación”.

El voto de Warner subraya lo reaccionarias que son las premisas en las que se basa la oposición demócrata a Trump. Este multimillonario ejecutivo de una empresa tecnológica, junto con su contraparte demócrata en la Cámara de Representantes, Adam Schiff, ha encabezado la cacería de brujas antirrusa y la campaña relacionada para censurar el Internet y suprimir la libertad de expresión con base en el fraudulento pretexto de combatir las “noticias falsas”.

Sin embargo, aquellos demócratas que planean votar contra Haspel no son menos hipócritas en su supuesta oposición a la tortura. Todos los legisladores demócratas y republicanos fueron informados plenamente por oficiales de la CIA y de la Administración de Bush sobre el programa de tortura. Lo apoyaron tácitamente y no le dijeron nada al pueblo estadounidense.

Obama y su director de la CIA, John Brennan, buscaron suprimir el reporte de tortura del Senado, bloqueando su publicación por dos años e infiltrándose ilegalmente en las computadoras de los miembros de la comisión de Inteligencia que estaban componiendo la versión final. Después de la publicación, Brennan dio una conferencia de prensa en la que denunció el informe y defendió a los torturadores de la CIA. Brennan era el director adjunto de la CIA bajo Bush y un superior de Haspel, lo que lo implica directamente en el programa de tortura.

En respuesta al reporte, Obama llamó a los agentes de la CIA involucrados en actividades criminales “hombres y mujeres dedicados” y “patriotas”, cuyo “servicio heroico y sacrificios” deberían ser aplaudidos por toda la nación. Bloqueó cualquier enjuiciamiento de Bush y los oficiales de la CIA que presidieron el programa. Luego, Obama nombró como director de la CIA para en su segundo término a Brennan, quien había encabezado su programa de asesinatos con drones como director de contraterrorismo.

Pese a proteger a los oficiales del Gobierno de Bush, el Departamento de Justicia de Obama enjuició al denunciador de la CIA, John Kiriakou, por exponer que la agencia llevaba a cabo ahogamientos simulados. El único funcionario de la CIA que fue a la cárcel fue Kiriakou, quien pasó dos años en prisión por informarle al público sobre el programa criminal.

En relación con el reporte de tortura del Senado, apenas fue publicado, los demócratas y la prensa lo enterraron. Ahora, una de las principales perpetradoras de los crímenes que expone el informe está siendo promovida para encabezar la CIA, y los demócratas están dándole los votos que necesita, ya que el Senado cuenta con una mayoría republicana mínima y, con la oposición a Hansel de los republicanos John McCain y Rand Paul, no sería confirmada sin votos demócratas.

Ninguna facción del Partido Demócrata se opone seriamente a la tortura. La semana pasada, Bernie Sanders dijo en una entrevista por televisión que se opondría a Haspel, pero inmediatamente manifestó que Brennan “hizo un buen trabajo” como director de la CIA.

El New York Times resumió la esperanza consensuada en la élite política de que la confirmación de Haspel acabe de una vez y por todas las discusiones sobre la tortura. “La Sra. Haspel aparentemente tiene el camino despejado para una confirmación”, escribe el diario, lo que “esencialmente finaliza un ciclo de debate sobre el uso de tortura por parte de la agencia después de los atentados del 11 de setiembre…”.

En un comentario publicado en el sitio web The Hill, Larry Pfeiffer, jefe de personal del director de la CIA durante el Gobierno de Bush, Michael Hayden, fue más franco aún sobre los motivos de respaldar a Haspel. Llamó a darle un apoyo unánime porque “ha adquirido un conocimiento íntimo aplicable contra la actual y renovada amenaza de Rusia”.

Apelando a las capas demócratas de la clase media-alta obsesionadas con la política de identidades, promovió a la antigua gauleiter de cárceles clandestinas como la primera directora de la CIA. “El Senado debería asegurar que una niña con talento en nuestro país que aspira hoy a dirigir la CIA pueda escuchar de su mamá o papá: ‘¡Adelante! Mira a Gina Haspel, ella la dirige hoy”.

Detrás de los desgastados procedimientos parlamentarios, la “democracia” estadounidense ha sido reducida a una dictadura presidida por el aparato militar, industrial y de inteligencia, que opera fuera de toda regulación legal. Este aparato está aliado a la oligarquía financiera, cuyas acciones no están menos exentas a tener que rendir cuentas que las de los torturadores de la CIA. El Estado en su totalidad está implicado en la conspiración criminal contra los derechos sociales y democráticos de la clase obrera, internacionalmente y dentro de Estados Unidos.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 17 de mayo de 2018)

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