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Perspectiva

Google, los asesinatos con drones y el complejo militar, de inteligencia y censura

La publicación esta semana de una carta abierta de investigadores líderes en la tecnología protestando la participación de Google en un programa de asesinatos con drones expone la estrecha alianza entre las gigantes corporaciones tecnológicas y el complejo militar y de inteligencia de Estados Unidos.

La carta, firmada ahora por más de 1.000 académicos, declara que “Google ha comenzado a participar en trabajo militar sin someterse a una consideración o debate públicos, sea interna o internacionalmente”. Añade: “Mientras que Google decide regularmente el futuro de la tecnología sin una participación democrática del público, su entrada en el área de la tecnología militar pone intensamente de relieve los problemas del control privado de la infraestructura de la información”.

En marzo, Google admitió que le estaba ayudando al Pentágono a desarrollar programas de inteligencia artificial para identificar objetos en las grabaciones de video hechas por drones, dentro del marco de un Proyecto Maven. Mientras que Google alega que la tecnología no está siendo utilizada para asesinar a personas, los autores de la carta indican que el sistema en cuestión podría ser modificado fácilmente para identificar a seres humanos para asesinarlos.

La carta de los académicos le sigue los talones a una carta abierta de los mismos trabajadores en Google protestando el involucramiento de la empresa en el Proyecto Maven, reuniendo el apoyo de 3.100 empleados. Un reporte reciente de Gizmodo informó sobre la renuncia de una docena de trabajadores tras las revelaciones.

Al considerar las operaciones de Google, es preciso distinguir entre la corporación y los trabajadores tecnológicos. Es probable que a muchos de ellos les atrajo el lema original de la compañía (hace poco eliminado), “No seas malo”.

La participación de Google en el programa de drones del ejército estadounidense es señal de una integración extraordinariamente peligrosa de las gigantes corporaciones tecnológicas y los mayores Estados capitalistas. Cada vez es más difícil discernir dónde termina la CIA y el Pentágono y dónde comienzan las compañías tecnológicas.

Google tiene muchos lazos con el Estado y los militares. Eric Schmidt, presidente ejecutivo de la compañía matriz de Google, Alphabet, es asesor del Pentágono y presidente de su Junta Asesora de Innovación en la Defensa. Además, tiene un papel protagonista en la Unidad Experimental de Innovación en la Defensa (DIUx), una asociación del sector privado y el ejército localizada a pocos minutos de la sede central de Google.

Tampoco es Google una excepción. Amazon es uno de los principales proveedores de infraestructura para la nube informática del Pentágono y las agencias de inteligencia. Verizon, AT&T y otros proveedores de servicios de internet han sido socios dispuestos del programa de espionaje global e interno de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA, por sus siglas en inglés), como lo expusieron los documentos filtrados por el denunciante de la NSA, Edward Snowden.

Las relaciones de Google con el ejército permiten ver más de cerca el significado de los cambios que hizo a sus algoritmos de búsqueda a partir de abril del año pasado. Cuando la empresa anunció por primera vez estas medidas, afirmó que sus acciones pretendían “mejorar” su sistema de búsqueda” y “ayudarles a las personas a encontrar lo que estaban buscando”. Declaró al New York Times que sus acciones prescindían de cualquier “sesgo político”.

En realidad, su involucramiento con el ejército y su manipulación de los resultados de búsqueda son dos caras del mismo proceso, ambas con propósitos políticos. De un lado, Google le está entregando tecnología de inteligencia artificial al Estado para asistir en sus operaciones militares y de inteligencia. En el otro, ha iniciado un programa masivo de censura, también con poderosas tecnologías de inteligencia artificial, para suprimir la oposición en el país.

Como lo documentó el WSWS, los cambios a los algoritmos de Google han impactado significativamente el tráfico de búsqueda a publicaciones izquierdistas, socialistas y contra la guerra.

El WSWS es un blanco central de estas medidas represivas. Su tráfico proveniente de las búsquedas de Google cayó 75 por ciento y, cuando reportó por primera vez la caída, los primeros 45 términos de búsqueda que llevaban a más lectores al WSWS ya no lo hacían. Según la más reciente indagación, ahora son los 61 primeros términos.

En el año transcurrido desde que Google anunció sus medidas de censura, la empresa ha contratado, junto con Facebook y Twitter, a miles de “moderadores” de contenido, muchos con experiencia como agentes de inteligencia, fiscales, y oficiales policiales, para censurar el discurso político en línea. Para fines de este año, más de la mitad de los empleados de Facebook y Google estarán en sus departamentos de “seguridad” y “moderación”.

La afirmación hecha por Google, Facebook y las otras compañías de redes sociales de que, al manipular sus algoritmos, simplemente están actuando como corporaciones privadas, es indefendible. Tal lógica no justifica ninguna acción para suprimir la libertad de expresión y ciertos puntos de vista políticos. Más allá, estas empresas no están actuando solas, sino en estrecha coordinación con el Estado capitalista, a instancias de la clase gobernante en su conjunto.

La integración de las corporaciones y el aparato estatal, militar y de inteligencia no es un fenómeno nuevo. Hace 57 años, el presidente Eisenhower dio un famoso discurso advirtiendo sobre el “complejo militar-industrial”. Sin embargo, en medio de agitados preparativos de guerra y de represión doméstica, esta integración está asumiendo formas nuevas y cada vez más ominosas. El ejército está incorporando rápidamente en sus operaciones las tecnologías de inteligencia artificial más avanzadas, desarrolladas por compañías como Google.

La lucha contra el complejo militar, de inteligencia y censura solo puede ser llevada a cabo con base en un programa revolucionario y socialista. El dominio y control del Internet y de las tecnologías asociadas en manos de corporaciones gigantescas suponen consecuencias sumamente graves para los derechos democráticos.

La terminación del control corporativo sobre el Internet debe conectarse con la movilización de la clase obrera internacional para abolir el yugo de la oligarquía financiera sobre la vida económica y política, transformar todas las corporaciones en utilidades públicas y reorganizar la economía global con base en las necesidades sociales y no el lucro privado.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 19 de mayo de 2018)

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