Español

François Hollande se une a la causa de Lula de Brasil

El 15 de mayo la agencia de noticias española EFE informó que el expresidente del Senado francés, Jean-Pierre Bel, organizó un “Llamamiento de líderes europeos en apoyo a Lula”, un manifiesto que pide que Lula pueda presentarse en las elecciones generales de octubre.

Entre los firmantes de este documento está el expresidente francés, François Hollande, un probado enemigo de la clase obrera internacional y de las naciones oprimidas. Hollande organizó el regreso de Francia al “reparto de África” y la destrucción de derechos democráticos en Francia al conferir al Estado facultades extraordinarias permanente en la Constitución francesa.

También lo firmó el ex primer ministro español, José Luis Zapatero, quien llevó a cabo ataques salvajes contra la clase obrera española frente a la crisis financiera mundial del 2008.

El apoyo a Lula de tales figuras es otra exposición de la falsa narrativa del Partido de los Trabajadores (PT) de que el juicio político de la expresidenta Dilma Rousseff por cargos falsos de manipulación del presupuesto y ahora el arresto de Lula son parte de un ataque imperialista contra representantes de la clase trabajadora brasileña.

La noticia del manifiesto fue difundida ampliamente por partidarios del PT en la academia y en blogs y medios “independientes” financiados por el Estado, los cuales también se regocijaron por la cobertura comprensiva de la caída del Partido de los Trabajadores por parte de portavoces de la reacción burguesa como el New York Times y el Guardian. La esperanza entre estas capas es que la presión imperialista convenza a la burguesía brasileña de colocar al PT una vez más en el poder.

Los artículos de opinión y editoriales de estos importantes periódicos occidentales han expresado simpatía por Lula, retratándolo como un héroe caído e incluso como la víctima de una trampa, dejando un espacio amplio para justificar su regreso cada vez más improbable al G20 y las reuniones de Davos como jefe de Estado de Brasil.

Uno podría referirse a la portada el 17 de mayo de Le Monde, donde aparece un artículo escrito por el propio Lula desde la prisión, o las críticas de Radio France Internationale y Le Monde del 13 de mayo a la prensa brasileña por no resaltar una foto de Lula rodeado de partidarios unos momentos antes de entregarse para ser arrestado, la cual apareció en cada diario importante de la alianza “imperialista y democrática”.

Fue aún más revelador el editorial del New York Times del 12 de abril, que llamó a Lula un “líder dinámico y carismático”, cuya caída fue “dolorosa y desalentadora”, absteniéndose por completo de hacer comentarios sobre los cargos reales de corrupción de Lula. Demandando que llegue al poder “un líder que pueda garantizar que los logros contra la corrupción no sean un retroceso para la democracia”, el periódico de referencia de la élite política estadounidense esencialmente aconsejó a la coalición de derecha que sucedió al Gobierno del PT y a los sanguinarios fiscales obsesionados con retratar a Lula como “el corruptor de la sociedad brasileña” que reconozcan su utilidad política.

El más notable de tales editoriales ya se podía encontrar en el londinense Financial Times del 25 de enero, cuando la apelación de Lula fue anulada por el tribunal regional que finalmente ordenó su arresto. “La condena de Lula no hará que Brasil sea grande otra vez”, fue el título del editorial del FT, donde advirtió que “los muchos oponentes de Lula están equivocados en su alegría. Brasil, uno de los países más desiguales en el mundo, necesita un partido fuerte de centroizquierda como el PT”.

Teniendo en cuenta que estos diarios aplauden continuamente los asesinatos con drones, la destrucción de sociedades enteras en Oriente Próximo, los poderes de excepción y la persecución de informantes —enseguida vienen a la mente las recientes operaciones repugnantes contra Julian Assange—, uno debe preguntarse: ¿qué hay detrás de tales alabanzas y lamentos en torno al supuestamente “antimperialista”, “nacionalista” y “socialista” Partido de los Trabajadores brasileño y su líder?

Hacer la pregunta es responderla: Lula y el Partido de los Trabajadores nunca fueron nada de eso, y el New York Times y compañía están tratando a Lula como el valioso recurso político que ha sido para el imperialismo mundial durante 40 años.

La evidencia presentada hasta ahora contra Lula, con una condena y siete casos todavía pendientes en su contra, es sumamente débil. Si bien los cargos que lo metieron en la cárcel pueden ser falsos, esto no es porque sea inocente. Más bien es porque el caso de corrupción Autolavado (Lava-Jato) ha servido como instrumento para que la burguesía brasileña empuje a todo el sistema político del país hacia la derecha.

Los fiscales no acusan a Lula de supervisar durante dos mandatos presidenciales un sistema político y económico impregnado de corrupción, y, con la ayuda de la burocracia sindical, reprimir huelgas de los trabajadores y atacar sus derechos sociales. En cambio, se han limitado a una exposición moralista de insignificantes regateos políticos.

El desprecio completo por los derechos democráticos y el avance hacia la dictadura, expuestos por los métodos procesales de la investigación Autolavado, expresan la desesperación de una burguesía nacional que se ve a sí misma en un callejón sin salida.

La perspectiva económica sombría —una reducción del PIB del 10 por ciento durante tres años, y el colapso de la orientación del capitalismo brasileño a los mercados de materias primas y las inversiones chinas, previamente en auge— ha socavado el núcleo de la estrategia del PT de usar el Estado para favorecer a “campeones nacionales” entre los monopolios industriales y de productos básicos —desde el gigante estatal de petróleo Petrobras a los conglomerados mineros privatizados, pasando por los imperios privados de soja, ganado, productos químicos e industria de la construcción—. Este giro en la fortuna económica, como resultado de la crisis global del capitalismo, ha desmoralizado al PT y sus aliados en los sindicatos, que han funcionado para suprimir la lucha de clases en una de las sociedades más desiguales en el planeta.

No es solo el PT; ningún ala de la burguesía brasileña goza de legitimidad. La mayoría de los congresistas en funciones enfrenta investigaciones de corrupción, y —según un informe de Folha de São Paulo del 22 de abril— 15 candidatos presidenciales se enfrentan a no menos de 160 investigaciones entre ellos. Mientras tanto, el año electoral ha llevado al Congreso a una parálisis total, con proyectos “esenciales”, como la reaccionaria “reforma” de las pensiones, demorados indefinidamente por temor a que los congresistas que voten a favor sean rechazados por los votantes.

Lejos de restaurar la estabilidad y las ganancias, el derrocamiento del Partido de los Trabajadores y el encarcelamiento de Lula son vistos por el imperialismo como una medida imprudente. Los desaires diplomáticos durante las giras latinoamericanas en 2017 del vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence, y del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu —un ídolo de la derecha cristiana evangélica de Brasil, que comprende un tercio del Congreso— contrastan fuertemente con las interminables visitas oficiales de Lula al exterior y la visita exhaustiva de George W. Bush a Brasil en el 2007.

En este contexto, portavoces del PT como CartaCapital y Brasil247, comentaristas como Luís Nassif y las principales federaciones sindicales —junto con una multitud de sus acólitos pseudoizquierdistas que participaron en la construcción del PT a partir de 1980 y luego fueron expulsados o separados por motivos tácticos, como la coalición morenista y lambertista del Partido Socialismo y Libertad (PSOL) y el Partido de la Causa Obrera (PCO)— se han unido desde abril en la campaña “Liberen a Lula”.

Los intentos de esta “izquierda unida” de presentar las preocupaciones por Lula expresada en los medios de los principales centros imperialistas como una reivindicación de su tesis de que el PT sufrió una reacción feudal y un “golpe” en el 2016, y que Lula es un prisionero de la guerra de clases, son políticamente criminales. Solo sirven para fortalecer a figuras de extrema derecha que dicen oponerse a los esquemas del PT.

Los denominados “intelectuales públicos”, que se pasaron años criticando las políticas “neoliberales” de Lula, ahora argumentan que el PT “subestimó” a sus “enemigos” en la clase dominante, y que sus políticas fueron demasiado radicales. Se puede encontrar un ejemplo claro, pero para nada exhaustivo, en los textos de Leda Paulani, economista del PT y profesora de la Universidad de São Paulo, que escribió en 2003 un ensayo ahora famoso llamado “Brasil Delivery”.

Tras lidiar con algunas estadísticas económicas, advirtió: “es obvio decir que tal situación económica conducirá a una crisis política inevitable. Es cierto, empero, que en ese caso el Gran Hermano del Norte podría ayudar. El actual presidente de Brasil [Lula], como algunos imaginan, está siendo elevado, con el sintomático apoyo estadounidense, a la posición de un ‘líder mundial’”, y es “presentado como una especie de escaparate del maravilloso nuevo orden mundial”.

En noviembre de 2014, entrevistada por Revista Fórum, Paulani aprovechó un breve intento del Gobierno de bajar las tasas de interés para decir que “Rousseff ha cambiado las políticas de Lula, desafiando al lobby bancario”, y que “ella se mantendría en este camino”. Solo un mes después, Rousseff designaría a Joaquim Levy, uno de los “Chicago Boys”, para dirigir el Ministerio de Hacienda y empezar una nueva ronda de subidas de las tasas de interés. Un año después, el 12 de noviembre de 2015, declaró a cartamaior.com.br: “El error de Rousseff” fue bajar las tasas de interés para apaciguar el mercado, mostrando “una imagen intervencionista que no le gusta a los empresarios”, para luego, el 27 de julio de 2017, declarar a CartaCapital que “tenemos como primera tarea en Brasil garantizar que no se destruya la democracia”, legitimando el programa de Gobierno del PT de convertir al capitalismo brasileño en un paraíso para bancos y especuladores.

Pero los riesgos para la democracia, de acuerdo con estos grupos, no provienen del capitalismo ni de las propias políticas del PT, sino de los prejuicios de los trabajadores. El artículo “Ganadores y perdedores: un balance del golpe”, de Luis Felipe Miguel, en el blog de la editorial Boitempo, afirma que el juicio político solo fue posible porque “el fundamentalismo cristiano es cada vez más necesario para componer la base social de la derecha. El discurso homófobo y antifeminista no es una excentricidad de la derecha brasileña. Es un componente esencial para dar un atractivo popular a sus posiciones. No es casual que su presencia política haya crecido desde el momento en que las políticas compensatorias de Lula erosionaron los dominios electorales de la derecha”. En otras palabras, el supuesto progreso económico hizo que los trabajadores fuesen más vulnerables a los prejuicios.

Esta típica diatriba irracionalista y misantrópica, un producto de cuatro décadas de pensamiento posmoderno en las universidades, alimenta las calumnias contra los obreros y la falsa conclusión de que, sin lugar a dudas, las políticas procapitalistas del PT y Lula fueron lo mejor a lo que podrían aspirar.

Sin embargo, el registro histórico anterior a 2003 muestra incluso con más claridad que Lula y los antitrotskistas hoy reunidos en grupos como PSOL y PCO, que ayudaron a construir el PT, lo diseñaron desde su origen como una herramienta para descarrilar la lucha por el socialismo, subordinando a los trabajadores a los sindicatos y acorralándolos detrás de la “burguesía nacional”.

Un destacado apologista del PT, Armando Boito, lo puso en claros términos de clase, en un ensayo para el grupo de expertos FGV: “Para que los Gobiernos de Lula y Rousseff pudieran superar el estancamiento que dominó la década de 1990”, resultó importante tener “una intervención del movimiento popular en nuestra historia política. Fue un partido creado por los sindicatos, el PT, que reformuló la propuesta de intervención estatal para el desarrollo del capitalismo brasileño”.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 22 de mayo de 2018)

Loading