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El Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS) de Argentina denuncia la huelga de camioneros brasileños

La Izquierda Diario, la publicación del Partido de los Trabajadores Socialistas Argentino (PTS), ha denunciado la huelga en curso de los camioneros brasileños, calificándola como una provocación de derechas a la que los trabajadores deben oponerse.

Esto coloca al PTS —y su filial brasileña, el Movimento Revolucionário de Trabalhadores (MRT)— en el mismo campo que el Gobierno de derecha de Michel Temer. Al instar a sus partidarios a oponerse a la huelga, el PTS está brindando apoyo a los destacamentos militares armados que están utilizando convoyes de esquiroles a través de los bloqueos con sus rifles de asalto apuntando a los piquetes.

En un artículo del 29 de mayo, La Izquierda Diario llama a la huelga “un movimiento dirigido por los empresarios con un programa que no tiene nada de ‘popular’. Políticamente, podemos decir que el saldo del movimiento es uno solo: el fortalecimiento de la candidatura del ultraderechista Jair Bolsonaro, enemigo feroz de los derechos de los trabajadores, de las mujeres, de los negros y de la comunidad LGBT”.

El 30 de mayo, La Izquierda Diario escribió: “No hay nada de ‘contradictorio’ en las protestas” y por lo tanto “la posición de los trabajadores debe ser clara: rechazo a los bloqueos ... separarse de ese movimiento y sus direcciones patronales…”.

La posición del PTS es absurda en su aspecto exterior. La huelga de los camioneros es un fenómeno inmensamente contradictorio, que involucra a cientos de miles de trabajadores brutalmente explotados en una revuelta contra las condiciones de vida cada vez más intolerables. Incluye a conductores asalariados, autónomos u operadores propietarios, así como un cierre por empresas privadas de transporte por carretera.

Las corporaciones de transporte y los partidarios de extrema derecha del fascista Bolsonaro no lanzaron la huelga ni la dirigieron. La huelga provocó temor en los círculos gobernantes nacionales e internacionales precisamente por su carácter espontáneo e independiente, libre del dominio de los sindicatos.

La huelga se desarrolló en una lucha consciente de los camioneros contra los sindicatos, que habían estado colaborando con el Gobierno para bloquear la oposición a la subida de los precios de la gasolina. Por esta razón, la huelga ha provocado una amplia oposición entre la clase trabajadora, que está profundamente resentida después de una década de austeridad, creciente desigualdad y corrupción corporativa y gubernamental.

Una encuesta de esta semana muestra que casi el 90 por ciento de los brasileños apoya la huelga. El miércoles, los trabajadores petroleros del país se unieron a los camioneros y se declararon en huelga contra los aumentos de los precios del gas y la privatización de Petrobras, solo para que su sindicato solicite un regreso al trabajo dentro de las 24 horas mientras los tribunales imponían multas punitivas.

La prensa burguesa ha advertido de una “revuelta” si las huelgas se extienden a otras industrias. La política del PTS refleja los intereses de aproximadamente el 10 por ciento de la población adinerada que se ve menos afectada por el aumento en los precios de la gasolina y sobre esta base se opone tanto a la huelga de los camioneros como al creciente movimiento hacia una huelga general.

El artículo de La Izquierda Diario del 30 de mayo afirma que la demanda de los huelguistas por una reducción del costo del gas y los peajes “no es [una demanda] ni obrera ni popular: favorece particular y principalmente a un sector importante de los empresarios del país, que es el de las compañías de transporte y también a un sector pequeñoburgués de camioneros autónomos [es decir, contratistas independientes]” (énfasis original).

Esta declaración expone al PTS como partidario de los ajustes de austeridad y las alzas del costo de la vida. La parte considerable de los 500.000 camioneros en huelga que son “autónomos” o propietarios-operadores trabajan horas brutales y en condiciones inseguras, lo que hace en promedio el equivalente de entre uno y tres salarios mínimos, apenas lo suficiente para sobrevivir. Esta capa, desestimada por el PTS como “pequeñoburguesa”, inició la huelga.

Según la lógica del PTS, el Gobierno brasileño no solo tiene el derecho de enviar tropas contra los camioneros, sino que también tuvo razón en reprimir violentamente las protestas de 2013 por las alzas de las tarifas de los autobuses. De manera similar, el Gobierno mexicano tuvo justificación para reprimir las protestas del gasolinazo en 2017 por los recortes a los subsidios al gas. Tampoco los trabajadores argentinos pueden confiar en las pretensiones del PTS de oponerse a las alzas de precios o tarifazo en su país.

La Izquierda Diario culpa a la huelga de “mucha confusión alimentada por las fake news y los grupos de Whatsapp”. Según el PTS, los trabajadores no tienen derecho a hablar libremente entre ellos ni a desafiar a la dictadura de los sindicatos. Pero la huelga solo se llevó a cabo porque los camioneros planificaron sus acciones fuera de los sindicatos a través de la aplicación de redes sociales Whatsapp, coordinando demostraciones y cortes de ruta y creando apoyo entre familiares y amigos.

En contraste con la afirmación del PTS de que “no hay nada” contradictorio “en las protestas”, todos los marxistas genuinos entienden que la lucha de clases necesariamente se desarrolla según las contradicciones del sistema capitalista, que se ha agudizado enormemente en Brasil, un país de 200 millones de personas, socavando todas las instituciones políticas mientras se crea una miseria social cada vez más profunda para las amplias masas.

El Partido de los Trabajadores (PT) gobernó el país de 2003 a 2016 e impuso medidas de austeridad mientras se tildaba a sí mismo de “izquierdista” e incluso de “socialista”. Bajo estas condiciones, no es sorprendente que algunos huelguistas (aunque por la mayoría de las informaciones de prensa solo una minoría) han sido susceptibles a las intervenciones de fanáticos populistas de derecha como Bolsonaro y llama a la intervención militar en la falsa creencia de que la corrupción y no el capitalismo es el culpable del colapso de los niveles de vida.

Si bien siempre existe el peligro de que una facción de la clase dominante intente inflamar los sentimientos atrasados y manipular genuinas protestas sociales para alcanzar más objetivos de derecha, es tarea de los socialistas alentar a los huelguistas a ampliar su atractivo a la clase trabajadora para que bloqueen tales esfuerzos. Al oponerse a la huelga, el PTS actúa para llevar a los trabajadores a los brazos de los demagogos de extrema derecha y les da razones para asociar la política de “izquierda” con la supresión de la lucha de clases.

Hay un resurgimiento creciente de la clase trabajadora en todo el mundo, incluso en los Estados Unidos, donde los docentes estado tras estado (donde Donald Trump recibió la mayoría de los votos) se rebelan contra los sindicatos de docentes para exigir grandes aumentos salariales y financiación para la educación pública.

En todo el mundo, los trabajadores están abandonando los viejos partidos “burgueses” y socialdemócratas de “izquierda”, optando principalmente por la abstención de las elecciones burguesas, pero en algunos casos apoyando a candidatos demagogos de la derecha que se oponen al establishment político, incluyendo a Donald Trump en los Estados Unidos, Marine LePen en Francia y, en menor medida, Bolsonaro en Brasil.

Pero apuntalar este proceso contradictorio es una tendencia fundamental hacia una fusión de la lucha de clases en todo el mundo. Los trabajadores están haciendo uso de las redes sociales para organizar sus luchas fuera del control de los sindicatos.

El papel del PTS en la ola de huelgas brasileña corresponde a un proceso universal. Los grupos pseudoizquierdistas que representan secciones acomodadas de la clase media alta están interviniendo en huelgas para bloquear la oposición social y dirigirla de regreso a los sindicatos donde puede ser controlada, aislada y reprimida. Para los gobiernos y sus partidarios pseudoizquierdistas, la censura de Internet se convierte en un mecanismo principal para evitar que los trabajadores se comuniquen entre sí a través de industrias, fronteras nacionales e incluso de un lugar de trabajo a otro.

En una economía mundial interconectada globalmente, la principal tarea estratégica que enfrenta la clase trabajadora es expandir y conectar sus luchas a nivel internacional para llevar a cabo una lucha común contra el sistema capitalista. Grupos como el PTS sirven como obstáculos conscientes para el desarrollo de la lucha de clases internacional y hay que oponerse a ellos.

(Publicado originalmente en inglés el 1 de junio de 2018)

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