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Perspectiva

El New York Times y el asesinato que no sucedió

El martes, el régimen derechista en Ucrania reportó que Arkady Babchenko, un periodista ruso que vive en Kiev y crítico del Kremlin, había sido asesinado a tiros en su apartamento. Kiev inmediatamente responsabilizó a Moscú. Incluso el primer ministro ucraniano, Volodymyr Hroysman declaró que “la máquina totalitaria rusa” era culpable.

En pocos minutos, la noticia se divulgó por el mundo, convirtiéndose en uno de los acontecimientos más destacados en los principales medios de comunicación de Europa y Estados Unidos, incluyendo el New York Times, el Washington Post, El Guardian y la BBC. El “Poderoso Wurlitzer” de la propaganda estadounidense comenzó a lanzar enormes humaredas.

Cada reporte traía consigo la conclusión de que el Gobierno ruso estaba detrás del asesinato: es decir, la prensa estadounidense anunció al mismo tiempo un enigma y su resolución.

El reportero estrella del New York Times, Andrew Higgins, declaró, “El asesinato del periodista, Arkady Babchenko, un viejo corresponsal de guerra que provocó la ira de nacionalistas rusos con su cobertura mordazmente crítica, es el más reciente de una serie de ataques, muchos de ellos letales, contra enemigos abiertos del presidente Vladimir V. Putin, tanto dentro como fuera de Rusia”.

Higgins, quien se vio obligado a retractarse en el 2014 por un artículo con fotografías falsificadas de tropas rusas entrando en territorio ucraniano, colocó el asesinato en una lista de presuntos crímenes del régimen de Putin, incluyendo el envenenamiento de Sergei y Yulia Skripal más temprano este año, y el derribamiento del vuelo MH17 sobre Ucrania en el 2014.

En su cobertura, el Times y otros de los mayores periódicos se apoyaron en un guion que han empleado una y otra vez: un prominente crítico del Kremlin fallece o es herido y culpan a Moscú inmediatamente. Cualquier esfuerzo de Rusia para repeler tales acusaciones o incluso desafiar a sus acusantes es presentado como evidencia del plan malvado del Kremlin.

Sin embargo, precisamente cuando el furor internacional por el asesinato llegaba a su apogeo, sucedió lo inesperado: el cuerpo de Babchenko reapareció dramáticamente en una rueda de prensa convocada por la policía ucraniana, donde el periodista anunció que había fingido su propia muerte.

Repasando la historia, no habría tomado más que una examinación de la fotografía del cuerpo de Babchenko compartida por el Kiev, donde aparece boca abajo sobre un brilloso líquido parecido a kétchup, para saber que algo estaba fuera de lugar.

Sin embargo, la prensa estadounidense respondió a la resurrección de Babchenko intentando encontrar otra forma de incriminar al Kremlin. El editorial del jueves en el New York Times, intitulado “Sea lo que fuera, no lo hicimos nosotros”, es un ejemplo típico.

“Después de que llegaran las noticias de Kiev el martes de que un periodista ruso crítico de Vladimir Putin había sido matado a tiros, no le tomó mucho tiempo al aparato de negación del Kremlin a ponerse a funcionar a toda máquina”, escribió el Times, quejándose de que el Kremlin tuviera la audacia para negar que fuera cómplice de un asesinato que nunca tuvo lugar.

En otras palabras, el Times buscó desviar la historia para enfocarse en el “aparato de negaciones” del Kremlin, en vez de lo que el incidente había develado sobre las mentiras avanzadas por el Times. La verdadera revelación es del aparato de propaganda operado por James Bennet, el redactor jefe de la página editorial del Times, quien manipula las noticias para que sirvan a las agencias de inteligencia en su promoción de guerra en el exterior y represión política dentro del país. Para Bennet, cuando una mentira queda expuesta, hay que sepultarla con una mentira más grande.

Cada editorial publicado en la edición en línea del New York Times incluye un aviso de que la sección editorial “es separada de la sala de prensa y de los artículos de opinión”. No hay mayor mentira. De hecho, son prácticamente indistinguibles. El Times cuelga artículos rutinariamente en su página de noticias compuestas enteramente de afirmaciones infundadas y especulación y que se convierten en la base para sus editoriales fomentando las guerras y la represión interna.

Por más de un año y medio, la prensa estadounidense ha estado involucrada en una campaña contra lo que han denominado “noticias falsas”, supuestamente divulgadas por Rusia y sus simpatizantes. En nombre de esta campaña, los principales medios de comunicación, los dirigentes políticos y las agencias de inteligencia de EUA han impuesto el régimen más invasor de censura del Internet en la historia del país, borrando miles de cuentas en las redes sociales, silenciado los puntos de vista de oposición y enterrando los sitios izquierdistas en los resultados de búsqueda.

Sin embargo, el fraude del asesinato de Arkady Babchenko demostró quienes son los promotores de “noticias falsas”: no son los sitios de noticias de oposición que son el objeto de censura, sino las salas de redacción de los medios de prensa tradicionales en Nueva York, Washington y Londres.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 1 de junio de 2018)

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