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La cifra de muertos aumenta tras erupción volcánica que soterró comunidades enteras en Guatemala

La Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres (CONRED) de Guatemala confirmó que han fallecido al menos 62 personas después de que una erupción volcánica el domingo creará flujos piroclásticos que asolaron comunidades enteras.

Los números preliminares incluyen 300 heridos, 2 millones de afectados y 3.300 evacuados, con aproximadamente mil en albergues. Aún hay un número desconocido de desaparecidos, mientras se espera que la cifra de muertes aumente dramáticamente.

El domingo, un sobreviviente que salía de lo que describió como un “horno”, le manifestó a El Periódico, “Hay demasiados enterrados, qué gentío muerto, un sinfín de gente está muerta”.

Esa noche, en una conferencia de prensa con ministros y la CONRED, el presidente Jimmy Morales declaró descaradamente: “Nuestro presupuesto no nos permite designar ni un centavo para atender la emergencia. Me da vergüenza volver a decirlo, pero por la Ley del Presupuesto no podemos contar con un solo centavo para emergencias”. El Ministro de Finanzas luego anunció que apenas podía reunir alrededor de $25 millones.

Localizado a 35 kilómetros al noroeste de la capital, la Ciudad de Guatemala, y unos 20 kilómetros de Antigua, el volcán de Fuego, uno de los más activos en Centroamérica, había dado avisos repetidos desde hace mucho tiempo y estaban volviendo cada vez más alarmantes. Sin embargo, no se hizo la orden de evacuación a tiempo.

Tal negligencia ha producido otro devastador crimen social a manos de la clase gobernante capitalista. Es similar a los que llevaron a 5.000 muertes en Puerto Rico por el huracán María, a las 370 muertes por el terremoto el año pasado en el centro de México, al incendio de la torre Grenfell en Londres, al envenenamiento de niños y trabajadores en Flint, Michigan, y prácticamente todas las demoledoras e innecesarias muertes masivas por desastres naturales y “accidentes” bajo el capitalismo.

A diferencia de la indiferencia y negligencia criminales del Gobierno y la burguesía, los momentos inmediatamente después de la primera erupción fueron marcados por la movilización de la población en todo el país a centros de acopio para enviar comida, pañales, ropa, mantas y otra ayuda, además de la preparación de comidas por los pobladores para los equipos de rescate. Ha habido escenas impactantes de valentía por parte de rescatistas mal equipados, incluyendo bomberos, paramédicos, soldados y policías rasos que decidieron entre ellos adentrarse profundamente en áreas inestables y enterradas, en medio de temperaturas sumamente altas. Varios de ellos han quedado heridos y se reporta que al menos uno perdió su vida, pero han ayudado a evacuar a cientos mientras continúan los flujos piroclásticos.

El Servicio Geológico de EUA indica que dichos flujos, compuestos de roca fundida, barro y otros materiales volcánicos, descienden a velocidades de más de 80 kph, comparado con flujos de lava cuyo paso es de trote. Las temperaturas pueden alcanzar los 700 grados centígrados, dejándole pocas posibilidades de supervivencia a cualquiera atrapado sin previo aviso en una región en la que la mayoría no tiene vehículos y los caminos están en mal estado.

El Dr. Matthew Watson, un vulcanólogo de la Universidad de Bristol de Inglaterra que ha estudiado el volcán de fuego por dos décadas, le dijo al Independent: “Este volcán está rodeado de una auténtica pobreza rural, y las evacuaciones se llevan a cabo usualmente a pie o en vehículos que toman mucho tiempo para llegar a cualquier parte”.

Varios residentes de mayor edad en Alotenango que acompañaban a las familias de las víctimas les comentaron a periodistas que nunca habían visto un desastre de tal magnitud, recordando que aproximadamente hace 40 años otra erupción devastó plantaciones y comunidades enteras, pero la población había podido escapar a tiempo.

La primera erupción tuvo lugar a las 11:00 a.m., una segunda ocurrió a las 4:00 p.m. y una tercera a las 8:00 a.m. del lunes. Casi inmediatamente después de que el Instituto Nacional de Sismología, Vulcanología, Meteorología e Hidrología (INSIMUVEH) anunciara que la segunda erupción había acabado, comenzó la tercera, obligando a los equipos de rescate, periodistas y otros pobladores a evacuar en pánico. Los rescatistas y reporteros locales estallaron en lágrimas tras encontrar los cuerpos calcinados de familias enteras que se murieron quemadas.

En el departamento de Chimaltenango al norte, al menos seis comunidades siguen incomunicadas por las avalanchas y un río desbordado.

La columna de ceniza el domingo alcanzó 2.200 metros por encima de la cumbre del volcán a 3.763 metros sobre el nivel del mar. Las cenizas cubrieron a la Ciudad de Guatemala, Escuintla y Quetzaltenango y alcanzaron la mayor parte del territorio nacional. El aeropuerto internacional de la Ciudad de Guatemala, La Aurora, se vio obligado a suspender operaciones. Añadiendo a la ansiedad, a las 9:00 a.m. el lunes, un temblor de 5.2 grados estremeció la costa pacífica, incluyendo la región entera alrededor del volcán.

Varias erupciones menores pero significativas ocurrieron el año pasado, y la CONRED solo dio advertencias limitadas para que los turistas no acamparan en el área de la meseta y que los líderes de las comunidades se mantuvieran en contacto con las agencias de emergencia.

El INSIVUMEH reportó “explosiones fuertes” en agosto y noviembre del 2017 que enviaron cenizas a pueblos cercanos, y las erupciones se siguieron fortaleciendo. El 1 de febrero de este año, la mayor erupción en seis años llevó a la evacuación de 2.880 personas debido a flujos piroclásticos y lava que bajaban por las barrancas Seca, Cenizas, Las Lajas y Honda, las mismas que cargaron los mortales flujos el domingo y lunes. Las barrancas Las Lajas y Honda van dirigidas al este y sureste, donde la mayoría residentes quedaron atrapados en las comunidades de San Miguel Los Lotes y El Rodeo y Escuintla.

Tan recientemente como el 5 de mayo, más de 300 personas fueron evacuadas por una erupción pequeña. El programa de vulcanismo global de la Smithsonian Institution también reportó grandes y recientes explosiones con flujos piroclásticos que bajaron por las mismas barrancas el 17 de mayo, el 14-17 de abril, 7-10 de abril, 27-28 de febrero y 7-13 de febrero.

En el 2012, alrededor de diez mil personas fueron evacuadas por una intensificación en la actividad del volcán. Independientemente de que la última erupción, como indicó el Dr. Watson, “aumentará un orden de magnitud en términos de escala”, y de que haya un sector turístico grande y agricultura productiva en el área, no había ninguna justificación para que miles de residentes en las áreas más vulnerables en el camino de los canales piroclásticos conocidos no fuesen reasentados con anterioridad.

Las zonas vulnerables a los flujos piroclásticos, avalanchas e inundaciones son bien conocidas por décadas de documentación. Con la presencia de 32 volcanes en el país, los preparativos de Guatemala para estos desastres, especialmente tan cerca a las ciudades más pobladas del país, deberían incluir agencias de emergencia constantemente en alerta y totalmente equipadas. Ese está muy lejos de ser el caso.

El desastre generado por la erupción del volcán de Fuego es una extensión de la catástrofe social que caracteriza la sociedad guatemalteca. Es el país más desigual, en términos del índice de Gini, de la región más desigual del planeta. Según las últimas cifras disponibles de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe de la ONU, en el 2014, la tasa oficial de pobreza era de 60 por ciento, incluyendo al 71 por ciento de la población mayoritariamente indígena de las zonas rurales, mientras que el 23,4 por ciento vivía en condiciones de pobreza extrema. Todas estas cifras han aumentado marcadamente desde la crisis capitalista global del 2008.

El acceso a la atención de salud, a pensiones y a un ingreso digno es denegado para la vasta mayoría de la población. En el 2017, un total de 111 niños menores de cinco años murieron de hambre en Guatemala, mientras 46,5 por ciento de todos estos niños sufren de desnutrición crónica. Al mismo tiempo, se espera que Guatemala pague $1,8 miles de millones en intereses a los tenederos de deuda pública este año, al mismo tiempo que el Ministerio de Defensa pide un presupuesto de $531 millones. Según Oxfam, más de 260 personas en Guatemala tienen más de $30 millones en activos, mientras el Instituto Centroamericano de Estudios Fiscales (ICEFI) calcula que el uno por ciento más pudiente del país acapara el 42 por ciento el ingreso nacional.

Tales niveles de desigualdad y condiciones económicas desesperantes son el producto de más de un siglo de superexplotación y dominio del imperialismo estadounidense. Mientras que en años recientes los trabajadores y campesinos han realizado protestas de masas contra la desenfrenada corrupción en el país, incluyendo aquellas que resultaron en la renuncia y encarcelamiento del presidente Otto Pérez Molina en el 2014, estas condiciones sociales y la intensificación de la explotación de los trabajadores persisten, junto con la corrupción oficial y la austeridad, mientras que la clase gobernante guatemalteca continúa enriqueciéndose a sí misma y a los financistas de Wall Street y la City de Londres.

Los recursos sociales estaban disponibles para prevenir las muertes, la destrucción y el sufrimiento por la erupción del volcán del Fuego, y los recursos existen para ayudar a los supervivientes a ponerse de pie, para mejorar la infraestructura social de todo el país y para satisfacer las necesidades sociales urgentes de la población entera, incluyendo vivienda, comida, educación y salud.

La única manera en que la clase obrera y las masas explotadas en Guatemala pueden asegurar sus derechos sociales es emprendiendo una lucha contra el capitalismo, en conjunto con los trabajadores de todo el hemisferio e internacionalmente, para expropiar las enormes riquezas controladas por la élite gobernante y las corporaciones transnacionales.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 5 de junio de 2018)

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