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Perspectiva

La muerte de Ed Sadlowski y el fin del reformismo sindicalista

Ed Sadlowski, quien encabezó un movimiento para destronar a la dirigencia del sindicato siderúrgico United Steelworkers (USW) en los años setenta, falleció el 10 de junio. Pese a no ser conocido por la mayor parte de las generaciones actuales de trabajadores, Sadlowski desempeñó un papel breve pero significativo en los sindicatos estadounidenses. Se postuló para substituir al candidato seleccionado por la burocracia del USW Lloyd McBride en las elecciones de 1977 para presidente del sindicato, recibiendo un gran apoyo de las bases y atención en los medios.

Encabezando el movimiento “Steelworkers Fightback” (Contraataque de los Trabajadores Siderúrgicos), Sadlowski se presentó como un feroz militante opuesto a la dirección propatronal del USW. Los debates entre Sadlowski y McBride se transmitieron por televisión, incluyendo una sesión en el programa noticiero nacional “Meet the Press”.

La carrera entre Sadlowski y McBride se produjo en el contexto de una escalada en los ataques contra los puestos y niveles de vida de la clase trabajadora y marea alta de militancia, con huelgas masivas en el sector automotor, las minas, los astilleros y las industrias básicas. En este periodo, millones de trabajadores mantuvieron su adhesión a los sindicatos, pese a su hostilidad hacia las dirigencias corruptas y entreguistas, y veían estas organizaciones como instrumentos que podían avanzar sus intereses. El USW era en ese momento el sindicato más grande en EUA, con 1,5 millones de miembros, incluyendo locales en Canadá.

También aparecieron movimientos en oposición a las direcciones propatronales y antidemocráticas en otras industrias, incluyendo entre los mineros del carbón con la creación de los Miners for Democracy (Mineros por la democracia), dirigido por Arnold Miller, y entre los camioneros con la creación de los Teamsters for a Democratic Union (Camioneros por un Sindicato Democrático) encabezado por Pete Camarata.

En la campaña de 1977, Sadlowski criticó la decisión del USW de aceptar un Acuerdo de Negociación Experimental (ENA; Experimental Negotiating Agreement) con las principales empresas siderúrgicas en 1973, abrogando el derecho a hacer huelga a favor de arbitraciones vinculantes. Al mismo tiempo, llamó a implementar la ratificación de los acuerdos colectivos y cualquier aumento de las cuotas sindicales por parte de las bases.

A pesar de movilizar un apoyo substancial y ganar en las mayores plantas de acero, Sadlowski perdió las elecciones por un margen de 328.000 contra 249.000 votos y su movimiento “Steelworkers Fightback” se desintegró subsecuentemente. Tiempo después, Sadlowski aceptó un puesto bajo en la burocracia del USW y nunca volvió a competir por un cargo electivo en el sindicato.

En 1982, Sadlowski apoyó un acuerdo que imponía concesiones en las normas laborales de la planta siderúrgica South Works en Chicago. Luego, presidió el cierre de South Works, dando fin a 100 años de producción de acero ahí. Después de su retiro en 1983, fue contratado a un puesto en la Junta de Relaciones Laborales de Illinois.

El colapso de “Steelworkers Fightback” fue paralelo a lo acontecido en otros movimientos reformistas. Ninguno fue capaz de lograr reformas serias. No desafiaron al sistema capitalista ni se opusieron a la subordinación de los sindicatos al Partido Demócrata. En cara al recrudecimiento de la crisis capitalista en los años ochenta, los sindicatos acogieron el programa corporativista de la “alianza” obrero-patronal, rechazando cualquier vestigio de la lucha de clases y participando en la evisceración de todas las conquistas de generaciones pasadas de trabajadores.

La Workers League (WL; Liga Obrera), la predecesora del Partido Socialista por la Igualdad en Estados Unidos, llamó a votar por Sadlowski en las elecciones del USW en 1977. Al mismo tiempo, la WL enfatizó la plena insuficiencia de su programa y llamó a los trabajadores a rechazar su apoyo por el Partido Demócrata, advirtiendo agresivamente que “su rechazo a romper con los demócratas significa rendir los derechos básicos de la clase obrera y transformar a los sindicatos en agencias policiales contra la clase obrera”.

En ese momento, la WL buscaba promover el desarrollo de un movimiento militante de la clase obrera y dotarlo de una consciencia política y una perspectiva revolucionaria, llamando a derrocar a la burocracia sindical y construir una nueva dirección revolucionaria y marxista en los sindicatos. Esto fue acompañado con la demanda de romper con el Partido Demócrata y formar un partido laborista basado en los sindicatos y comprometido con políticas socialistas. Sin embargo, esta táctica perdió su viabilidad conforme los sindicatos evolucionaron en brazos de las corporaciones y el Estado encargados con suprimir la lucha de clases e imponer recortes a los puestos de trabajo y sindicatos y la destrucción de las condiciones laborales.

Con base en su programa nacionalista y procapitalista, los sindicatos reaccionaron al auge de la producción globalizada y a la crisis y declive del capitalismo estadounidense por medio del abandono de la lucha por conquistas limitadas. Estas organizaciones basadas nacionalmente se alinearon cada vez más directamente con la gran patronal estadounidense para apuntalar a la industria nacional en contra de rivales en el exterior, incluyendo a través de la promoción de ataques chauvinistas contra los trabajadores extranjeros.

En 1978, el demócrata Jimmy Carter lanzó una ofensiva contra la clase obrera, invocando la ley contra huelgas Taft-Hartley en contra de los mineros del carbón. En 1979, Carter nombró a Paul Volcker como presidente de la Reserva Federal estadounidense. Volcker aumentó las tasas de interés como una medida deliberada para quebrar a las secciones menos lucrativas de la industria. Uno de los resultados fue la bancarrota de la empresa automotriz estadounidense Chrysler, la cual tuvo que suplicar para obtener un préstamo del Gobierno para sobrevivir. En un paso sin precedentes, el sindicato automotor United Auto Workers (UAW) acordó recortar salarios, mientras que el presidente del UAW, Douglas Fraser, procedió a unirse a la junta de directores de dicha empresa.

Los ataques contra los trabajadores se intensificaron después de la elección de Ronald Reagan en 1980. En 1981, el despido por parte de Reagan de los controladores de tráfico aéreo que estaban en huelga desató una oleada sin precedentes de acciones antisindicales. Reagan despidió a los controladores solo tras asegurarse de que los líderes sindicales en EUA no responderían con ninguna acción.

Durante la década de 1980, los sindicatos se dedicaron a aislar y derrotar una huelga tras otra, desde los mineros de cobre de Phelps Dodge en Arizona, a los conductores de autobuses de Greyhound, los trabajadores siderúrgicos de Wheeling en Pittsburgh y los empacadores de carne de Hormel. La WL intervino en todas estas luchas, convirtiéndose en el centro de la oposición contra el sabotaje que emprendía la burocracia sindical.

A lo largo de este periodo, fueron eliminados millones de puestos de trabajo en las industrias automotriz, siderúrgica y minera sin oposición alguna de los sindicatos. Para compensar la pérdida de ingresos provenientes de las cuotas de los trabajadores, los sindicatos se unieron a alianzas directas con las empresas, estableciendo una amplia gama de comisiones conjuntas de los sindicatos con la patronal y fondos que reforzaron los ingresos de la burocracia laboral, incluso mientras eran recortados los salarios de los trabajadores y se cerraban fábricas.

En el USW, este proceso asumió una forma grotesca cuando la burocracia sindical colaboró con vendedores de activos como Wilbur Ross —hoy día el secretario de Comercio de Trump— para reestructurar la industria del acero a costas de los trabajadores. El UAW, por su parte, estableció una serie de “centros de capacitación” junto a las empresas automotrices estadounidenses que sirvieron como un canal para cientos de millones de dólares de sobornos corporativos para la burocracia sindical.

Las experiencias de los años ochenta demuestran que ya no existe ninguna posibilidad para reformar los sindicatos. Estas organizaciones ya no sirven incluso como órganos defensivos limitados para la clase trabajadora, sino que operan abierta y descaradamente como extensiones de las gerencias corporativas. Por los últimos 40 años, han prácticamente abolido las huelgas o cualquier otra forma de resistencia de masas, aún cuando la desigualdad social alcanza niveles sin precedentes históricos.

La evolución de los sindicatos en EUA fue parte de un fenómeno global, involucrando la transformación de todas las organizaciones laborales nacionalistas y burocracias, algo encarnado en la disolución de la Unión Soviética por parte de la burocracia estalinista en 1991. Al elaborar un balance de las experiencias de este periodo, David North, entonces el secretario nacional de la Workers League, escribió en enero de 1992:

En todo el mundo, la clase obrera se enfrenta al hecho de que los sindicatos, los partidos e incluso los Estados que ella misma creo en un periodo previo se han transformado en instrumentos directos del imperialismo.

Se acabaron los días en que las burocracias laboristas “mediaban” la lucha de clases y desempeñaban un papel de amortiguamiento entre clases. Pese a que las burocracias generalmente traicionaban los intereses históricos de la clase trabajadora, aún servían, en un sentido limitado, sus necesidades prácticas cotidianas; y, en esa medida, “justificaban” su existencia como líderes de organizaciones obreras. Ese periodo se acabó. La burocracia no puede asumir ningún papel independiente en el periodo actual (“El fin de la URSS”).

Con base en estos cambios, la WL y sus copensadores internacionales concluyeron que los sindicatos ya no podían ser considerados organizaciones obreras y que los trabajadores debían construir organizaciones nuevas e independientes de lucha.

El Partido Socialista por la Igualdad hace un llamamiento a construir comités de base en las fábricas y lugares de trabajo para unir y movilizar a los trabajadores de todas partes y unir sus luchas con las de los trabajadores en cada país.

Como se podía esperar, la muerte de Sadlowski instó a varios grupos pseudoizquierdistas orientados a los sindicatos y al Partido Demócrata a escribir obituarios llenos de elogios. Estas organizaciones se opusieron resentidamente al llamamiento del PSI a romper con los sindicatos, alegando que seguían siendo organizaciones obreras. Los grupos pseudoizquierdistas no solo apoyan a las burocracias desde afuera, sino que muchos han ingresado en sus rangos, asegurándose lucrativas prebendas.

No obstante, toda experiencia de la clase obrera demuestra la urgente necesidad de comités independientes de fábrica y lugares de trabajo. En una serie de huelgas este año, los docentes se enfrentaron a la hostilidad y oposición de los sindicatos, los cuales se dedicaron a aislar y suprimir sus luchas. Además, aparecieron revelaciones de que el UAW estaba directamente en la planilla de las compañías automotrices, recibiendo sobornos a cambio de forzar la aprobación de contratos propatronales. Los sindicatos desempeñan el mismo papel fundamental en cada industria y en todo país.

Los trabajadores que busquen combatir el asalto del Gobierno y las empresas deben asimilar estas experiencias. La clase obrera necesita nuevas organizaciones para luchar por sus intereses y unir sus luchas en una contraofensiva común contra toda la clase gobernante. La formación de comités de fábrica, como lo escribió Trotsky en el Programa de Transición creará “un poder dual real” en las fábricas, enfrentando a la clase obrera contra los patronos capitalistas. Los comités promoverán la movilización más amplia de los trabajadores, la juventud y los desempleados.

Esto necesitar ser combinado con la movilización política de la clase obrera con base en una perspectiva internacionalista y socialista. Como lo han demostrado nuevamente las huelgas recientes de los maestros, cualquier esfuerzo de los trabajadores para mejorar sus condiciones entrará en conflicto inmediatamente con el Estado y los dos partidos de las grandes empresas, con los demócratas igual o más que con los republicanos. Esto plantea la necesidad de la movilización de la clase obrera como una fuerza política independiente contra el sistema capitalista y sus representantes políticos.

El World Socialist Web Site alienta a los trabajadores a contactarnos y discutir esta perspectiva.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 19 de junio de 2018)

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