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Perspectiva

La junta militar egipcia da pena capital a 75 manifestantes contra golpe de Estado

Una corte en El Cairo refirió a 75 acusados al gran muftí para la aprobación de la pena capital el sábado. Todos están siendo procesados en un juicio masivo con 739 acusados que también se enfrentan a la horca.

Solo dos de ellos, ambos ciudadanos estadounidenses, fueron excluidos del primer grupo por participar en la protesta de agosto del 2013 contra el golpe de Estado efectuado por la junta militar en el poder un mes antes bajo el general Abdulfatah al Sisi, quien derrocó al Gobierno del presidente Mohamed Morsi de la Hermandad Musulmana.

Varios de los que fueron referidos son dirigentes de la Hermandad Musulmana, la cual fue proscrita por la junta. Sin embargo, los cargos también incluyen reuniones ilegales, posesión de armas y asesinatos.

Esto pone a la realidad sobre su cabeza. El asalto militar despiadado contra la sentada en apoyo a Morsi en la plaza Rabaa Al Adawiya de El Cairo fue el que se cobró más de mil vidas.

El juicio masivo es solo el último escándalo abominable de la campaña de represión desde entonces, la cual ha sido testigo de 60.000 encarcelamientos por crímenes políticos, miles de ejecuciones y miles de “desapariciones” más por parte de los servicios de seguridad.

La tortura y el asesinato en masa van acompañadas de una censura sistemática de periodistas, diarios, canales televisivos y más de 500 sitios web, en nombre de combatir las “noticias falsas” que “esparcen la inestabilidad”, socavan el “orden público” o perjudican los “intereses nacionales”.

La sangre en las manos de Al Sisi también corre por las palmas de los líderes políticos de todos los principales partidos de Estados Unidos, Europa y las otras potencias imperialistas.

El Gobierno de Trump allanó el camino para las sentencias de muerte del sábado cuando anunció el 25 de julio que desembolsaría $195 millones de ayuda militar para Egipto, mientras que una delegación militar egipcia visitaba Washington y se llevaba a cabo una audiencia en el Congreso estadounidense sobre extender el congelamiento de otros paquetes de ayuda para Egipto. Al menos 17 ciudadanos estadounidenses siguen encarcelados en prisiones egipcias.

Trump solo está continuando la política de su predecesor, Barack Obama.

El mismo día en que se emitieron las sentencias, David D. Kirkpatrick del periódico más fervientemente pro-Obama, el New York Times, publicó un adelanto de su próximo libro sobre Egipto, reconociendo que el Gobierno de Obama “le abrió la puerta a Trump para que acogiese a dictadores”.

Kirkpatrick indica que figuras a la cabeza del Gobierno demócrata anterior, incluidos el secretario de Estado, John Kerry, y el secretario de Defensa, Chuck Hagel, apoyaron abiertamente el golpe de Estado de Al Sisi y la represión contra la Hermandad Musulmana.

“Kerry me dijo que había argumentado en la Casa Blanca que la expulsión del Sr. Morsi no constituía, de hecho, un golpe de Estado. El general Al Sisi tan solo había acatado la voluntad del público para salvar a Egipto”, escribe. Obama “se inscribió a esos puntos de vista” cuando “decidió no determinar oficialmente si la deposición del Sr. Morsi fue o no un golpe de Estado, efectivamente aceptándola”.

Esta es una apología floja de Obama, quien fue el primero en levantar en 2015 la prohibición de ayuda militar impuesta sobre Egipto en 2013.

Aparte de un periodo breve y subsecuente de rechazo por los ataques de Al Sisi contra organizaciones no gubernamentales, un periodo finalizado por Trump este mes, Washington ha continuado proveyendo un promedio de $1,3 mil millones al año a Egipto, más que a cualquier otro país después de Israel.

Lo mismo es cierto en cuanto al resto de las mayores potencias mundiales. El carnicero Al Sisi ha hecho visitas diplomáticas a Berlín, Londres, París y Roma para comprar €1,3 mil millones en armamento de al menos ocho empresas diferentes, incluyendo “poderosas herramientas digitales” que han “ayudado a establecer un grado de espionaje y una arquitectura de control orwellianos que están siendo empleados para erradicar toda forma de disensión y acción de la ciudadanía”.

Hay dos consideraciones principales que explican la actitud de las potencias imperialistas hacia la dictadura egipcia.

En primer lugar, se está intensificando la competición por el domino de la región rica en petróleo de Oriente Próximo, la cual conlleva planes para un conflicto militar con Irán.

El anuncio de Trump de la formación de una Alianza Estratégica de Oriente Medio siguiendo el modelo de la OTAN busca incorporar a Israel, Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos y Egipto —regímenes que han llevado a cabo una represión igual de brutal como Al Sisi contra los palestinos y en Yemen. El giro hacia la guerra necesitar ir acompañado de una represión salvaje para aplastar toda oposición social y política, algo que no se limita a Oriente Próximo—.

En realidad, es aún más fundamental la amenaza que representa la clase obrera.

La Revolución de Egipto fue el evento clave en la “Primavera Árabe” del 2011, cuando estallaron huelgas y protestas de masas que se trajeron abajo los regímenes de, primeramente, Zine El Abidine Ben Ali en Túnez y, en febrero, de Hosni Mubarak en Egipto.

Pero sin establecer la independencia política y sin un partido revolucionario para encabezarla, la clase obrera egipcia fue políticamente desarmada por fuerzas burguesas, liberales e islamistas, a las cuales se viró en busca de dirección. En esta traición, fue clave el papel que desempeñaron los grupos pseudoizquierdistas, como los Revolucionarios Socialistas, quienes insistieron consistentemente que la clase obrera debía confinarse a la lucha por la “democracia” en alianza con una u otra facción de la burguesía.

Esto le permitió al ejército militar restaurar su dominio y a sus patrocinadores imperialistas restaurar sus políticas de guerra, represión y explotación de la región, incluyendo a Libia, Siria e Irak. Sin embargo, el temor de que Egipto haya sido solo el preludio de una ofensiva revolucionaria de la clase obrera que se extienda por Europa, América y el mundo entero sigue atormentando a la clase gobernante.

Al Sisi no solo cuenta con un cheque en blanco de parte de las principales potenciales para seguir su represión, sino que también recibe un apoyo financiero y técnico ilimitado porque se están preparando para emplear activamente medidas similares contra la clase obrera en sus respectivos países.

En una entrevista reciente, Al Sisi habló sobre la misión subyacente de su Gobierno. “Todo está relacionado a la estabilidad y la seguridad. Quiero que desarrollemos un miedo agudo hacia la inestabilidad”, manifestó.

Tal declaración pudo haber salido fácilmente de las bocas de Trump, Hillary Clinton, Emmanuel Macron, Theresa May y Angela Merkel.

En todas partes, la brecha entre la oligarquía financiera y las masas de trabajadores y jóvenes que luchan a duras penas por sobrevivir ha alcanzado dimensiones mórbidas. El enojo social es palpable. Por la primera vez desde el 2011, están reemergiendo luchas industriales y otras formas de protestas de masas.

En todas partes, la respuesta de las élites gobernantes ha sido la misma: el giro a medidas policiales-estatales contra la población, espionaje masivo, censura, ataques contra las libertades democráticas, la promoción deliberada de fuerzas ultraderechistas, recortes a los programas sociales y aumentos al gasto militar.

La lección central que debe ser extraída de los eventos que sacudieron al mundo en el 2011 y la tragedia que les siguió es la necesidad de preparar conscientemente una lucha revolucionaria internacional para derrocar el capitalismo y el imperialismo.

El objetivo debe ser la tomar del poder estatal por la clase obrera y la construcción de un sistema económico socialista para poner fin a la austeridad, a la dictadura y a la guerra y satisfacer las necesidades esenciales de las personas en todo el mundo.

La única forma para hacerlo es la construcción de secciones del Comité Internacional de la Cuarta Internacional en Egipto y todo el mundo.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 30 abril de 2018)

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