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Perspectiva

¡Rechacen las acusaciones difamatorias de antisemitismo contra Corbyn! ¡Expulsen a la derecha del Partido Laborista!

Las últimas semanas han visto una aceleración de la campaña por parte de la derecha del Partido Laborista británico para pintar a Jeremy Corbyn como antisemita, buscando desplazarlo como líder del partido.

La magnitud y ferocidad de este empeño llevan todas las huellas de una campaña desestabilizadora con la participación de la MI5 británica, el Mosad israelí y la CIA estadounidense.

La élite gobernante británica, sus representantes políticos y la prensa están dejando en claro que no toleraran la elección de un Gobierno laborista encabezado por Corbyn. Más allá, el alcance internacional de la cacería de brujas en marcha deja en claro que EUA y otras de las principales potencias están tan decididos a desacreditarlo y deponerlo como sus homólogos británicos.

Las acusaciones falsas de antisemitismo, lanzadas intransigentemente desde el golpe interno fallido del 2016 por parte del ala derecha del laborismo, representan la soga con la cual esperan colgar a Corbyn. Sin embargo, el objetivo de esta campaña es desacreditar el socialismo para prevenir cualquier desafío por parte de la clase obrera contra la austeridad y la escalada militarista en Oriente Próximo y el resto del mundo.

Con este fin en mente, los periódicos globales publican toda denuncia imaginable contra Corbyn confeccionada por una camarilla de laboristas derechistas, sionistas, y tories (miembros del Partido Conservador), incluyendo los diarios Times, Sunday Times y el Sun —propiedad de Rupert Murdoch— o sus contrapartes “liberales” como el Guardian y el New York Times.

“Dejando la indecisión sobre el antisemitismo de Jeremy Corbyn”, un artículo de opinión de Josh Glancy en el New York Times, epitomiza esta campaña.

Glancy dice que no quería aceptar la “realidad” de que un “posible primer ministro… promoviera un antiguo prejuicio contra mi pueblo” hasta que vio un video de Corbyn publicado el 23 de agosto por el Daily Mail de una conferencia de 2013, donde Corbyn presuntamente exhibe un “antisemitismo clásico”. La epifanía de Glancy sería más creíble si no fuera el corresponsal en Nueva York para el Sunday Times, el cual ha protagonizado los ataques contra Corbyn.

Por varias semanas, Glancy ha publicado materiales alegando que Corbyn odia a Israel “de una forma problemática”, que el Partido Laborista “autoriza el antisemitismo y eso es algo malo, doloroso y que vale la pena protestar” y que un Gobierno de Corbyn sería “malo” para los judíos.

El Mail afirmó que Corbyn se había pronunciado en una conferencia “promovida por el sitio web de propaganda del grupo terrorista Hamas” y que había dicho que algunos sionistas británicos “no quieren estudiar historia” y “tampoco entienden la ironía en inglés”.

En realidad, Corbyn se presentó a una reunión convocada por el Palestinian Return Centre (PRC, Centro por el Retorno Palestino), un grupo de expertos que cuenta con estatus de consultor ante las Naciones Unidas desde 2015. Lo que hizo fue referirse a un discurso ante el Parlamento del representante de la Autoridad Palestina en Londres, Manuel Hassassian, quien dijo irónicamente: “He llegado a la conclusión que los judíos son los hijos de Dios, los únicos hijos de Dios y que la Tierra Prometida está siendo financiada por Dios. He comenzado a creer esto porque nadie está deteniendo la construcción israelí de su sueño mesiánico al punto que me ha hecho creer que quizás Dios está de su lado”.

Corbyn dijo que los críticos de Hassassian no entienden ni la historia ni la ironía, citando el blog del multimillonario Richard Millett, quien afirma que Hassassian estaba sugiriendo que “los judíos no solo controlan la Reserva Federal [una afirmación hecha solo por Millet] sino que incluso el dinero de Dios”.

Con base en este escándalo fabricado en torno a una floja invención, la organización Campaign Against Antisemitism (Campaña contra antisemitismo) inició una petición en línea en Change.org, llamando a los parlamentarios laboristas a destituir a Corbyn, sea por medio de una “moción de censura” o fundando “su propio partido”.

El Partido Conservador ha urgido al comisionado parlamentario de estándares investigar si Corbyn ha “desprestigiado” la Cámara de los Comunes. El lord Jonathan Sacks, el ex gran rabino, describió demagógicamente los comentarios de Corbyn de 2013 como “los más ofensivos” de un dirigente político desde el discurso racista y antiinmigrante del conservador Enoch Powell en 1968 conocido como “Ríos de sangre”.

Cada día aparecen nuevos reportes de parlamentarios laboristas planeando la escisión de un nuevo partido para abril de 2019, tras la votación para aceptar o rechazar el acuerdo negociado por la primera ministra, Theresa May, sobre dejar la Unión Europea (UE). La derecha laborista está colaborando con secciones de tories y demócratas liberales y cuenta con al menos £50 millones provistos por figuras empresariales. El Sun informó que el líder adjunto del Partido Laborista, Tom Watson, atendió reuniones en la casa del asesor clave de Tony Blair, Peter Mandelson, junto con otros “diputados moderados” para “confabular la deposición de Jeremy Corbyn”.

Las acusaciones de que existe un antisemitismo izquierdista endémico son calumnias repugnantes con un propósito igual de repugnante.

La discriminación contra los judíos tiene raíces históricas profundas, pero el antisemitismo moderno como movimiento político en Alemania y otros países europeos se derivó de los esfuerzos de la burguesía para movilizar capas pequeñoburguesas en contra de la amenaza revolucionaria del movimiento obrero socialista.

La identificación de los judíos con los males del capitalismo moderno ofrecía el cemento populista para construir partidos racistas y nacionalistas opuestos a la lucha de clases y al internacionalismo socialista, incluido el Partido Nazi de Hitler, que identificaban el socialismo con “el pueblo judío internacional”.

Ahora, los sionistas, tories y blairistas están intentando redefinir el antisemitismo, igualándolo con cualquier crítica izquierdista de Israel y su brutal subyugación de los palestinos. Han enfocado esto en demandas que el Partido Laborista acepte completamente la definición de antisemitismo de la Alianza Internacional para el Recuerdo del Holocausto: cualquier descripción de la fundación del Estado de Israel como un “emprendimiento racista”.

Mientras tanto, Israel continúa masacrando a palestinos prácticamente a diario y ha promulgado una ley del “Estado nación” que afirma que “el derecho a ejercer la autodeterminación nacional en el Estado de Israel” es “único para el pueblo judío”.

Son el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, y su Gobierno los que se asocian libremente con antisemitas como el primer ministro húngaro, Viktor Orbán, y el canciller austríaco, Sebastian Kurz. La ultraderecha europea le ha regresado el afecto a Netanyahu. Geert Wilders del Partido por la Libertad de Holanda proclamó que comparte “la oposición a un Estado palestino en Judea y Samaria”, mientras que Filip Dewinter del Vlaams Belang felicitó a Netanyahu por entender que “el principal peligro para Europa es su islamización”.

Hay dos consideraciones fundamentales detrás de la oposición de la élite gobernante británica a Corbyn.

En primer lugar, pese a dar marcha atrás y apoyar la OTAN y el sistema Trident de misiles nucleares submarinos, Corbyn no es considerado como un líder aceptable para un importante aliado estadounidense de la OTAN. Tan solo una semana después de quedar electo como líder laborista, el Sunday Times de Murdoch reportó la amenaza de “amotinamiento” por parte de un “general activo de alta categoría” si llegaba a convertirse en primer ministro. El lord John West, un excomandante de la Marina Real y exministro laborista, advirtió que Corbyn “no debería encabezar la nación” porque sus críticas al militarismo podrían hacer que “las irreflexivas masas voten por él”.

Pero, algo aún más importante es que Corbyn, pese al carácter minúsculo de las reformas que propone, es asociado por muchos trabajadores y jóvenes con el fin de la austeridad, la defensa del Servicio Nacional de Salud y la redistribución de la riqueza de los superricos y las corporaciones. En condiciones en que el recrudecimiento de la crisis en torno al brexit exige una intensificación de los brutales ataques sociales contra la clase obrera, tales sentimientos son plenamente desdeñados por la burguesía.

El Partido Socialista por la Igualdad se opone al ataque derechista contra Corbyn. Pero, insiste que esta lucha debe ser llevada hasta su conclusión, comenzando por la expulsión de la derecha laborista donde sea que saquen a relucir sus cabezas. Es por esto que también advertimos que la negativa de Corbyn y sus aliados, como el canciller en la sombra, John McDonnell, para llevar a cabo esta lucha desarma a los trabajadores y jóvenes en cara a conspiradores políticos en los niveles más altos del Estado que no detendrán sus tramas en defensa de la oligarquía financiera.

Cuando Corbyn fue elegido por primera vez como líder en el 2015, el Partido Socialista por la Igualdad advirtió que su afirmación de que el Partido Laborista podía transformarse en un partido contra la austeridad y la guerra era una mentira peligrosa. En cambio, escribimos “es un partido burgués derechista… cómplice de todos los crímenes del imperialismo británico y que ha operado como el oponente político principal del socialismo por más de un siglo…”.

En 1935, León Trotsky escribió una carta abierta “A todas las organizaciones y grupos revolucionarios de la clase obrera”.

Analizando la situación global después de la llegada de Hitler al poder y ante el crecimiento de fuerzas ultraderechistas por toda Europa, Trotsky indicó que “la desintegración de la economía global” había colocado, “imperiosamente, la tarea de una revolución socialista en la orden del día”.

El principal peligro para la clase obrera, advirtió Trotsky, era la impotencia y la naturaleza traidora de sus líderes reformistas y estalinistas. En una sección excepcionalmente relevante para el presente, escribió:

“Si los éxitos electorales del Partido Laborista le permiten nuevamente tomar las riendas del poder, no acontecerá una transformación socialista pacífica de Reino Unido, sino la consolidación de la reacción imperialista, es decir, una época de guerra civil, ante la cual la dirección del Partido Laborista inevitablemente revelará su completa ruina”. [Documents of the Fourth International: The Formative Years (1933-40), p. 67, nuestra traducción al español]

Ahora que el imperialismo británico y mundial entran en un nuevo periodo de crisis revolucionaria, esta es la advertencia más premonitoria sobre los peligros que entraña la decisión de Corbyn de no expulsar a la derecha laborista, insistiendo en que desea preservar la unidad partidaria para formar un Gobierno de “los muchos y no los pocos”.

Cualquier Gobierno con la derecha laborista en sus filas será un Gobierno de los pocos —de la oligarquía financiera y corporativa— y enemigo de los intereses de los muchos. Todo depende de que la clase obrera rechace todos los llamados a compromisos de clase y emprenda una lucha política inclemente por el internacionalismo y el socialismo bajo la dirección del Partido Socialista por la Igualdad.

(Artículo publicado originalmente el 31 de agosto de 2018)

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