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Perspectiva

El engaño de “Los estudios sobre reclamos” expone a los charlatanes posmodernistas

El 2 de octubre, Helen Pluckrose, James A. Lindsay y Peter Boghossian publicaron un artículo intitulado “Los estudios académicos sobre reclamos y la corrupción de la escolaridad”, incorporando los resultados de la publicación de artículos de mentira, deliberadamente compuestos por información falsa y conclusiones irracionales y reaccionarias en revistas académicas asociadas con estudios de género, raza e identidades.

Los resultados exponen la bancarrota intelectual de la política de identidades y la filosofía posmoderna. Sus proponentes, quienes dominan los departamentos universitarios de humanidades por todo el mundo, son charlatanes que han publicado o les han respondido con comentarios favorables de “revisar y reenviar” a los argumentos pseudocientíficos más absurdos y vulgares.

Estos incluyen: un supuesto estudio de 1.000 horas de observación de patrones de “copulación” (humping) entre perros en parques para caminarlos que concluye llamando a los hombres a ser “entrenados” como perros para prevenir la cultura de violación; un extenso poema producido por un generador automático de poesía adolescente sobre angustia que trata de “reuniones lunares” espirituales y sexuales entre mujeres en un “cuarto uterino” secreto y que le rezan a la “santuario de la vulva”; una propuesta para desarrollar robots feministas, entrenados para pensar irracionalmente, controlar la humanidad y subyugar a los hombres blancos; artículos adicionales sobre masturbación masculina. Otra propuesta, aplaudida por los editores del ensayo que terminó siendo rechazado, inducía a las maestras a colocar a los estudiantes blancos en cadenas para que los humillaran por tener “privilegio blanco”.

Hay un elemento de humor en el hecho de que tales estupideces puedan ser apoyadas por académicos y revistas de estas disciplinas. ¡El artículo del “parque para perros” incluso fue seleccionado como una de las contribuciones más influénciales en la historia de la revista Gender, Place and Culture (Género, lugar y cultura)!

Sin embargo, las implicancias del estudio son sumamente serias. Pluckrose, Lindsay y Boghossian han confirmado la esencia política derechista de la política de identidades y el pensamiento posmoderno, el cual se basa en antimarxismo, irracionalismo y el rechazo de la Ilustración y la verdad objetiva.

Lo más escalofriante es que los autores hayan presentado un capítulo de Mein Kampf de Hitler reescrito con lenguaje alterado para referenciar la identidad femenina y el feminismo. El ensayo, intitulado “Nuestra lucha es mi lucha: feminismo solidario como una respuesta interseccional al feminismo neoliberal y de elección”, fue aceptado para publicación y recibido con evaluaciones positivas.

“Siento extrema simpatía por el argumento de este artículo y su posicionamiento político”, escribió un académico. Otro dijo, “Siento mucha simpatía por los argumentos centrales del ensayo”.

Inmediatamente después de su revelación pública, Pluckrose, Lindsay y Boghossian han estado bajo ataque por los proponentes del posmodernismo y la política de identidades, quienes afirman que el engaño fue un ataque derechista contra las disciplinas de “justicia social”.

Ha sido típico el argumento de Daniel Engber, quien escribió en Slate: “Cuan oportuno también que este proyecto secreto se publique en medio del embrollo sobre Kavanaugh, un momento cuando el enojo y el horror de la ansiedad masculina resplandece tanto en las noticias. ‘Son tiempos muy aterradores para los jóvenes’, les dijo Trump a reporteros el mismo día en que Pluckrose, Lindsay y Boghossian hicieron público su engaño. Ambos expresan un temor a los ataques falsos contra los hombres, sean impuestos por putas arrepentidas, liberales de izquierda, académicos radicales o cualquier otra persona”.

En realidad, el engaño ha expuesto el hecho de que los proponentes de la política de identidades que están avanzando perspectivas paralelas a las de la ultraderecha. Mientras se enojan con aquellos que expresan preocupación por la eliminación del debido proceso y la presunción de la inocencia, siendo estos los blancos de la campaña #MeToo, no les inquieta el hecho de que los escritos de Adolf Hitler son publicados y alabados en círculos académicos feministas.

Pluckrose, Lindsay y Boghossian se describen como liberales preocupados por el hecho de que la actual histeria en torno a las identidades está “empujando la guerra cultural a una polarización cada vez más tóxica y existencial”, atizando las llamas de la ultraderecha. Como resultado, los identitarios están “afectando el activismo entre mujeres y minorías raciales y sexuales de una manera contraproducente a los objetivos de igualdad al alimentar la oposición reaccionaria de la derecha a esos objetivos de igualdad”.

Por el contrario, el objetivo de los autores es “darles a las personas, especialmente a aquellos que creen en el liberalismo, el progreso, la modernidad, la libre indagación y la justicia social, una razón clara para ver la locura identitaria que sale de la izquierda académica y activista y decir, ‘No, no voy a apoyar eso. Ustedes no hablan por mí’”.

Los autores del estudio están en lo correcto al conectar la hostilidad hacia la igualdad de los proponentes de la política de identidades con su oposición al racionalismo, el análisis científico y los avances progresistas de la Ilustración. No obstante, las raíces de esta degeneración derechista, irracionalista y antiigualitaria yacen en la estructura económica de la sociedad capitalista.

Los arquitectos académicos del posmodernismo y la política de identidades ocupan posiciones altamente remuneradas en la academia, usualmente con salariales que van de los $100.000 a $300.000, o incluso más. Como capa social, los teóricos de lo que el World Socialist Web Site califica como la “pseudoizquierda” pertenecen al 10 por ciento más adinerado de la sociedad estadounidense. Sus puntos de vista políticos y filosóficos expresan sus intereses sociales.

La obsesión con el “privilegio”, el sexo, y las identidades de raza y género constituye un mecanismo por el cual los miembros y grupos de esta capa luchan entre ellos mismos por ingresos, estatus social y posiciones de privilegio, utilizando grados de “opresión” para tropezarse unos sobre otros en la lucha por puestos titulares en las universidades, juntas corporativas o de organizaciones sin fines de lucro, o en elecciones para cargos públicos. Una propuesta clave de la campaña #MeToo, por ejemplo, es reemplazar a los ejecutivos y políticos hombres por mujeres, mientras se ignoran las necesidades sociales y la vasta mayoría de mujeres, quienes son de clase obrera.

La transformación de la política de identidades en un arma va dirigida también en contra de las capas sociales más bajas. Al avanzar la mentira de que los trabajadores blancos se benefician del “privilegio blanco”, por ejemplo, los proponentes de la política de identidades argumentan: el botín de Wall Street no debería ir a atender las necesidades sociales de la clase obrera, incluyendo a trabajadores blancos que se enfrentan a niveles récord de alcoholismo, pobreza, adicciones de opiáceos, violencia policial y otros índices de miseria social. En cambio, los recursos del mundo deberían venir a . Es precisamente este visceral odio de clase que funciona como la base para argumentos absurdos y reaccionarios como los avanzados en los artículos del estudio.

Tampoco ha mejorado la política de las identidades raciales las condiciones materiales de la vasta mayoría de trabajadores de dichas minorías. Al contrario, la desigualdad dentro de las minorías raciales ha aumentado junto a la introducción de programas de acción afirmativa y el creciente dominio de la política de identidades en la academia y la política burguesa. En 2016, el uno por ciento más rico de latinos controlaba el 45 por ciento de toda la riqueza de los latinos en EUA, mientras que esta cifra era 40,5 por ciento para el uno por ciento más rico de afroamericanos y 36,5 por ciento para el 1 por ciento más rico de blancos.

La influencia del posmodernismo en la academia ha explotado después de las protestas de masas de los años sesenta y principios de los setenta. Basándose explícitamente en el rechazo del papel revolucionario de la clase obrera y en la oposición a la “meta-narrativa” de la revolución socialista, no es un accidente que la política de identidades y el posmodernismo hayan sido adoptados como los mecanismos ideológicos oficiales del gobierno burgués.

En décadas recientes, se ha erigido una industria masiva de la política de identidades. Los fondos y fideicomisos de la élite empresarial han desembolsado miles de millones de dólares a periódicos, organizaciones sin fines de lucro, publicaciones, becas y grupos políticos para avanzar la política racial y de género. La política de identidades ha llegado a formar un componente central de la estrategia electoral del Partido Demócrata. Las guerras imperialistas se justifican con base en la afirmación de que EUA está interviniendo para proteger a mujeres, personas LGTB y otras minorías.

La expansión del movimiento obrero, la ampliación de huelgas en varias industrias y un interés cada vez mayor en el socialismo en campus universitarios representan una amenaza existencial al dominio del posmodernismo. Pluckrose, Lindsay y Boghossian le han asestado un golpe oportuno a este obstáculo reaccionario para el desarrollo de la consciencia socialista científica.

(Publicado originalmente en inglés el 13 de octubre de 2018)

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