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En medio de la crisis por el asesinato de Khashoggi

Los “socialistas” del Departamento de Estado de los EUA descubren la guerra en Yemen

Quienquiera que siga cuidadosamente las publicaciones de las diferentes organizaciones de la pseudoizquierda de los Estados Unidos notará que siguen fielmente la línea política del New York Times y otros medios alineados al Partido Demócrata. Estos medios corporativos, a su vez, reflejan las posiciones de facciones definidas dentro del establishment de inteligencia de los EUA.

Esto se ve claramente en la respuesta al asesinado estatal del periodista saudí Jamal Khashoggi por Socialist Worker, la publicación de la Organización Socialista Internacional (ISO), y Jacobin, que está alineada de cerca con Socialistas Demócratas de Estados Unidos (DSA). Estas publicaciones responden como veletas políticas a las corrientes cambiantes dentro de los círculos de inteligencia y elaboradores de política imperialistas estadounidenses —en este caso, creciente descontento con el gobernante actual de Arabia Saudí, el príncipe heredero Mohammed bin Salman.

La administración Obama le dio el OK a bin Salman para que lanzara una guerra en marzo de 2015 para derrotar a los rebeldes hutíes y volver a poner en el poder al régimen marioneta depuesto saudí-estadounidense de Abd-Rabbu Monsour Hadi. Desde entonces Washington ha estado brindando asistencia de inteligencia, logística y militar crucial para una salvaje campaña de bombardeo contra objetivos civiles que ha matado aproximadamente entre 16.000 y 50.000 yemenís, llevó a 1,4 millón de personas al borde de la hambruna y causó una epidemia de cólera de récord mundial que afecta a un millón de personas.

La administración Trump está continuando y profundizando la política de Obama, forjando relaciones todavía más estrechas con la dictadura saudí y negociando un acuerdo de armas de $1,2 mil millones como parte de un frente unido de Washington, los Estados suníes del Golfo e Israel contra Irán.

Desde hace más de tres años, SocialistWorker.org y Jacobin están guardando un silencio casi total respecto a la guerra que está siendo librada por una coalición de Estados del Golfo dirigida por Arabia Saudí contra Yemen. Buscar en Socialist Worker usando el Google devuelve un total de apenas ocho artículos desde que estallara la guerra. Buscar en Jacobin da apenas seis artículos. (En comparación, el The World Socialist Web Site ha publicado docenas de artículos, comentarios, columnas de Perspectiva y artículos de historia denunciando uno de los mayores crímenes de guerra del siglo XXI.)

Casi ignorando este crimen de guerra hecho en Estados Unidos, la ISO y los DSA están haciendo lo mismo que los principales medios corporativos.

Ahora, sin embargo, en medio del aluvión de críticas al príncipe heredero tras el asesinato de Khashoggi, que tenía residencia en los EUA y era clumnista del Washington Post y tenía estrechos vínculos con la inteligencia estadounidense, de repente el New York Times, el Post y los principales medios de noticias de televisión descubrieron la guerra en Yemen e incluso, aunque raramente, mencionan el papel de Washington en ella. Su reciente interés en la guerra es totalmente cínico —una manera de presionar a la Casa de Saud y a la administración Trump ya sea para que controlen al príncipe heredero o bien para que lo reemplacen con otro miembro de la familia real.

Entonces la ISO y Jacobin hacen lo mismo. Por eso apareció el 15 de octubre el artículo “¿El régimen saudí se saldrá con la suya con el asesinato?” en Socialist Worker. El artículo, escrito por un anónimo “activista y escritor desde Arabia Saudí”, menciona la guerra en Yemen al tiempo que se centra en los largos vínculos de Khashoggi con la monarquía saudí. Dice: “Desde que se autoexiliara, Khashoggi se ha transformado de un fiel al régimen que hasta 2016 celebraba la ejecución de disidentes y elogiaba la guerra desastrosa apoyada por los EUA para ‘salvar a Yemen’ en un ardiente crítico del gobernante de Arabia Saudí, el príncipe heredero Mohammed bin Salman (conocido comúnmente como MBS)”.

El autor añade que Khashoggi estaba “bien conectado en Washington —alguien con quien esas élites se pueden identificar”. El autor continúa: “Pero puede que haya también una sensación en desarrollo de que MBS está fuera de control y se está volviendo un aliado poco fiable. Es el responsable de una sierie de crisis internacionales y domésticas que no solo desestabilizan más la región, sino también su propio gobierno”.

Este cambio en los círculos de inteligencia fue señalado de una manera más pública por Bernie Sanders, que dio un discurso en la Universidad Johns Hopkins University el 9 de octubre, una semana después de la desaparición de Khashoggi, titulado “Construir un movimiento democrático global para contrarrestar el autoritarismo”. Sanders se concentró en el régimen saudí, denunciándolo por su represión interna y por “devastar a Yemen en una guerra catastrófica en alianza con los Estados Unidos”.

Jacobin ha publicado tres artículos sobre el asesinato de Khashoggi que abordaban el tema de la guerra en Yemen. El primero (“La nueva visión internacionalista de Bernie”) aclama el discurso sobre política exterior de Sanders como un llamamiento genuino a la acción contra la guerra y el autoritarismo —aunque admite que Sanders ha votado repetidamente a favor de la intervención militar estadounidense y ha hablado de la necesidad de mantener la supremacía militar estadounidense.

El segundo, por Branko Marcetic, cita declaraciones del senador republicano Lindsey Graham denunciando al gobierno saudí y especula con la posibilidad de una “ruptura de las relaciones entre los EUA y Arabia Saudí” que es “tan esperada”.

El tercero, publicado el 17 de octubre (“Cómo podemos terminar la guerra de los saudíes en Yemen”), también por Marcetic, argumenta que la manera de terminar la guerra es presionar a 10 demócratas que antes habían votado contra una resolución del senado que exigía que los EUA terminaran su participación en la guerra para revertir su voto. En todos esos artículos, las publicaciones de la pseudoizquierda escriben como consejeros de facciones del Estado.

Hay razones políticas definidas por las cuales los promotores pseudoizquierdistas del imperialismo de los “derechos humanos” minimizó la carnicería en Yemen durante más de tres años. Tanto la ISO como los DSA apoyaron la guerra por el cambio de régimen en Libia, que terminó con terroristas islamistas apoyados por los EUA torturando y matando al gobernante depuesto Muamar Gadafi, y apoyan la guerra continuada para el cambio de régimen en Siria —guerras neocoloniales que han matado a cientos de miles de civiles y han destruido a ambos países.

En conformidad ellos han dirigido su indignación moral no contra los EUA y sus aliados, en primerísimo lugar Arabia Saudí, sino contra el régimen sirio y quienes lo apoyan, Rusia e Irán, a quienes tildan convenientemente de potencias “imperialistas”. La represión interna de Arabia Saudí y su baño de sangre en Yemen, llevado a cabo con la ayuda indispensable de Washington, trasciende su narrativa proimperialista. De ahí el silencio virtual desde esos cuarteles.

En la medida en la que han criticado la política exterior de la administración de Trump, lo han hecho en gran parte desde la derecha, en línea don el New York Times y el Partido Demócrata —denunciando la administración por no armar a los “rebeldes” sirios con armas capaces de derribar aviones de guerra rusos y por intensificar de manera insuficiente el ataque al presidente sirio Asad y la confrontación con el presidente ruso Putin.

Se alinean tras esas facciones del establishment de la inteligencia estadounidense que ven a Rusia como el obstáculo más apremiante para la imposición del dominio estadounidense en el Medio Oriente, al que ven, a su vez, como crucial para imponer la hegemonía estadounidense en el continente euroasiático. Su cometido asignado es brindar una lógica “izquierdista” a la guerra imperialista estadounidense y cultivar un electorado favorable a la guerra dentro de sectores de la clase media alta cuyas posiciones políticas están dominadas por la política de raza, género y orientación sexual.

Ahora, sin embargo, tras el asesinato de Khashoggi, hay señales de que los vientos están cambiando en relación con el príncipe heredero. Con la guerra en Yemen en un punto muerto y el régimen saudí enfrentándose a una crisis social y económica creciente —el Wall Street Journal advirtió la semana pasada sobre el “atracón de deuda” de bin Salman —hay preocupaciones crecientes por la imprudencia y la impetuosidad del príncipe de 33 años y la falta de control sobre sus acciones ejercido por la administración Trump.

John Brennan encabezó la CIA bajo Obama cuando los EUA dieron su bendición al ataque a Yemen dirigido por los saudíes. También presidió el programa de asesinatos con drones de Obama, que mató a cientos de yemeníes. Pero el 12 de octubre Brennan publicó una columna en el Washington Post denunciando la “crueldad” del príncipe heredero. Concluía con una demanda de sanciones estadounidenses contra todos los saudíes implicados en el asesinato, la congelación de las ventas militares estadounidenses, la suspensión de toda cooperación de inteligencia “rutinaria” y una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU patrocinada por los EUA que condene el asesinato.

Bloomberg publicó un comentario el 17 de octubre que concluía con una cita de un viejo amigo de Khashoggi y consejero del presidente turco Erdoğan, quien declaró, “Puede que hayan visto en Jamal el foco de un poder gubernamental alternativo”.

Foreign Affairs publicó un artículo el 18 de octubre escrito por Daniel Benjamin, nombrado en 2009 por la Secretaria de Estado Hillary Clinton como coordinador de contraterrorismo en el Departamento de Estado estadounidense, declarando que el asesinato de Khashoggi “ha demostrado una imprudencia que está profundamente en desacuerdo con los intereses estadounidenses”.

Está claro que facciones dentro del aparato de inteligencia estadounidense se preocupan cada vez más por el gobierno del actual príncipe heredero y estaban promocionando a Khashoggi como parte de una presión para controlarlo o incluso quizás reemplazarlo. Ninguno de los críticos estadounidenses del príncipe heredero sugiere ni remotamente que los crímenes del régimen exigen una campaña de cambio de régimen, como con Saddam Hussein, Gadafi y Asad. Pero temen que un cambio en la cima puede que sea necesario para evitar el colapso del propio régimen.

Al descubrir de repente la guerra en Yemen y los crímenes del régimen saudí, las organizaciones proimperialistas y favorables al Partido Demócrata de la clase media privilegiada, tales como la ISO y los DSA, están alineándose rápidamente tras esas facciones de la clase dominante y del Estado con los que están aliadas.

(Publicado originalmente en inglés el 23 de octubre de 2018)

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