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Perspectiva

Defiendan a los trabajadores inmigrantes del asalto militar de Trump

El Gobierno de Trump está preparando desatar una represión extralegal y violencia militar abierta en una escalada impactante de su guerra contra los inmigrantes y refugiados.

Varios oficiales confirmaron el jueves planes del Pentágono para desplegar hasta mil tropas regulares del Ejército y la Fuerza Aérea en la frontera entre México y Estados Unidos. Se sumarán a unos 2.100 soldados de la Guardia Nacional que ya fueron enviados a los estados fronterizos del suroeste estadounidense.

El despliegue es un acto de guerra contra los trabajadores inmigrantes que participan en una caravana con miles de hondureños, al igual que muchos salvadoreños y guatemaltecos, que han comenzado un éxodo, la mayoría con sus familias, para escapar las brutales condiciones de pobreza y violencia creadas por el imperialismo estadounidense en Centroamérica.

Mientras que los oficiales estadounidenses están insistiendo en que las tropas en servicio activo solo participarán en “apoyo logístico” y no cazarán a inmigrantes, nadie puede creer tales garantías, las cuales buscan enmascarar el hecho de que el despliegue constituye una violación fundamental de principios democráticos básicos resumidos en la Ley Posse Comitatus, la cual prohíbe el uso del ejército estadounidense para operaciones policiales en suelo estadounidense.

La real reflexión detrás del despliegue fue resumida por la secretaria del Departamento de Seguridad Nacional (DHS, por su sigla en inglés), Kirstjen Nielsen, quien le comentó a Fox News: “No tenemos ninguna intención por ahora de dispararles, pero serán arrestados. Sin embargo, también salvaguardo la seguridad personal de mis oficiales y agentes con extraordinaria seriedad. Ellos sí tienen la posibilidad, por supuesto, de defenderse”.

La declaración de Nielsen constituye una amenaza propia de matones de que emplearán armas contra los trabajadores inmigrantes —hombres, mujeres y niños— que están acercándose a la frontera estadounidense en busca de refugio y asilo. Se están poniendo en marcha políticas que pueden recrear a lo largo de río Grande las mismas escenas de masacres en la frontera entre Israel y el territorio en ocupación de Gaza.

La plena inobservancia de la ley por parte del Gobierno estadounidense fue expuesta en una serie de medidas siendo preparadas por la Casa Blanca, el Departamento de Justicia y DHS para imponer un rechazo total de las solicitudes de asilo de centroamericanos a EUA.

Distintas fuentes oficialistas han indicado que Trump está preparando decretar un par de órdenes ejecutivos tan pronto como la próxima semana. Una que colocaría un veto a la entrada de centroamericanos similar al veto a viajantes antimusulmán ya en vigor. La segunda aplicaría una denegación total a cualquier centroamericano que solicite asilo en una frontera estadounidense. Estas políticas infringen el derecho internacional respecto al trato de refugiados, lo que conllevaría la calificación de EUA como un “Estado canalla”.

Trump ha allanado el camino hacia la imposición de estas políticas demonizando a los trabajadores migrantes que escapan Centroamérica como un foco de la campaña republicana a las elecciones de medio término. El fomento de la xenofobia, el nacionalismo y el chauvinismo antiinmigrante es un intento para agitar a su base política. El presidente también está empeñándose para desorientar a secciones de trabajadores con acusaciones demagógicas y reaccionarias contra los inmigrantes de “robar trabajos estadounidenses”, generar crimen y encarecer los gastos de asistencia social.

Todas estas afirmaciones son falsas. Están diseñadas para dividir a la clase trabajadora y utilizar a las secciones más oprimidas de la población como chivos expiatorios, culpándolos por el deterioro de los niveles de vida y la vasta desigualdad social creada por el capitalismo e implementada por medio de las políticas de ambos partidos corporativos, los demócratas y republicanos.

Los hombres, las mujeres y los niños que se han agrupado para realizar el peligroso escape de las condiciones infernales de sus países de origen y llegar a la frontera estadounidense son personas de clase trabajadora que no buscan nada más ni menos que las condiciones por las que cada trabajador en EUA lucha y que merece: un trabajo con un salario digno, una vivienda decente y segura, acceso a salud y educación, y un mejor futuro para por sus hijos.

La campaña para sembrar terror dirigida en contra de estos trabajadores que marchan con sus pies llenos de heridas y empujando cochecitos para bebés en un intento desesperado para llegar a un lugar seguro es representativa de la decadencia del orden social. La demonización de inmigrantes es una de las expresiones más repugnantes de un sistema capitalista profundamente en crisis.

Escribiendo en 1940, en medio de una crisis capitalista global que había estallado en forma de otra guerra mundial, León Trotsky comentó sobre el rechazo a refugiados judíos que escapaban de Hitler:

El mundo del capitalismo en decadencia está sobrepoblado. La cuestión de admitir a unos cuantos cientos de refugiados más se convierte en un gran problema para una potencia mundial como Estados Unidos. En la era de la aviación, el telégrafo, el teléfono, la radio y la televisión, los viajes de un país a otro son paralizados con pasaportes y las visas… Ante vastas extensiones de territorio y las maravillas de la tecnología, la cual también ha conquistado los cielos para el hombre al igual que la tierra, la burguesía ha ingeniado cómo convertir nuestro planeta en una asquerosa prisión.

Hoy día, ante una integración global de la producción sin precedentes y una interconexión por todo el planeta con comunicación instantánea por internet, el carácter reaccionario e irracional de la militarización de fronteras nacionales se ha vuelto cada vez más evidente.

Al rechazar los insultos del Gobierno de Trump, los valientes centroamericanos que marchan por México han levantado la consigna “¡Los migrantes no somos criminales! ¡Somos trabajadores internacionales!”. Y en efecto lo son.

¿Quién defenderá a estos trabajadores contra las amenazas de violencia militar y de violar sus derechos básicos consagrados en el derecho internacional como miembros de la raza humana?

Ciertamente no lo hará el Partido Demócrata. Obama, quien se volvió digno del apodo “deportador en jefe”, expulsó un récord de 2,5 millones de inmigrantes. Los demócratas se han adaptado completamente a la campaña antiinmigrante de Trump.

Una declaración emitida por los líderes demócratas en la Cámara de Representantes y el Senado, Nancy Pelosi y Charles Schumer, acusaron al presidente de intentar “cambiar el tema del cuidado de salud a la inmigración”, como si el trato a inmigrantes y refugiados fuera inconsecuente. Tim Kaine, un senador demócrata de Virginia y candidato a vicepresidente en 2016, dijo en un discurso de campaña en Wisconsin el miércoles que Trump debería “lidiar con esta gente”. En otras palabras, que sea el Gobierno mexicano el que encarcele y les dispare a estos trabajadores antes de que lleguen a la frontera con EUA.

Tampoco lo harán los sindicatos. La federación sindical AFL-CIO, el sindicato automotor UAW, el Teamsters y las otras organizaciones sindicales burocratizadas no han dicho nada en defensa de los trabajadores inmigrantes. Todos se han alineado con el nacionalismo de “EUA primero” que proviene de la Casa Blanca, al mismo tiempo en que traicionan y suprimen cualquier lucha iniciada por los trabajadores dentro del país.

En cuanto al conjunto de organizaciones pseudoizquierdistas —la Organización Internacional Socialista (ISO, por su sigla en inglés), los Socialistas Democráticos de Estados Unidos (DSA, por su sigla en inglés), entre otras—, han dicho poco o nada sobre los migrantes centroamericanos y las amenazas que enfrentan. Todos apoyan y se han adaptado a los sindicatos nacionalistas y al Partido Demócrata.

La defensa de los trabajadores inmigrantes y refugiados que están escapando por sus vidas solo puede venir de la clase obrera estadounidense, en sí conformada por décadas de generaciones de inmigrantes, y por medio del resurgimiento de la solidaridad de clase internacional y el principio “si hacen daño a uno, nos hacen daño a todos”.

Estas no son meras palabras. El uso del ejército contra los inmigrantes en la frontera, al igual que los allanamientos militarizados en fábricas llevados a cabo por el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por su sigla en inglés), en los que obligaron a turnos enteros a salir marchando de los centros de trabajo encañonados, a ser interrogados y detenidos, están sentando los precedentes para imponer ley marcial y un Estado policial a fin de suprimir cualquier lucha de la clase obrera y arrestar y encarcelar a quien la encabece.

En contra de la demagogia nacionalista y el chauvinismo antiinmigrante promovidos por la élite gobernante estadounidense, la clase obrera debe avanzar su propia estrategia internacionalista y socialista. Esto se debe basar en el entendimiento de que es imposible para los trabajadores de EUA y cualquier otro país librar una lucha exitosa contra corporaciones capitalistas con una movilidad global sin unir sus luchas a través de las fronteras con los trabajadores de todos los países.

La punta de lanza de esta estrategia consiste en rechazar inflexiblemente el veneno antiinmigrante esparcido por Trump y el resto de los políticos y asumir la lucha por fronteras abiertas —es decir, el derecho de los trabajadores de todo el mundo a vivir en el país de su elección, con derechos de ciudadanía plenos, incluyendo el derecho a trabajar y viajar sin temor a ser reprimido o deportado—.

La amenaza de desatar la violencia del ejército y deportar sumariamente a los centroamericanos que escapan al norte tiene que responderse con la movilización más amplia posible de los trabajadores y jóvenes en defensa de los derechos de los inmigrantes, como parte de una lucha por movilizar a toda la clase obrera internacional contra la guerra, la desigualdad social y el capitalismo.

(Publicado originalmente en inglés el 27 de octubre de 2018)

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