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Perspectiva

Trump despliega ejército para enfrentar “invasión inmigrante”

El lunes, el Gobierno de Trump y el Pentágono anunciaron que esta semana desplegarán a 5.200 soldados en la frontera entre Estados Unidos y México. Esta será la mayor movilización militar preparada para combate en suelo estadounidense desde las rebeliones urbanas a fines de los años sesenta. El ejército ha nombrado la misión “Operación Patriota Leal”.

Miles de tropas y miles de millones de dólares en equipo serán movilizados antes de un importante discurso nacional por parte de Trump para anunciar mayores restricciones a la inmigración.

El despliegue es una amenaza directa a las vidas de miles de trabajadores que escapan de países centroamericanos devastados por más de un siglo de explotación imperialista estadounidense, dictaduras y guerras. Sin oposición de ningún sector de la élite política estadounidense, el Gobierno está preparando una confrontación con hombres, mujeres y niños desarmados que podría desencadenar rápidamente un tiroteo por parte de las tropas estadounidenses, dejando a refugiados heridos y muertos que buscan asilo en la frontera estadounidense. El jueves pasado, Trump declaró que la caravana constituye una “emergencia nacional”.

El Gobierno está buscando inventar una crisis de seguridad nacional propia de un estado de sitio en vísperas de las elecciones de medio término del 6 de noviembre. El objetivo es generar un clima de terror y pánico y promover más violencia derechista a fin de crear una estampida de los votantes en apoyo a una agenda ultraderechista que implementará después de los comicios. Al mismo tiempo, Trump y sus asesores de tinte fascista están tomando pasos para sentar las bases de un movimiento extraparlamentario de extrema derecha.

Se cernirá en la jornada electoral la sombra de un despliegue militar propio de una guerra en suelo estadounidense, estableciendo un nuevo precedente para militarizar la política estadounidense y todo aspecto de la vida social.

En una rueda de prensa el lunes por la tarde, el general Terrence O’Shaughnessy y el comisionado de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP, sigla en inglés), Kevin McAleenan, describieron lo que equivale a planes de una ofensiva militar al mismo tiempo de las votaciones tempranas a nivel nacional. McAleenan dijo que la CBP estaba preparándose para un “control antidisturbios” y añadió que la agencia estaba convocando a miles de oficiales adicionales para que protegieran “la línea de avanzada” en el combate contra los inmigrantes.

El general O’Shaughnessy dijo que el Pentágono estaba desplegando tres compañías de helicópteros de asalto Black Hawk armados con “la última tecnología”, al igual que otros “activos aéreos”, incluyendo aviones de transporte y drones. La movilización incluirá marines, policía militar y “asistencia militar” —fuerzas que solo se movilizan cuando el ejército se prepara para un potencial combate—. “Las unidades están siendo desplegadas con armas”, dijo O’Shaughnessy, al igual que cientos de kilómetros de alambre de cuchillas, barricadas y material de construcción.

“Este solo es el principio de la operación”, añadió, indicando que los niveles de tropas pueden aumentarse de ser necesario.

El presidente Trump y líderes del Gobierno están empleando el mismo lenguaje de Hitler y Goebbels. “Muchos miembros de pandillas y algunas personas muy malas están entremezclados en la caravana que se dirige a nuestra Frontera Sur”, tuiteó Trump el lunes.

“Por favor devuélvanse, no serán permitidos a entrar en Estados Unidos al menos que sea por medio de un proceso legal. ¡Esta es una invasión de nuestra Tierra y nuestro Ejército los está esperando!”.

En una entrevista televisada el domingo, la secretaria del Departamento de Seguridad Nacional (DHS, sigla en inglés), Kirstjen Nielsen, utilizó una retórica normalmente reservada para amenazas de guerra en el exterior. “[T]oda acción posible… está en la mesa”, dijo refiriéndose a la caravana. Esto ocurrió pocos días después de amenazar que el ejército y la patrulla fronteriza “tienen la posibilidad de utilizar fuerza para defenderse”.

En una rueda de prensa impactante el lunes por la tarde, la secretaria de Prensa de la Casa Blanca, Sarah Huckabee Sanders se rehusó a asegurar que, ante la caravana, el Gobierno no suspendería el habeas corpus y posse comitatus, la ley que prohíbe el despliegue del ejército para realizar funciones policiales en suelo estadounidense. Como un reportero lo indicó en la conferencia de prensa, el uso del término “invasión” por parte de Trump lleva consigo un significado constitucional, ya que el Primer Artículo de la Constitución se refiere dos veces al poder del Congreso para derogar derechos democráticos básicos ante una “invasión”.

Asimismo, el término “invasores” fue utilizado en las redes sociales por Robert Bowers, quien asesinó a once personas judías en la sinagoga Tree of Life en Pittsburgh el sábado. Este fue el peor ataque antisemita en la historia de EUA. Bowers eligió esta sinagoga específicamente por su defensa de los participantes de la caravana, a quien Bowers acusó de querer “matar a nuestra gente”.

El lenguaje fascistizante de Trump también inspiró a Cesar Sayoc, un atacante solitario de derecha que envió bombas caseras por correo a varias figuras del Partido Demócrata, y a Gregory Bush, quien asesinó a dos afroamericanos en una tienda en Kentucky.

Las medidas autoritarias se enfrentan a una oposición popular amplia, lo que comprueba que la base de apoyo para tales iniciativas no proviene de las masas de la población, sino de la clase gobernante.

Esto es parte de un proceso universal. Por todo el mundo, los Gobiernos están cayendo en control de fuerzas ultraderechistas promovidas por los principales sectores de la burguesía y sus partidos tradicionales y cultivadas desde el Estado y el aparato militar y de inteligencia.

En Brasil, el excapitán del ejército, Jair Bolsonaro, fue electo como presidente el domingo después de aclamar la dictadura militar que gobernó el país entre 1965 y 1985 y prometer “hacer una limpieza” de lo que llamó “criminales rojos”.

En Alemania, la canciller Angela Merkel anunció ayer que renunciaría ayer como líder de la Unión Demócrata Cristiana (CDU, sigla en alemán) después que la gran coalición oficialista entre la CDU y el Partido Socialdemócrata (SPD, sigla en alemán) fuera abatida en otras elecciones estatales, esta vez en Hesse. Los resultados fortalecieron a la Alternativa para Alemania (AfD), un partido neonazi promovido y defendido por la gran coalición.

En Italia, Suecia y Europa del este, las últimas elecciones han fortalecido a partidos de extrema derecha que utilizan a los inmigrantes como chivos expiatorios, exigen deportaciones masivas e instigan la violencia racista y xenofóbica.

El avance de los partidos ultraderechistas no parte de un apoyo popular de masas. En cambio, es producto de la desilusión y el disgusto de las masas respecto a los partidos tradicionales que han llevado a cabo ataques intransigentes contra los niveles de vida de la clase obrera y han concebido un aumento inmenso de la desigualdad social.

La elección de Trump en Estados Unidos es un resultado del mismo proceso. Millones de trabajadores abandonaron el Partido Demócrata por el odio generalizado hacia Hillary Clinton y a hostilidad a las políticas pro Wall Street y proguerra del Gobierno de Obama.

El Partido Demócrata le ha otorgado a Trump una luz verde para realizar ataques sin precedentes contra los inmigrantes, urgiendo a sus candidatos para la Cámara de Representantes y el Senado que ignoren el tema de la inmigración y prometan que apoyarán la “seguridad fronteriza”.

Un rol particularmente criminal ha sido desempeñado por los autoproclamados “socialistas” como Bernie Sanders, quien dijo más temprano este año, “No creo que haya nadie que no esté de acuerdo con que necesitamos una seguridad fronteriza fuerte. Si el presidente quiere trabajar con nosotros para asegurarnos de que tengamos una seguridad fronteriza fuerte, hagámoslo”.

El Partido Socialista por la Igualdad (EUA) se opone al despliegue de tropas en la frontera entre EUA y México. Este es un paso importante en los preparativos de guerra y dictadura. Es una nueva advertencia de que sin una revolución socialista el mundo se enfrenta a una repetición de los peores crímenes del siglo veinte a una escala aun mayor.

Pero la misma crisis capitalista que genera la marcha hacia el fascismo y la guerra mundial también insta a la clase obrera a entrar en lucha y crea las condiciones objetivas para la alternativa —una revolución socialista—.

Los primeros tres cuartos del año han sido testigo del nivel más alto de actividad huelguística en años. A una escala internacional, la clase obrera está buscando cómo combatir las corporaciones, los bancos y sus representantes políticos. Este proceso, uniendo a la clase obrera internacional en una lucha común por los derechos democráticos y la igualdad social, es el que puede poner fin a la violencia fascista y garantizar los derechos de los inmigrantes a viajar por todo el mundo y vivir en el lugar de su elección.

(Publicado originalmente en inglés el 30 de octubre de 2018)

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